La hora de los microbios

Misericordia de Dios,

Fue llevárselo a su lado.

Y que junto a sus luceros,

Viera desde allá, alejado,

Que los una vez enanos,

En microbios han mutado.

 

Son virus, estos sí, humanos,

No esos otros, inventados,

Por los mismos covidianos,

Que al Jefe han desenterrado,

A base de roer la piedra,

Y los huesos, como hienas.

 

Y asi vio desde lo alto,

A «su familia» saliendo.

Del Valle al que lo arrancaron,

En treinta coches muy caros,

De los que llegó uno sólo,

A San Isidro escoltado.

 

Allí le han abandonado,

Como a Pilar y a Fernando.

Como a los que se negaron,

A deshonrar a su padre,

Pues los hoy sus herederos,

No llegan ni a ser enanos.

 

Pero junto a las estrellas,

Las ladillas son visibles:

Se hacen gordas cual misiles,

Y a calvas mudan las greñas,

Donde se agolpan a miles,

Y «okupan», sin ser sus dueñas.

 

Por esa visión preclara,

Que la Luz Perpetua otorga,

Vio a esos curitas de mierda,

Que en la curia se aposentan,

Y que callan como piedras,

Viendo a Dios pisoteado,

En basílicas y osarios.

 

Vio al ejército morado,

Vil como una escalopendra,

Que ni quiere ni recuerda,

Que Azul fue su mayor gesta,

Desde tiempos de los Tercios,

En Krasny Bor, en la Estepa.

 

Y vio los treinta sestercios,

Que a semejanza de Judas,

Cobró un tal Felipe Sexto,

Por firmar en la minuta,

Que a Herodes convierte en magno,

Y al borbón deja en gran puta.

 

Y vio a la Guarida Vil,

Guardando el acceso al Valle,

Y dando la espalda al Jefe,

En vez de guardar las calles.

Valientes son con los muertos…

En Melilla… es otro cuento.

 

Vio a los Polis Nadená,

Vestidos como de Armani,

Que a los patriotas a tortas,

Disolvieron de una «mani».

Son como el mal boxeador:

Mucho entrenan, nunca afrontan.

 

Y hablando de «voxeadores»,

Poquitos vio en San Isidro…

Ni a Abascal ni a Kiko Méndez,

Que mentan al Jefe a ristras.

¿Dónde estaba «Voxadé»,

Qué se dice falangista?

 

Microbios de fundación.

Microbios de sindicato.

Microbios de te y salón.

Microbios politicastros.

Microbios de quita y pon.

Exógenos de la NATO.

 

Tras décadas de ignominia,

Todos estos zampabollos,

Sin más fe que su bulimia,

Cubiertos están de oprobio.

Mas no curará la alquimia,

Esta ola de microbios.


11 respuestas a «La hora de los microbios»

  1. Como siempre, JAIME, maravillosas poesías. Gracias mil.
    HONOR a D. Miguel Primo de Rivera y a su hijo José Antonio. Punto.
    HONOR a la Comunión Tradicionalista Carlista, dos siglos por DIOS, por la Patria y por la Monarquia Tradicional y Legitima por cuyo ideario sacrificaron su vida decenas de miles de Mártires traicionados por unos perjuros corruptos masones.
    DIOS, PATRIA y REY LEGITIMO

      1. Gracias al EED por disfrutar tantas veces de trabajos excepcionales.
        Y decir la verdad sobre la familia Primo de Rivera es una verdad contada por mi abuelo José Maria que fue el brazo derecho de D. Miguel durante mucho tiempo.
        Ser carlista es parte de herenciia y de profunda REFLEXION, de manera que la sangre y la inteligencia confluyen en el CARLISMO.
        DIOS, PATRIA y REY LEGITIMO

  2. Excelente descripción de lo que son los hombres (zombis) de hoy en día en España (circo) a los que todo les da igual con tal de participar en la función, bien es verdad que echando un vistazo a lo poco que sabemos de los “hombres” que había en 1936 no hemos empeorado mucho, en un país por aquel entonces de 24
    millones de habitantes entre todos dejaron que se pudriese en la cárcel (durante 8 meses hasta que le acribillaron como a un perro!!!) a uno de los pocos patriotas que parió esta nación en los últimos siglos recordemos que su delito fue defender de los traidores a España y a los españoles de bien ( que ya por aquel entonces quedaban más bien pocos ) en España !!! …aquella indiferencia que entre el bien y el mal mostraron los del 36 solo se ha ido multiplicando, lo que nos indica lo de siempre “ sálvese quien pueda”

    Enhorabuena Don Jaime

  3. Es la hora de los enanos, que ya vaticinaba José Antonio.
    Vid. su artículo «La gaita y la lira», y entenderán muchas cosas de la España actual, que es igual (peor sería imposible) que la del 36.
    ¡Dios quiera que no volvamos a repetir la historia!

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