La triste historia, por decadente, de la enseñanza militar en España
Uno de los más graves problemas que aquejan a nuestras Fuerzas Armadas, y más en concreto a su Ejército de Tierra, es la penosa situación que, de un tiempo a esta parte, sufre la calidad y también la cantidad de su cuadro de mandos, es decir, de los que tienen que dar ejemplo y tirar de los demás… también en ausencia de guerra. Al tema le hemos dedicado ya varios artículos, entre otros y como ejemplo éste último AQUÍ. Aunque ni Defensa, claro, ni el Ejército lo quieren reconocer, buena parte de esos problemas se deben al escaso patriotismo, espíritu militar y consecuente nula actitud para el servicio de dichos mandos. Y la causa de ello no sólo está en cómo está nuestra desnaturalizada sociedad, sino también, y mucho, por el deterioro que desde hace décadas viene experimentando la enseñanza militar, es decir, sus Academias Militares, cada día menos militares y más… no se sabe ya qué. Como ejemplo de ese deterioro, de esa degeneración en todo, vamos a fijarnos en una, la de Infantería de Toledo, botón de muestra de las demás, incluida la madre de todas ellas que es la General de Zaragoza.
A final de los años 90, se decidió no sólo trasladar a los Laureados de los pasillos que adornaban con sus honrosos nombres a otros lugares menos vistosos, y más escondidos, sino también revisar su relación, a todas luces incompleta; lo primero una vergüenza, pues su ejemplo se lo merecía, y los nuevos cadetes lo necesitaban. Pues bien, realizado lo segundo, se decidió publicar los correspondientes libros, pero cuando los dos primeros volúmenes ya estaban editados e incluso distribuidos a diversos organismos institucionales, militares, por supuesto, alguien –siempre lo hay– dio la voz de alarma advirtiendo que en ellos el autor había insertado palabras y conceptos políticamente incorrectos no con los hechos históricos ni menos aún con los militares, sino con los relacionados con la moda de la desmemoria antihistórica. Como consecuencia, se ordenó recoger y destruir los casi 1.000 volúmenes distribuidos, que fueron incinerados en un horno «democrático», sino que se llamó a capítulo… censor, claro, al autor de tamaña falta, al cual se obligó a rectificar lo escrito bajo amenaza de ser pasado por el potro de la proscripción sectaria y partidista. De esta forma, fueron tachadas decenas de palabras, entre ellas, algunas tales como: bando republicano, bando rojo, asesinados por el Frente Popular, metralla marxista, invasión marxista, ofensiva roja, y bando nacional, columnas nacionales, Alzamiento Nacional, Generalísimo Franco y Caudillo. Se corrigió en su totalidad la biografía de Juan Maderal Oleaga y se pretendió, incluso, que se eliminasen frases que eran una mera transcripción de disposiciones oficiales que siguen figurando, por supuesto, en los boletines correspondientes. Pero aún más, porque la inquina «democrática» llegó hasta el punto de obligar a que en la relación de biografías de los Laureados, o sea de San Fernando, por supuesto, se incluyeran las de aquellos a los que el Frente Popular había concedido durante nuestra contienda 1936-39 la denominada Placa de Madrid, generando así una verdadera aberración histórica por muchas causas, entre ellas porque dicha condecoración creada en Mayo de 1937, lo fue, por tanto, por un gobierno ilegal e ilegítimo, anticonstitucional y antidemocrático, socialista-soviético y revolucionario, y traidor a España, lacayo de una potencia extranjera, la entonces URSS de Stalin, que era la que mandaba sobre él, creadora de un «Ejército Popular» que en todo, incluidas sus más ínfimas formas como eran el saludo (puño a la sien) y las insignias (estrella roja), para nada era ni español ni continuador de nuestras más seculares tradiciones militares, sino todo lo contrario. El ejemplo de heroísmo que desde entonces observan los nuevos cadetes de Infantería es, por lo tanto, cuando menos, confuso, cuando más, erróneo.
