Los conversos y la independencia de Hispanoamérica (2/2)

4º.- LA REBELIÓN DE RAFAEL DEL RIEGO

Cuando Fernando VII restauró la monarquía tradicional en mayo de 1814, ordenó la organización de la famosa Gran Expedición a fin de acabar con la insurgencia secesionista, la cual estaba compuesta por 15.000 soldados, en su mayoría veteranos, y una flota de 65 barcos, siendo su comandante el general Pablo Morillo. Dicha fuerza zarpó el 15 de febrero de 1815 de Cádiz; más, para gran sorpresa de Morillo al leer las instrucciones que llevaba vio, que, en lugar del Río de la Plata, entonces el foco secesionista mejor consolidado, debía dirigirse a Venezuela y Nueva Granada para completar y asegurar su reconquista. El cambio de planes fue obra de los agentes de Buenos Aires en la Península, sobre todo de Arguibel. Se logró así no sólo la permanencia del gobierno separatista porteño, sino evitar un golpe mortal sobre la insurrección hispanoamericana.

Enrique O’Donnell

En 1818-1819 se formó una nueva fuerza expedicionaria con destino al Plata, compuesta de 22.000 efectivos y dirigida por el general Enrique O’Donnell, conde de La Bisbal. Arguibel y sus compañeros emplearon gruesas sumas de dinero para sobornar a los jefes de esta, inclusive al propio O’Donnell, y promovieron también una rebelión en sus filas.

Juan Antonio Quiroga

O’Donnell, miembro de una de las logias, era el jefe de la conjura, pero, hombre de carácter poco firme y temeroso de que fracasara, cambió de parecer, y en julio de 1819 encarceló a los implicados y renunció al mando. Ocupó su lugar el anciano general Félix Calleja del Rey, conde de Calderón, quien fuera virrey de Nueva España. Por su parte, los cabecillas peninsulares de la conspiración, Antonio Alcalá Galiano, Juan Álvarez Mendizábal y Domingo A. de la Vega, designaron como nuevo jefe militar al coronel Juan Antonio Quiroga, activo masón.

A raíz de los sucesos precedentes y no obstante el sigilo con que actuó, Arguibel abandonó Cádiz para evitar ser apresado por las autoridades y pasó a Gibraltar. Desde allí, el 17 de agosto de 1819, escribió al director Supremo de las Provincias del Río de la Plata, que entonces ejercía provisionalmente José Rondeau. Los términos de la carta revelan el papel clave desempeñado por este confeso para abortar la fuerza expedicionaria:

«Antes de un mes me lisonjeo de poder despachar para ésa al teniente coronel de artillería D. Andrés Costa, y al coronel de ingenieros D. Juan Miguel Quiroga, y seguiré embarcando los demás que contemple necesarios según los visos que haya de seguir o no la expedición. No he querido hacerlo con los varios oficiales de infantería refugiados aquí, porque, sobre ser europeos, no los he considerado de mayores conocimientos; así es que los he desahuciado absolutamente, y van regresando para España con el fin de sustraer de los cuerpos sus respectivas compañías para formar partidas de guerrillas y procurar la sublevación de los cuerpos del interior».

El reemplazante interino de Pueyrredón, general José Rondeau, el 30 de septiembre de 1820 elevó un informe acerca de la actuación de Arguibel al gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez, donde señala que «aunque se malogró la primera empresa del Ejército Expedicionario, no dejó por esto Arguibel de mover cuantos resortes le fueron posibles, a fin de paralizar los nuevos esfuerzos que se hacían por la Corte de España para rehabilitar la Expedición proyectada. En este concepto dijo al Gobierno en una de sus notas que a todos los oficiales de empresa, comprendido el coronel D. Juan Antonio Quiroga, que se hallaba en Gibraltar justo adonde se refugiaron los que pudieron escapar de Cádiz, trabajaba en hacerlos volver a la Península, a fin de que poniéndose a la cabeza de varias partidas de desertores, que vagaban dispersas, diesen nuevo impulso al movimiento de insurrección, que no se había extinguido, como único medio de frustrar otra vez el plan de invasión de esta parte de América».

