Los ucranianos tienen lo que se merecen (y nosotros la censura que padecemos)

NOTA.- Cuando el autor de este artículo intentó que fuera publicado en otro medio, Google lo censuró aduciendo que «Debido a la guerra que está teniendo lugar en Ucrania, vamos a pausar la monetización del contenido que constituya explotación de la guerra para obtener beneficios, que la niegue o que la justifique». Como nosotros no queremos dinero de nadie, ni siquiera de publicidad, somos de los pocos libres del todo para publicar e informar de la verdad sin tapujos. Esta es la causa, y la prueba, de que todos los medios occidentales sólo publiquen sobre el conflicto ruso-ucraniano lo que EEUU/OTAN/UE quieren.
Día sí y día también desde que comenzó la guerra en Ucrania visitan los medios occidentales ciudadanos ucranianos que cual plañideras profesionales nos cuentan sus penas y nos ilustran con ejemplos puntuales sobre lo malo que a su parecer son los rusos y los estragos humanos y materiales que causan sus acciones militares. De verdad que no llego a entender de qué se quejan si tienen lo que se merecen porque ellos así lo han querido. Y es que Ucrania, sea por pasarse de lista o por absoluta estupidez, hace varias décadas decidió tomar una senda que estaba claro que llevaba al precipicio donde hoy se encuentra; y, peor aún, porque cuando llegó al borde en vez de echar marcha atrás decidió lanzarse al vacío. Así pues, que dejen al menos de quejarse.
A partir de la disolución de la URSS, el situación internacional cambió radicalmente en cuanto los EEUU se vieron sin rival en Europa (Eurasia) y, cual imperio que son desde la II Guerra Mundial con las mismas virtudes y defectos que cualquier otro anterior, creyeron llegado el momento de hacerse con el control ya total y sin paliativo alguno del mundo; la propia y lógica crisis inicial de la recién creada Federación rusa así se lo hizo creer aún más. Fue la década de los 90. La misma en la que aquella OTAN, brazo armado de su imperio, pues no lo puede haber sin uno, creada años antes que su rival, aquel Pacto de Varsovia, y no disuelta cuando éste murió, se expandió agresivamente hacia el Este sin justificación alguna. Precisamente eso fue lo que hizo saltar las alarmas en Moscú impulsando a los rusos reaccionar decidiéndose por un líder que pusiera orden dentro de casa, sacara a Rusia del marasmo, la hiciera crecer, recuperar sus anhelos de volver a ser la potencia que es y la colocara en guardia contra la nueva amenaza, incluso bélica, que, como siempre en su historia, le venía de nuevo de Occidente (no se olvidan en Rusia los sufrimientos padecidos por culpa de Napoléon y Hitler).
Y los ucranianos, que geográficamente se encuentran en medio de unos (EEUU/OTAN) y del otro (Rusia), en vez de hacer honor a la palabra dada al desgajarse de la URSS de mantenerse neutrales, se dejaron arrastrar por las promesas occidentales, con los EEUU a la cabeza, olvidando lo que en su día dijera John Foster Dules, Secretario de Estado norteamericano: “EEUU no tiene amigos, sólo tiene intereses”; lo que bien sabemos los españoles: “Excelencia, no nos quieren, pero nos necesitan. Cuando no nos necesiten nos destruirán” (Carrero Blanco dixit en 1952).
