La gran estafa

Por Eugenio Fernández Barallobre

31/08/2023 Sociedad

Hubo varias a lo largo de los últimos años, de hecho, estamos saliendo de otra que nos trajo de cabeza desde 2020 y de la que aún quedan secuelas; sin embargo, actualmente el objetivo es convencernos, a base de meternos miedo en el cuerpo, del gran cataclismo que va a producir el supuesto “cambio climático”, la nueva religión de las sociedades desarrolladas.

Hace un par de noches, en una emisora de radio de bastante solvencia, al menos eso creo, escuchaba los comentarios, documentados científicamente, de un geólogo que señalaba, a preguntas sobre el tema, que analizando rigurosamente la evolución de las temperaturas y el clima en la Tierra nos encontramos que, en otras épocas, concretamente hablaba del Terciario, las temperaturas alcanzaron el doble de las máximas actuales, al igual que hicieron con las mínimas que conocemos que descendieron, igualmente, en el mismo porcentaje y que, sin embargo, el planeta sigue en sus sitio.

Por supuesto, el científico, huyó, de forma educada y correcta, de caer en la tentación provocada por la entrevistadora que no cejaba en su empeño de insistirle para que aludiese, de forma directa, al supuesto cambio climático.

Como supongo que a la individua aquella no le gustaron las respuestas ofrecidas por el entrevistado, al no ajustarse a lo que ella deseaba escuchar o simplemente no cuadraban con el guion exigido por los que le pagan su sueldo en la emisora, pasó a entrevistar a un ferviente siervo de la religión climática quien, en términos apocalípticos, refirió que nos encontramos sumidos en una suerte de alarma planetaria que va a conducirnos a su inminente destrucción.

Para más abundamiento, el Premio Nobel de Física, Ivar Giaever, que algo sabrá de estos asuntos pues por eso ha recibido tan importante premio, ha manifestado recientemente, apoyado su parecer por más de un millar de científicos, que no existe alarma planetaria ni nada por el estilo, lo que deja entrever, pese a que ahora se encargará la corriente oficialista de desprestigiarlo, que algo extraño, algún interés espurio subyace a todo este asunto.

Tampoco hace mucho tiempo que vi una película producida, creo recordar, en 1969, en la que aparecía aquel que, por entonces, llamábamos “el hombre del tiempo”, refiriendo las temperaturas de España en el verano del aquel año, señalando que en interior de la península los termómetros habían superado los 45º. Lo que pone de manifiesto, una vez, que no hay nada nuevo bajo el sol y que las mismas temperaturas que se dan actualmente las hemos tenido en años no muy lejanos, pese a ese cambio de colores adoptado para indicarnos los límites termométricos, colocando un rojo vivo en determinadas temperaturas, cuando antes no era tal.

No deberíamos olvidar el viejo dicho, muy castizo, que al referirse a las temperaturas en la Capital de España dice aquello de “nueve meses de invierno y tres de infierno”. Por algo sería, supongo.

Sin embargo, merced a esa nueva religión climática que está calando profundamente de manera en especial en los más jóvenes, estamos al borde de comenzar a cambiar una buena parte de nuestros hábitos y costumbres para adecuarlas a los patrones de la perversa “agenda 2030”, esa que convertirá al planeta, si no lo evitamos, en una dictadura de la oligarquía globalitaria.

Se sabe, a ciencia cierta, que los vehículos eléctricos son mucho más contaminantes que los de combustión; al igual que se sabe que, para las empresas dedicadas a la fabricación de coches, la posibilidad de hacernos cambiar todos los vehículos por los eléctricos supondrá un alivio en sus maltrechas economías.

Algo similar acontece con el uso desmesurado del papel para envoltorios y demás productos que provocará la desforestación de nuestros bosques, al ser necesaria más madera para su fabricación, aunque eso no se cuente.

Poco o nada se puede decir, salvo pasar de ello, de esa malsana pretensión de que comamos productos sintéticos a base de larvas de moscas, gusanos, grillos, etc., salvo que, curiosamente, el tal Gates, gran gurú y pernicioso globalista, cuenta con sus propias plantas de fabricación de tales productos lo que servirá para engordar su sobradamente lleno bolsillo.

Tampoco se nos puede ocultar ese afán de tratar de convencernos de que los incendios forestales son producto del cambio climático, pese a que las investigaciones realizadas por los Cuerpos de Seguridad demuestran, una y otra vez, que se trata de sucesos provocados de forma intencionada con el fin de que los montes pierdan su valor y así, a bajo coste, poder instalar en ellos esos grandes molinos eólicos, contando con las generosas subvenciones públicas que, por cierto, pagamos todos los españoles. Eso, sin olvidarnos la gran cantidad de aves, muchas de ellas en trace de extinción, que estos antiestéticos molinos se están llevando por delante.

En resumen, que nos están estafando, al más rancio estilo del viejo timo de la “estampita” o del “tocomocho”, y nosotros sin enterarnos, a verlas venir.

Sigamos permitiendo que, gracias a maniobras de distracción muy bien muñidas, el horizonte de la realidad se aleje de nosotros para vivir en este mundo de yupi que están creando para a nuestro derredor.

Blog del autor: http://cnpjefb.blogspot.com/