Símbolos de una logia de Gibraltar

Mientras tanto, diversos inconvenientes afectaron a la fuerza expedicionaria, por ejemplo, la fiebre amarilla que apareció en Cádiz, y que hizo estragos en las tripulaciones y arruinó los víveres, retrasando su salida.

La prohibición de la Masonería decretada por Fernando VII y las medidas contra ella obstaculizaron seriamente sus actividades; pero en Cádiz, no obstante, la Orden prosiguió su labor subversiva en connivencia con sus hermanos gibraltareños.

Mientras la conspiración fracasaba en España, en Buenos Aires, Rondeau envió a través de Pablo Vázquez copia de la carta de Arguibel a Carlos María de Alvear, radicado entonces en Montevideo. La noticia de que «un agente del gobierno porteño en Gibraltar» informaba que la Expedición Grande finalmente no se realizaría se filtró hasta el espía español Juan Bautista de Arechaga, quien consiguió obtener copia de la carta, que aparecía firmada con una «A». Tras nuevas averiguaciones, pudo identificar al remitente, Andrés Arguibel. Pronto Arechaga estuvo en condiciones de denunciar al conde de Casa Flórez, encargado de negocios español en la corte portuguesa, que «Arguibel era un “revolucionario exaltadísimo” y de “gran talento” y se hallaba empeñado “en fomentar partido contra el rey y servir a los independientes”, que había facilitado la fuga a Buenos Aires de Tomás Lezica y de un tal Salvadores y era íntimo amigo de un rico judío llamado Judah Benolier, quien con el angloamericano MacCall servía al gobierno de Buenos Aires para distribuir la correspondencia destinada a Cádiz y Madrid».

No obstante, los efectos del descubrimiento del nido de espías americano resultarían nulos, ya que cuando llegaron los detalles de la investigación de Arechaga, ya había madurado el movimiento de 1820 iniciado por Rafael del Riego. Andrés Arguibel, proseguía sin pausa su obra de zapa. «Convenientemente pertrechado con dinero suministrado por los Lezica, continuaba desparraman-do proclamas, incitando a los oficiales conjurados, obra que, finalmente, coronó con “la compra de zapatos, botines, etc.” para distribuir entre las tropas acantonadas. Completaba así la labor realizada por las logias».

La sublevación de Riego

Del Riego se rebeló en la citada localidad de Sevilla, donde se encontraban instaladas las tropas expedicionarias, y apresó a su jefe, el general Callejas, en Arcos de la Frontera. Sin embargo, no pudo ingresar a Cádiz, cuyas puertas permanecieron cerradas, en tanto una parte de sus tropas se acantonó en la Isla de León, pero fueron cercadas por efectivos de la Corona. Del Riego en su marcha tropezó con la indiferencia general y cuando parecía que el fracaso era seguro, se produjeron sublevaciones militares en distintas partes, y las fuerzas liberales se impusieron merced a los masones infiltrados en el gobierno y en el ejército real, y a la incapacidad de Fernando VII.

Éste aceptó la Constitución de 1812 y se instaló una monarquía constitucional, vale decir, un sistema democrático donde el Rey es sólo una figura decorativa. De esta manera, no sólo se suspendió definitivamente el envío de la fuerza expedicionaria a Indias, sino que, y esto es lo más importante, durante el trienio liberal el gobierno nada hizo para combatir seriamente la insurrección de Hispanoamérica, al contrario, el general Pablo Morillo, comandante de las tropas realistas, recibió la orden de suspender las hostilidades en Venezuela y Nueva Granada, lo que se concretó en el Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra, que suscribió con Bolívar en Santa Ana de Trujillo el 27 de noviembre de 1820. La política del gobierno liberal posibilitó la consolidación de la insurgencia en la batalla de Carabobo (20-VI-1821), en la toma de Lima por San Martín (12-VII-1821) y en Pichincha (24-VI-1822). El 9 de diciembre de 1824, en Ayacucho, quedó asegurada la victoria secesionista en el sur de Hispanoamérica y constituyó la antesala de la derrota de las fuerzas leales a España. Se cumplió así lo resuelto por los conspiradores de la Península y de Ultramar.

