¿Hacia dónde va Egipto?

La «nueva capital»

Egipto ha decidido tener una «nueva capital»… al menos administrativa. Para ello, a pocos kilómetros de la necrópolis de Gizeh continúan las obras de la Nueva Capital Administrativa, la primera ciudad del siglo XXI del país, a la cual aún no se le ha asignado nombre alguno.

La «nueva capital» estará dotada en todos sus aspectos de tecnología punta; también estará altamente videovigilada. Situada a 35 kilómetros al este de El Cairo albergará a algo más de seis millones de personas, según el Departamento de Desarrollo Urbanístico de la Capital Administrativa (ACUD), ocupando una superficie de 725 kilómetros cuadrados, o sea vez y media que Andorra. En ella se ubicarán las sedes ministeriales y diplomáticas, un distrito financiero, una gran mezquita, una catedral copta, la torre más alta de África y zonas residenciales de lujo, aparte del Parlamento y de un palacio presidencial. Es decir, toda una «nueva capital» que, si la cosa triunfa, dejará a El Cairo obsoleta y convertida en una vulgar ciudad dormitorio. El presupuesto inicial se eleva, al parecer, a 58.000 millones de dólares que, según algunas fuentes, provendría en su totalidad de inversores privados nacionales y extranjeros, entre estos últimos se llevan la palma China y varios países árabes.

Al Sisi

La nueva ciudad es la joya de la corona del Gral. Abdelfatah Al Sisi, que llegó el poder mediante un golpe de Estado en 2013 desplazando a Mohamed Morsi, candidato de los Hermanos Musulmanes –primer presidente elegido democráticamente en la historia de Egipto–, año desde el que ha impulsado numerosas y grandes inversiones en infraestructuras y proyectos urbanísticos –puentes, carreteras, demoliciones de barrios antiguos, viviendas sociales, etc.– y veinte nuevas ciudades repartidas por todo el territorio, todo ello con el objetivo de descongestionar El Cairo, capital en la que es verdad que la vida se ha vuelto imposible; habitan en ella 20 millones de personas, siendo además una de las más contaminadas del mundo.

El actual proyecto de la “nueva capital” se fraguó en 2015 –tan sólo dos años después del golpe– en una conferencia dedicada al desarrollo económico celebrada en un balneario de Sharm el-Sheij a la que asistieron altos representantes políticos y económicos no sólo egipcios, sino también extranjeros.

Una de las causas de esta iniciativa es la irrefrenable explosión demográfica del país que cuenta ya con 100 millones de habitantes, concentrados en el 8% del territorio, de los cuales sólo el 5,2% son mayores de 65 años, poseyendo una tasa de natalidad superior a los 25 nacimientos por cada 1.000 personas; en España 8 por cada 1.000 personas. Es decir, que Egipto aumenta su población a razón de 2,5 millones de habitantes por año.

El macroproyecto de la «nueva capital» contempla tres fases. La primera, para 2024, consiste en trasladar a los núcleos de poder político y económico. El traslado de población a los nuevos barrios y viviendas se hará en la tercera.

Pero puede que además haya otros factores para construir esta «nueva capital». Según Yezid Sayigh, investigador del Carnegie Middle East Center “Miles de oficiales militares retirados se benefician de la poderosa influencia política del ejército para ocupar cargos superiores en el aparato civil y empresas del sector público del Estado” (Informe: Owners of the Republic: An Anatomy of Egypt’s Military Economy, 2019).

La futura «nueva capital»

Y es que los militares han estado durante décadas implicados en la construcción de infraestructuras, sobre todo desde el fin del conflicto con Israel y a lo largo de la década de los 70, especialmente implicados en la reconstrucción de las poblaciones cercanas al Canal de Suez dañadas durante la Guerra de los Seis Días. Pero, más aún a partir de 2013 con la llegada de Al Sisi, cuando los militares adquirieron un protagonismo principal y especial en la construcción de infraestructuras públicas. Así, por ejemplo, un 25 por ciento del gasto estatal en infraestructuras, unos 24.000 millones de dólares, lo gestionan directamente militares. Lo que supone cifras astronómicas y… la consiguiente corrupción y no poca mala gestión, lo que ha llevado a algunos de los inversores en la «nueva capital» a retirarse, como es el caso de empresas de los Emiratos y la cancelación de varios y esenciales créditos chinos retrasando las obras considerablemente.

Mientras tanto, la lucha antiterrorista sigue siendo talón de Aquiles y preocupación primordial del Gobierno. El grupo Wilayat Sinai, la rama local de Estado Islámico, tiene una fuerte presencia en la península del Sinaí y en los últimos años ha llevado a cabo numerosos ataques contra instalaciones militares, iglesias coptas y mezquitas; el peor fue en 2017 contra la mezquita sufí en la localidad de Bir al Abed que provocó 300 muertos. Ello ha llevado a Al Sisi a impulsar leyes especiales para erradicar tal lacra –entre ellas la reforma constitucional de 2019 que le permite seguir el frente de Egipto hasta 2030–, por lo que tal lucha, dicho sea de paso, es principal elemento legitimador de su permanencia en el poder.

¿Llegará a buen puerto en todos los sentidos la «nueva capital» egipcia? El tiempo lo dirá.


Una respuesta a «¿Hacia dónde va Egipto?»

  1. También la antigua Guinea Ecuatorial española quiso crear una nueva «capital», que al final se ha quedado prácticamente en nada, con inacabadas obras, y, eso sí, un gran latrocinio de dinero público invertido en el proyecto…
    ¡Dios quiera que en Egipto no suceda lo mismo!

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