La gracia de Dios hace fácil el camino de la virtud.

     Has, pues, ahora de saber que la causa principal deste engaño es poner los hombres los ojos en sola esta dificultad que hay en la virtud, y no en las ayudas que de parte de Dios se nos ofrecen para vencerla. Que es aquella manera de engaño que padecía el discípulo del profeta Eliseo, según arriba declaramos, el cual como veía el ejército de Siria que tenía cercada la casa de su señor, y no veía el que de parte de Dios estaba en su defensa, desmayaba y teníase por perdido, hasta que por oración del santo profeta le abrió Dios los ojos y vio cuánto mayor poder había de su parte que de la de los contrarios. Pues tal es el engaño déstos que hablamos, porque como ellos experimentan en sí la dificultad de la virtud, y no han experimentado los favores y socorro que se dan para alcanzarla, tienen por dificultosísima esta empresa, y así se despiden della.

     Pues dime ahora, ruégote: si el camino de la virtud es tan dificultoso, ¿qué quiso significar el profeta cuando dijo: «En el camino de tus mandamientos, señor, me deleité, así como en todas las riquezas del mundo?» Y en otro lugar: «Tus mandamientos, señor, son más dignos de ser deseados que el oro y las piedras preciosas, y más dulces que el panal y la miel.» De manera que no sólo concede lo que todos concedemos a la virtud, que es su maravillosa excelencia y preciosidad, sino también lo que el mundo le quita, que es dulzura y suavidad. Por donde puedes tener por cierto que los que hacen esta carga pesada, aunque sean cristianos y vivan en la ley de gracia, no han aún desayunádose deste misterio. ¡Pobre de ti! Tú que dices que eres cristiano, dime: ¿para qué vino Cristo al mundo, para qué derramó su sangre, para qué instituyó los sacramentos, para qué envió al Espíritu Santo? ¿Qué quiere decir evangelio, qué quiere decir gracia, qué Jesús? ¿Qué significa este nombre tan celebrado dese mismo señor que adoras? Y si no lo sabes, pregúntalo al evangelista que dice: «Ponerle has por nombre Jesús, porque él hará salvo a su pueblo de su pecados.» ¿Pues qué es ser salvador y librador de pecados, sino merecernos el perdón de los pecados pasados y alcanzarnos gracia para excusar los venideros?

     ¿Para qué, pues, vino este salvador al mundo, sino para ayudarte a salvar? ¿Para qué murió en la Cruz, sino para matar el pecado? ¿Para qué resucitó después de muerto, sino para hacerte resucitar en esta nueva manera de vida? ¿Para qué derramó su sangre, sino para hacer della una medicina con que sanase tus llagas? ¿Para qué ordenó los sacramentos, sino para remedio y socorro de los pecados? ¿Cuál es uno de los más principales frutos de su pasión y de su venida, sino habernos allanado el camino del cielo, que antes era áspero y dificultoso? Así lo significó Isaías, cuando dijo que en la venida del Mesías los caminos torcidos se enderezarían, y los ásperos se allanarían. Finalmente, ¿para qué, sobre todo esto, envió el Espíritu Santo, sino para que de carne te hiciese espíritu? ¿Y para qué lo envió en forma de fuego, sino para que como fuego te encendiese y alumbrase y avivase, y transformase en sí mismo, y te levantase a lo alto, de donde él bajó? ¿Para qué es la gracia con las virtudes infusas que della proceden, sino para hacer suave el yugo de Cristo, para hacer ligero el ejercicio de las virtudes, para cantar en las tribulaciones, para esperar en los peligros y vencer en las tentaciones? Este es el principio y el medio y el fin del evangelio, conviene saber, que así como un hombre terrenal y pecador, que fue Adán, nos hizo pecadores y terrenos, así otro hombre celestial y justo, que fue Cristo, nos hiciese celestiales y justos. ¿Qué otra cosa escriben los evangelistas, qué otras promesas anunciaron los profetas, qué otra predicaron los apóstoles? Ésta es la suma de toda la teología cristiana, ésta es la palabra abreviada que Dios hizo sobre la tierra, ésta es la consumación y abreviación que el profeta Isaías dice que oyó a Dios, de la cual se siguieron luego en el mundo tantas riquezas de virtudes y de justicia.