Durante las dos primeras décadas del siglo XXI los ucranianos, dejándose llevar además por sus propios demonios, se apuntaron definitivamente a caminar por la senda de la perdición: apoyaron la “revolución naranja” que fue en realidad uno de tantos golpes de Estado encubiertos de los incontables promocionados por los EEUU en todo el mundo a lo largo de su historia, por supuesto sólo en su propio beneficio geoestratégico y comercial; apostaron por el ingreso en la cada día más agresiva OTAN y en la UE –su oposición a ello por saber lo que podía significar para el país le costó al presidente electo democráticamente Viktor Yanukovich el cargo y el exilio–, despreciando la línea roja trazada por Moscú; fueron cómplices activos de la brutal limpieza étnica que su ejército, junto con las sanguinarias milicias nacionalistas, llevó a cabo en el Dombás durante una década causando 14.000 muertos e incontables heridos plagado todo de graves sufrimientos y violaciones de los derechos humanos; firmaron con Moscú los Acuerdos de Minks –solución diplomática pacífica a dicho problema regional, muy similar a la practicada en otras partes del mundo–, bajo la supervisión de Angela Merkel, François Hollande y la OSCE, pero sabiendo, como sabemos hoy por declaraciones públicas de Angela Merkel y del propio presidente ucraniano firmante, , que todo era un engaño, una treta, para ganar tiempo para que tanto Ucrania como la OTAN pudieran armarse; no dudaron en hacer presidente a un cómico –títere declarado de los EEUU/OTAN– olvidando que cuando un payaso ocupa el palacio, él no se convierte en rey, sino que el palacio se transforma en un circo, en este caso además trágico; para más inri, Zelenski ha demostrado que para salir del atolladero en el que se ha metido por creer que los norteamericanos se lo iban a solucionar, no tiene escrúpulos en empeñarse en ingresar como sea en la OTAN para que seamos nosotros los que muramos por él en la que sería la tercera guerra europea… o incluso mundial.
Lo peor de todo, o no sé si lo mejor, es que ante cada paso que daban en tan mala dirección, Putin no dejó de avisarles de las consecuencias con una claridad y sinceridad indiscutible. El acusarle ahora a él de haber invadido un país soberano, tampoco es posible porque Occidente (EEUU/OTAN) viene siendo desde hace décadas experto en tal tipo de transgresión del derecho internacional, por lo que tampoco puede tirar esa piedra.
Los ucranianos no tienen razón alguna para quejarse, porque como hemos visto –y aún se podrían esgrimir muchas más razones–, tienen lo que se merecen porque es lo que han querido.
Yo, en cambo, me quejo, y con toda razón, de que con mis impuestos tenga que alimentar, escolarizar, etcétera, a los 180.000 ucranianos que han “invadido” España; de los suministros que enviamos; de las armas que les suministramos vaciando nuestros ya de por sí exiguos arsenales; y de que exista la posibilidad de que jóvenes españoles se vean obligados a luchar en una guerra que ni nos va ni nos viene y, peor aún, que han provocado los mismos ucranianos que tanto se quejan.

Ucrania es una ficción. La verdadera identidad ucraniana es la rutena o galiciana, católica de rito griego.
Magnífico análisis. Me ha recordado el principio algo curioso que, aparentemente banal, no vendría al caso, pero que en realidad si viene ¡y cómo!
Verán, hay un avispado argentino, -el que lo quiera buscar que lo haga en el «tutubo»: Gustavo Llusá se llama-, que se ha conseguido varios centenares de miles de seguidores en su canal, -más de 300.000-, a base de mostrar las bellezas de los países del este de Europa, pero especialmente las de los chihuahuas bálticos. El menda está casado con una señora de por allí y ha aprovechado el viaje hasta el punto de instalarse por esos lares. Todas sus imágenes entran en lo perfectamente correcto, no vayan a creer, y podrían inscribirse en el ramo de lo que podríamos llamar turismo «vistoso».
