La belleza de la Misa tradicional
Hay una belleza en la Misa tradicional, es la belleza de lo sagrado que habita en ella, es la huella divina que permanece indeleble en ella, es la fragancia de lo santo que envuelve la santa Misa tradicional. Es esa sacralidad, esa huella divina, es fragancia santa que no puede ser soportado por lo desacralizado, lo humano y lo irreverente.
El mundo desprecia la Luz que ha venido a él; es el mundo que ha penetrado en la Iglesia, es decir, la Iglesia mundana es la que desprecia el fulgor de lo sacro, de lo divino, de lo santo. Mientras lo irreverente e idolátrico va tomando asiento en su seno, sin oposición, al mismo tiempo la belleza de lo sagrado de la Misa tradicional señala la fealdad de tal iniquidad, muestra, a quien quiera ver, el inapreciable valor de la fidelidad a la gloria de Dios.
La belleza de la Misa tradicional proviene también de la sabiduría de los sabios que a lo largo de los siglos dejaron en ella su impronta. Se trata de la sabiduría, como dice santo Tomás de Aquino, que es en primer lugar una virtud intelectual que rectifica el espíritu antes que el apetito y antes que ordenar la acción; es la sabiduría que conoce todas las cosas, ya sean de orden natural ya sobrenatural, por las causas más elevadas y profundas, y nada hay más elevado y profundo que la causa y fin último del Universo, Dios. El sabio ve todas las cosas desde el punto de vista de Dios mismo, medida soberna de la verdad en todos los ámbitos.
Esta es la sabiduría de la que está impregnada la Misa tradicional, pues cada detalle, cada palabra, cada oración…, todo eleva a Dios, todo está referido a Dios todo tiene su causa y su fin en Dios. Todo está ordenado desde el punto de vista de Dios, y consecuencia de ello todo en la Misa está jerarquizado. Todo está ordenado y organizado, porque es propio del sabio organizar –sapientis est ordinare– no así del necio.
La Misa tradicional está impregnada del verdadero espíritu litúrgico, espíritu humilde y a la vez práctico, que cree lo que la Iglesia cree, que ama lo que la Iglesia ama, que ve que su fin último es la gloria debida a Dios, que contiene la verdad del Magisterio y enseñanza tradicional de la Iglesia. Se puede decir de la Misa tradicional aquello de sentire cum Ecclesia, sentir con la Iglesia.
La Misa tradicional es hermosa porque está impregnada de espíritu católico, porque “habla” con autoridad ya que “sabe” que tiene la Verdad, y la predica. Bien se puede decir que la Misa tradicional es evangelizadora, porque “predica” la verdad católica de la salvación, del Dios Uno y Trino, del perdón de los pecados, de las realidades eternas. Su belleza es luz que no puede ocultarse; es la sabiduría divina que contiene la que hace que no haya forma humana de ocultar el resplandor de la Verdad. Cualquier otra cosa a su alrededor queda oscurecida, empequeñecida y empobrecida.
Ave María Purísima.

¡Bravo!.
«… Flammas eius lucifer matutinus inveniat:
Ille, inquam, lucifer, qui nescit occasum:
Christus Filius tuus,
qui, regressus ab inferis, humano generi serenus illuxit,
et tecum vivit et regnat in saecula saeculorum….»
Amén.
Excelente, amable lector, su cita del Pregón pascual. Posiblemente muchos no sepan que » lucifer» significa «, lucero» y no lo que todos piensan a primera vista.
«Qué el lucero matutino lo encuentre ardiendo, Oh lucero que no conoce ocaso, es Cristo, tu hijo resucitado, que volviendo del abismo brilla sereno para el linaje humano y que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén».
Así es nuestro Dios y Señor, así es nuestra insuperable Misa tradicional, el lucero que no conoce ocaso.
Atentamente.
Vaya!
Siempre se aprende algo