Juan Pando: querer, pero ni saber ni poder
Juan Pando Despierto hace mucho que intenta escribir sobre historia, pero no lo consigue; más vale que se dé prisa, porque el tiempo apremia. Ahora nos ha endilgado a través de la revista Ejército unas cuartillas llenas de… nada, en las que, eso sí, cómo no, se apunta al carro de los difamadores de Franco. Nada mejor que pagar ese peaje, hoy tan barato, para que te publiquen hasta un bodrio.

Sigue siendo sólo un aficionado, porque aunque ha publicado varios libros y numerosos artículos, Juan Pando Despierto no ha sido capaz nunca de profundizar en la realidad de lo que escribe. Y es que Juan Pando no consigue unirse a sus personajes, a todos, ponerse en su situación, vestirse con su piel y, sobre todo, deshacerse de la suya, de la ideológica que le tiene castrado, reducido a la triste condición de eunuco del degenerado y pútrido harén intelectual y moral en que muchos se refocilan en España de un tiempo ya largo a esta parte. Por eso, Juan Pando Despierto sigue dormido y roncando, consiguiendo sólo molestar.
Le acaba de publicar un trabajito la revista Ejército, nº 929 de septiembre (AQUÍ), que es en realidad un nuevo ronquido; revista que, dicho sea de paso, hace ya mucho que se hunde en la estulticia de lo «políticamente correcto», de lo «neutral»; de «lo que le gusta al, o la, ministro de turno»… o sea, en la casi nada. El trabajito de Pando se titula «La caballería hispano-marroquí derriba las murallas de Hámara» y trata sobre el combate del 19 de noviembre de 1924 en Marruecos. De entrada, la primera en la frente: título demasiado rimbombante, a años luz del clásico laconismo militar que tanto enaltece tal tipo de hechos.
Como suele hacer en sus trabajitos, Pando es farragoso, confuso y camina desorientado cual boxeador zumbado poco antes de derrumbarse sobre la lona; no se sabe con exactitud ni qué unidades participan, ni dónde van o por dónde vienen, como ocurre con los personajes de las películas de Ozores; tampoco quién las manda en cada instante ni por qué ni cómo; el croquis que presenta no sólo no soluciona lo anterior, sino que lo complica. En resumidas cuentas, sobre todo si se conoce el hecho: todo un alarde de falta de método, de carencia de estructura y… un completo caos. Una pena, toda una falta de respeto hacia aquellos héroes que, aunque los ensalza, se advierte que no le interesan. Eso sí, Pando no se priva, ni nos priva, de su acostumbrada verborrea, de su incontinencia verbal, de esa diarreica palabrería inherente a su desmedido afán de protagonismo que nada aporta, sino más bien todo lo contrario; y es que, claro, algunos miden la importancia de sus trabajos por el número de hojas que rellenan… como ocurre con las tesis hoy tan de moda.
Pero todo lo anterior se podría perdonar, pues malos escritores los tiene que haber –no en balde también son seres humanos y merecen su lugar en este planeta–, si no fuera acompañado lo dicho por una serie de vulgares, falsos e indocumentados juicios de valor que, por ello, son erróneos, injustos e insultantes para aquellos a quienes se dirigen. Escribir sobre hechos históricos y además militares, requiere un ejercicio de imparcialidad especial, de ecuanimidad, de deshacerse de las filias y las fobias que como todo ser humano llevamos encima para, ligeros de tan pesado y nocivo equipaje, adentrarse en la maravillosa experiencia de relatar lo que otros hicieron, en las circunstancias en las que lo tuvieron que hacer y, por razón de la distancia temporal, sin saber nunca del todo a ciencia cierta la verdad, su íntima verdad.
Pando dedica al Gral. Primo de Rivera varias invectivas en relación con la publicación de un Ideario para el Soldado y de un Manifiesto tranquilizador a la Nación ante la llegada de noticias alarmantes sobre los combates, tachando ambos de inexactos e incluso falsos, olvidando lo que son y deben ser las noticias del momento sobre acciones de guerra, donde la verdad histórica tiene que quedar supeditada, restringida, atenuada, incluso desvirtuada si fuera el caso, por razón de la seguridad de las operaciones o del mantenimiento y enardecimiento de la moral tanto de las tropas como de la retaguardia, por muy duro que tal cosa parezca. Más aún, Pando desciende al puro insulto tachando de «cretino de turno» a quien redactó el parte sobre por dónde le entró y salió la bala que mató al Gral. Serrano, sin querer darse cuenta de que quien lo escribió muy posiblemente había oído campanas y no sabía ni tenía por qué saber dónde, porque además ese detalle no tenía, ni entonces ni hoy, la menor importancia, porque ante el hecho irreversible y heroico de la muerte en combate de tal jefe, la exactitud de la trayectoria de la bala que le segó la vida nada importa; para un historiador que quiera serlo nunca puede ser motivo de escarnio un error de bulto en un parte.
Pero donde Pando llega al paroxismo, donde se le ve el plumero y la pluma, es cuando menta a Franco ¡cómo no! que para eso está de moda ponerle a parir; además es la forma más segura de que a uno le publiquen un trabajito ramplón incluso en la revista Ejército.