Pues bien, es el caso que rodando imágenes veraniegas en una de las playas del Báltico, recoge así como quien no quiere la cosa, a lo tonto y a lo bobo, una escena que no tiene desperdicio y que cuento telegráficamente: Arena, ,bañistas, señoras y señores con la breve indumentaria del caso, y un poco más atrás en la arena el típico grupo familiar de amigos, tres parejas maduras de aspecto acomodado, o sea, gente normal, bien y limpia, que mira por donde son rusos de allí, porque en donde los chihuahuas viven muchos muchos rusos. El argentino se pone a hablar con ellos, que si les puede filmar y tal, que qué tal la playa, y que…vaya lío con la guerra ¿no? La cámara hace un recorrido por el grupo y, curiosamente, los hombres aparecen como si les hubiera dado una alferecía o algo, porque se vuelven en la toalla o se levantan a coger no se qué. La señora que está a la derecha del plano, una cuarentona, elegante, bien plantada, rusa, se echa a reír y mirando a la cámara dice: «Estos no quieren hablar porque lo que tienen es miedo, ¡pero mira que sois cobardicas!, deja de reír, y seria sin dramas ni nada, le dice al Llusá, que es el que traduce todo: -¿Usted de donde es? -Argentino, dice el otro, pero vivo aquí porque mi mujer es estonia o algo así, perro de los bálticos.-Pues verá, se arranca la señora, lo que ha pasado se veía venir, esta gente de Ucrania no tiene remedio y ni saben comportarse ni son patriotas ni nada, se han vendido porque se creen muy listos y piensan que van a machacar a los rusos, porque nos odian ¿sabe Vd.?». El «furtivo» más próximo a ella, el que parece el marido, asoma entonces la gaita, tras la hamaca de la mujer donde se ha tumbado, y da la impresión de que, por un lado, asiente, y, por el otro, los ojos y la expresión de la cara, de como si se hubiera tomado un «tripi». En eso, aparece en escena una pequeña comitiva, la encabeza una mujer joven con traje de baño a la moda blanco y seguida por lo que parece ser su marido o algo así, joven también, distraído, seguido por dos mujeres que podrían ser sus hermanas o sus amistades, y detrás, un par de críos haciendo lo que los niños hacen en la playa. La que bien pudiera ser madre joven, por la actitud que en seguida toma frente al grupo de rusos, resulta ser ucraniana que, diríase, pasa con su familia a lo que se ve unos días de asueto descansando de las fatigas guerreras, con su marido etc., pero henchida, como acto seguido se verá, de ardor patriótico después de haber oído lo que decía la señora que, evidentemente, no tiene ella por qué saber es rusa. Ni corta ni perezosa, encarándose al grupo de la señora, la ucraniana lanza la tirada: «Debería darle vergüenza hablar así de Ucrania que ha sufrido una invasión salvaje y lo estamos pasando muy mal y sufriendo mucho con destrucciones y bombardeos y salvajadas….» La rusa, mirándola directamente desde su asiento, sin aspavientos y como quien pide cuarto de ternera para guisar y dos entrecots bien cortados, no la dejó terminar: «Tú eres ucraniana ¿verdad? y te permites el lujo de decirnos a los demás lo que tenemos o no tenemos que pensar. Pues has de saber que vuestros cuentos de haceros as víctimas y vuestras mentiras las tenemos muy oídas y quizá logres engatusar a alguien pero ni a mi ni a muchos nos la dais. La guerra la habéis provocado vosotros y ahora os la estáis comiendo con vuestro propio pan ¡que aproveche! Y, por cierto, tú de sufrir poco, tú eres una mentirosa más y si tanto te importa Ucrania ¿qué haces aquí en la playa con tu marido o quién sea?» El marido, si es que lo era, ni abrió la boca, los niños a lo suyo y las parientes hermanas o lo que fuera mirando al tendido. La tan intrépida como patriótica de pega ukro, primero, se quedó con la boca abierta, después, miró a un lado y a otro y, luego, «fuese y no hubo nada» como decía el otro.
Para mi, y esto fue el verano pasado, fue una escena tan sintomática de la realidad como indicativa de la catadura de algunos ukros; que no serán tan pocos, porque un lio como el que tienen no lo montan cuatro.
Por cierto que el argentino y la rusa siguieron hablando como si tal cosa.
