La Iglesia… ¿al final o al principio?
La revista impresa de pensamiento y cultura Naves en Llamas lanza un monográfico dedicado a analizar la actual situación del catolicismo en el mundo

“Catolicismo: ¿fin de ciclo o ciclo final?” Bajo tan sugestivo como inquietante enunciado, la revista impresa de pensamiento y cultura Naves en Llamas, dirigida por Raúl González Zorrilla y editada en San Sebastián, ha lanzado este mes de septiembre su número 11 con un carácter especial, tanto por la temática tratada como por las casi 300 páginas dedicadas exclusivamente a esta cuestión.
El escritor Fernando Vaquero Oroquieta, coordinador de este número novedoso y absolutamente pionero en el actual marco del periodismo español, explica que esta edición de Naves en Llamas quiere hacerse partícipe “de un sentimiento que apesadumbra a muchos, al menos entre las gentes de cierta edad.
Percibo, a nuestro alrededor, un sentimiento de deriva, de pérdida de referencias, de incertidumbre ante el futuro. Casi de desesperanza. Ante tal estado de ánimo, la Iglesia parece no ofrecer respuestas. Insisto: “parece”. Y particularmente, la Iglesia institucional. Salvo voces aisladas, muchos pastores, aparentemente, no reaccionan; continúan como si no pasara nada.
Más concretamente, algunos amigos me han respondido: ‘la Iglesia ha atravesado crisis inmensas y sigue aquí. Un día casi todos los obispos eran arrianos…’. Pero olvidan un detalle: entonces había un pueblo católico, la sociedad era religiosa y la existencia se vivía desde una percepción sacra de la vida y del mundo. Ahora estamos en una sociedad posmoderna, atea en la práctica e indiferente, mayoritariamente, ante el “problema religioso”; cuestión relegada al ámbito privado y propio de frikis sin remedio…”.
Su condición de navarro, natural de una tierra de profundas raíces cristianas, ¿le ha condicionado en su particular análisis?
Es posible. Durante mi infancia y la adolescencia la vivencia religiosa era algo natural. Casi de repente, todo cambió. Lo cierto es que ahora mismo, Navarra tiene un índice de creyentes algo más alto que la media española, pero también un porcentaje de ateos militantes y convencidos bastante superior. Acaso en Navarra se ha vivido toda esta crisis y transformación con mayor radicalidad: mayor crecimiento económico, la violencia terrorista, la pervivencia de “islotes” católicos de la mano del Opus Dei y otras realidades… Pero, en otros ámbitos, la crisis es total: estoy pensando en las tradicionales órdenes religiosas.
Ello también se refleja, por ejemplo, en muchos colegios concertados, supuestamente católicos, salvo la dirección, no hay religiosos o religiosas en la docencia; se valoran más los campos de deportes, la innovación informática y las actividades extras (antes de la pandemia, evidentemente), que una buena catequesis y una transmisión creíble de la fe. Al parecer, resignados, importa más la funcionalidad del organismo que su viveza y radicalidad. Sus consecuencias serán tremendas: toda una generación de católicos educados en el “buenismo”, la palabrería y el sentimentalismo vacuo. Si los índices de práctica religiosa, bodas, catequesis, etc., ya son tremendos, el futuro que aguarda es… incierto.
Repasando la lista de colaboradores, sorprende la variedad de los mismos, sus tendencias, orientaciones, procedencia geográfica… ¿Ha sido complicado coordinar este número?
Realmente, no. Por ello quiero agradecer, desde esta tribuna, la disponibilidad de la inmensa mayoría de amigos y próximos que han colaborado altruistamente en este proyecto. Si soy del todo sincero, lo que me da un cierto reparo, las únicas puertas que no se nos han abierto son las de algún palacio episcopal.
Trasmisión de la fe en la familia, crisis de las vocaciones, católicos y política, mujer e Iglesia, martirologio, etc., en general son temas “tradicionales”. También hay aportaciones muy críticas, desde los artículos del francés Alain de Benoist, del argentino Alberto Buela o del mexicano Adriano Erriguel. ¿Seguimos con los mismos temas de siempre?
Había que abordar todas esas cuestiones que conforman la realidad de la Iglesia desde siempre. Y también eran necesarias miradas críticas; para no caer en ombliguismos cegatos. Pero, en el trabajo con los diversos autores, han surgido nuevas cuestiones, como son las de la identidad y la recuperación de la vivencia comunitaria; particularmente vivas en el relato y experiencia de Julien Langella, un neotradicionalista francés, converso, que procede del combativo mundillo identitario, y que lo presentamos, con un artículo y una entrevista, al lector de habla española.
¿Se persigue algún objetivo metapolítico con este número?
Sacarlo adelante ya es un pequeño logro. La metapolítica implica mirada a largo, actuar en corto. Y para ello hace falta reflexionar en sintonía y en colaboración con otros. Trabajo en equipo: una cualidad poco frecuente en nuestros ambientes, tan proclives a personalismos, escapismos y respuestas ya dadas.
Una pregunta concreta que precisa una respuesta precisa. ¿Derribarán la Cruz del Valle?
Es imaginable, por lo tanto, es plausible. El Gobierno actúa en parte a golpe demoscópico, pero también, sobre todo si no encuentra resistencias, desde su histórica visceralidad anticatólica. De la jerarquía, con todos mis respetos, pero desde el realismo, no hay mucho que esperar. Por ello, o los católicos se organizan para dar esta batalla y otras ya en curso, o veremos más cosas tremendas.
Entonces, según su juicio, ¿final de ciclo o ciclo final?
No me siento cualificado para emitirlo. Es incuestionable que estamos en un final de ciclo: en pocos años, los católicos observantes serán una ínfima minoría en un Occidente en profunda transformación antropológica y cultural. ¿Ciclo final? Según se mire. Por ejemplo: el cristianismo ha desaparecido por completo del norte de África. Y casi por completo en su solar originario del Creciente Fertil, ¿eso es un ciclo final… local? Desde la esperanza cristiana, Dios todo lo puede. Aunque seguramente no seamos dignos. El estado de Cristiandad se fue. Creo que necesitamos más profetas que teólogos o juristas. Más comunidades. Cuanto más avanza la posmodernidad, más necesitamos en pos de nuestra propia humanidad, apoyo de los amigos y ejemplo de los que van por delante nuestro. Y no es retórica ni resignación. Es realismo.

Parece evidente que los católicos en España, dentro de poco, solo seremos una minoría…
En cuestio de tiempo, de poco tiempo, que haya más musulmanes que católicos en nuestra Patria, pes estams siedo INVADIDOS Y OCUPADOS, «gracias» a la inmigración masiva, los miles y miles de MENAS que pueblan nuestras calles, y que son un peligro p´blico, la entrada de cientos de miles de personas en pateras, el aborto, con la gran ca´da de nacimientos que ello supone…, mientras que la musulmanes paren cada año, PARA PODER CONSEGUIR MÁS AYUDAS SOCIALES, y así que sus maridos puedan vivir SIN TRABAJAR.
Con ZAPATERO, el subnormal, y los 2.500 euros por nacimiento de hijo, conocí a una musulmana que en 3 años tuvo 3 hijos, y cobró los 7.500 euros correspondientes, que aquí es posible que sea poco, pero que en SUDÁN, su país de origen, seguramente le daría para comprarse una casa, o, por lo menos un terreno, en el que poder vivir, y edificar su casa.
PERO NO SE MARCHÓ. ¡A qué fin! Ni que fueran tontos…
¿Dónde van a vivir mejor que aquí?