Los diversos, y desvariados, planes de restructuración sufridos, y nunca mejor dicho, por nuestro Ejército de Tierra (META, RETO y NORTE durante las décadas de los 80 y 90) que lo redujeron a casi la nada, lo que fue objetivo encubierto de todos ellos, así como su «profesionalización» quitando el servicio militar obligatorio (José Mª Aznar), toda un alarde traidor de nuestra infame «derecha» –por cierto por influencia del sector de asesores entregados a los yanquis que le rodeaba–, más las nuevas quitas promocionadas por la «izquierda» en 2006 y otra más de la «derecha» en 2014, tuvieron su repercusión, cómo no, en las Academias Militares. La de Infantería sufrió, como las otras, sus consecuencias «Si al llegar 2011 disponía de 350 individuos de tropa, en ese año se produjo una adaptación orgánica por la que se disminuyó el personal de forma drástica, que quedó reducido en un 50%, 182 en total. Igualmente, se redujo aproximadamente a la mitad el cuadro de especialistas y sus vacantes fueron amortizadas según fueron quedando vacantes. Este número se mantendría en los años siguientes, pero, en 2015, se rebajó en 20 hombres y, en 2017, en otros veinte, por lo que quedan actualmente 156. Como consecuencia de ello, quienes se mantuvieron en el destino vieron recargados los servicios que prestaban, se redujo el personal que trabajaba en las diversas oficinas y sufrió el mantenimiento de la Academia, ya que las labores que realizaba en ese sentido el personal civil se complementaban con las que prestaba la tropa, al ser aquel insuficiente para atender a las múltiples necesidades académicas. Se recurrió a la externalización de los servicios, hasta llegar al extremo de que la seguridad dejó de prestarla la tropa y se pasó a encomendársela a empresas civiles. Ya habían desaparecido los dos autobuses de que disponía el centro, así como sus dos conductores civiles, y quedó tan solo un simple microbús, conducido por personal de tropa, por lo que hubo que recurrir a empresas de transporte privadas para llevar a los alumnos en sus frecuentes desplazamientos» (*).
La siega o mejor decir carnicería, afectó también, cómo no, al cuadro de profesores; siega que fue draconiana. Si en 1990 había 143 profesores, en 2010 había sólo 92, cuyo descenso continuó hasta los 42 en 2016, reduciéndose en 2021 a tan sólo 38. «Especialmente sangrante sería el caso del Servicio de Sanidad, que de componerse en los años 50 de un comandante y tres capitanes médicos y mantenerse en los 90 con cuatro oficiales del Cuerpo de Sanidad, pasaría a quedarse sin personal y la Academia tendría que contratar a un médico civil para que estuviese presente en los ejercicios de tiro, como era obligatorio» (*). Hasta la banda de música, que siempre fue orgullo de la Academia, deleitando marcialmente con una profesionalidad digna del mayor encomio, ha quedado reducida a tan sólo 30 componentes de los 60 que precisa su plantilla, los cuales hacen lo que pueden que no es otra cosa que de tripas corazón. Todo ello, como es lógico, afecta también a los servicios por falta de personal, habiendo desaparecido el Jefe de Servicio y el Oficial de Vigilancia de toda la vida, el Capitán de Guardia se quedó en Teniente bajo el mando de un Capitán de Cuartel, los servicios que duraban una semana se redujeron a dos días y, aún peor, se remuneran económicamente o se compensan con días libres con lo que ello supone de desdoro y mal ejemplo por atentar directa y radicalmente contra el honor militar y disposición permanente para el servicio a cambio sólo de la satisfacción del deber cumplido. «En cuanto a lo que a mandos se refiere, solo permanecen en la Academia al llegar la noche un capitán de cuartel y un sargento de guardia, que en los días festivos es sustituido por un cabo primero, mientras que en las compañías de alumnos son sargentos los que prestan el servicio los días de diario y alumnos, durante los festivos, con una duración de dos días» (*). En cuanto al tan necesario personal civil (peluqueros, electricistas, fontaneros, albañiles, carpinteros, guarnicioneros, zapateros, persianistas, pintores, escayolistas, proyeccionista de cine, cristaleros, jardineros y calefactores) que antaño llegó a las 173 personas, en la actualidad apenas son una docena, sí, como lo leen, sometidos además, como puede suponerse, a una sobrecarga de trabajo insoportable. En cuanto a los camareros sólo quedan cuatro, por lo que cada uno debe atender a 60 alumnos de toda clase y condición, lo