Inolvidable visita al Pazo de Meirás

La mañana alboreaba fresca y encapotada, algodonada de tonalidades grisáceas, como a mí tanto me place, ideal para deleitarse sin agobios en la visita al Pazo de Meirás, evento por el que palpitaba la ilusión de un niño ante la noche de reyes. Era uno de los lugares fetiche a los que siempre quise ir, una parada obligada en el calendario de mi vida. Los sueños a veces se cumplen.  Tenía una cita con la historia, con la historia de España y de nuestro glorioso Caudillo.

El histórico pazo de los Pardo Bazán, rezuma por los poros de sus paredes húmedas tradición literaria. Un pazo adquirido por una comisión popular de los 93 consistorios coruñeses para regalárselos a Franco como señal de estima y gratitud, de esa España de bien que agradece al héroe que libró a la patria de su exterminio.

“Acepto el obsequio gustoso, dijo Franco, por venir de una donación de mis queridos paisanos”.  Y en ese refugio silente y sosegado, apacible, lejos del mundanal ruido, veraneó el Jefe del Estado a lo largo de treinta y siete años, honrando con su visita aquellas tierras gallegas que tanto quería.

Una finca grandiosa, que para un patriota fervoroso empequeñecía, en cierta manera, el esplendor de Xanadú en Ciudadano Kane. Se abrió el misterioso portón que custodiaba la muralla y emergió, cual túnel del tiempo, en un blanco y negro coloreado, un alargado pasillo empedrado y suavizado por un felpudo de hierba.

Y al final del túnel allí estaba el pazo, fastuoso con sus imponentes torreones pétreos, preciosos jardines y con una amplia terraza que difuminaba un agraciado paisaje gallego, cuasi infinito, en lontananza. Sin duda, el locus amenus latino y un lugar de ensoñación y recreación. Como antesala, como emergida del mismo cielo, nos recibía una preciosa capilla tradicional donde a tantas Misas asistirían los Franco, con santos sacerdotes dignos del trono y el altar. Piedad sacral, con reclinatorios inclinados para postrarse de hinojos ante el Dios verdadero, del que viene todo poder.

El pazo, con las fauces abiertas del precioso dintel, nos regala a las pupilas un recibidor espectacular, con unas escaleras majestuosas, dignas de tan egregio lugar, perfecta armonía entre los vitrales heráldicos de los Pardo Bazán y el escudo de armas de nuestro Caudillo…Y custodiando el salón refulgían esplendentes los retratos de los Franco del genio Zuloaga y de afamados pintores locales, todo en perfecto equilibrio sin dejar resquicio a nada que no sea la admiración.

Tras el aperitivo degustamos la primorosa vista de un par de salones palaciegos concatenados con exquisito buen gusto barroco y donde tuvieron lugar tantas y tantas reuniones del Generalísimo, tanto familiares como amicales o incluso de algún jefe de Estado y donde se celebraron varios consejos de ministros y se tomaron importantes decisiones en el devenir de nuestra patria.

Mientras las estancias superiores quedaban cerradas a cal y canto en el misterio. Y de las dependencias abiertas al público nuestra visita, como río que muere en la mar, se desbordó en la joya de la corona, una preciosa y confortable biblioteca engalanada de bellísimos libros antiguos de todas las ramas del saber, en perfecta armonía. Destacan unas inscripciones en las paredes que rinden pleitesía a la sapiencia de los libros, frente a los vanos deleites y al placer de leer y un retrato ecuestre del Caudillo con el brazo alzado en Ceuta ante las tropas más laureadas del bando nacional, que saldrían victoriosas.

Compruebo que muchos patriotas no han estado todavía en tan maravilloso lugar, les animo a visitarlo como muestra de gratitud y de desafío a aquellos traidores de la patria que han demonizado su figura y lo quieren denigrar y desterrar de nuestra memoria.


2 respuestas a «Inolvidable visita al Pazo de Meirás»

  1. Impresionante el Pazo, estoy real y gratamente sorprendido.
    Yo también veranearía siempre allí si lo tuviese a mi alcance; vaya con el Caudillo, en todo caso y en lineas generales, descanso merecido.

    JL

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