La Sanidad Militar: porque no existe, nada aporta contra el coronavirus
Llega el momento en que es preciso constatar la realidad del aporte de la sanidad militar a la lucha contra la pandemia vírica, al tiempo que dejar en evidencia las toneladas de propaganda, pura y burda, con que como de costumbre el Ministerio de Defensa está intentado cubrir sus vergüenzas de años de desidia, negligencia, cobardía, sumisión y… ¿traición?
Frente a lo que dicen Robles y le Gral. Villarroya (JEMAD), realmente, y para nuestra desgracia, la sanidad militar poco está haciendo en este tan grave asunto, bien que porque poco puede hacer dado su penoso estado desde hace ya décadas. ¿Las acusas? Como todo lo que viene ocurriendo en España, y más en particular en las FFAA desde hace años, veremos que son una mezcla, más bien un apaño, de características cuasi mafiosas, entre los políticos de todos los partidos, que conste, que han gobernado, y los propios militares sumisos a ellos hasta lo increíble, traicionando sus juramentos e incumpliendo, por mor de sus mezquinos intereses personales, sus deberes para con España, el pueblo español y las propias FFAA.

En el caso que nos ocupa, el de la sanidad militar, conviene recordar que, a la muerte del Caudillo existían en España medio centenar de hospitales militares, de los cuales varios eran de referencia obligada dentro del conjunto de la sanidad española, como era el caso del Gómez Ulla, el del Ejército del Aire y la Policlínica Naval en Madrid, y los de Zaragoza y Sevilla. Asimismo, el Cuerpo de Sanidad Militar, además del acendrado prestigio de sus componentes, incluidas las ejemplares Damas Auxiliares de Sanidad y las monjas que las apoyaban, poseía una plantilla más que suficiente para atender a las necesidades sanitarias tanto de las unidades operativas como del personal militar en activo o retirado. Lo anterior se complementaba con una serie de laboratorios y dispensarios farmacéuticos de primera calidad pioneros en los medicamentos que ahora llamamos “genéricos”. ¿Tenía defectos? Pues claro, como toda obra humana, pero aquello funcionaba, vaya que sí; máxime cuando el espíritu que animaba a su personal, como el de todas las FFAA de entonces aún, era el servicio a la patria y la satisfacción del deber cumplido, sin más.

Desde la implantación de la “democracia” –mejor decir partitocracia o, peor aún, plutocracia— y sobre todo desde el 23F –contubernio para monárquico/socialista/derechoso para estigmatizar a las FFAA para siempre–, la sanidad militar, como las FFAA en general, han sufrido el acoso de los “campeones de la libertad”, es decir, de la “izquierda”, siempre antinacional, por aquello del sambenito de “franquistas”, junto con la aquiescencia de la “derecha”, la cual asentía, cobarde y acomplejada, más, lo peor de todo, la falta de valor y patriotismo de los propios militares que se hundieron en una vergonzosa sumisión plagada, además, de egoísmos bochornosos en busca de prebendas y carreras meteóricas, siempre injustificadas, buscando cada cual su propio beneficio. La sanidad militar fue, además, objeto de la envidiosa demagogia que la tachó injustamente de discriminatoria y de privilegio antidemocrático fascistoide en detrimento del resto de ciudadanos.

Así, para principios del siglo XXI la sanidad militar había sido reducida a la mínima expresión de su figura; y aún peor, porque la progresión exponencial que suponían ya para entonces las misiones en el exterior, con no pocos riesgos para sus componentes, vino a agravar sobremanera lo dicho, a pesar de lo cual, evidente y palpable, los mandos militares superiores nada hicieron, o mejor decir, colaboraron incluso con entusiasmo en su demolición; no se puede utilizar otro término. De aquel medio centenar de hospitales apenas quedaron el Goméz Ulla, el de Zaragoza y algún otro pequeño; el del Aire fue incluso derribado vendiéndose su solar al mejor postor, la Policlínica Naval igual y el cierre del hospital de Sevilla, por incalificable, fue un caso que clamó al cielo; también los laboratorios fueron desapareciendo poco a poco. Por todo elllo y algunas otras cosas más, la sanidad militar, por ejemplo, pasó de disponer a principio de los ochenta de 14.000 camas a ta sólo 2.000. Por su parte, el Cuerpo de Sanidad Militar quedó en vías casi de extinción por falta de personal.

