Los católicos sí creemos en el Limbo
P) ¿Pues hay más que un infierno? R) Sí, padre, hay cuatro en el centro de la tierra que se llaman: infierno de los condenados, purgatorio, limbo de los niños y limbo de los justos o seno de Abraham.
P) ¿Y qué cosas son? R) El infierno de los condenados es el lugar donde van los que mueren en pecado mortal, para ser en él eternamente atormentados. El purgatorio; el lugar donde van las almas de los que mueren en gracia, sin haber enteramente satisfecho por sus pecados, para ser allí purificados con terribles tormentos. El limbo de los niños, el lugar donde van las almas de los que antes del uso de la razón mueren sin el Bautismo; y el de los justos o seno de Abraham el lugar donde, hasta que se efectuó nuestra redención, iban las almas de los que morían en gracia de Dios, después de estar enteramente purgadas, y el mismo a que bajó Jesucristo real y verdaderamente.
Catecismo de la Doctrina Cristiana, escrito por el P. Gaspar Astete, añadido por el licenciado don Gabriel Menéndez de Luarca

Durante generaciones, durante siglos, los españoles —decir católicos españoles era, hasta no hace tanto, una redundancia— hemos aprendido la verdad del limbo con el célebre Astete. Sin embargo, en 2006 Mon. Alessandro Maggiolini, teólogo y uno de los redactores del Catecismo de la Iglesia Católica, explicaba por qué el limbo ya no aparece en la doctrina cristiana. Monseñor Maggiolini aclaraba que de este tema no se habla porque «es una hipótesis teológica que no parece fundada sólidamente en la Revelación. El silencio es una opción bastante sabia también porque el limbo, si se hubiera nombrado, no habría podido ser comparado ni con el paraíso ni con el infierno. Dos condiciones de las que a menudo se habla de una manera analítica y un poco petulante en cierta catequesis popular torpe. El Catecismo parece en cambio sugerir que, al final de la vida terrena, no hay soluciones intermedias entre beatitud y condena».
Así, según Maggiolini, el Catecismo del Padre Astete debía y debe ser «catequesis popular torpe». También debe serlo la clásica definición de San Vicente de Leríns en su «Commonitorio», según la cual la Fe de la Iglesia consiste en «lo que ha sido creído siempre, por todos y en todo lugar». Mas una sencilla consulta al Denzinger nos confirma que esta «hipótesis teológica» —según el Vaticano actual— la sostiene solemnemente el Magisterio al menos en dos ocasiones. Lo hizo en 1321 el Papa Juan XXII, en la carta Nequaquam sine dolore a los armenios y lo hizo en 1794 Pío VI, en la constitución Auctorem Fidei, condenando los errores del Sínodo de Pistoya: “La doctrina que reprueba como fábula pelagiana el lugar de los infiernos (al que corrientemente designan los fieles con el nombre de limbo de los párvulos) … es falsa, temeraria e injuriosa contra las escuelas católicas”.
¿Cómo entender, pues, que la Comisión Teológica Internacional, dependiente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que empezó a estudiar la creencia en el limbo en 2004, publicara en Abril de 2007 un documento que decía cosas como que ésta refleja una «visión excesivamente restrictiva de la salvación», o que existen «serias razones teológicas para creer que los niños no bautizados que mueren se salvarán y gozarán de la visión beatífica»? ¿Cómo aceptar que en el Nuevo Catecismo el limbo haya sido omitido?
Siempre hemos creído que en el limbo se goza de felicidad natural, ya que no de la visión de Dios. Siempre hemos creído también —y ese es el centro de nuestra Fe— que nos salvamos por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, por su Pasión y Muerte en la Cruz. Si el bautismo no es necesario, si se puede entrar en el Cielo con la mancha del pecado original, en vano se encarnó Dios. En vano fue crucificado. En vano resucitó. En vano existe la Iglesia y en vano existen los sacramentos.
El documento se titulaba «La esperanza de salvación para los niños que mueren sin ser bautizados» y, según la comisión, el limbo representaba un «problema pastoral urgente», ya que cada vez son más los niños nacidos de padres no católicos y que no son bautizados y también «otros que no nacieron al ser víctimas de abortos»; «es cada vez más difícil aceptar que Dios sea justo y misericordioso y a la vez excluya a niños que no tienen pecados personales de la felicidad eterna». Si hubiese que juzgar por estas palabras, parecería que la Comisión Teológica Internacional, la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Vaticano que autoriza la publicación del documento en cuestión, están más preocupados por el sentimentalismo contemporáneo que por las verdades de Fe.