que ha desembocado en el tan norteamericano autoservicio cutre. «Desapareció la zapatería, la guarnicionería, correos y telégrafos, el depósito de víveres, el teatro/cine 142 , la perfumería, el estanco, el gabinete fotográfico, la vaquería y la granja 143 , la lavandería, el costurero 144 , la carpintería, el taller de chapa… se puede decir que no quedó nada. La imprenta continúa abierta, pero sin que realice trabajo alguno por falta de personal (…) Otro de los servicios desaparecidos sería la oficina bancaria (…) hasta llegar casi a desaparecer, dejando tan solo un cajero para la retirada e ingreso de dinero» (*). Del fotógrafo con que siempre contó la Academia no sólo no existe desde hace mucho, sino que su oficina, valiosísimo archivo histórico sin igual, fue vaciada a saco con las mismas formas a como lo hacían los milicianos frentepopulistas con los registros de la propiedad y de la Policía, perdiéndose buena parte de la historia fotográfica del centro, incluidas imágenes incunables de valor histórico extraordinario. «La falta de auxiliares obligaría a los alumnos a realizar trabajos no muy acordes con su estatus, como cargar y descargar camiones con los bagajes que se llevaban a las maniobras o colocar las sillas en el patio al tener que celebrarse un acto» (*). Y de la biblioteca, verdadera y sin par joya en todos los aspecto, para qué hablar, atendida por una sola persona que hace lo que puede que es muy poco, da lugar a constantes desapariciones de libros, no pocos de ellos maravillosos, a su mala catalogación, a que reine el desorden y… no seguimos.
Los planes de estudio sufridos, a cada cual peor, han tenido siempre en las últimas cuatro décadas el mismo objetivo, eso sí, no declarado: «civilizar» la enseñanza militar con su consiguiente desnaturalización y decadencia, siendo factor principal en ese descenso del patriotismo, espíritu militar y consecuente nula actitud para el servicio de los cadetes y posteriores mandos que corroe en la actualidad a nuestro Ejército. Y es que la formación del militar, que nada tiene que envidiar de la civil, es propia y distinta, por lo que tampoco en nada tiene por qué parecerse a ella, ni mucho menos tener que equiparársela. Aquí se adivina un incomprensible complejo de inferioridad, del todo injustificado, de los propios mandos militares que han sucumbido a la idea de que el militar es, intelectualmente, inferior a los civiles, y por ello lo son también los cadetes de los universitarios; cuando está demostrado que la formación militar, por el amplísimo abanico que siempre conlleva, es mucho más completa, incluyendo aspectos morales que la formación universitaria ni por asomo. La carrera militar estuvo de siempre a la altura de cualquiera de las civiles, nada que envidiar, ¿por qué entonces ese complejo, y esa obsesión por equiparar las titulaciones? Aprovechándose de tal defecto, de ese complejo estúpido, los políticos de turno lo aprovecharon para destruirla, que es de lo que se trataba. Toda una pastosa y penosa legislación, ha llevado a la invasión de la universidad en los centros de enseñanza militares con la consiguiente derrota de ésta. Ahora no basta con ser militar, o mejor decir que incluso está mal visto serlo sólo, sino que hay que ser militar y además ingeniero, abogado, filósofo… ¿político? Es lo mismo que ha ocurrido en las Fuerzas Armadas, donde se obtienen puntos por sacarse una carrera civil; lo que incluso se hace a costa del servicio, pues se elige uno cómodo para poder dedicar tiempo al estudio. Se valora a un Comandante porque tiene hecho Derecho o Historia o Políticas. Algo tan estúpido como sería valorar al médico cuando vamos a él porque además nos dice la enfermera que el doctor es también abogado. Pues bien, así se está en nuestras FFAA, en el Ejército de Tierra, en la enseñanza militar. Lo dicho, además provoca graves problemas cuando los profesores civiles que vienen de la universidad a «ilustrar» a los burros cadetes son declarados o encubiertos antimilitaristas y antiespañoles, que son la mayoría porque además los eligen; y ya me entienden. Dicho proceso sigue galopante de forma que las últimas disposiciones han aumentado aún más las asignaturas «civiles» en detrimento de la militares. En este capítulo se podría escribir todo en libro, pero basta con lo dicho y con su imaginación que, como siempre ocurre hasta con la más desbordante ficción, nunca llegará, en lo malo, claro, a superar a la realidad, se lo podemos asegurar.
