Guinea Ecuatorial: el hijo pródigo perdido y olvidado

¿Saben hoy en día los españoles que existió una provincia española, que no colonia, denominada Guinea Ecuatorial? Pues mucho nos tememos que no. ¿Y saben que ha sido de ella? Menos aún. ¿Y qué tal nos llevamos con ella? Pues peor aún, o sea, que podemos decir que ni siquiera nos llevamos y ello por la sempiterna mala, y/o nula, política exterior española de los últimos cincuenta años.
Como tardía resaca de la ola de independencias posterior a la II Guerra Mundial, que en dos décadas hizo florecer países en África y Asia como champiñones, unos justificados y otros completamente artificiales, y así les va, en Octubre de 1968, tras un referéndum organizado por España, lógicamente, los guineanos optaron por la independencia de quien había sido su madre desde 1885; y decimos madre porque allí sólo había tribus; en síntesis dos grandes grupos étnicos: los bubi, en la isla de Fernando Poo, y los aguerridos fang en la parte continental. Como consecuencia del referéndum accedió al poder Francisco Macias Nguema quien de inmediato nos pegó la patada –incluida la expropiación por la vía rápida y manu militari de las propiedades españolas públicas y privadas en Guinea–, siniestro personaje infectado del virus marxista tan en boga entonces por aquel continente y que, conforme a dicha ideología totalitaria, se instituyó de inmediato en tirano del nuevo país.

Para 1979, la situación de Guinea era penosa en todos los órdenes, incluido el económico y el social –el marxismo siempre igual–, lo que propició un golpe de estado avalado por las potencias europeas, España incluida, que llevó al poder a Teodoro Obiang Nguema, sobrino de Macias, al cual quitó de en medio por la vía rápida; ya me entienden. Obiang se había formado en la academia General Militar de Zaragoza, lo que hizo creer a Madrid, con Suárez entonces en la Moncloa, que Guinea iba a retomar sus maltrechas relaciones con España. Además de las visitas de cortesía, incluido nuevo embajador, el gobierno español abrió el grifo de las ayudas (Tratado de Amistad y Cooperación de 1981), aunque como siempre sin asegurarse su control y, sobre todo, la obtención de beneficios a cambio; nuestros políticos quijotes siempre con el dinero público.
Pero ya para 1982 se veía con claridad que, como suele suceder por aquellos páramos, al tirano Macias ya difunto, le sucedía otro tirano, el propio Obiang. Lo borrones del gobierno guineano en materia de derechos humanos pasaron a primer plano haciendo de ellos una más de las armas que el PSOE empleaba, ya en plena campaña de acoso y derribo de Suárez, máxime tras el 23-F, para derribar a la UCD que, como sabemos, se deshacía un poco más con cada telediario. No obstante, en 1982, y a pesar de las continuas denuncias de violaciones de los Derechos Humanos, las ayudas siguieron llegando gracias a la celebración de la “Conferencia Internacional para la Reactivación Económica y Desarrollo de la República de Guinea Ecuatorial” que aseguraba el grifo abierto a pesar de que las relaciones seguían como antes con Macias.
Ya con el PSOE en el poder, se produjo una grave crisis cuando en 1983 el sargento Venancio Mikó intentó un golpe de estado contra Obiang que fracasó; hecho que anticipó el Cesid al gobierno de Felipe González el cual hizo oídos sordos hasta que se encontró con el pastel; como siempre. La cosa fue a más cuando Mikó no tuvo otra ocurrencia para intentar salvar el pellejo que refugiarse en la embajada española, lo que metió a España en el epicentro de tan escabroso asunto, obligando a Fernando Moran a volar a Malabo urgentemente consiguiendo que el golpista se entregara a cambio de no ser pasado por las armas; la cosa quedó en pena de muerte conmutada por 20 años de prisión.

