Macarras con moto y con patinete
Vivo en Zaragoza, esa ciudad donde dicen que los que vivimos aquí podemos hacerlo en cualquier lugar del mundo, pues el tiempo es bastante inclemente, y el cierzo un horror.
Pero no me quejo. Es lo que hay.
No tenemos ni primavera no otoño, y pasamos del frío al calor, y a la inversa, sin solución de continuidad.
A estas peculiaridades de la ciudad, que agrupa a más de la mitad de la población de Aragón, con la manía de ubicar aquí todas las instituciones de la autonosuya, de forma que hemos pasado del centralismo madrileño al centralismo zaragozano, se une ahora la gran cantidad de macarras que pululan por nuestras calles…
Y manda el PP, pero es tan inane y consentidor de todo tipo de desafueros como los de Podemos.
Abundan los macarras con moto, a unas velocidades a todas luces excesivas, y con los tubos de escape posiblemente trucados, que amenazan con dejarnos sordos cuando tenemos la desgracia de estar cerca de uno de esos energúmenos.
¿Y qué decir de los patinetes, que invaden las aceras peatonales, pasan los semáforos en rojo y, en definitiva, hacen lo que les da la gana…?
No sé a qué se dedican los policías locales, la verdad, pero a juzgar por su inactividad al respecto, más bien parece que siguen órdenes superiores de “dejar hacer”.
Otra explicación plausible no encuentro.
En definitiva, entre la gran cantidad de macarras con moto y con patinete, la instalación de numerosos carriles para bicicletas en el caso urbano, pese a las pocas que se ven circular, salir a la calle se ha convertido en un deporte de alto riesgo.
Ítem más, esos artilugios carecen de matrícula, y de seguro, voluntario u obligatorio, sus conductores tampoco han hecho ningún curso de seguridad vial, ni superado un examen de conocimientos mínimo de las señales de tráfico, con lo cual están convencidos de que todo el mundo es orégano, y hacen de su capa un sayo.
Y, por supuesto, en la mayoría de los casos, cuando atropellan a un viandante, generalmente una persona mayor, huyen a la carrera, dejando al lesionado tirado en el suelo, y sin prestarle el mínimo auxilio, llamar al 112, etc.
Vamos, lo que hace una persona digna de tal nombre.
En fin, señores del PP, no cuenten con mi voto…

Don Ramiro, permítame decir que el problema de los macarras en patinete, por desgracia, está extendido a todas las poblaciones de España. Viendo a estos macarras, me doy cuenta de la desvergüenza de quienes lo usan, que son en gran mayoría jóvenes con muy poco o ningún respeto hacia el reglamento de tráfico poniendo en riesgo la seguridad del resto de los usuarios de la vía pública. Como siempre, tendrá que suceder una desgracia que se haga mediática para que las autoridades por fin tomen cartas en el asunto con el uso del dichoso patinete por nuestras calles. Por cierto, menos patinete y más caminar.
Gracias amigo, por su agudo comentario.
Ya ha habido varias desgracias, pero los medios los ocultan ellos sabrán porqué…
Desgraciadamente, es la pura verdad.
A mi no me importa que haga gente con motos por las carreteras, con sus permisos de conducción en vigor, seguros obligatorios, etc., y con la Guardia Civil de Tráfico haciendo su trabajo, pero lo que no es admisible es que deterioren la convivencia, llenen las calles de unos ruídos insorpotables, y molesten a todo el mundo…
Y esto mismo, pero multiplicado por dos, se puede decir de los patinetes, que invaden las aceras, no tienen seguro alguno, ni matricula que permita saberr quien es el usuario, para denunciarle, en su caso, etc.
¿Qué sociedad estamos haciendo…?
En Zaragoza, el alcalde pepero ha hecho lo mismo que el anterior alcalde podemita: dejar que aumente la okupación, la inseguridad ciudadana, que las calles se hayan convertido en una selva, por la que pupulan gentuza, con gesto desafiante, que hacen que tengas que agachar la cabeza, y procurar pasar inadvertido, rezando para que no te agredan.
Abundan los menas -menores no acompañados-, y son fácilmente reconocibles, pues siempre van en manada, con gestos de chulería, como perdonando la vida a los que pasan a su lado.
En el fondo son unos desgraciados, y lo saben, y posiblemente por eso, van por ahí como si fueran los amos de la calle, intentando asustar al personal.
¿Porqué no les envían a pueblos del mundo rural, así de paso repueblan Aragón, que buena falta nos hace…?
El número de delitos violentos ha aumentado una barbaridad, pero como ahora las denuncias sin autor conocido no van a los juzgados y fiscalía, solso el poder ejecutivo, político, sabe cuando ha aumentado la delincuencia.
Y, obviamente, no lo dicen.
Por todo ello, y por muchas cosas más, como el aumento de la suciedad pública, la ausencia de la Policia Local por nuestyras calles, etc., NO VOY A VOLVER A VOTAR AL PP.
El problema de las motos, en realidad de los moteros o conductores de ellas, es un problema de ausencia de educación. Yo no vivo en una ciudad por lo que me veo libre de los patinadores, aunque tengo muy entendido que son una verdadera plaga. Por lo que aquí se describe el problema es el mismo que el de los moteros, falta de educación.
Y esa carencia conlleva siempre la falta de respeto hacia los demás. Ya no se trata de hablar de los derechos ajenos, sino del incumplimiento de los deberes del civismo más elemental.
Donde yo vivo hay un problema perenne con el asunto de los moteros. Cada fin de semana toda la zona de la Sierra de Guadarrama es tomada al asalto por este tipo de individuos con sus infernales máquinas. Por supuesto, no son todos iguales y caben también honrosísimas excepciones, pero las conductas inadecuadas son las predominantes. Las distancias de seguridad, los excesos de velocidad, los adelantamientos en raya continua y casi rozando los espejos retrovisores, están a la orden del día. Mucho cuidado con circular en zonas de alta montaña con puertos, porque uno se puede encontrar con que en una curva o a la salida de esta, tenga un motero en sentido contrario en el propio carril con el consiguiente riesgo de accidente mortal.
Para muchos moteros la normativa contenida en el Reglamento General de Conductores parece no estar escrita. Las señales de stop son un adorno del paisaje, el ruido de los acelerones de los motores de las motos son como el trino de los buitres, y la prepotencia alcanza límites insospechados. Hay gasolineras en las que a determinadas horas las vemos convertidas en una especie de terrazas llenas de individuos con sus correspondientes latas de cerveza charlando animadamente mientras un par de compañeros llenan el depósito. Inútil resulta indicárselo al gasolinero correspondiente, porque no abrirá la boca. Todo lo más que se puede hacer es dar un toque a la Guardia Civil para que se personen allí.
El nivel social de este país cada día está más deteriorado, hay una completa ausencia de cumplimiento de los deberes y obligaciones como ciudadanos, que son el fundamento de toda una batería de presuntos, supuestos y cuando no, imaginarios derechos. Pero que se puede resumir en una idea general, España es un país de maleducados.
El problema con las empresas de patinetes, bicis y motos eléctricas de alquiler es el mismo que el de las flotas de coches que han echado abajo el sector del taxi, como con las cadenas y franquicias al pequeño comercio. Son empresas cuyos terminales accionariales pertenecen a los que hoy controlan el mundo. Y todo les está permitido.
No hay que mezclar la velocidad con el tocino, y antes de mirar la paja en ojo ajeno, hay que mirarse la viga en el propio.