La hora de los enanos
NOTA.- Por su rabiosa actualidad y directa aplicación a los enanos de hoy, publicamos este artículo que el autor publicó a su vez el 16 de Marzo de 1931 con motivo de la muerte de su padre.
Fue misericordia de Dios el llevárselo a las regiones de la paz eterna. Tras un breve martirio, el descanso. ¡Eran muchos sus merecimientos para que la divina generosidad no le indultara de este espectáculo!
Todo bulle como una gusanera. Como si no hubiera pasado nada. Los mismos hombres, las mismas palabras vacías, los mismos aspavientos. ¡Y todo tan chico! Contra la obra ingente de seis años –orden, paz, riqueza, trabajo, cultura, dignidad, alegría–, las fórmulas apolilladas de antaño, las menudas retóricas de antaño, las mismas sutilezas de leguleyo que ni el Derecho sabe.
Aquí están los políticos a quienes nadie desconoce. Todos pasan de sexagenarios. Gobernaron docenas de veces. Casi ninguno sirvió para nada. Pero no escarmentaron. Piensan que una breve abstinencia –que ellos disfrazan de persecución– los redime del pasado inútil.
Aquí están los ridículos intelectuales, henchidos de pedantería. Son la descendencia, venida a menos, de aquellos intelectuales que negaron la movilidad de la tierra y su redondez, y la posibilidad del ferrocarril, porque todo ello pugnaba con las fórmulas. ¡Pobrecillos! ¿Cómo van a entender –al través de sus gafas de miopes- el atisbo aislado de la luz divina? Lo que no cabe en sus estrechas cabezas creen que no puede existir. ¡Y encima se ríen con aire de superioridad!
Aquí están los murmuradores, los envenenados de achicoria y nicotina, los snobs, los cobardes, los diligentes en acercarse siempre al sol que calienta más, (algunos, ¡quién lo dijera!, aristócratas, descendientes de aquellos cuyos espinazos antes se quebraban que se torcían … ).
Aquí están todos. Abigarrados, mezquinos, chillones, engolados en su mísera pequeñez. Todos hablan a un tiempo. No se hizo nada. Se malgastaron los caudales públicos. Las victorias militares acaecieron bajo el mando de aquel caudillo como pudo acaecer otra cosa. Todo fue suerte o mentira. Y, antes que nada, ese Gobierno no fue un Gobierno inteligente (¡santa palabra para deslumbrar a los tontos!); gobernó para España, a la española, no al gusto de la docena de los elegidos. Prefirió prescindir de solemnidades hipócritas mejor que falsificarlas.
Los enanos han podido más que el gigante. Se le enredaron a los pies y lo echaron a tierra. Luego, le torturaron a aguijonazos. Y él, que era bueno, sensible, sencillo; él, que no estaba acorazado contra las miserias; él, que por ser muy hombre (muy humana) gozaba y padecía como los niños, inclinó su cabeza una mañana y no la alzó más.
Ahora es la hora de los enanos. ¡Cómo se vengan del silencio a que los redujo! ¡Cómo se agitan, cómo babean, cómo se revuelcan impúdicamente en su venenoso regocijo! ¡Hay que tirarlo todo! Que no quede ni rastro de lo que él hizo! Y los más ridículos de todos los enanos –los pedantes– sonríen irónicamente.
El también sonríe. Pero su risa es clara, como su espíritu sencillo y fuerte. Nosotros padecemos –como él antes– todas las torturas de la injusticia. Pero el ya goza el premio allá en lo alto, en los ámbitos de la perpetua serenidad. Nada puede inquietarle, porque desde allí se disciernen la grandeza y la pequeñez. Pasarán los años, torrente de cuyas espumas sólo surgen las cumbres cimeras. Toda esta mezquina gentecilla –abogadetes, politiquillos, escritorzuelos, mequetrefes– se perderá arrastrada por las aguas. ¿Quién se acordará de los tales dentro de cien años? Mientras que la figura de él –sencilla y fuerte como su espíritu– se alzará sobre las centurias, grande, serena, luminosa de gloria y de martirio.

Jose Antonio escribio desde su altura moral que era tambien su altura fisica, esto es , escribia y completaba lo escrito en las calles de las ciudades españolas, dando la cara en defensa de España.
Esta muy bien eso de recordar escritos tan brillantes como este, pero si no van acompañadas de una actitud personal, no sirve de nada
Buenos (¿?) días.
José Antonio forma ya, aunque a millones de expañoles no les guste por odio, por ignorancia o por molicie, de nuestro patrimonio. Siempre estará presente en la memoria, en el corazón y en el cerebro de otros tantos, de aquellos que compartimos valores, proyectos, ideales…
Dios, Patria, y Justicia. Trabajo y Familia. Libertad y Orden. Bien común. Tradición y Progreso. Identidad y Respeto.
¡Con la esperanza en nuestros corazones y con la vista puesta muy arriba en que un día, no muy lejano, volverá a reír la primavera!
Viva España! ¡Arriba España!
José Antonio es probablemente el hombre más grande, noble, digno, íntegro, generoso, patriota, honorable y valiente que ha conocido España en toda su Historia. No es casualidad que se lo conozca sólo por su nombre, siendo además tan común, como tampoco que la escoria socialista lo marcara como objetivo prioritario para quitarlo de enmedio y no cese de ensañarse con él casi un siglo después de asesinarlo. La basura roja sabe lo importante que es destruir el mito, la leyenda, el verdadero referente moral, espiritual y político de la España grande, unida, tradicional, patriota.
Pero José Antonio es tan grande que, en efecto, no morirá nunca pese a los esfuerzos de los enemigos de la Patria por mancillar su figura y tratar de enterrar su recuerdo, por más que se empeñen en profanar sus restos una y otra vez, porque los héroes son eternos y permanecerán siempre en la memoria y en los corazones de los españoles y de las personas de bien que aman nuestra Nación.
JOSÉ ANTONIO, ¡PRESENTE!
¡ARRIBA ESPAÑA SIEMPRE!
Es un placer y un honor leer comentarios como el tuyo. Reconforta la mente y el alma saber que aún existen personas decentes, íntegras, leídas y verdaderamente patriotas en una España devastada por la basura roja, que ha convertido la Patria en una escombrera intelectual y moral.
Y es un lujo y un privilegio poder leer y participar en El Español Digital.
¡Viva España!
¡ARRIBA ESPAÑA!