«Imperofobia» y la Leyenda Negra
El libro es, en su lectura, muy ameno, y debido a sus planteamientos innovadores, sustentados en documentación más que sólida, intachable, se lee de corrido….
Título: Imperofobia y la Leyenda Negra
Autora: María Elvira Roca Barea
Editorial: Siruela
Páginas: 460
Precio: unos 25€ (para eBook 12€)
Hemos leído este libro un poco forzados por las circunstancias, pero nos hemos alegrado y lo hemos hecho casi del tirón.
Empecemos por decir que la autora, nacida en 1966, es filóloga, habiendo ejercido como profesora en Harvard y como investigadora en el CSIC. También conviene que empecemos transcribiendo lo que decía hace poco en contestación más que contundente a una dura y en parte grosera crítica que le hacía cierto «colega» de esos a los que les gusta tirar piedras sobre su propio tejado, es decir, sobre España: «He discutido con argumentos, planteamientos históricos habitualmente aceptados que han construido una versión de la historia de España que ha ayudado muchísimo a envenenar el presente y que amenaza seriamente su futuro. La ideología a la que sirvo sin titubeos es la de una España unida y hasta mejorada con un brillante porvenir, con todas sus izquierdas y sus derechas dentro, conviviendo y discutiendo en un régimen democrático fuerte y consolidado. Sin duda esa es la ideología a la que yo sirvo. (Para mí) la unidad de España y su futuro no son un asunto de ideologías«.
El libro es, en su lectura, muy ameno, y debido a sus planteamientos innovadores, sustentados en documentación más que sólida, intachable, se lee de corrido. Además, como diremos al final de esta crítica, es de rabiosa actualidad a tenor de los acontecimientos de Cataluña en los últimos meses y… en los que quedan por venir.
La autora aborda la Leyenda Negra vinculándola con un concepto mucho más amplio que ella denomina «imperiofobia», término que se podría definir como «la enfermedad que afecta a la opinión pública sobre algún hecho histórico producida por el «virus» de la propaganda», enfermedad que han padecido todos los imperios habidos hasta el momento; así pues, el hecho no es nuevo, sino que todos los imperios, en su día preferentemente o después de su caída, han sido desprestigiados por sus rivales, sean éstos pequeños o grandes, como forma de debilitarlos o de destruir hasta su recuerdo.
En el caso español, que es el que nos interesa porque nos toca de lleno, pues fuimos imperio –desde finales del siglo XV hasta 1898–, dicho mal nos afectó y sigue afectando de manera particular bajo la forma ya más concreta de hispanofobia o anti-españolismo, conociéndose su parte más virulenta como Leyenda Negra incluso entre los propios españoles.
Después de una pasada por varios de los imperios habidos en el mundo a lo largo de su Historia, la autora se centra en el caso español. Primero rastrea el origen de la Leyenda Negra dentro de una actitud amplia de rechazo y denigración de los imperios en general. Luego identifica los contenidos básicos de esta construcción propagandística contra toda potencia hegemónica –barbarie, codicia, fanatismo religioso, violencia– y explica cómo se han atribuido tales culpas a los españoles –genocidio americano, Inquisición, militarismo, racismo, incultura–; y por fin denuncia la vigencia de la Leyenda Negra con unos rasgos muy nítidos desde la Ilustración hasta nuestros días, un prejuicio cuya particularidad más singular, y que a la vez la dota de eficacia, es que no sólo pervive entre quienes la crearon –extranjeros-, sino que lo hace con fuerza entre los propios españoles que nos la creemos e, incluso, nos regodeamos en ella sin cortarnos un pelo de hacerlo también delante de esos extranjeros, es decir, tirando piedras sobre nuestro propio tejado. Eso es lo más penoso y peligroso, según Roca, que hayamos asumido los tópicos que se reprochan a la historia de España.