Pando dice textualmente en relación con la gloriosa muerte del capitán Pablo Arredondo Acuña al frente de la 1ª Cía. de la I Bandera de la Legión: «Faltaba que testificase el jefe del Tercio, coronel Francisco Franco, quien probó su torpeza lingüística y sostuvo desaires del siguiente porte: <<Que no asistió al repliegue de referencia (¡!) ; que sólo sabe que el mencionado capitán fue dado por desaparecido ese día (¡!); que de su actuación no conoce detalle de nada (¡!); pero debido a tratarse (sic) de un capitán valeroso y acreditado le cree de temple sobrado para ganarse (¡!) la Cruz Laureada de San Fernando>> Como si fuese la primera. La declaración de Franco enfurece por lo indigno, ruin, sibilino y tortuoso. Franco estaba obsesionado por formar parte de la Orden de Caballeros Laureados. Que Arredondo recibiera otra Laureada le desquiciaba. Descubría uno de sus lados oscuros y unos cuantos atesoró en sus treinta y nueve años de férreo caudillaje… Tampoco quiso testificar a favor del alférez Manuel López Hidalgo… (muerto en el mismo combate)… Franco, recurrente ignominioso, su pequeñez moral incidía sobre otra familia doliente (la del alférez)…» (los símbolos admirativos y el (sic) son de Pando).
Por la boca muere el pez, dice un refrán, y nada mejor que aplicarlo al caso. No sabemos de dónde saca, y menos aún cómo avala documentalmente Pando las invectivas contra Franco; cómo puede afirmar, y tan rotundamente, las ruindades que dice padecía; cómo puede acusarle de atesorar oscuridades, que tampoco nombra, durante sus años de gobierno en contra de las miles de pruebas documentales que avalan todo lo contrario. Franco, ecuánime como siempre fue y se le reconoció, lo que hace es decir la verdad. Como jefe del Tercio no vio directamente ese punto del combate, pero conocedor de las virtudes de su subordinado, no le hace falta y no duda en avalar la concesión de la Lauerada ¿qué más quiere Pando?
Por todo ello, Pando se descalifica como historiador y como persona, degrada a los héroes que pretende ensalzar, deja su trabajito herido de muerte y se desacredita hasta el punto de que podemos adjudicarle a él todo lo que achaca y censura en Primo de Rivera y en Franco. En definitiva, Pando se ahoga, como muchos otros en estos casos, en su propio y repugnante vómito.
Desde aquí rogamos a la revista Ejército que elija mejor los trabajos que publica, que alguien cualificado los lea primero con detenimiento, que los encargados de la revista cumplan con sus obligaciones o no saldrá nunca de ese pozo en el que sigue hundida, sino todo lo contrario, seguirá escarbando como viene haciendo desde hace mucho tiempo.

Mucho me temo que Ejército eligió con sumo cuidado a su colaborador Pando, subvencionado por Iberdrola (así aparece impreso en la revista), todo sea dicho. Es decir, que el bodrio pasó los «filtros» de la multinacional, del Consejo de Redacción y del director (General Luis Feliú), pues nadie se mete en esos charcos sin saber lo que hace.
Además, Ejército revista y Ejército institución están en pleno proceso de disolución, mediante mil maneras, entre ellas la «privatización» (de la seguridad/guardias, la alimentación, la logística, la enseñanza, los servicios históricos y sus publicaciones emblemáticas). En el número de la revista donde su publica esa ignominia vergonzosa firman artículos cinco civiles (uno de ellos proponiendo cambiar el nombre de la «Guerra de la Independencia»), con lo que la que nació como revista del pensamiento militar español se demuestra que se ha convertido en medio de adoctrinamiento de lo políticamente correcto y la inmundicia.
Desde luego el General Feliú se ha deshonrado y, por supuesto, el JEME (de quien depende directamente), pero también han deshonrado al Ejército Español.
¡Que les sea demandado!
Estimado seguidor: acertadísimo. Volveremos sobre el Gral. Feliú… otro que tal baila. Saludos cordiales
Nunca en la revista Ejército se ha insultado a nadie y menos a un militar, sea el que fuere. Menos por tanto a «la espada más limpia de Europa», con una hoja de servicios que no tiene parangón en nuestro Ejército y nuestro Jefe durante tantos años. Es inconcebible que ese bodrio se haya publicado en la revista Ejército. No hay palabras.
Estimado sr: Dada su experiencia profesional como director que dice fue de la revista Ejército, no sólo coincidimos con usted, sino que es un honor que alguien así avale la indignación que nos causó tan injusto e indocumentado articulito que fue lo que nos llevó a publicar el nuestro de réplica. Saludos cordiales
Completamente de acuerdo mi General.
Menuda panda de incoscientes, si por vosotros fuera estaríamos en otra guerra civil
Estimado seguidor: inconsciente, aunque muy consciente, es Pando –y los que como él sí forman «panda»–, que afirma de un personaje histórico cosas que las pruebas documentales contradicen manifiestamente, y lo hace además sin avalarlo ni argumentarlo… claro que porque sabe que no puede, pero lo hace porque es la forma de publicar y obtener premios para darse lustre, que de otra manera le sería imposible; su trayectoria así también lo acredita. La guerra civil se produjo, en mayor medida, precisamente por la manipulación, es decir, por la mentira, como las de Pando, de los que quiseron convertir la II República en socialista-soviética. Si no hubiera sido así, ni habría habido guerra, ni Franco, ni hoy monarquía. Por eso es muy importante combatir con la verdad histórica y documental, el nuevo intento que hoy existe de provocar enfrentamientos sobre la base de la mentira histórica e histérica de los de siempre. Saludos cordiales