¿Las cusas? Varias. La despiadada guerra de las empresas privadas sanitarias por hacerse con el sector que cubrían los militares (tras ellas y en su beneficio actuaron no pocos políticos corruptos); la demagógica falsedad de la necesidad de “reducir costes” en Defensa; las Damas desaparecieron; las monjas para qué decir; a las misiones en el exterior en lo que a sanidad se refiere se iba, y se sigue yendo, más que en precario, atendiendo con grandes dificultades y en lo mínimo sus posibles necesidades caso de resultar heridos o enfermar sus componentes –se depende para todo de yanquis, británicos y algún otro extranjero que ande cerca–, exigiendo incluso con presiones no exentas de amenazas a sus miembros que “no dieran problemas”; la escasez de efectivos sanitarios les obligaba a repetir misiones, de forma que los que más participaban en ellas, en proporción, no eran los miembros de las unidades operativas, sino los de sanidad, con el lógico cansancio y malestar; completa, constante y sistemática desatención a las necesidades de los propios médicos y sanitarios; perjudicial dependencia de la sanidad militar de la Subsecretaría del Ministerio (política), y no de la línea de mando, o sea, del JEMAD y JEME,s respectivos –aunque debido a la nefasta sumisión de éstos a aquella puede que este sea el menor de los males–; falta de savia nueva que provocó el prematuro envejecimiento del Cuerpo de Sanidad, y en proporción muy superior al del resto de las FFAA de forma que, por ejemplo, de sus 850 miembros en 2010, sólo 148 bajaban de los 50 años; el egoísmo que también, como a toda nuestra sociedad, corroe a los médicos y sanitarios militares que quieren compatibilizar su pertenencia a la FFAA con consultas privadas y otras actividades particulares lucrativas; la diferencia salarial o de posibilidades de ingresos entre ellos y los que ejercen por lo privado; la demagógica e “igualitaria”, pero voraz e injustificada obsesión del Ministerio, por unificar escalas, que llevó a la inclusión del Cuerpo de Sanidad en la de Cuerpos Comunes de Defensa, destruyendo de un plumazo la ejemplar y heroica historia de la sanidad militar, generando un factor nada desdeñable de decaimiento moral y pérdida del necesario y humano orgullo por pertenecer a algo especial. En definitiva, el Cuerpo de Sanidad Militar fue demolido, y lo peor de todo es que lo fue con el pleno conocimiento y la cómplice pasividad y silencio de los mandos superiores de cada momento.

Un ejemplo. En 2010 se produjo un hecho escandaloso que da una idea de hasta qué punto se había llegado: en la convocatoria correspondiente para cubrir 15 plazas de médico militar, sólo ingresaron 5 doctores. Más ejemplos. El ya exJEMAD, el ínclito Gral. Alejandre, se quejó en 2010 públicamente en un artículo en La Razón de la situación de la sanidad militar, callando, el muy cínico, que siendo JEME nada había hecho para impedirlo; y pero aún, porque llegado después a JEMAD, nada hizo para remediarlo; muestra palpable su hipocresía y de la de los mandos militares en general cortados todos por el mismo patrón.
Tal llegó a ser el problema y el escándalo, que el Ministerio se vio en la urgente necesidad de hacer algo; más que para remediarlo parece que fue para hacer que hacía a fin de justificarse ante los medios. Así, se articularon algunas medidas para paliar la decadencia de la sanidad militar, pero como en tantas cosas en esta España de nuestros pecados, las propuestas fueron alucinantes por absurdas. Se intentó atraer a inmigrantes titulados, alguno de los cuales se vio después que ni siquiera lo eran; no sirvió de nada. Se intentó acudir a las facultades de medicina para animar a los estudiantes a ingresar al término de sus estudios en las FFAA; tampoco resultó. Se pensó incluso en pagar la carrera con tal de que firmaran un contrato de permanencia en las FFAA; para qué decir que el resultado fue cero.
Y es el caso que, con la demolición de los valores patrios que sufre nuestra nación; el hedonismo imperante que huye de todo lo que pueda suponer sacrificio; la impunidad y corrupción que nos caracteriza, que lógicamente nada quiere saber de responsabilidad y cumplimiento del deber; la posibilidad de trabajar para varios seguros médicos y además tener consulta propia estable, antítesis del salario de funcionario y de la movilidad militar, unida al riesgo de verse en alguna de esas misiones en el exterior potencialmente peligrosas; el propio desprestigio de las FFAA, por mucho que diga lo contrario la propaganda institucional, han sumado suficientes razones para que nadie, ni los inmigrantes, ni los estudiantes, ni los que pensaban en ser médicos o enfermeros, hayan querido ni oír hablar de formar parte de la sanidad militar. A lo anterior se sigue sumando el desinterés de los políticos y la penosa y persistente sumisión de los mandos militares de hoy como de los de ayer.