En 2005, se arrojaba más luz sobre el espíritu que guiaba a la Comisión, cuando el secretario general de la misma, el entonces padre Luis Ladaria, S.I., explicó a los micrófonos de «Radio Vaticano» que sobre el «limbo» «no hay una definición dogmática, no hay una doctrina católica que sea vinculante…Sabemos que durante muchos siglos se pensaba que estos niños iban al Limbo, donde gozaban de una felicidad natural, pero no tenían la visión de Dios. A causa de los recientes desarrollos no sólo teológicos, sino también del Magisterio, esta creencia hoy está en crisis… Tenemos que comenzar por el hecho de que Dios quiere la salvación de todos y que no quiere excluir a nadie; tenemos que fundamentarnos en el hecho de que Cristo ha muerto por todos los hombres y de que la Iglesia es un sacramento universal de salvación, como enseña el Concilio Vaticano II».
De modo que el motor de la «abolición» del limbo fueron «los recientes desarrollos no sólo teológicos, sino también del Magisterio… que Cristo ha muerto por todos los hombres y de que la Iglesia es un sacramento universal de salvación, como enseña el Concilio Vaticano II».
Así que volvemos a la «catequesis popular torpe» de Monseñor Maggiolini y su supresión del limbo. Una Comisión Teológica Internacional, sin rango magisterial alguno, enmienda la plana al Magisterio. De forma parecida a como hace unos años, las conferencias episcopales de los países de habla hispana fueron enmendando la plana a Nuestro Señor Jesucristo, imponiendo cambios en el Padrenuestro. El principal, por cierto, cambiando «deudas» («et dimitte nobis debita nostra») por «ofensas»; y, por lo tanto, al hacer olvidar la deuda, que permanece tras el perdón de los pecados, haciendo olvidar también el «purgatorio; el lugar donde van las almas de los que mueren en gracia, sin haber enteramente satisfecho por sus pecados, para ser allí purificados con terribles tormentos» (Catecismo del Padre Astete). Primero el Purgatorio, ahora el Limbo.
Parece, sin embargo, que, con Trento, con los Papas, con el Padre Astete y con «lo que ha sido creído siempre, por todos y en todo lugar» en la Iglesia, los católicos vamos a tener que seguir creyendo en el limbo.
Que es, aunque los de esa comisión no quieran entenderlo, una prueba más de la misericordia de Dios.

Tengo un Devozonario (Devocionario) en mis manos …,
del siglo XIX.
Todos estamos «condenados».
Herodes es la «marca del agua en nuestras almas» …,
lo siento.
Volveremos a realizar el «Camino Correcto» cuando seamos capaces de reaccionar contra el mayor CRIMEN de la Historia.
Muchos místicos han hablado del Limbo… parece ser en efecto un cielo infantil para niños sin uso de razón y que no han sido bautizados, también para los embriones abortados, etc. Sin embargo muchos de estos místicos hablan de que sí es posible a través de la oración y la penitencia lograr un bautismo posterior de estos niños, pero tiene que ser a través de los vivos con oración y penitencia. Habla de ello Anna Catalina Emmerick y el padre Gobi, pero este es un texto de María Simma (la autriaca que dedicó su vida a las almas del purgatorio):
La mística austríaca María Simma, a quien se aparecen frecuentemente las almas del purgatorio, ha hablado muchas veces de la existencia del limbo. Le escribí personalmente una carta y me contestó por medio de Joachim Schlich lo siguiente: “Todos los niños (pequeñitos) que mueren sin estar bautizados van al limbo. Allí son felices y no tienen conocimiento de la posibilidad de ver a Dios. Pero pueden ir al cielo, si nosotros oramos por ellos y les damos el bautismo por los no nacidos, del cual supongo que Ud. ha oído hablar”. En una entrevista que concedió a Nicky Eltz y que él ha publicado en su libro “Hacednos salir de aquí”, dice:
“Las almas santas me dicen que los niños nacidos muertos o abortados no van al paraíso ni al purgatorio. Van a un lugar intermedio que se puede llamar limbo o ‘cielo infantil’. Las almas de estos niños no saben que exista algo mejor que eso, no saben que no están en el cielo. La responsabilidad de llevarlos al cielo está en nosotros. Lo podemos hacer, bautizándolos espiritualmente o mandando celebrar una misa por ellos”.
“Conocí a una enfermera que trabajaba en un hospital. Ella no dejaba de bautizar a los niños abortados o nacidos muertos. Cuando estaba para morir, exclamó: Oh, he aquí todos mis niños en el cielo. ¡Cuántos niños! Y aquellos niños, a quienes había bautizado después de muertos, la acompañaron al paraíso, donde ya vivían”.
Estimado seguidor: gran comentario con una aportación de primera mano de lo más esclarecedora. Gran comentario del todo ilustrativo. Mil gracias. Saludos cordiales
Los curas montinianos siempre terminan haciendo uso del mantra (a modo de «calzador de ideas» para mentes recalcitrantes) más apreciado en su falsa Iglesia Católica, es decir: COMO ENSEÑA EL CONCILIO VATICANO II. Que, para ellos, debe tener un significado equivalente a: ES PALABRA DE DIOS.