Estimado señor: magnífica aportación, sin duda. Gran testimonio. Saludos cordiales
Una cosa son los ucranianos y otra quienes les dirigen, y una cosa son los rusos y otra quienes les dirigen. Como viene pasando a lo largo de la historia, y hasta la saciedad: dividen y enfrentan; pero para el mundo no existen (y si algo se sabe, languidece en los rincones); sin embargo, siempre sacan provecho, aunque sea de carambola. Si te vas fijando en las hojas no ves el bosque,
Pues si una cosa son unos y otra cosa quien los dirige, me temo que, al menos en lo referente a Ucrania, Vd. no ha visto las manifestaciones de miles, que a las claras se ve que no eran ciento, de las que con todo lujo de imágenes informó en su día -allá en el entorno de 2008-2014- la revista Times, en un gran reportaje tanto filmado como escrito en extenso, y en las que los ukronazis lucían tanto la bandera bicolor rojinegra de los «nacionalistas integrales» de los 30′, a los que pertenecían joyas como Román Yósipovich Shujiévichdel, jefe del UPA, ejército insurgente ucraniano, cuyos hombres en Volinia tenían en los 40′ una curiosa forma de divertirse, de la que existen por cierto hartos testimonios gráficos pues también eran por lo visto aficionados a la fotografía gracias, ya se sabe, a las cámaras portátiles alemanas, tan modernas entonces como de calidad no igualada jamás por los anglos. Sabemos, por esos documentos, que se divertían atando a niños pequeños, previamente arrancados de los brazos de sus madres, a las que previamente habían desnudado a palo limpio para que, antes de echarles el vientre fuera a bayonetazos, vieran cómo sus hijos eran, eso, atados vivos unos con otros, boca abajo o boca arriba, sujetos con alambre de espino al tronco de un árbol y tiroteados o apuñalados o arrancados sus bracitos etc., ese angelito fue uno de los fundadores de la OUN (nacionalistas ucranianos). También andaba por allí, presumiendo de uniforme de Hugo Boss, aunque por supuesto sin los signos distintivos alemanes SS sino en todo caso con los atributos de esbirro, otro ucraniano, supongo que para Vd, inocente ciudadano, dechado de humanidad que se llamaba Stepan Bandera; el mismo, este último, al que el exboxeador y campeón mundial de los pesados, el mayor de los hermanos Klischko, Vladimir, no tiene empacho en rendir homenaje con toda pompa en el ayuntamiento de Kiev que actualmente preside. Vladimir, siguiendo su razonamiento, no es otra cosa que un buen tipo que desde la alcaldía de Kiev hace lo que puede ¿no?
En el famoso reportaje de la revista estadounidense TIMES, donde retratan, insisto, manifestaciones con toda la parafernalia que es del caso, se ve que, modernamente, hace cuatro días como quien dice, varios millares de esos, según usted, benéficos ucranianos manipulados por los malos de turno, estaban los pobres aburridos del crudo invierno y, sin duda para calentarse andando, lo mismo linchaban moliendo a palos a quien no pensaba como ellos, que quemaban vivos, como en la casa de los sindicatos de Odesa, a los que osaban desafiarles, que nutrían multitudinarias, decenas de miles de ellos, comitiva tras comitiva, manifestación tras manifestación, cortejo tras cortejo, luciendo en tan divertidos eventos, lo mismo uniformes o bates de beisbol, que luego armas largas, con sus correspondientes antorchas los demás. Todo ello, bajo un flameante mar de banderas amarillo vómito, en las que campea el símbolo, benéfico e inocente igualmente ¿verdad?, del Wolfsangel, runa muy conocida de unos que me se yo en los 30′-40′ del pasado siglo, y que no se refiere precisamente (angel) al Ángel de la Guarda. mientras que mira por donde (Wolf) si es en efecto ese animal que destripa a las ovejas, caso de no haber mastines guardianes, como ocurre en las proximidades de mis lares de origen y en otras partes de la España septentrional. Por cierto, que me cago en los animalistas, y me cago en los putos holandeses de mierda que los financian; los que por supuesto no han visto un lobo ni una oveja destripada en su puta vida de comemierdas por muy ricos que sean, que lo son igual de hipócritas y de cerdos apestados.