Último botón de muestra de todo lo dicho fue la disolución por orden expresa de Pedro Sánchez en 2019, o sea, el año pasado, , con la aquiescencia de Margarita Robles y el silencio cómplice de los mandos militares comenzando por el JEMAD de ese momento, el ya citado Gral. Alejandre, de la Agrupación Hospital de Campaña que poseía un flamante hospital de amplísimas capacidades adquirido en 2007 por 27 millones de euros; la OTAN, al saber lo anterior disminuyó de inmediato la calificación de nuestra sanidad militar de ROLE 3 a ROLE 2, es decir, a cuasi tercermundista. ¿En qué nación que se precie, y qué militares que no sean los nuestros se permite tal cosa? Más aún ¿Qué militares que de verdad lo sean consienten que su Presidente en funciones diga públicamente que «el Ministerio de Defensa sobra»?
En la actualidad, como unidad operativa sólo existe la Brigada de Sanidad (BRISAN). Está compuesta por dos Agrupaciones y un equipo de Apoyo Logístico, con un total aproximado de 500 efectivos distribuidos a su vez entre Pozuelo de Alarcón (Madrid) y Zaragoza. Esta unidad sólo tiene capacidad para 100 camas, de las cuales sólo 16 de UCI, o sea, menos que nada no sólo para asistir a los más de 3.000 efectivos desplegados por doquier, sino máxime teniendo en cuenta la que se nos ha venido encima. Hay que recordar, además, que parte de sus componentes y material están en misiones en el exterior. Por su parte, recordemos, que los hospitales militares que sobrevivieron, integrados en la red de hospitales públicos, es decir, sólo ya en parte militares, adolecen de carencias increíbles, como ha sido el caso del que fuera buque insignia, el Gómez Ulla, carente de agua potable por falta de mantenimiento de sus red de tuberías; ver para creer.


Así pues, y como conclusión, podemos afirmar que la Sanidad Militar española, tras haber sido sometida a su sistemática, premeditada y alevosa demolición por parte de políticos ideológicamente sectarios e indocumentados, los unos; cobardes e inanes, los otros; así como por la vergonzosa, egoísta y traidora complicidad de los propios militares, hoy no sólo no es ni la sombra de lo que fue, sino que prácticamente no existe y lo poco que hay para muy poco vale. Por eso, es falso y sólo propagandístico, lo que afirman tanto el Gobierno por la boca sucia de Margarita Robles, como la aún más sucia del actual JEMAD, el Gral. Villarroya Vilalta, cuando intenta hacer creer al pueblo español que el Ministerio de Defensa está llevando a cabo una labor encomiable en el aspecto sanitario en relación con la epidemia vírica que nos afecta, porque su aportación es ínfima; no decimos despreciable por no genera un malentendido.
La pena es que todos los que han ostentado responsabilidades en este ámbito durante los últimos cuarenta años se han ido de rositas. La pena es que los actuales también lo harán. La pena es que el pueblo español seguirá, como le ocurría al ruso al final de la era comunista, aplaudiendo a sus soldaditos en los desfiles sin darse cuenta de que todo es artificial. La pena es que… mucho nos tememos que nadie, ni políticos ni militares, tienen la menor intención de poner manos a la obra para no sólo corregir la patética situación actual de forma rápida y contundente, que se puede, sino, mejor aún, para reconstruir lo demolido y lograr que en no más de cinco años la sanidad militar española vuelva a ser aquella joya que fue siempre, en la que fuimos pioneros y avanzados, y de la que volver a sentirnos orgullosos como militares y más aún como españoles. No es tan difícil, créannos, sólo hay que ponerse a ello con la ilusión y el patriotismo necesario… por cierto, hoy tan escaso, si no también perdidos.

