Infectas y escandalosas precisiones episcopales
El cardenal Osoro ha mostrado públicamente su connivencia, y la de la Iglesia en cuyo nombre habla, con la pretendida profanación de los restos del Generalísimo. Una vez más, la jerarquía eclesiástica muestra su penosa situación de decadencia espiritual; má claro: que no creen, que están mundanizados, que nos llevan a la perdición.
El cardenal Osoro, sospechosamente muy poco después de anunciarse por el legal pero ilegítimo gobierno de Sánchez la aprobación del decreto con el que pretende justificar la profanación de la sepultura del Generalísimo –ojo y la de cualquiera con cualquier excusa–, ha hecho pública una nota (ver AQUÍ) en la que precisa –atención al detalle– la posición de la Iglesia, porque habla como Iglesia, no como arzobispo de Madrid-Alcalá.
De entrada, si dicha nota no es de inmediato y categóricamente contestada desvinculándose radicalmente de ella por todos y cada uno de los demás obispos españoles, por la propia CEE y por el Vaticano, podemos afirmar sin lugar a dudas que lo que en ella se dice es la postura de toda la jerarquía española y de la propia Iglesia católica, como así lo enfatiza Osoro. Porque nunca, pero menos ahora, valen medias tintas, ni colocarse «de perfil», ni otras argucias clericales para no retratarse. La situación de España y su deriva hacia el abismo, una vez más, que ya dura varias décadas, no lo permite. Si no hacen exactamente lo que decimos, como católicos tomaremos nota, como católicos adoptaremos las medidas que son de rigor, como católicos les exigiremos las responsabilidadse a que ha lugar; después, que no digan.
En cuanto al contenido de la nota, sólo se puede calificar de infecta y escandalosa, porque rezuma dureza de corazón, egoísmo, envidia, impiedad, interés, intolerancia, maldad, malevolencia… es decir, todo lo contrario de caridad.
En el primer párrafo dice Osoro que siempre ha estado por el consenso, particularmente entre el Gobierno y la familia. Pues no. Si tanto habla a renglób seguido de acatar la legalidad –ahora lo comentamos–, dicha legalidad dice que SIN LA AUTORIZACIÓN DE LA FAMILIA NADIE PUEDE EXTRAER LOS RESTOS DE NADIE DE UNA SEPULTURA. Luego ya el primer párrafo habría tenido que ser contundente, es decir: «la Iglesia, sin el consentimiento expreso de la familia no va a autorizar jamás exhumación alguna, por lo que en todo caso, de insistir en realizarse, tendrá que ser por la fuerza». Pero claro, sentado el bochornoso precedente del obispo de Pamplona que en su día autorizó ilegal e ilegítimamente la profanación de la sepultura de Sanjurjo, no es de extrañar lo que ahora dice Osoro torticeramente y con ese lenguaje escurridizo y baboso, contrario por completo al «sí, sí, no, no» tan rotundo que siempre utilizó y ordenó que utilizáramos Nuestro Señor.
En el segundo párrafo habla de que la Iglesia está dispuesta a acoger en terreno sagrado a Franco… ¡¡¿y en qué terreno está ahora, zopenco?!!
Después vuelve a invocar el «santo» consenso entre todos. Pues no, porque los restos son sólo de la familia, propiedad privada de la familia, por lo que nadie puede acordar ni consensuar nada sobre ellos. Tendría que ser una decisión motu proprio de la familia, realizada además en un ambiente exento de presiones y amenazas como el que viene existiendo desde hace décadas sobre este asunto; lo que ya es imposible. Pero claro, no otra cosa se podía esperar de un adorador de la «santa democracia», del «santo consenso» y de la «santa mayoría» como es Osoro –y resto de jerarquía–, que sin rechistar ha «acatado la legalidad» del genocidio abortivo, de las leyes de género, de la exhibición pública de la sodomía, de la destrucción de la familia, de la perversión de la juventud, etc., etc., porque se han decididos «por consenso»; qué se podía esperar de quien se mostró públicamente partidario de la última demostración revolucionaria feminista, llegando incuso a afirmar, blasfemamente, que la propia Virgen María se apuntaba a ella y qué, finalmente, se podía esperar de quien, visto lo visto, acatará sin pestañear, por ser «mandato legal», el resultado del consenso cuando en breve se debata sobre la existencia de Dios o el culto público a Él debido, con el resultado que la paganización que sufrimos permite intuir.
En el tercer y último párrafo habla de la independencia política de la Iglesia, y apela a la concordia, a la paz, justicia y libertad, utilizando un lenguaje pseudomasónico, modernista y engañoso, en vez de manifestar con rotundidad la firme fidelidad de la Iglesia a Cristo y al Evangelio, su voluntad irreductible de predicarlo sin tapujos y en su totalidad, y la imperiosa necesidad que tenemos los españoles de convertirnos, única vía para lograr tan loables aspiraciones, advirtiendo que de lo contrario puede que no se tarde mucho en repetir alguna de las más agrias y dolorosas etapas de nuestra reciente historia.
Por todo lo dicho: infectas precisiones, infecta nota, ejemplo de sal sosa, de una jerarquía que evidencia que no cree; y que por ello, tiene miedo.
P.D.- Eso sin mentar qué supuso el Caudillo para la Iglesia en todos los aspectos y la falta de caridad que supone que sea imposible encontrar una iglesia que acepte celebrar el tradicional y debido funeral anual por el eterno descanso de su alma.
