Libres e iguales

Quien más quien menos ha escuchado de boca de algunos políticos las palabras “Libres e iguales”, queriendo significar con ellas lo que es la esencia de la democracia, y dichas en tono reivindicativo de una deseada democracia  que parece no se ajusta a la que debería ser.

Pero no hemos escuchado en qué consiste tal “libertad” y en qué consiste tal “igualdad”. Las palabras caen bien, son amables, gustan y no suelen causar discusión, sino todo lo contrario, son muchos sus partidarios. Pero, no sabemos, insisto, cuál su significado. Porque es el significado de las palabras lo que hace que nos unamos en torno a ellas. El hecho de compartir el  verdadero significado de lo que es la “libertad” y de lo que es la “igualdad” nos identifica como colectivo, que busca un mismo bien, que siempre ha de pasar por  el bien común de todos.

Desgraciadamente, la adhesión a esta expresión es una adhesión externa, no interna. Es una adhesión a unas simples “palabras”, sin  contenido. Es una adhesión, por tanto, inevitablemente frágil, voluble y efímera.

No puede mantenerse una “verdad” sino se está dispuesto al enfrentamiento que tal verdad pueda ocasionar allí donde no sea recibida; sino se está dispuesto y preparado para defenderla cuando sea rechazada y hasta escarnecida. Pretender buscar un “consenso”, un “lugar común”, un “punto medio”, en donde tal verdad sea aceptada es un absurdo, es una pretensión irreal, es la inconsciencia de una falsa realidad que se funda en un “diálogo”, que en democracia, es un “diálogo” viciado de traición, de intereses bastardos y de manifiesta carencia de rectitud moral.

¿Por qué no definen qué es “libertad” e “igualdad”? ¿Qué se quiere significar con estas dos palabras juntas? ¿Qué se pretende, que fin se busca? La razón es que estamos ante un “lugar común”, que no conviene  definir para no dividir; un “punto intermedio”, donde blancos, colorados, morados, y de todos los colores y tonos se avengan juntos a reivindicar una “democracia” que nadie sabe en qué consiste. Conocen perfectamente la palabra,  pero, ¡ay su significado!

De forma constante, oímos  un lenguaje político pletórico de  “lugares comunes”, de “puntos medios”, de “consenso”; en definitiva, un lenguaje vacío de contenido, de puras palabras lanzadas al aire, como anzuelos para  que “piquen” los inocentes, los inconscientes, los que carecen de criterio y conocimiento de su propia realidad y la realidad que les envuelve. Vaciedad tras vaciedad. Palabras huecas propias de quien  no sabe dónde está la Sabiduría que nos lleva a la verdadera Verdad.

Desconocen, nuestros adalides políticos, o se avergüenzan de reconocerlo,  que ha sido precisamente Dios quien ha ordenado que el hombre tienda de forma espontánea, y no forzado por ninguna necesidad, a la sociedad civil exigida por la propia naturaleza humana. Precisamente la misma naturaleza que la “democracia”  desprecia. La sociedad civil, esté organizada, por ejemplo, en un sistema democrático,  es sólo un medio natural del que cada ciudadano puede y debe servirse para alcanzar su fin, ya que el Estado es para el hombre y no el hombre para el Estado[1]. Es decir, el verdadero fin de una felicidad terrena, que ha de entenderse en el sentido de poder desarrollar todas la cualidades individuales y sociales propias de la naturaleza humana. ¡De la naturaleza humana! ¡No satisfacciones que se opongan a ley natural! No puede haber verdadera sociedad civil si se pervierte la propia naturaleza del hombre con leyes inicuas, como es la realidad en la que estamos inmersos.

La Verdad en la que se fundamenta la “libertad” y la “igualdad” se encuentra en el interior del hombre. Es interior, no está en lo externo, en las leyes que hablan de “libertad” y de “igualdad! La “libertad” y la “igualdad” no se decretan por ley, están en el corazón del ser humano; y ¡ojo! están para quien las quiera encontrar. Esta Verdad empieza con reconocer que somos criaturas de Dios, Creador y Redentor; y que por ser criaturas por naturaleza, podemos ser también hijos por la gracia del bautismo.

Por voluntad de Dios, el Estado  y el ciudadano están mutuamente ordenados entre sí. La negación del origen trascendente del Estado y del poder político, llevan a la esclavitud del hombre, al abuso del poder público y a que el Estado ocupe el lugar de Dios.

Nunca una democracia liberal anticristiana, como la que estamos sufriendo, mientras vivimos, ofrecerá a los ciudadanos “libertad” e “igualdad”. Es una ilusión. No habrá verdadera “libertad” e “igualdad” si no se da la batalla de la fe católica, sin temor al odio de los maquinadores contra la Verdad de Cristo, verdaderos arquitectos de este sistema político despiadado y tiránico, que se eleva sobre Dios, que se considera dueño y señor de las vidas de los ciudadanos, que se presenta como el sistema político sobre el cual no hay absolutamente nada. Este Estado es el que gobierna  las vidas de sus súbditos, que creen que viven “libres” e “iguales”. Y en nombre de una falsa libertad y de una falsa igualdad, se les ha despojado has de su propia identidad natural de ser hombre y mujer, entre otras iniquidades.

La realidad es que el Estado decide la naturaleza de sus ciudadanos, que son “libres” sólo para obedecer, a la fuerza, las leyes inicuas, y son “iguales” sólo por obedecer lo que se les impone.