La decisiva participación del gobierno porteño y sus agentes en el pronunciamiento de Riego fue expuesta claramente por el propio Juan Martín de Pueyrredón (1777-1850), Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata desde el 9 de junio de 1816 hasta el 9 de junio de 1819:

«Derramé proclamas por toda la Península, ofreciendo protección y fraternidad a los constitucionales […] Emprendí por fin la obra de insurreccionar el mismo ejército que debía obrar nuestra ruina. D. Ambrosio Lezica, negociante de esta ciudad, fue encargado de dirigirse a su hermano D. Tomás, establecido en Cádiz, para iniciar sus relaciones con los jefes de aquel ejército.

Los señores D. Tomás Lezica y D. Andrés Arguibel, naturales de Buenos Aires y establecidos con crédito en la plaza de Cádiz, fueron los agentes que llevaron a su término aquella riesgosa empresa. Fueron facultados para invertir las sumas de dinero que fuesen necesarias y autorizados para empeñar la responsabilidad del gobierno a todo lo que obrasen conducente al intento. La eficacia y destreza con que se manejaron apareció en el resultado. El ejército de la Isla de León se insurreccionó, la terrible expedición que nos amenazaba se convirtió en daño de este que la formó y la República Argentina se vio por este medio libre y triunfante de sus enemigos. ¡Honor eterno a los nombres de Lezica y Arguibel entre los amigos de la libertad!».

En una tenida de la Gran Logia lautarina llevada a cabo a principios de mayo de año 1818 en Buenos Aires, «el Gran presidente, director Pueyrredón, dispuso que el secretario del Sur diera lectura de las comunicaciones masónicas recibidas de Cádiz, en las cuales constaba que el gobierno español había resuelto concentrar en una grande expedición todas sus fuerzas y lanzarlas directamente sobre Buenos Aires, al mando del conde de La Bisbal, que era quien activaba los bélicos preparativos. Después de un animado cambio de ideas, la Gran Logia resolvió facultar al Gran presidente para que tratara por todos los medios a su alcance, valiéndose de la Logia de Cádiz, de desbaratar la consabida expedición. La historia ha consignado en sus páginas inmortales todo lo que hizo Pueyrredón en aquellas circunstancias, eficazmente ayudado por la Masonería. La Gran Logia puso en sus manos [para] los trabajos a practicarse un millón de pesos. Por dicha suma se les abrió un crédito en la casa Baring a los hermanos Lezica y Arguibel, porteños establecidos comercialmente en Cádiz, quienes se encargaron, como miembros de la logia de dicha ciudad, de incitar a los jefes españoles masones a que se pronunciaran contra su rey y restablecieran la constitución de 1812, debiendo ofrecérseles dinero a los jefes que, sin pertenecer a la Masonería, estuvieran dispuestos a hacer causa común con los masones».

Gandía observa con razón que «el señor Zúñiga no conoció el documento del Archivo General de la Nación aquí estudiado, donde leemos que en España se decía que los insurgentes de Buenos Aires habían enviado un millón de pesos para seducir a los soldados. En cambio, conoció otros, de puro origen masónico, en que constaba que los masones de Buenos Aires habían dispuesto un millón de pesos para ese mismo fin. Un dato confirma el otro. No puede exigirse comprobación más perfecta. Queda revelado y probado el carácter masónico de aquellas negociaciones, de Pueyrredón, de Lezica, de Arguibel y de todas cuantas personas que intervinieron en esos asuntos». La suma aportada por la Masonería, a través de la poderosa banca Baring Brothers, era entonces enorme. Nótese que el Directorio, cuyo titular era Pueyrredón, suministró paralelamente a los agentes nombrados la cantidad de 18.993 dólares. Su importancia es destacada por Rondeau, quien expresó que «sin grandes desembolsos no habría podido aquel comisionado [Arguibel] llevar adelante sus miras».

El papel de Pueyrredón, como acabamos de ver, ha sido fundamental y este prócer de la historia oficial era también converso, pues descendía del cristão novo Juan Rodríguez de Estela, uno de los escasos judaizantes procesados en el Río de la Plata.

5º.- INGLATERRA, ¿DIRIGENCIA O INSTRUMENTO?

