La liberación de Málaga

Málaga constituía un importante bastión del Frente Popular y podría llegar a encontrarse aislada respecto a las demás ciudades del Sur de España. El ejército nacional había logrado el triunfo en Sevilla, Cádiz, Córdoba, Jerez, Granada y Campo de Gibraltar. Claro que el bando republicano -los rojos- dominaban aún en Almería, Jaén, Málaga y zonas muy concretas de las provincias Granada, Córdoba y Sevilla.
El avance de las tropas sería pronto favorable al ejército nacional que además del ejército regular que llegaba debemos añadir los procedentes del Norte de África y la coordinación táctica que posibilitaría una sistemática ofensiva por parte del General Queipo de Llano.

Algunos mandos republicanos malagueños considerarían principal el corte de los efectivos nacionales que podrían entrar por el Estrecho de Gibraltar. Esto teniendo en cuenta que en el puerto malagueño se encontraba la flota republicana del Mediterráneo. La insistencia del Coronel José Asensio Torrado les haría desistir y no centrarse en el Estrecho de Gibraltar. Cabría hacer hincapié en la figura del coronel Asensio y el significado que tuvo para su bando, es decir, para el comunismo. Una de las ciudades en las que destacará el Coronel Asensio es en Málaga, anteriormente había destacado en el asalto al Cuartel de la Montaña que todos bien conocemos y volvería a destacar en el asedio al Alcázar de Toledo. No destacaría en ninguno de estos dos lugares para gloria de la causa comunista sino en detrimento de ella, legando así a ser conocido en el ejército como “el general de las derrotas”. Los versos de Pemán dicen que “cuando se ha de consumar la maravilla de una gran hazaña, los ángeles que están en su silla miran a Dios y piensan en España”. Bien pensaban en España que la defendían constantemente de estos enemigos.
“Miran a Dios y piensan en España”, valga tenerlo presente al considerar el estado en que se encontraba Málaga en aquellos días pues allí se presentaron representaciones regionales de CNT-UGT para solicitar una columna que conquistara Sevilla, dominada por Queipo de Llano. Reunidos los “cenetistas” y “ugetistas” en la plaza de toros supieron que contaban con más de mil hombres disponibles para marchar a Sevilla. Harta osadía y valentía la del ejército nacional con sus detentes y oraciones que no se amedrentaría ante la situación malagueña.
Domina, entonces, el ejército rojo en Málaga estos días en que las tropas nacionales desean acceder y llegar a la ciudad mediterránea para reconstruirla. Su Catedral ha sido herida y dentro de ella el Cristo que se encuentra en su capilla. Las tropas comunistas viven estos días como en un infierno deseando salir de él, pero no parecen tener escapatoria a pesar de llegar tropas republicanas por doquier. Acuerdos, discusiones, mapas sobre la mesa y disparos nublan las mentes de unos hombres que creían defender una causa inamovible que hoy se les viene abajo en la España que ve la luz con la llegada de aquellos falangistas, requetés, regulares y legionarios por diversas ciudades. Esas tropas llegan como si se tratase de cruzados en medio de la corrompida ciudad que reformarán. Ya le han dado la bienvenida otras ciudades y muchas rodillas se han hincado ante ellos. Pero solamente son unos hombres que intentan salvar su patria

El General Miaja baja desde Madrid, a la orden del Gobierno, para atacar Sevilla y Córdoba. Antes establecerá su cuartel general en Andújar. Andalucía parece ser el lugar al que llegan más personalidades del ejército rojo en este tiempo. A parecido compás se dirige en General Martínez Cabrera que tiene como misión el frente de Granada, la Tercera División. No bajará solamente hasta Granada, sino que irá coordinando las fuerzas que operan desde Málaga y Almería. El republicanismo andaluz parece llegar a su paroxismo, pero estos generales siguen adelante sin abandonar. No es sencillo devolver España a los brazos de la catolicidad y la unidad y por eso los generales Miaja y Martínez Cabrera avanzan a las tierras del Sur.

En febrero de 1937 llegan a Málaga las tropas nacionales lideradas por el General Queipo de Llano y el General Muñoz Grandes acompañados por voluntarios italianos del Corpo Truppe Volontaire, al mando del General Mario Roatta, que devolverán a Málaga a los brazos españoles y renaciendo la esperanza de la ciudad mediterránea que parecía esperar una mortaja. A pesar del olor a pólvora durará poco pues los estandartes nacionales se ven llegar desde los pueblos malagueños. A pesar dela a la desbandada roja, que es como se conoce a la marcha multitudinaria en su huida por carretera a Almería, la ciudad costera parece entonar un glorioso Te Deum. Se intentará culpar a las tropas nacionales con el sentimentalismo propio al hacer referencia a aquellos republicanos que salieron por la carretera costera sin hacer hincapié ni apreciación alguna acerca de lo que realmente supondría la liberación de Málaga de manos de las hordas marxistas.