Únicamente en la concepción cristiana del Estada se encuentran  los verdaderos conceptos de “libertad” y de “igualdad”. Sólo en un Estado donde se reconozca la soberanía de Dios el ciudadano vivirá plenamente libre e igual.

Ave María Purísima.

Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa.

[1] Divini Redemptoris, 32. Pío XI


10 respuestas a «Libres e iguales»

  1. Consenso: unos dicen que 2+2=4, todos sabemos que son muy conservadores, e incluso reaccionarios. Otros dicen que 2+2=6, son muy revolucionarios y rebeldes, quieren cambiar todo… Y llegan otros, muy campanudos, y dicen q van o poner de acuerdo a todos y van a consensuar eso de las sumas, y desde entonces 2+2=5. ¡¡¡Toma consenso!!!

  2. Liberté égalité fraternité… así es como los «elegidos» masones (de los aún más elegidos marranos) embaucan a la escoria Disraeli Rothschild (más útil antes que las bombas -Protocolos-; si; esos que dicen que la Revolución era cosa suya…). Hoy vemos que a donde va esa igualdad, es al borreguismo sumiso, y efectivamente lo conseguirán. Ya lo avanzaban los ilustrados con lo del serrucho para el pueblo. O el Kalergi, para bajar los humos de la cristiandad, o sea que no pensemos demasiado por eso de haber vivido en la cristiandad, mejor que seamos neandertales todos; eso si, todos con el móvil y las Apps obligatorias a cuestas, para que papa estado (la careta de los amos) ordene y mande.

    Me da pereza buscar el protocolo donde se habla del engaño de esas tres palabras «geniales», quizás otro día.
    El hecho es que la élite talmúdico usurera anglo sionista, mejor llamada labradores arrendatarios de turno, va camino de la utopía platónico humanística consistente en tratar a la humanidad como a una especie más. Y por tanto, sacrificable por sobre desarrollada. Así, intentando corregir al Padre, llegarán al robot, una pobre copia sin alma; destruyendo por el camino todas las que puedan. Ciegos que guían a otros ciegos. No era tan difícil imaginar que los mayores nazis (por racistas) fueron los que crearon y manejan la granja comunistoide esclavista; pero esta vez global. Pues únicamente eso les queda por conseguir aquí. Los liberales, que en su ceguera les están ayudando, casi siempre sin saberlo, son otro accidente a evitar una vez dejen de serles útiles, como todas esas minorías progres que usan de ariete, desaparecerán como desaparecieron las pequeñas dictaduras «eficientes» preliminares.
    Esas tres palabras, en boca de demagogos, mucho más inteligentes y malvados que las masas que les escuchaban y escuchan; acabaron con el orden cristiano, con la cultura cristiana; que no con la fe cristiana; siempre muy minoritaria, pero de buenos cimientos.
    Esos dogmas que ahora se imponen con un inmenso poder y paciencia, cambiaran muchas veces, porque no son otra cosa que los deseos cambiantes según la coyuntura, de los dueños de la explotación.

    «El que me ha enviado está conmigo; no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le agrada. Si permanecéis en mi doctrina, seréis mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres: todo el que comete pecado, es esclavo del pecado. Esa, es la verdadera libertad, igualdad y fraternidad. Justo la contraria de la que proclaman los hijos de Satanás.

      1. jajajaj sencillísimo, como si le quieres llamar Pepe. La cuestión es, en manos de quien está, quien lo interpreta o adultera… etc. ¿No has oído aquello de que, el que hizo la ley hizo la trampa?, ¿ves que sencillo?
        ¿O es que te crees que los de las checas no se sacaban leyes y códigos de la manga? Igual que los que gaseaban vagones, o fumigan ciudades o tiraron bombas atómicas. ¿Acaso Nerón no era la ley?

        Cuando el fin justifica los medios, no hay Código Penal, ni Constitución ni nada que se resista a la Orden y al talonario; si hay que darle la vuelta, se le da. Para eso los masones no tenéis rival (salvo vuestros amos anglosionistas, los que os adoctrinan). Hay está, como estáis cambiando el mundo, contra el mundo (¿eso ya es muy viejo verdad?) por la cara y sin votación.

      2. ¿Códio penal? Cuál? El de los tribunales populares formados por borrachos y degenerados? El de los «valientes» anormales deteniendo jóvenes para violarlas? A ver, capullo, pero tú de qué galaxia has venido o te has caído. Je, je, je

  3. Vaya ya salió el «matacuras» blasfemo que odia a Quien dice que no cree, pero que sí cree, porque de otra forma ni habría entrado en este artículo.
    Esta clase de «ateos» «matacuras» siguen en su pozo y, no conformes con ello, escarban.
    Son la prueba del complejo que les corroe. Quieren vivir sin Dios, pero no son capaces de hacerlo.
    Sus taras intelectuales y mentales las vuelven contra Dios, en vez de contra la causa de sus problemas que son ellos mismos.
    Nada, nada, sigue, chavalote, que así te va y… ya verás cuando te encuentres con Él. Porque el problema no es creer o no creer, sino si existe o no, y como existir, existe, y eso lo cree hasta un ateo, entonces vivir de espaldas a Él y peor aún contra Él es de discapacitados (o sea subnormales)

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