A continuación, nuestro gobierno, el de Felipe González, ese al que hoy tantos alaban, junto con nuestros «eficaces» diplomáticos, erre que erre, sin querer ver el cariz y talante que sin lugar a dudas demostraba Obiang, ahora reforzado tras el fracaso del golpe, promovieron el denominado Primer Plan Marco por el cual, supuestamente, España iba a conseguir una posición privilegiada en Guinea, donde Francia ya nos hacía la cama con su acostumbrada habilidad gracias a nuestra también acostumbrada estupidez. El caso es que el citado plan sólo sirvió para que el grifo español siguiera fluyendo sin obtener nada a cambio, para que nuestro dinero fuera malversado por los funcionarios guineanos con Obiang a la cabeza (en 1987 quebró el Guinextebank dejando un pufo en nuestra contra de 1.500 millones de pesetas de la época, ahí es nada), para que la corrupción alimentara los bolsillos del nuevo tirano y de sus familiares y amigos tribales más cercanos, para que a los guineanos no les llegara ni para pipas y siguieran comiendo caca de mono y… para que Francia lograra hacerse con el control financiero del país y Obiang escogiera como guardia personal a fuerzas selectas… marroquíes –sí, sí, como lo leen–, en vez de españolas; para que vean hasta donde llegó nuestra inutilidad, o sea, la de Felipe González y el PSOE que, eso sí, no dejaban de preocuparse por el respeto de los derechos humanos en Guinea bien que no sólo sin conseguir nada, sino sin impedir que Francia, mientras tanto, se dedicara a lo suyo importándole un bledo tales derechos. ¡Cuánto daño nos ha hecho El Quijote!

A pesar de todo, en 1990 se firmó el Segundo Plan Marco de Cooperación y al año siguiente, 1991, Felipe González se dio una vuelta por allí para intentar distraer las tormentas que ya le amenazaban por aquí y dárselas de campeón de la democracia y los derechos humanos, bien que su fracaso fue monumental, no sólo porque Obiang llevaba y lleva en la sangre lo de ejercer de tirano, sino porque como somos idiotas y ya nuestra situación interna era de sobra conocida, por lo que no imponíamos respeto alguno, como ahora, en 1992 Obiang se descargó con una crisis diplomática extraordinaria cuyas estrellas principales fueron la detención en Septiembre de un periodista español y en Octubre de varios empresarios españoles acusados de injerencia en la política interior del país; toda una leche en la cara de González, o sea, en la de España.

En 1996 sucedieron varias cosas al unísono: una, que se descubrió petroleo en las aguas territoriales guineanas por parte de empresas norteamericanas, lo que provocó que los EE. UU., hasta entonces también adalides de que se respetaran los derechos humanos en el país, se olvidaron del asunto, dejándonos compuestos y sin novia; otra, que la llegada al poder de Aznar hizo que algunos creyeran que la cosa entre España y Guinea iba a cambiar con la firma de un nuevo acuerdo tras la celebración de la IX Comisión hispano-guineo ecuatoriana para la creación de un programa de ayudas para los siguientes tres años que para nada serviría como todo el mundo, menos Aznar y el PP, sabían. Lo paradójico es que dicho acuerdo fue aireado por el PSOE, doliente en la oposición, para arremeter contra Aznar por considerar que con él sostenía la tiranía de Obiang, olvidando que González la había sostenido de iguales maneras durante su largo mandato; en fin, ya sabemos lo que son nuestros políticos que hasta de nuestros intereses generales y política exterior hacen navajas internas que nos dejan internacionalmente en evidencia… así nos va.

Así… de mal las cosas, en 2004 se produce otro intento de golpe de estado contra Obiang, el cual reacciona a lo bestia imponiendo condenas exorbitantes a los golpista, al tiempo que arremetía contra todo bicho viviente, EE. UU. y la ONU incluidos, bien que España se llevó, cómo no, los peores improperios.
Ese mismo año 2004, con las manos chorreando sangre del 11-M, llega a la Moncloa Rodríguez Zapatero quien, haciendo alarde de su «talante», se entrevista en Madrid en 2006 con Obiang sin conseguir no ya ni siquiera la liberación de los «presos políticos» guineanos, sino nada de nada, es decir, que España recuperara algo de la que siempre debió ser posición preponderante en Guinea con respecto a otros países sin tantos vínculos históricos como el nuestro.