Para lograr sus objetivos era menester que los separatistas cristianos nuevos contaran con el apoyo de Inglaterra, la mayor potencia enemiga de España. A lo largo de este trabajo el lector podrá comprobar la decisiva ayuda que ella brindó, por diversos medios, sin los cuales no hubiera podido triunfar la sedición. Es imprescindible, en consecuencia, una digresión en torno a la naturaleza de esta.

Enrique VIII

Casi todos los autores que han abordado su papel en la secesión de Hispanoamérica ignoran el verdadero carácter de la Inglaterra protestante, demoplutocrática y colonialista, la cual no era ni es autónoma, sino que se encuentra mediatizada por el judaísmo y la Masonería. Esto no es una burda patraña de mentes enfermizas, tal sostienen los innumerables autores a su servicio.

Fue decisivo el papel de los rabinos para el nacimiento de la Iglesia Anglicana. Ésta fue la resultante del divorcio de Enrique VIII (1491-1547) y Catalina de Aragón (1485-1536), hija de los Reyes Católicos. Para intentar la anulación del matrimonio aquél recurrió a la ley judía. El monarca de Inglaterra no era judío y se había desposado según las normas católicas: su pretensión de disolver el matrimonio de acuerdo con la ley judía era insólita y constituye un caso único en la historia de la Cristiandad, que no deja de llamar la atención. El hecho encierra un particular significado para quien sepa ver más allá de la superficie, sobre todo porque Enrique VIII solicitó la opinión de los rabinos para decidir su divorcio, el cual provocó el cisma anglicano, que debe ser analizado a la luz de estos hechos. El Rey consultó a autoridades rabínicas de Venecia, Roma y Bolonia por medio de su consejero John Stokesley, exobispo católico de Londres. «Incluso mandó traer a dos rabinos de Italia. Una de esas opiniones, escrita en hebreo, se encuentra en el Museo Británico». El célebre rabí de Venecia, Marcos Rafael, fue invitado a Londres por Enrique VIII y dio su dictamen favorable, convirtiéndose por tal motivo en favorito real.

Abraham Ibn Ezra

La profunda judaización de Inglaterra a través del protestantismo, la cual estudié detenidamente en otra parte11, alteró por completo su carácter y aparte de la religión, tuvo consecuencias políticas, económicas y culturales, afectando hasta su idioma, y dando lugar al insólito desarrollo del angloisraelismo. Además de la enseñanza del hebreo, impartida por los israelitas, conversos y públicos, contribuyeron al desarrollo del hebraísmo en Inglaterra los comentarios judíos, en especial los de Rashi, David Kimji e Ibn Ezra, accesibles principalmente por medio de Nicolás de Lyra (1270-1340), Juan Reuchlin (1455-1522), Sebastián Münster (1488-1552) y Santos Pagnino (1470-1541). El año 1524 Enrique VIII designó profesor de hebreo en Cambridge a Roberto Wakefield (m. 1537/8), amigo de Reuchlin, que entonces lo enseñaba en Tubinga, y en 1540 estableció las cátedras Regius de esa lengua en dicha casa de estudios. Desde 1549 fue allí profesor de hebreo el converso Tremelio, y durante la época isabelina enseñó en ambas cátedras el judeoconverso anglicano Felipe Ferdinand (1555-1598), oriundo de Polonia y excatólico, autor de Haec sunt verba Dei (Cambridge, 1597), traducción de los 613 mandamientos hebreos y de extractos rabínicos. Aparte de los numerosos profesores gentiles, los judíos públicos, algunos de ellos rabinos, han enseñado hebreo y literatura rabínica en Cambridge y Oxford hasta nuestros días. De este modo, la clase dirigente inglesa se encuentra llamativamente judaizada.

Hay que hacer notar que el espíritu y la teología reformados, esto es, calvinistas, nutren el anglicanismo, y que el calvinismo, marcadamente judaico, es el fundamento del sistema capitalista. Por eso, Carlos II (1630-1685) sostuvo con razón que el calvinismo no es una religión de caballeros; es decir, que es una religión de mercaderes. Y ésta no puede tener otra resultante que una nación de mercaderes. Dicho monarca manifestó que «la cosa más cercana al corazón de esta nación es el comercio y todo lo que a ello pertenece». Mal que les pese a los anglófilos, la genuina nobleza no existe en Inglaterra, ya que, desaparecida su antigua nobleza católica, fue reemplazada por una oligarquía de tratantes y advenedizos.

