El lumpen.

El problema en España, desde hace cuatro décadas, es que los españolitos no tienen reparos en echarse en manos del lumpne nacional, con perdón, pues es tal la incultura, la demagogia, la decadencia, la corrupción y la estupidez que caracteriza a la mayor parte de nuestros compatriotas de esta época, que no tienen problema alguno en, incluso, hacer subir al lumpen hasta los más altos cargos de responsabilidad y de… chupe y mangancia.

Se define como «lumpen» a aquellos individuos –o grupo social–, normalmente urbanos, aunque también pueden ser rurales, socialmente degradados, marginados o no integrados en la sociedad, como vagos, maleantes, prostitutas, delincuentes, paniaguados, etc. Su subsistencia depende, en gran medida o absolutamente, de toda clase de actividades corruptas, deshonestas o criminales; también de desechos y de la caridad. Como tal, por sí mismos, el lumpen no posee medios de producción ni aporta fuerza de trabajo, por lo que es un grupo social improductivo y sus miembros parásitos que viven de los demás. Debido a que el lumpen carece de conciencia, de moralidad, debido a que sus individuos son completamente amorales, son susceptibles de venderse y ser comprados por cualquiera y de apoyar proyectos y de cometer actos que, por muy repugnantes que sean, aseguran su supervivencia.

Todo país, toda sociedad e incluso todo grupo o colectivo humano tiene su lumpen. Pero como se les conoce, como se sabe qué son, qué no son, de qué van y de qué no van, los demás, los que no pertenecen al lumpen, ni ganas que tienen, optan por tenerlos controlados, vigilados, reducidos a su submundo, ignorados y, desde luego, jamás confían en ellos, por lo que no se les da nunca ni voz ni voto, pues nadie en su sano juicio lo haría; eso sí, como no dejan de ser seres humanos, por muy viles y bellacos que sean, se les permite existir y respeta en lo propio a su dignidad humana, la cual no por ser lumpen la pierden.

El problema en España, desde hace cuatro décadas, es que los españolitos no tienen reparos en echarse en manos del lumpne nacional, con perdón, pues es tal la incultura, la demagogia, la decadencia, la corrupción y la estupidez que caracteriza a la mayor parte de nuestros compatriotas de esta época, que no tienen problema alguno en, incluso, hacer subir al lumpen hasta los más altos cargos de responsabilidad y de… chupe y mangancia.

El caso de Ana Gabriel es uno, entre muchos, de los que vale como ejemplo. Esta individua prototipo del lumpen catalán y por ello español, llegó a donde llegó porque una nada despreciable cantidad de personas, no sólo del lumpen como ella, ni mucho menos, sino de fuera de él, la votaron; y antes la jalearon y le concedieron subvenciones y beneficios. Así, con ella al frente, la CUP, paradigma del lumpen en grupo, consiguió sentarse en el parlamento catalán, mandar y medrar.

El resultado, como no podía ser de otra forma, es el que vemos: una Cataluña y por ello una España dislocada, destruida, enloquecida, crispada, aborregada; como ella y los suyos. ¿Qué esperaban ustedes, que además tuviera la dignidad y el valor personal de asumir las consecuencias de sus actos? Pues entonces es que no conocen ustedes lo que es el lumpen. Qué más da que se haya fugado a Suiza o que mañana se vaya a Luxemburgo, a Nueva York, a Cuba o Venezuela, lo importante es que como miembro del lumpen ha actuado como tal. Porque la definición dada más arriba no dice que los del lumpen sean tontos.

Además, no hay de qué extrañarse tampoco, toda vez que Ana Gabriel sólo ha seguido el manual del dirigente anti-español de todos los tiempos que dice que cuando las cosas se ponen feas o se acaban, lo que hay que hacer es salir pitando y, desde luego, sin decírselo ni a los más cercanos ni a la madre que los parió, o sea, dejando a los suyos en la estacada, que para eso son tontos.

Casos clamorosos, entre muchos que se nos vienen a la memoria son: el de Antonio Pérez, secretario de Felipe II, que cuando se vio cogido en su abyecta traición huyó a París, vía Zaragoza, dedicándose desde entonces a crear la «leyenda negra» contra el rey y Españ; el de Indalecio Prieto cuando fracasó el golpe-revolución socialista de Octubre de 1934 yéndose a París; todos los máximos líderes del PSOE y del PCE en Marzo de 1939 marchando a la URSS, Francia, Méjico y otros países hispanoamericanos; muchos de los sociatas y comunistillas el 23-F corriendo a la frontera francesa o portuguesa; y los de ahora, es decir, el ínclito Puigdemont y sus cinco consejeros y la chica del sobaco maloliente; la cual, como sabe que en Suiza no puede ir con las pintas que aquí se le han permitido, de manera premeditada y alevosa, pues para eso llevaba días y días sin aparecer, se dejó crecer el pelo, se fue a la «pelu» y se ha puesto look de ursulina, de niña bien y de pija, no sea que los calvinistas suizos la fueran a confundir con… el lumpen de su país; lo que no quita que cualquier día vuelva a su cutrez, porque la cabra siempre tira al monte y la mona, aunque se vista de seda, en mona queda.

Pero es que Ana Gabriel y los suyos, estos sí que son tontos, no es, ni mucho menos, la única del lumpen. Junto a ella están en Cataluña los Puigdemont y los de su PDeCAT; los Pujol y su CiU; los Junqueras, Rufián, Tardá y su ERC. Y en Vascongadas y  Navarra los Arzalluz, Ibarreche, Urkullu y su PNV, y los Urizar, Matute, Uxue Barkos y su Bildu, Sortu y otros. En Galicia los Beiras, Pontón y su BNG. Y en todo el territorio nacional los Pablo Iglesias, Echenique, Errejón, Carmena, Maestre, Irene Montero y su PoTemos plurirregional.

Pero no se engañen, porque también forman parte del lumpen español, aunque no lo parezcan –ser del lumpen no significa que hay que tener pinta de desarrapado, yonqui, guarro o malencarado, no, ni mucho menos–, los Carrillo, Anguita, Lara, Garzón y su PCE-IU; los González, Guerra, Zapatero, Sánchez y su PSOE; los Suárez, Fraga, Vestringe, Aznar, Rajoy, Santamaría y su PP; y los Rivera, Arrimadas y su C,s.

¿Que no se lo creen? ¿Que no están de acuerdo? Pues vuelvan a echar un vistazo a la definición de lumpen y verán como encajan en ella.

 


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