Y por último, un apunte siempre doloroso por vil, injustificado y especialmente nocivo por atentar contra las más puras esencias que deben adornar a nuestros mandos empezando desde sus comienzos como cadetes, porque si no maman la verdad histórica, si en el nido no se les ofrecen referencias cierta y verdaderas, si se les impide conocer lo mejor de nuestra historia militar o peor aún se les presenta tergiversada, nunca, nunca serán esos mandos que España necesita. Y con lo dicho nos referimos al vendaval, verdadero huracán de iniquidad que desde la promulgación de las infames leyes de desmemoria antihistórica, y ahora también antidemocrática, ha arrasado las Academias Militares en todos los aspectos hasta no reconocerlas ni la madre que las parió. Hemos iniciado este artículo con un ejemplo de ello, lo terminamos brevemente para no alargarlo más aún. En 2008, con Rodríguez Zapatero de indigno presidente del Gobierno, con Carmen Chacón, separatistas desorejada, de indigan ministro de Defensa, con el Gral. Julio Rodríguez (a) «el rojo» de indigno JEMAD, y de JEME el incalificable Gral. Fulgencio Coll –ese que hoy pia en VOX tanto como entonces se callo, el muy cobarde–, la Academia de Infantería trasladó a Defensa un volúmen de cerca de 100 páginas con la relación de todo aquello que a su juicio debía ser borrado de la faz de la esfera militar por vulnerar los preceptos iconoclastas de tan nauseabunda ley (nombres, retratos y un tan largo etcétera como páginas tenía la relación). De ellos, que fueron todos desapareciendo poco a poco, había dos emblemáticos: la magnífica vidriera con el escudo del águila del comedor y la estatua del Caudillo. Pues bien, tras muchos dimes y diretes, tiras y aflojas, la estatua cayó, salvándose la vidriera por los pelos porque su magnificencia es tal que no hubo bemoles, aunque no faltaron las ganas, para hacer con ella lo que siempre hacen los frentepopulistas con todo, los de hoy como los de ayer, añicos.
Mucho más se podría decir, pero no hay espacio, ni ganas, porque es todo tan penoso, tan doloroso, tan indignante, tan hiriente, que por esta vez basta. Sólo recordar que todo lo dicho se hizo con la colaboración, y además entusiasta, de todos los directores que durante estos años ha tenido esta Academia de Infantería, como las demás militares, así como también bajo el mando de todos esos Generales y Almirantes que saludan tan firmes a una bandera a la que no aman y dicen servir a una España a la que no hacen más que traicionar; eso sí, han sabido «hacer la carrera» muy, pero que muy bien.
(*) Del libro «La Academia de Infantería y sus cadetes 1850-2022» cuyo autor es José Luis Isabel Sánchez, Coronel de Infantería (R).

Excelente!!
Gracias Sr. Diaz del Castillo por dar a conocer la situación a la que ha llegado el Ejército Español durante estas cuatro camino de cinco décadas de esta “democraciaquenoshemosdado”.
Y enhorabuena al EED la Verdad sin Complejos por su inmensa labor.
(continuación) Revisen la Carta a un militar español, y la clandestina Carta a los militares de, España, ambas de José Antonio Primo de Rivera de 1934 y 1936 respectivamente. Aunque no creo q ninguno de, esos profesionales del reparto de madalenas y esparadrapo se sientan identificados.
Los han convertido en funcionarios, en el peor sentido que se puede dar a este término. Un ejército para desfilar dos, dos, al año y los otros 363 repartiendo madalenas en el tercer mundo.
Me descubro ante su capacidad de análisis y lo certero del mismo.
Está más que claro que a ello iban, a destrozar los Ejércitos como paso obligado a destrozar España (y me refiero a los que manejan como peleles a nuestros «padrastros de la Patria»), después de destrozar la vida religiosa (o al revés).
Y lo han conseguido con la inestimable y obligada ayuda de los traidores de uniforme.
Lo pagaremos con sangre
Como siempre «Díaz del Castillo» mezclando churras con merinas. Pretender que el Ejército tenga en plantilla múltiples oficios civiles sólo porque «trabajan con ellos» es de país tercermundista. Sería un desastre…salvo para los típico coroneletes DEM que no suben, y para que no armen bulla, les ponen a gestionar la fábrica de cemento del Ejército, la inmobiliaria del Ejército, el club de golf número 25 de la Armada o cualquier otro chiringuito. Sólo una pista: SOFICO.