Burghley y Walsingham junto a Isabel I

La influencia judía en la Corona se hizo notar especialmente a partir del reinado de Isabel I (1558-1603). Antes de su coronación ya mostró su gran apoyo al muy influyente confeso Tremelio y cuando éste retornó lo indujo a quedarse en el país. No es fortuito que estudiara hebreo (al parecer con maestros judíos) y se interesara por el judaísmo. Sus relaciones judías son bien conocidas. El prestigioso historiador hebreo Lucien Wolf (1857-1930) hizo notar que «la obra diplomática de nuestros hermanos tuvo una gran importancia histórica. Coincidía en muchos puntos con la política exterior de Isabel; y era, a veces, un elemento considerable en las actuaciones de Burghley y Walsingham». Durante el gobierno isabelino se expandió la colonia conversa que contaba alrededor de cien individuos. Pese a su escaso número tenía fuertes relaciones con la Corona, ejemplo de ello es la actuación de su máximo dirigente, el médico y comerciante Héctor Núñez, del cual Roth manifiesta que «sus amplias vinculaciones fueron de gran beneficio para el gobierno, particularmente en lo que se refería a los asuntos de España». Gozaba de la confianza completa, tanto de Burghley como de Walsingham (ministro de Isabel), y llevó al último la primera noticia del arribo de la Gran Armada [española] a Lisboa. Ya me referí a José Nasí y a Alvaro Mendes. El primero «durante algún tiempo gobernante virtual del imperio turco», que llevó a cabo una inflexible política antiespañola, tenía un exhaustivo conocimiento de la política inglesa y gozaba de influencia entre los personajes importantes relacionados con la Reina Isabel. Mendes, autor de la alianza entre el Imperio otomano e Inglaterra, gozaba de una buena relación con Isabel I y era influyente en la Corte, destacándose su trato con Burghley.

Benjamin Disraeli

Podría referirme a otros judíos que tuvieron influjo en el gobierno inglés durante la época moderna y contemporánea, pero mencionaré solo a Benjamin Disraeli (1804-1885). Bautizado en la Iglesia de Inglaterra, era hijo del escritor sefardí Isaac D’israeli y de María Basevi, y nieto del comerciante veneciano Benjamín D’israeli. Fue la principal figura del Partido Conservador, dos veces primer ministro y tres veces ministro de Hacienda. Máximo exponente del agresivo imperialismo inglés que alcanzó con él su máximo esplendor, en 1877 hizo emperatriz de la India a la reina Victoria, con la cual tuvo una singular amistad. La monarca le otorgó el título de conde de Beaconsfield en 1876.

La absoluta duplicidad y falta de escrúpulos de Inglaterra, la bien llamada «Pérfida Albión», se pusieron de manifiesto cuando aliada a España contra Napoleón, conspiraba para apoderarse de las posesiones ultramarinas de esta última, sobre todo a través de gobiernos títeres. No sólo, como se cree generalmente, por intereses comerciales, sino también por odio profundo contra el gran Imperio Católico de España, enemigo de conversos, protestantes y masones. Las crónicas de todos los ataques, saqueos e invasiones de los ingleses en los dominios del mismo registran siempre las furiosas profanaciones y sacrilegios de los lugares sagrados y símbolos de la Fe Católica.

Los dirigentes secesionistas más destacados eran conversos y sabían bien que Inglaterra estaba judaizada, y que los de su progenie tenían marcada influencia en la Corona, particularmente los banqueros. Por eso recurrieron a ella.

