La Iglesia y el aborto
Hace unos días tuve mi reunión periódica con el “Pater” de mi último destino en la Armada. Tengo una excelente relación con él. Nuestra estrecha amistad viene desde aquella época, ya lejana, en que se ofreció desinteresadamente a ayudarme en un problema familiar; ayuda crucial para el buen desenlace de la difícil situación.
Hace muchos años que nos vemos de forma periódica, para conversar de lo profano y de lo divino. En la última reunión asistieron amigos comunes. La conversación giro fundamentalmente en torno al aborto, a raíz de la sentencia del Tribunal, ese que llaman Constitucional. Pues, si la Constitución reconoce el derecho al aborto, bien valdría la pena cuestionar la Constitución y su misión.
¿Sabes Trinquete que la Iglesia es una de las instituciones que ayuda a la propagación del aborto? Me espeta el “Pater” a bocajarro. Tras un silencio sepulcral, respondo, ni sin asombro. “¿Qué dices Pater?” Los demás presentes estaban callados y expectantes.
Si Trinquete, hace muchos años, justamente desde el Concilio Vaticano II, en universidades, importantes e influyentes, de la Iglesia, se justifica el aborto y la contracepción abiertamente.
“Cómo es posible esto que me dices. ¿Y las autoridades eclesiásticas, y los papas? No puedo entender lo que me estás diciendo, “Pater””.
Sé que resulta difícil de creer, y no es de extrañar vuestra sorpresa e incluso incredulidad ante mis palabras. Yo mismo sufrí esta nefasta enseñanza en mi época de seminarista. En el seminario se sabía lo que enseñaban en la Facultad de Teología, pero nunca se hizo comentario alguno al respecto. Era algo así como un tema tabú, rodos lo sabían, pero nadie hacía el más mínimo comentario.
“Sigo sin poder creer lo que me dices; bueno, lo creo porque no hay razón para me mientas en tema de tal calibre; pero, entiende “Pater” que me cueste aceptar esto”.
Mira, querido Trinquete, una cosa. Desde hace estos sesenta años desde el Concilio no han dejado de salir promociones cada año de sacerdotes y de licenciados con mentalidad abortista, y si no con mentalidad, al menos sí con una enseñanza pro abortista. “Eso lo entiendo”, respondo. Los demás presenten asienten con la cabeza.
Lo que quiere decir, que bastantes de esos sacerdotes terminarán como profesores de Universidad, y de estos algunos serán obispos, y quizá alguno cardenal. Y esto indica, y no es de extrañar, que haya miembros de la jerarquía de la Iglesia que sean condescendientes y comprensivos con el aborto. “Y también políticos pro abortistas”, respondo.
¡Claro, Trinquete, ¡hombre! Claro! Fíjate en España, muchos de los políticos por abortistas han pasado por universidades eclesiásticas.
“No sé qué decir, “Pater””. Doctores tiene la Iglesia.
Sí, doctores que traicionan la verdad.
Uno de la reunión comenta, rompiendo el silencio: “Este Papa y la presidenta italiana están de acuerdo en luchar por la vida”.
Sí, es la noticia de estos días. Pero mientras el Papa apoya la vida, no es para menos públicamente, en sus universidades se siguen enseñando tesis contrarias, sin que él ni ninguna otra autoridad eclesiástica ponga coto a esta aberración.
“Bien” Pater”, y las demás instituciones de la Iglesia, ¿nadie dice nada?”
Silencio, Trinquete. Como en el seminario. Todos lo saben pero actúan como si nada. Esta es la realidad.
Tras unos segundos de silencio, continuó la conversación, pero ya centrada, como siempre en estas ocasiones, en nuestros viejos tiempos; y empezando siempre hablando del último compañero fallecido.
Así trascurrió esta reunión, y así la he contado.

Acabo de poner en otro magnífico artículo de TRINQUETE (me descubro), lo siguiente:
Voy a terminar por con el editor, porque no soy capaz de seguir el ritmo de sus publicaciones.
(¡Claro, tendría antes que hacerlo conmigo mismo por incapaz!)
En resumen, que felicito a esta magnífica página, aun a riesgo de tener que dedicar muchísimo tiempo (incluso a toro pasado) en leerla, rumiarla y archivarla.
Enhorabuena sentidísima y muy merecida a autor y editor
Gracias, José María. Estoy seguro que el editor, y por supuesto un servidor, le agradecemos su interés por nuestro periódico en la red. Siga leyéndonos.
Saludos cordiales.
A ustedes.
Además, hace años escribí una serie con ese mismo título.
Tristemente, el castrense, desde dentro, confirma lo que era palpable.
Por cierto, sería bueno que el capellán diera más detalles. Quizá así me atrevería a publicar, remozado, lo que hice en su día
Lamentablemente, José María, no puedo darle mucha mas información, únicamente el «Pater» me indica que la expresión «apertura al mundo» no es más que un sofisma, porque la verdad que encierra la frase es la de aceptar la realidad desacralizada del mundo y todo lo que ello implica: divorcio, adulterio, aborto, homosexualidad, sexo, etc. La Iglesia lo acepta como ineludible realidad, y convive con todo ello. Como prueba: la justificación del aborto en la enseñanza en universadades católicas, la práctica del aborto en centros sanitarios de la Iglesia, la ausencia radical de todo tipo de condena por parte de la Jeraquía.
Saludos cordiales.