Pero, bueno, el caso es que esos benéficos ukros, víctimas los pobres, según Vd., en los 40′ cuando tuvieron impunidad sin arriesgar ni la uña del dedo meñique, hicieron cosas que, documentadas por los servicios alemanes, causaron a estos tal asco que no dudaron en calificar de bestias a los que así se sometían a ellos, si bien de paso, los alemanes siempre ven el lado práctico del asunto, no dudaron en emplearlos, preferentemente, como guardas de los campos de concentración que iban instalando a medida que ocupaban el territorio oriental europeo, -ya los tenían (Dachau-Buchenwald) modélicos como centros productivos en Alemania, por supuesto; pero, en el este, tuvieron el carácter de ser, algunos, perfectamente instalados con todos los adelantos de la época, como conglomerados industriales enormes (Buna-Monovitz), altamente productivos con mano de obra abundante, mayormente esclava; o lisa y llanamente de concentración y eliminación, tanto para prisioneros de guerra rusos como para civiles de todas clases indeseables para ellos, Fueron, pues, en este segundo grupo, en territorio fuera del Reich exclusivamente, donde la administración concentracionaria alemana de ocupación empleó en masa a, curiosamente, ucranianos tan inocentes naturalmente como buenas personas que, siguiendo su razonamiento, eran manipulados por los «malos» ¿no? Fueron miles, no cientos, los ucranianos que no dudaron presentarse voluntarios para, de paso que se solventaban la cuestión de las lentejas de una manera relativamente cómoda y según ellos creían segura, utilizar bien el palo que la soga y hasta en algunos casos, no todos ni mucho menos sólo por aquellos que habían sido rigurosamente seleccionados como auxiliares de los batallones alemanes de policía, el arma reglamentaria, para mantener a raya a los inquilinos de los establecimientos que voluntariamente mantenían vigilados. Eso si, al menos en los principales campos productivos del Reich propiamente dicho, a tales «voluntarios», que rarísimamente eran aceptados como vigilantes, no se les concedía en absoluto la cualidad de «kapos», que no hay que confundir con vigilantes puesto que el kapo (vulgarismo del concepto «Kameradschaftspolizei», que pasa a ser popularizado entre los internados, de todas clases y orígenes, como «Kamerad-Polizei», o sea, «camarada policía», acrónimo luego «kapo», que designa al que ocupa por decisión de la administración del campo el puesto de encargado (Vorarbeiter) y nombre con el que los conocen tanto como les temen los demás reclusos. Se trata, pues, de un interno de confianza con al que le confían labores de seguridad y ejecución material de actividades cotidianas atenientes a la vida interna del campo, puesto privilegiado que, al menos en el interior del Reich, se otorgaba en exclusiva a los miembros del PK, o sea, el partido comunista alemán. Por cierto que Churchill manejaba informes, desclasificados en los setenta, que indican, que para el caso concreto de Buchenwald, que tales individuos eran mucho más temidos por los reclusos que los propios SS, administradores plenipotenciarios de los campos, a los que en realidad veían raramente y nunca para bien.
Por cierto, que fue en este campo cercano a Weimar donde como se sabe estuvo interno Jorge Semprún Maura (Madrid 1923-París 2011), más conocido como el ex-comunista ministro de cultura que fue de Felipe González, que ocupó en efecto el cargo de «kapo», tal como su hermano Carlos revelaría ya viejos los dos animando a su hermano a que dijera la verdad: «¿Cuándo le vas a decir a la gente que tú en Buchenwald eras «kapo» Jorge?», le preguntó públicamente Carlos, a lo que Jorge, por supuesto, no contestaba aunque tampoco lo negara, entre otras cosas porque no podía, si bien eso no le impidió seguir haciendo el don Tancredo mientras, a tanto alzado, escribía las patrañas habituales en un comunista (millonario) al fin y al cabo.