Según su argumentación, fueron los humanistas italianos, alemanes y flamencos quienes forjaron la propaganda antiespañola en reacción contra la potencia dominadora en ascenso. Luego los protestantes de todo pelaje unieron su odio a España al que profesaban contra el catolicismo porque necesitaban demonizar a sus dos fundamentales enemigos. Después actuaron las potencias rivales, Inglaterra, Holanda y Francia, celosas de un imperio transcontinental envidiado. Y para remate ayudaron a la Leyenda los Estados Unidos cuando se lanzaron a sustituir a España en América, proceso que culmina en 1898. Por desgracia, tales enemigos de España han tenido siempre en nosotros mismos, como indica la autora, buenos aliados por las penosas, débiles, ineficaces y torpes respuestas a sus insidias y mentiras. Que es lo que no ocurre en otros casos, con otros imperios pasados o vigentes.
Lo más lamentable, según la autora, es el proceso de interiorización de la Leyenda Negra, que arranca de la abrumada reacción ante el llamado desastre de 1898. Las elites intelectuales y políticas de entonces, en lugar de buscar en ellos mismos y en la historia reciente las causas de la liquidación, optaron por lo más fácil, que fue achacar el colapso del imperio a quienes lo habían puesto en pie en el siglo XVI y XVII, y de ahí que asumiesen los puntos principales de la Leyenda Negra. Así, por pereza intelectual y por bastardos intereses ideológicos, en el caso español, la propaganda ha vencido a la Historia.
Uno de los casos más sangrantes es el de la Inquisición, que si bien ha sido objeto de una notable, acertada y ecuánime revisión en las últimas décadas, que ha logrado poner las cosas bastante en su justo término –menos, claro, para los de siempre de fuera, pero también de dentro de nuestras fronteras–, no ha evitado que poco, muy poco de ello haya calado en la opinión pública, incluso entre la que podríamos considerar mejor formada. Se sigue pensando sobre el Santo Oficio en los términos de antaño, esa visión negra y criminal erigida por los protestantes por motivos obvios, posteriormente proyectada por los ilustrados europeos y hecha suya por españoles como Goya y otros «intelectuales».
Ahí se sitúa el ensayo de la autora, en la denuncia de la larga relación de mentiras y medias verdades –que son aún peores que aquéllas– que han alimentado la Leyenda Negra contra España manteniéndola viva hasta nuestros días incluso dentro de España, convertida en verdad cuasi absoluta e indiscutible por efecto de la repetición y la falta de reacción de quienes han tenido y tienen la responsabilidad de combatirla; que en realidad somos todos.
El libro tiene, por todo ello, una propiedad especial consistente en que no sólo dinamita esa Leyenda Negra, sino que da al lector armas para, si así lo quiere, convertirse en un defensor de nuestro imperio y de nuestra Historia única e irrepetible y por ello de España–por ejemplo, porque ya no queda continente por descubrir, conquistar, colonizar, civilizar y evangelizar–, máxime cuando vemos cómo los separatismos regionales se han sumado de forma repugnante y fanática al carro de aumentar esa leyenda hasta llevarla casi ad infinitum, lavando el cerebro a sus huestes, sobre todo a los más pequeños e indefensos, a fin de justificar sus barbaridades y mentiras, por eso el libro no sólo es importante desde el punto de vista histórico, sino muy actual, como se pueden imaginar.

Me parecen muy bien los argument is esgrimidos, sin embargo habra reconocerse las fallas cometidas por el imperio espanol. Reconociendo eso, we ganara la reinvidicacion.
Estimado seguidor: sin duda que hubo fallos, como usted apunta, pero ¿qué obra humana no los tiene? Por otra parte, la bondad o maldad de cualquier empresa humana se juzga por cuánto hubo de bueno y cuánto de malo, de fallos. Si hubo más de bueno que de malo la obra merece el reconocimiento. Más: ni siquiera hoy en día nos podemos imaginar con lo titánica de la obra por hacer que se encontraron aquellos españoles. Todo un continente ignoto por civilizar, con los medios de entonces. Inimaginable. ¿Y cómo lo hicieron los anglosajones en norteamérica? Mal, muy mal, un verdadero genocidio. Claro que hubo fallos. ¿Y hoy en día? Lo pero en hispanoamérica vino tras su independencia, cuando los «libertadores» derogaron las leyes de indias que protegían los indios; ahí comenzó la verdadera barbarie. Saludos cordiales