Grave ofensa del cardenal Cañizares
Ahora, por desgracia, este cardenal siempre parlanchín, nos da una muestra más de que tal vez tengamos razón. Porque lo contrario, la otra alternativa, la de la maldad, la malicia, y la mentira, sería gravísima. O ha perdido el juicio.
Hace tiempo que pensamos, de verdad y con todas las precauciones debidas, que el cardenal Cañizares, tal vez por razón de la edad, ha perdido en bastante medida el juicio; vamos, que se le está yendo la olla o que chochea de forma ostensible.
Ahora, por desgracia, este cardenal siempre parlanchín, nos da una muestra más de que tal vez tengamos razón. Porque lo contrario, la otra alternativa, la de la maldad, la malicia, y la mentira, sería gravísima.
Resulta que este año es el primero en que la Conferencia Episcopal Española (CEE) se está volcando como nunca en conseguir que los pocos fieles que quedan, y ellos saben por qué sin que les importe, pongan la famosa «X» en sus declaraciones de la renta, y se vuelcan porque es el primer año que de manera patente han notado que la indignación y el cabreo de esos pocos fieles se ha salido del habitual y más de una gota han colmado el vaso, por lo que la CEE ve peligrar sus ingresos ¡Ay, el vil metal!. Así pues, no contentos con la típica y no menos cara campaña de publicidad, la CEE ha optado por hacer alarde de especial agresividad contra aquellos que, como nosotros, desde el primer día hemos y seguimos haciendo campaña en contra de esa «X»; no en contra de apoyar económicamente a la Iglesia, pues para ello abogamos porque cada cual dé la cantidad de su «X» al sacerdote o congregación que mejor considere; ojo y que quede bien claro.
El problema, como siempre, es que la CEE no responde, no contradice, ni siquiera razona en contra de nuestros argumentos, sino que se limita a «matar al mensajero»; en nuestro caso a prohibirnos acceder a twitter «@xtantos» que dio de alta con el fin que todos ustedes suponen. Lo cual les deja en evidencia y a nosotros nos da aún más la razón en nuestros planteamientos. (Aquí nuestros artículos uno, dos, tres y cuatro, y aquí la carta dirigida a todos los obispados españoles).
Pero como no podía faltar una guinda en este penoso pastel, ha llegado Cañizares y la ha puesto, algo que a él le suele gustar mucho –siempre demostró un desmedido afán de protagonismo–, y ni corto ni perezoso incluye en un artículo en Alfa y Omega, entre otros, dos párrafos que no tienen desperdicio y que transcribimos a continuación:
«Acuden a tal o cual caso que consideran injuria, a que si ha habido tal o cual comportamiento de clérigos o de obispos, en determinados lugares o regiones (alusión velada, pero clara, a los obispos y sacerdotes separatistas en Cataluña)»
«¿Qué tiene que ver esto con la Iglesia, con el bien que hace la Iglesia? ¿Qué me dirían de un hijo que ante una madre o padres ancianos, porque ha habido alguna cosa entre los hermanos, o los cuñados, los sobrinos… dijesen: “Pues ahora ya no contribuyo a ayudar a los padres, a ayudar a la madre”? Pensaríamos con buen sentido que no merecen llamarse “hijos”. Ese es el comportamiento de algunos que, por no sé qué actuaciones en la Iglesia que a su juicio merecen reprobación, niegan esta contribución. Negar esta contribución es negar lo que la Iglesia es y hace en favor del hombre, de la sociedad, y de la humanidad entera», prosigue el purpurado.
«No estoy pidiendo nada que atente a nadie sino solicitando con humildad, y pidiendo perdón por mis pecados y los de los que la formamos, una ayuda que la Iglesia necesita: acerquémonos a la Iglesia, conozcámosla y reconozcamos, sin prejuicios, lo que la Iglesia es, lo que la Iglesia hace como Iglesia, y veréis su aportación a los hombres: el mundo sería otro, y no mejor, si no existiese la Iglesia. A los fieles cristianos les digo: no neguéis esta ayuda que pide la Iglesia. Negar esta ayuda es un pecado contra la Iglesia, es un no sentirse Iglesia a la que debemos ayudar en todos los órdenes, también en el económico».
En contra de lo anterior podríamos aportar numerosas consideraciones con las cuales llenaríamos un libro, pero por razón de espacio vamos a resaltar en esta ocasión las cuatro principales:
* Ya está bien de identificar a la CEE con «la Iglesia». ¡LA CEE NO ES «LA IGLESIA»! La CEE es sólo un órgano de la Iglesia, y no precisamente el mejor. La Iglesia es, primeramente, Nuestro Señor, después el clero de todo tipo y además, y con ellos, todos los fieles. Apoyar económicamente a la Iglesia se puede hacer mediante la «X» que administra la CEE o dando ese apoyo económico directamente al sacerdote o a la congregación que mejor considere uno que ejerce su altísimo ministerio. Luego en este punto Cañizares o chochea o miente, tergiversa y emplea un sofisma repugnante.