Termino ya mi respuesta a su bondadosa reseña sobre los pobres ucranianos, manipulados por esos pocos malos y tal, no sin decirle, -fíjese si serían tan pocos y estarían tan manipulados los pobres-, que nada más entrar los regimientos acorazados alemanes por la frontera ucraniana, antes de ocupar Kiev a la que lisa y llanamente borraron previamente del mapa a bombazo limpio, -quién evita la ocasión evita el peligro, ¿no?, previsores que son los alemanes, pues ya en tan tempranas fechas, como le digo, el comando SS recibió la solicitud de, nada de cien o doscientos, sino de veinticinco mil ucranianos ¡25.000! que se presentaban voluntarios para lo que fuera menester. En consecuencia, con la característica previsión organizativa alemana que les caracteriza, la jefatura de las SS (Schutzstaffel) los incluyó en su brazo militar, las Waffen SS, destinado a agrupar a aquellos aliados extranjeros voluntarios que, en principio, bajo jefes y oficiales exclusivamente alemanes del citado escalón del partido (NSDAP, la mayor parte de las veces en traducciones ratoneras, pero que significa exactamente: «Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes») fueran aptos y se presentaran para servir al Reich con las armas en la mano. Pues bien, en este caso de los, según Vd., inocentes y manipulados ucranianos, la jefatura SS creó la «División Galicia», esto es:
14. Waffen-Grenadier-Division der SS (galizische Nr. 1). Waffen-SS-Division Galizien.
Por cierto que viene a cuento aclarar lo que algunos necios se empeñan en continuar contando, necios uniformados, dilectos de la tan asimétrica como comunista comemierda mofletuda, para más INRI. Por lo tanto, no estará demás insistir en que, del citado sistema organizativo, desde un principio quedó excluida España a la que, como radical y exclusiva deferencia, se le permitió, a los integrantes de la división de voluntarios que envió para concentrarse en Grafenwöhr (Baviera), modificar el juramento de servicio a la bandera (que no otra cosa era el llamado juramento al Führer), integrándose terminada su preparación como una más de las divisiones del ejército alemán, con especial mención en la leyenda de su insignia al número, origen y carácter voluntario de sus miembros ( 250. Infanteri- Division. «Spanische Freiwilligen». «…der deutschen Wehrmacht»; esto es, Die Blaue División o División Azul, oficialmente: «División española de voluntarios», 250 del ejército alemán).
O sea, y para concluir, he hecho muchos kilómetros con la bicicleta por los fastuosos bosques alemanes de la Renania y, curiosamente, las hojas de sus imponentes robles («Stark wie ein deutsche Eiche», se dice del hombre que es fuerte como un roble alemán), de sus esplendorosas hayas, de sus melancólicos abedules y demás, jamás me han impedido ver la magnificencia del bosque. En cambio, a lo que se ve y en lo tocante a Ucrania, a los «ukros» más bien, no falta el que presumiendo de bondad («to’ er mundo es bueno», como dicen con sorna los que en España se refieren a los crédulos a fuerza de simples) lo que mira en realidad es a las «avijojas», como decimos en Castilla a las musarañas, para al final no enterarse de nada y ser feliz o no ¿quién sabe?
Fe de erratas: Al referirme a la figura del «kapo», con preferencia y dentro del Reich de forma exclusiva, puesto reservado a los miembros del «Partido Comunista de Alemania», por error figura la abreviatura de este como «PK», cuando su acrónimo correcto es: «KPD».
Pues que quiere que le diga, usted parece que sabe muy bien lo que pasa y no seré yo quien le contradiga, pero, el caso es que si alguien quiere crear una guerra y que dure un determinado tiempo por la razón que sea, pues seguramente, se ocupará de crear tensión, bien real, bien ficticia. Y cuanto más salvaje, más tensión; por lo que sus ejemplos, como en tantos conflictos, entran perfectamente en este tipo de táctica. De hecho, los atentados con bandera falsa apoyados en propaganda son los que calientan al personal de uno u otro lado.
Zelensky y Putin no son más que dos obedientes masones, servidores del anglo sionismo, y sirven a la estrategia de las antítesis relativas; una guerra de larga duración que ya se anunciaba antes de la plandemia. O sea, el salto al vacío más impresionante de la historia de la conspiración marrana, o como imponer formalmente (lo que ya existe de facto) la dictadura mundial comunista esclavista modelo chino por parte de los amos anglo sionistas nazis.
Por eso le digo que ni entro ni salgo en quien tiene razón o quien hace más el salvaje. Usted sabrá, que parece que lo sigue muy de cerca. Saludos.