     Declaremos esto más en particular. Pregúntote: ¿de dónde procede la dificultad que hay en la virtud? Decirme has que de las malas inclinaciones de nuestro corazón, de nuestra carne concebida en pecado, porque la carne contradice al espíritu, y el espíritu a la carne, como cosas entre sí contrarias. Pues pongamos ahora por caso que te dijese Dios: «Ven acá, hombre; yo te quitaré ese mal corazón que tienes y te daré otro corazón nuevo, y te daré fuerzas para mortificar tus malas inclinaciones y apetitos.» Si esto te prometiese Dios, ¿serte hía entonces dificultoso el camino de la virtud? Claro está que no. Pues dime, ¿qué otra cosa es la que tiene este señor tantas veces prometida y firmada en todas sus escrituras? Oye lo que dice por el profeta Ezequiel, hablando señaladamente con los que viven en la ley de gracia: «Yo -dice él- os daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo en medio de vosotros, y quitaros he el corazón que tenéis de piedra, y daros he corazón de carne. Y pondré mi espíritu en medio de vosotros, y mediante él haré que andéis por el camino de mis mandamientos y guardéis mis justicias y las pongáis por obra, y moraréis en la tierra que yo di a vuestros padres, y seréis vosotros mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.» Hasta aquí son palabras de Ezequiel. ¿De qué dudas tú ahora aquí? ¿De que no guardará Dios contigo esta palabra, o si podrás con el cumplimiento della guardar su ley? Si dices lo primero, haces a Dios falso prometedor, que es una de las mayores blasfemias que pueden ser. Si dices que con este socorro no podrás cumplir su ley, háceslo defectuoso proveedor, pues queriendo remediar el hombre, no dio para ello bastante remedio. ¿Pues qué te queda aquí en que dudar?

     Allende desto, también te dará virtud para mortificar estas malas inclinaciones que pelean contra ti y te hacen dificultoso este camino. Este es uno de los principales efectos de aquel árbol de vida que el Salvador con su sangre santificó. Así lo confiesa el apóstol, cuando dice: «Nuestro viejo hombre fue juntamente crucificado con Cristo, para que así fuese destruido el cuerpo del pecado, para que ya no sirviésemos más al pecado.» Y llama aquí el apóstol «viejo hombre» y «cuerpo de pecado» a nuestro apetito sensitivo con todas las malas inclinaciones que dél proceden, el cual dice que fue crucificado en la Cruz con Cristo, porque por aquel nobilísimo sacrificio nos alcanzó gracia y fortaleza para poder vencer este tirano y quedar libres de las fuerzas de sus malas inclinaciones y de la servidumbre del pecado, como arriba se declaró. Ésta es aquella victoria y aquel tan gran favor que el mismo señor promete por Isaías, diciendo así: «No temas, porque yo estoy contigo; no te apartes de mí, porque yo soy tu Dios. Yo te esforzaré y te ayudaré, y la mano diestra de mi justo -que es el mismo Hijo de Dios- te sostendrá. Buscarás a los que peleaban contra ti, y no los hallarás, serán como si no fuesen, y quedarán como un hombre rendido y gastado ante los pies de su vencedor. Porque yo soy tu señor Dios, que te tomaré por la mano y te diré: No temas, que yo te ayudaré.» Hasta aquí son palabras de Dios por Isaías. Pues, ¿quién desmayará con tal esfuerzo? ¿Quién desmayará con el temor de sus malas inclinaciones, pues así las vence la gracia?

Fray Luis de Granada «Guía de pecadores»


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