La verdad de la Iglesia y la Santa Misa Tradicional
Del bendito costado abierto de nuestro Señor Jesucristo de donde manó Su Preciosísima Sangre y Purísima Agua surge la Santa Madre Iglesia y con ello TODO lo que el Redentor vino a dar al mundo: el Poder del Padre, la Sabiduría del Hijo y el Amor del Espíritu Santo. De la Sabiduría Divina surge la Santa Madre Iglesia que, estando en germen, se desarrollará al unísono que la Santa Iglesia, transmitiéndonos la Verdad de la Palabra de Dios en la tradición hasta la actualidad.
La Santa Madre Iglesia tiene su origen en el Calvario.
Sólo desde el Calvario puede entenderse la verdad de la Santa Madre Iglesia.
La Santa Madre Iglesia es inseparable del Calvario.
La Santa Madre Iglesia recibe su ser en el Calvario.
Entender la esencia de la Santa Madre Iglesia es entender la esencia del Sacrificio redentor de nuestro Señor Jesucristo. Es decir, la salvación de las almas.
Meditar sobre la Santa Madre Iglesia es meditar sobre el Santo Sacrificio de nuestro Señor Jesucristo.
Separar la Santa Madre Iglesia del Santo Sacrificio de la Misa es desfigurar el rostro de la Iglesia, es hacerla irreconocible, es convertirla en algo muy distinto a lo que es por su origen, misión y fundamento.
Desfigurar el Santo Sacrificio de la Misa es desfigurar la Santa Madre Iglesia. Manipular el Santo Sacrificio es manipular la Santa Iglesia. Hacer irreconocible el Santo Sacrificio es hacer irreconocible la Santa Iglesia. Destruir el Santo Sacrificio es destruir la Santa Iglesia en sus sacramentos.
Con la Santa Misa Tradicional el Sacrifico redentor de nuestro Señor Jesucristo permanece inalterable, intacto, reconocible; por tanto, la Santa Madre Iglesia mantiene su verdadero rostro, el inmaculado rostro de la Sabiduría Divina que manando del Sagrado Corazón impregnó todo su ser.
La Santa Misa tradicional es el fiel custodio de la verdad de la Iglesia, de la verdad de la Sabiduría Divina, de la verdad de la Palabra de Dios. La Santa Misa tradicional es el camino de salvación que tiene su origen en el Monte Calvario y continúa hasta la vida eterna, inexpugnable a las tentaciones del mundo, demonio y carne.
Las murallas inexpugnables de la Santa Misa tradicional jamás serán derribadas por el mundo, y por tanto tampoco la verdad de la Iglesia. La verdad de la Iglesia permanece en la Santa Misa tradicional.
Nunca se hubiera llegado a la situación actual de cambiar el Magisterio de la Iglesia con la Santa Misa tradicional. La nueva liturgia a propiciado la desfiguración total del rostro del santo Sacrificio de nuestro Señor, haciéndolo totalmente irreconocible, profanándolo, profanando su Santísimo Cuerpo.
Profanado el Calvario, profanada la Verdad que surge de él, Su Santa Iglesia. Profanado el Santo Sacrificio de la Misa, profanada la verdad de la Iglesia. Desfigurado el Santo Sacrificio de la Misa, desfigurada la verdad de la Santa Madre Iglesia.
Sólo hay un Sacrificio, el del Calvario, presente en cada Santo Sacrificio de la Misa, sólo hay una Iglesia, la sostenida por este Santo Sacrificio, sólo hay una Verdad, la recibida a través de la Tradición.
Ave María.

La Cena Pascual evolucionó durante los siglos su celebración. En el tiempo del Mesías, eran elementos fundamentales el cordero sacrificado; un pan ázimo, en recuerdo de la apresurada huida de Egipto, cuya unidad fragmentada llamaba a la cohesión de los presentes; hiervas amargas en recuerdo de los sufrimientos padecidos; y, además de otros ingredientes, era parte fundamental el vino compartido de una sola vasija, también en referencia a la unidad.
Jesús celebró con Los 12 la tradicional Pascua judía, ligada, relacionada con las Antiguas Escrituras, la Antigua Alianza; pero Jesús en aquella cena celebrando la Pascua Judía, instauró la Nueva Alianza entre el Padre y los seres humanos, que hace participes del Reino de Israel a todos los pueblos. El Padre, por medio de Jesús, instauró una nueva debido a la adulteración continua de la antigua, como Jesús denunció (el odre viejo y desgastado para soportar su contenido nuevo).
El pacto con Abraham y su pueblo, basado en un germen de misericordia en medio de un entorno bestial generalizado, terminó por retroceder ante el desgaste del tiempo y el roce con otras culturas basadas en el primitivo sacrificio humano (desprecio al mismo y por tanto a su Creador); por culpa de la guía equivocada de sus líderes. Sucesivos enviados (para evitar esa deriva retrograda) del Dueño fueron perseguidos y eliminados por esa élite adulteradora, y finalmente el propio Hijo del Propietario, como profetizó Daniel.
En mi opinión, lo fundamental en cuanto a la celebración de la venida del Cristo, y con el, de la Palabra… del Padre, (que es el que obra); lo fundamental es lo que directamente nos pidió el Padre que celebráramos, rememorándolo: La Ultima Cena que es la Eucaristía; es el alma de la Misa, con diferencia infinita sobre el resto de la celebración; útil, en todo caso. Y la Eucaristía… la Misa, es, nada más y nada menos que el Pacto nuevo (una nueva oportunidad del Padre para que los nuevos elegidos puedan alcanzar, encontrar el camino de la Vida), la Nueva Alianza; adulterada la antigua durante siglos por los labradores arrendatarios asesinos de turno. Los nuevos llamados ya no serán solo de aquel pueblo elegido, pues como dijo Daniel, tras matar al Cristo ya no será más suyo el pueblo (unos por omisión/miedo, otros dejándose llevar por odio nacionalista inducido por aquella élite) y pasan a ser los invitados de los caminos; es decir de cualquier lugar, sean o no judíos.
La Comunión rememora esa cena, ese pacto, comprometiéndonos al hacerlo, a ser todos uno en el Padre (pues solo así se perdura) unidos en su doctrina y modo de vida; unidos a través del Hijo del hombre/del humano, el predilecto, sin cuya mediación es imposible llegar a tal fin. En la cena eucarística se recuerda simbólicamente el sacrificio ofrendado al Padre de su Predilecto; el sacrificio que se consumó en el Calvario realmente. Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Es importante no perderlo de vista, sean cuales sean los tiempos, las influencias, las amenazas. No perderse en palabras de más por las que seremos juzgados, como seguramente he puesto yo aquí.
«Misericordia quiero y no sacrificio», recordó el Propietario. Sacrificio entre humanos, se entiende. Hoy, y en adelante, nos hundimos de nuevo en el abismo del sacrificio como nunca antes en la historia de la humanidad, que ya es decir. Lo dijo Daniel y el Cristo, y creo sinceramente que estamos en eso bastante descaradamente.