Malditos los prácticos, pues de ellos no será el reino de los cielos
Cuántos de nosotros hemos escuchado ese terrible piropo tantas veces repetido: «¡que maravilla, es un hombre muy práctico!»
La supuesta virtud de los prácticos reside en que los hombres motejados de tal manera no se enredan en “inútiles” debates, no “discuten” con los objetos cotidianos, no se “embarcan” en irrealizables proyectos, e incluso podemos decir, que en el amor no buscan su mujer ideal, conformándose con la que imaginan pueden conseguir.
Lo práctico se ha convertido en la gran virtud de la sociedad moderna … el hombre ha de ser práctico, aunque sea un zoquete, la ropa ha de ser práctica, aunque carezca de cualquier valor estético, las relaciones humanas han de ser prácticas, aunque carezcan de cualquier fundamento moral. Lo práctico es desenvolverse con soltura en el mundo de lo real, de lo factible, de lo actual; lo práctico es tener los pies en la tierra, y no mirar embobado a un cielo que se muestra inasequible a nuestras limitadas facultades.
En resumen, lo práctico, y muy especialmente el hombre práctico, es lo prosaico, frente a lo ideal, por lo que el hombre soñador ha sido desterrado del mundo social, laboral, artístico y político.
El hombre soñador es el hombre amante de lo abstracto, y como tal, el hombre deseoso de lo concreto. Es aquel que en el objeto cotidiano, en la herramienta de trabajo, en el utensilio al servicio de nuestras necesidades, no ve lo práctico, sino que sueña con lo potencial, con aquello que podría llegar a ser, no pensando únicamente en para qué sirve, sino en para qué debería servir, el que medita en todo momento y ocasión sobre la causa de las cosas, para llegar a las cosas mismas.
El hombre práctico es como el simio, capaz únicamente de usar la herramienta que se encuentra; el hombre soñador, como hijo de un Dios creador, es el único capaz de diseñar nuevas herramientas para uso de los prácticos.
El hombre idealista, abstracto, y soñador, es capaz de vivir feliz en un mundo que está por venir, mientras el práctico solo es capaz de malvivir en un mundo del que conociendo sus reglas, no conoce sus causas, habiendo perdido por ello todo sueño y todo deseo.
De tan práctico se ha olvidado de soñar y desear, y aunque se le apareciera el genio de la lampara, sus aspiraciones quedarían sin cumplir, pues de práctico se le ha olvidado pedir lo que desea, para pedir únicamente lo que imagina puede conseguir. De tan práctico ha olvidado lo que quería, y se conforma con la papilla que desde el poder le dispensan con “generosidad”.