El respaldo apenas disimulado del gobierno inglés a los sediciosos es lo que les permitió lograr sus objetivos. Webster destaca el papel de los soldados de Inglaterra y observa que «ningún otro país suministró igual número de hombres a las fuerzas combatientes de los insurgentes». Y agrega que «de igual importancia fue el suministro de provisiones y dinero a los insurgentes». Como es sabido oficiales y soldados ingleses participaron en los ejércitos de San Martín y Bolívar, y en los de otras regiones. Acerca de su actuación en las fuerzas de ese último, autores como Vicente Lecuna, Eric Lambert, Luis Cuervo Márquez, Guillermo Plazas Olarte y otros, «concluyeron que la Independencia no habría sido posible sin el profesionalismo y la experiencia de los extranjeros».

CONCLUSIÓN

En síntesis, de haber carecido de los datos probatorios del carácter converso de los que encabezaron el separatismo, mediante un simple razonamiento habríamos arribado a idéntica conclusión: si los cabecillas separatistas hubieran sido españoles cristianos viejos, no habrían traicionado a su Patria invadida ni a su Rey prisionero, y aun admitiendo que, de improviso, se convirtieron en republicanos, jamás podrían haber renegado de España ni le hubieran profesado odio tan profundo igual que a sus compatriotas. La única explicación lógica de esta hispanofobia es que eran conversos. La sedición no sólo se limitó a la separación de la Península, sino que instauró el sistema republicano, esto es, la democracia enemiga del pueblo. Por eso, después de la secesión hispanoamericana no sobrevino la Edad de Oro, sino la anarquía más espantosa que ha durado hasta nuestros días, con su secuela de despotismo, guerras civiles, explotación de los pueblos, despojo de sus tierras a los indígenas debilitamiento y desnaturalización de la Fe Católica, aculturación, decadencia en todos los órdenes, etc., así como la dependencia del colonialismo judaico de Inglaterra primero y de los Estados Unidos después. El contraste más absoluto con el admirable y tricentenario Imperio Español. Los pretendidos libertadores fueron, en realidad, los esclavizadores de estos pueblos.

La unidad de la gigantesca Hispanoamérica católica fue aniquilada y, en cambio, las colonias de Nueva Inglaterra, tras la separación de la metrópolis, no sólo se mantuvieron unidas, sino que se expandieron, fundamentalmente a través del despojo de los territorios hispánicos, y hoy los Estados Unidos, judaizados, masónicos y protestantes, son la primera potencia mundial.

Primera parte

Razón Española, revista en papel sólo para subscriptores. Bimestral. 65€/año. fundacionbalmes@yahoo.es ó tel.- 617 32 61 23

  • (11) RIVANERA CARLÉS, Federico: La judaización del cristianismo y la rui-na de la civilización. El verdadero carácter de la heterodoxia cristiana desde la Antigüedad hasta nuestros días, vol. I, pp. 251-266 y 331-364, ed. Instituto de Historia S. S, Paulo IV, Buenos Aires, 2004.

4 respuestas a «Los conversos y la independencia de Hispanoamérica (2/2)»

  1. Es de lo más elemental la conclusión de Federico RIVANERA CARLÉS: “si los cabecillas separatistas hubieran sido españoles cristianos viejos, no habrían traicionado a su Patria invadida ni a su Rey prisionero, y aun admitiendo que, de improviso, se convirtieron en republicanos, jamás podrían haber renegado de España ni le hubieran profesado odio tan profundo igual que a sus compatriotas. La única explicación lógica de esta hispanofobia es que eran conversos.”
    Se sigue con este mismo tipo de infiltración de los marranos en la Iglesia Católica, decir que estos impostores infiltrados en la Jerarquía de la Iglesia NO son cristianos. Solo un grandísimo hijo predilecto de la gran Ramera de Babilonia y de la Serpiente Antigua como Bergoglio podría decir que la evangelización española de América “faltó el respeto a los pueblos indígenas”. El pasado mes de agosto Bergoglio en su audiencia general de la evangelización de América, dejó claro que hubiera preferido que los apóstoles del Nuevo Mundo actuaran con la mentalidad ‘inclusiva y multicultural’ del siglo XXI. Todo al más puro estilo de la leyenda negra que propagan estos dementes seguidores de Satanás.