* La hartura de los fieles, de las ovejas, no de los que se han convertido o la CEE les ha convertido en borregos, viene no sólo del bochornoso espectáculo de todos los obispos y de buena parte del clero de las provincias catalanas, sino del ominoso y cómplice silencio del resto con respecto a tal espectáculo, Cañizares incluido; igual a la hartura que genera el PP –que tanto le gusta a Cañizares de siempre– por su actitud con respecto a los partidos separatistas.
A dicha hartura, sin duda importantísima, hay que añadir la provocada por:
* Menos dos o tres obispos y algún que otro sacerdote, todos los demás se han sumado y apoyado, alguno como el cardenal Osoro blasfemando públicamente, a una huelga-revolucionaria feminista de público, único y marcado cariz y fin anticatólico.
* Apoyan o guardan silencio ante actuaciones de autoridades civiles que van directamente contra Dios, contra nuestra santa Fe y contra la Iglesia.
* Son casi nulas o eminentemente tibias las pastorales, homilías y actos que de forma explícita, directa y con la contundencia que lo hace el Evangelio, clamen contra el divorcio, el emparejamiento, el aborto, la eutanasia, la eugenesia, la exhibición de la sodomía, la imposición de la ideología de género, la profanación de iglesias, etc.
* La liturgia, los sacramentos, en general todo lo relativo al culto, lo banalizan, lo relajan o incluso lo evitan.
* Nos presentan como modelos bien a reputados e históricos heresiarcas, bien a sacerdotes mundanizados, bien a pseudoteólogos errados, bien a personajes en nada católicos.
* Mantienen con nuestras aportaciones económicas medios de comunicación –13TV y COPE–, no sólo deficitarios hasta lo financieramente intolerable, sino que, peor aún, siguen una línea que de católica no tiene nada más que el nombre, en la que se contrata a «estrellas» cuyo proceder profesional y privado tampoco se ajusta a las exigencias de nuestra fe, en las que se exhiben programas heterodoxos y/o perniciosos.
* Siguen apoyando de manera directa o subrepticia opciones políticas –partidos y otros– marcada y públicamente liberales –el liberalismo está condenado por la Iglesia–, como son el PP desde hace décadas y ahora los que van recogiendo sus votos, al tiempo que coquetean con los revolucionarios de siempre.
* Los centros educativos de cualquier nivel que se dicen católicos no lo son, e incluso a veces son peores que los otros.
* Cáritas se ha convertido en una ong y en una sociedad filantrópica más, en la que se da no sin medida, sino sin control, y en la que no se hace apostolado alguno.
* Por el contrario, castigan, hacen enmudecer y condenan al ostracismo a aquellos sacerdotes y religiosos que, sin miedo, quieren predicar de verdad el Evangelio y dar la cara y la vida por Cristo.
* Habla Cañizares del bien que hace la Iglesia, pero oculta el mal, con lo que de forma torticera defiende que el fin justifica los medios, que para hacer un bien, es lícito hacer un mal. Pues no, leche, no y no; a no ser que Cañizares vaya a reescribir los Evangelios. El grosero sofisma del «mal menor» o «el bien posible» que han predicado todos los obispos desde hace medio siglo en España, es igual de repugnante que el del «voto útil» al PP, causas ambas de los resultados que vemos en uno como en otro terreno. Porque NO, NO y NO es lícito para hacer un bien, hacer un mal, ni menor, ni un bien posible. El mal es siempre mal y punto.
* Afirmar como afirma que «Negar esta ayuda es un pecado contra la Iglesia», o sea, el no poner la «X», SÍ que es un pecado y gravísimo, máxime cuando quien lo dice es un prelado de su nivel, porque es una afirmación torticera, engañosa, manipuladora y repugnante, ya que con ella intenta de forma grosera violentar las conciencias de los fieles, cuya deformación e ignorancia actual viene siendo cada día más grave precisamente por la actitud de la mayoría del clero comenzando por los obispos, Cañizares incluido. De verdad que queremos pensar que Cañizares chochea, porque si no es así de lo anterior tendrá que dar grave cuenta de ello antes o después. Cañizares, no sabemos si se ha dado cuenta, con tal afirmación nos da un nuevo motivo para no poner la «X» nunca más.
Volvemos a repetir: léase bien, Cañizares, nuestra misiva (Otra vez aquí) y rebata siquiera uno de nuestros argumentos para no poner la «X», y no nos venga con tonterías, con monsergas o… con barbaridades.
Si ustedes, señores obispos, no vuelven a la senda evangélica, habrá que empujarles a ella y lo primero es impedir que la CEE, no la Iglesia, ojo, se quede seca y no mal administre nuestro dinero. Que ya está bien de tomarnos el pelo.
¡Mucha soberbia y ningún exámen de conciencia, ni dolor de los pecados, ni propósito de enmienda, Cañizares!
P.D.- Cañizares, que por cierto sigue erre que erre alabando a la Constitución, pilar de la degeneración en la que se ha sumido España en todos los órdenes, comenzando por el moral, lo que a este prelado chocho o malvado le sigue importando un bledo.