¡Magnífico!
¡Enhorabuena!
Y trágico hasta extremos que solo con esta tragedia empezamos a entrever.
Un añadido: no solo ha sido obra del PSOE, que con la ley de la función militar se cargó los cuerpos y tropas de sanidad, el servicio de sanidad, sino que el PP le siguió con ahinco y Trillo (es decir, Aznar, el que se cargó la mili, el museo y las industrias militares), el peor ministro de defensa (¡que tiene mérito dado los que ha habido: prófufos del servicio militar, mujeres embarazadas, etc), inició la tala de los hospitales militares (Aire, Sevilla, etc, etc, etc).
Estimado seguidor: pues mil gracias y otras mil por su aportación, porque efectivamente el desastre se debe a partes iguales a sociatas y peperos… lo de Trillo no tuvo nombre y mandó huevos. Saludos cordiales
Qué pena que este autor no escriba con más frecuencia, porque cada vez que lo hace lo borda.
Qué pena de España gobernada desde 1973 por una sucesión de mentecatos cada uno todavía peor que el que le ha precedido, por imposible que parezca.
Qué importante es en una casa, en una familia, que los padres sean personas de bien, honestas y sensatas, porque cuando tienen estas cualidades, los mayores o menores ingresos de esa familia, o el que la casa o el piso donde vivan tenga 150 metros cuadrados o sólo 65, pasa a un muy segundo plano, administrando debidamente lo poco o lo mucho que se tenga, actuando con cabeza para el bien de toda la familia. Pero justamente esto es lo que ha faltado en España en los últimos 45 años unos buenos padres que miren por su casa. Hemos tenido en España unos «padres» viciosos», y además viciosos de todos los vicios, porque uno solo les parecía poco. Dedicados a cualquier cosa menos al bien común de la casa llamada España, y como todos los padres viciosos se han gastado el sueldo en lo que no debían, y han desatendido su hogar, y han estado en todo menos en lo que hay que estar.
España hace mucho que es un nación huérfana de padre y de madre, peor que huérfana, porque cuando no tienes padres por lo menos te queda el consuelo de que aunque ahora no los tengas, los tuviste, pero cuando los tienes y son unos crápulas y unos sinvergüenzas, es mucho peor que no tenerlos.
Hemos tenido desde 1975 un pésimo Rey. Constante su reinado se han tapado muchos de sus desafueros, pero ahora que la izquierda se ha servido de la bajeza moral y nacional de este Rey a cuya bajeza dicha izquierda ha contribuido grandemente con todos sus medios para que éste la dejara hacer, ahora que se ha servido de él para sus fines de destrucción de la patria, lo tira como un pañuelo de papel después de usado. Qué cruel es el viejo lema de «Roma no paga a traidores».
Si malo era el Rey, para qué hablar de los sucesivos Gobiernos sin excepción que hemos tenido en igual periodo, los gobiernos y los ministros de tales gobiernos, y la oposición a la altura en bajeza y cortedad de miras con tales gobiernos, con la única excepción del Diputado D. Blas Piñar hasta el año 1981, después ni eso. Ya les vale a los españoles la indignidad entre Jesucristo y Barrabás haber votado por Barrabás.
Estamos pagando ahora lo que es un país sumido en el desgobierno y la imbecilidad social desde hace 40 y tantos años. Las esperanzas de mejora con el nuevo rey parecen disiparse, quizás es que era un error pensar que los olmos pudieran dar cosechas de peras o de cerezas. No perdamos de vista que los grandes males de España no han venido solos sino que se han criado en la charca fangosa y pestilente de la corrupción de los reyes y sus círculos cortesanos. Así pasó con la guerra de la independencia contra los franceses, así con las guerras carlistas, y así pasó para el advenimiento de la 2ª República.
Qué pena de España, pero qué pena también de los que han contribuido a este estado de cosas por asegurarse ellos su promoción profesional y el pabellón con piscina que le gustaba a su mujer. Qué daño a España le han hecho tantos militares como Armada que han tapado la iniquidad incluso después de que a ellos los hubieran tirado también como un pañuelo de papel usado, siguiendo el viejo lema de «Roma no paga a traidores». Cuántos traidores ha tenido España en tan poco tiempo.
Y de la Iglesia ya ni hablamos, cómo ha contribuido a echar a España a los brazos de Satanás, estos sí que no tienen perdón de Dios se pongan como se ponga.