    1. Ni que decir tiene que suscribo tu comentario y, por supuesto, alabar la extraordinaria obra, lucidez de este gran historiador que es Federico Rivanera un erudito como la copa de un pino.
      Y un extraordinario conocedor de la influencia decisiva de los conversos en la Independencia de Nuestra América.
      Gracias a Federico
      Saludos a ti, Eugenio y, por supuesto a todo el mundo (se entiende fuera del NOM sionista)
      DIOS, PATRIA y REY LEGITIMO

      1. Ángel Boya Balet dice:
        5 de septiembre de 2023 a las 2:24 pm
        Monarquía vs República y viceversa
        I. Caballero dice:
        4 de septiembre de 2023 a las 6:05 pm
        Muy estimado y querido, JESUS, como la respuesta no se puede escribir en 10 minutos, intentaré contestar argumentando las muchas cosas que sé de Franco y que, pueden – pueden, repito – ser faciles de entender.
        Un abrazo, querido y admirado, JESUS.

        Nuestras diferencias NO son las ideas, sino los HECHOS.
        Solo escribir, lo que expresaba mi padre, buen conocedor de Franco y, su padre – mi abuelo -, idem de lo mismo, siempre siguiendo al gran militar de HONOR que era Mola…. si lo hubiéramos «pillado» en Pamplona el 19 de julio, otro gallo nos iba a estar cantando…
        Mola fue asesinado… seguro… y Sanjurjo, es probable.
        DIOS, PATRIA y REY LEGITIMO

        ¿Sugiere Ud. que su abuelito y su papi le contaron que el general Franco inspiró o consintió esos posibles asesinatos?

        Si el general Franco hubiese estado en Pamplona el 19 de julio del 36 el papi y el abuelito de Ud. habrían estado en posición de firmes y a las órdenes de Vuecencia, mi general y con los pantalones sucios por detrás.

        ¿Qué credibilidad tenían ese par de elementos?

        ¿Por qué no denuncia públicamente esos hechos?

        ¿Por qué no aporta públicamente las pruebas?

  2. La élite anglo sionista de hoy, son los marranos de siempre, con su cábala luciferina. Sus lacayos masones, son una excrecencia replicante; como el protestantismo, el progresismo, y los ismos en general, en estratos inferiores de la pirámide, infectan los gobiernos del mundo desde hace siglos.
    Básicamente la élite de turno acumuló, en solido bloque, las riquezas suficientes para doblegar cualquier voluntad, y vencer, con el tiempo, cualquier oposición, ya que su único derecho, es la fuerza para someter a todos (Protocolos).

    Aquellos del becerro de oro y la orgía, que no fue de vino, sino de sangre y sacrificio. Los que ofendieron a Moisés y ofenden a Jesús. Esos, se inventaron un dios a la medida de sus bajezas, debilidades y bajos instintos (como Zebi) que, no solo las admitiera, sino que también las obligara, las premiara; terminando por imponerlas a la humanidad toda, escoria sometida y embrutecida. Empezaron y empezando claro, por sus alucinados lacayos.
    Cuando esta élite se dispersó por el mundo, siguió unida en sus creencias anti mosaicas, anti cristianas; pues atacaban a su concepto de dios ideal: Mammon, es decir el poder y la riqueza, es decir, en el fondo son ateos y, siempre, hijos de Satanás (no es un insulto).
    Se imbricaron entre los enemigos del Imperio cristianizante español, penetrando hasta su cabeza y desde estos países vendidos al diablo (al oro), conspiraron contra el cristianismo, llevándose por delante, necesariamente, a quienes con mejor o peor acierto e intención, lo defendían.

    Recomiendo leer a Buhigas en este tema «El programa del marranismo» (Sionismo, iluminados y masonería-Sekotia-); especialmente con relación a Quevedo y su isla de los Monopantos.

    Resumiendo, la élite marrana de ayer es la anglo sionista de hoy. Son los que imponen el NOS/M comunista esclavista modelo chino… anticristiano. Esa élite que dice representar al pueblo judío, no es el pueblo judío. El pueblo judío es su primera y mayor víctima, como dijo el Mesías, y por esta élite, dejó de ser el pueblo elegido desde Abraham (Daniel).
    Esta élite son los «expertos» del pueblo democrático que nos confinan, nos arruinan, nos fumigan, envenenan, etc etc etc.

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