En 2009, la nueva visita del ministro Moratinos (esa lumbrera) a Malabo sirvió para lo de siempre, o sea, para nada. En 2013, con el PP, ahora de Rajoy, de vuelta al poder, y con la constancia de un nuevo fraude electoral monumental en Guinea, nuestro gobierno balbuceó cuatro chorradas, mientras la oposición arremetía contra… él más que contra el propio Obiang que, como siempre, se fumó un puro con lo que España le echaba en cara. En 2014 Rajoy visitó Malabo con el mismos despiste que todos sus antecesores, sin puñetera idea de para qué, sin un plan español para entrar en aquel país que una vez fue nuestro y, por todo ello, con el mismo resultado de siempre, o sea, nada; y eso que para ese año ya Guinea, siempre bajo la bota del inteligente tirano Teodoro Obiang, se convertía en productor de petroleo, o sea, de oro negro, lo que le proporcionaba unos ingresos extras más que boyantes que se quedaban y quedan en los bolsillos del tirano y de su familia y amigos tribales que le sostienen, así como en el de sus socios (EE. UU. y Francia sobre todo… España ya hemos dicho que no se come una rosca), lo que permitía y permite a Guinea poder prescindir de nuestro grifo –menos mal a fin de cuentas– y a Teodorín Obiang, hijo y posible sucesor de su padre, gastar a espuertas en París en lujos asiáticos, donde además ha protagonizado serios escándalos que, no obstante y dada la habilidad para estas cosas de los galos, se han solventado convenientemente llegado el momento… judicial quedando en nada.


El resumen de tan desastrosa relación entre España y el que fue hijo pródigo (Obiang lleva 41 años sentado en la poltrona) es que a pesar de haber sido el país que tradicionalmente más ayudas de todo tipo ha aportado a Guinea –nuestros políticos usan el grifo del erario público sin medida porque ya sabemos que «El dinero público no es de nadie» (Carmen Calvo)–, es también el que menos ha conseguido, si es que algo hemos obtenido, debido a la pésima política exterior de todos nuestros gobiernos hayan sido del color que sea. España ha perdido la oportunidad de hacerse con el maná petrolífero guineano, yendo de quijote con el asunto de los derechos humanos y la democracia, en vez de dedicarse a no meter las narices en sus asuntos internos –allá cada cual se las componga– y en cambio hacer lo imposible, pero bien hecho, por meterlas en la caja… del petroleo y otras materias primas. De nada nos ha servido nuestro conocimiento del terreno y de lo humano de Guinea, sino para perder frente a otros teóricamente peor situados pero cien veces más hábiles y desde luego interesados en arrimar el ascua a su sardina fueran del color político que fueran sus gobiernos.
Y la cosa no va a mejorar porque… ¿saben el «doctor» Sánchez (será el quinto presidente del gobierno español en darle la mano a Obinag y hacer el ridículo trayéndola vacía) o el iluminado Iglesias que Guinea existe, que fue provincia española, que tiene petroleo, ect.? Ni puñetera idea, ni les interesa, ni a nuestros ministros de exteriores, ni a nuestros diplomáticos. Así nos va
Y es que por ahí nadie pone sus intereses partidistas por encima de los patrios, nadie en política exterior tira piedras sobre su propio tejado, nadie… actúa como nosotros en Guinea y en otras partes del mundo. Y es que lo nuestro es congénito y no parece que tenga remedio.

Más que del hijo pródigo, yo hablaría del HIJO DE PUTA, y me refiero a OBIANG, claro, no al noble y sufrido pueblo guineano.
Por cierto, ¿alguién sabe que pasó con aquel pobre Sagento que se refugió en la Embajada de España, años ha, pues el pobre hombre pensaba que España era un país serio, Y NO IBAMOS A ENTREGARLE AL DICTADOR,COMO UNOS COBARDES…?
Puede que fuera el sargento MIKO, o algo así, pero escrito de memoria.
(Si alguien tiene informaicón fehaciente al respecto, le agradecería mucho nos la hiciera llegar).
Gracias, por anticipado.
En octubre de 1968, creo recordar, FRAGA fue a Guinea con el uniforme blanco del MOVIMIENTO, que parecían un maitre de hotel, a darles «la independencia».
Después descubrieron petróleo, y hoy son uno de los principales productores de petróleo del mundo, y el segundo de África, según cuentan.
Ahora bien, el pueblo guineano, ¿estaba mejor con España o ahora, 52 años después…?
Estimado seguidor: exacto. Ha dado en el clavo. Puede que, salvadas las circunstancias y tecnologías de aquel entonces, en comparación, estaba mejor entonces que ahora cuando está claro que los pingües beneficios del petróleo van sólo a los bolsillos de Teodoro, Teodorín y de la nomenclatura de la dictadura guineana. Saludos cordiales