“Maquis”: crimen y castigo en Manilva (Málaga). Sangre culpable (III/III)
Les adelantamos y prometimos en la primera entrega de esta serie en la que, profundizando en un caso de los miles que se dieron, queremos darles a conocer la verdadera calaña de aquellos “maquis”, en realidad bandoleros/terroristas, a los que hoy se enaltece como “valientes luchadores por la libertad y la democracia”, que nuevamente y como siempre la realidad superaría a la ficción. Pues bien, en esta tercera y última entrega vamos a cumplir dicha promesa.
Primera sangre culpable

Ya vimos (AQUÍ) como en la noche del 5 de Octubre de 1945 una partida de bandoleros/terroristas encabezada por Pablo Pérez Hidalgo (a) «Manolo el Rubio» y “Rubio de Bobadilla”, y compuesta por Manuel Uceda Lucas (a) “Gordito” y “Gordillo de Casares”, de 44 años, Juan Valader Mena (a) “Pabuceno” y José Blanco Trujillano (a) “Blanquito de Casares”, intentaban atracar en su casa de Manilva a Antonio González García y, al no poderlo realizar por presentarse de improviso una pareja de la Guardia Civil, asesinaron a su hija Marianita de ocho años e hirieron gravemente a su mujer, Ana Jiménez Jiménez, huyendo a continuación sin dejar rastro.
En 1945 la partida de Manolo El Rubio se encontraba en un momento de gran vitalidad (AQUÍ), disponiendo de una treintena de miembros, habiendo recibido el refuerzo de varios fugados de la cárcel de Málaga, pero queriendo aunar esfuerzos a finales de dicho año llegó a un acuerdo con el también comunista Bernabé López Calle (a) “Comandante Abril” jefe de la autodenominada Junta Nacional de Guerrilleros Antifascistas del Sector Sur cuyo objetivo era conseguir la coordinación de todas las partidas que actuaban en el suroste de Andalucía, bien que la cosa no resultó en la práctica como querían, tanto por la existencia de envidias y celos entre ambos dirigentes, como por la presión que la eficacia de la actuaciones de la Guardia Civil iría consiguiendo, así como porque llegará el momento, a mediados de 1948, en que la URSS, y por ello el PCE, cambiarán de estrategia política dejando de respaldarles y apoyarles materialmente con la consiguiente debilitación de sus respectivas partidas, disminuyendo sus actos así como la eficacia de los mismos, perdiendo además hombres en cada encuentro con la Benemérita.

Así pues, para mediados de 1948 comenzó a cundir la desmoralización entre no pocos de los componentes de la partida de Manolo El Rubio, y en concreto entre los tres citados más arriba, los cuales llegó un momento en que decidieron intentar la huida de la sierra para pasar a Marruecos y de allí a Francia, lo que comunicaron a Manolo El Rubio quien, consciente de lo que ocurría, no opuso inconveniente alguno. Ahora lo que quedaba era organizar dicha huida, operación nada fácil dada la situación.
Como mejor forma de llevar a cabo con éxito su idea, pidieron ayuda al “enlace” de Manilva que seguía apoyando a los hombres de Manolo El Rubio, quien considerando la distintas opciones hizo las gestiones oportunas, bien que no fue hasta Diciembre cuando por fin tuvo todo arreglado.
El plan era relativamente sencillo. Consistía en que los tres hombres se trasladaran desde donde se escondían en la Serranía de Ronda a Algeciras, portando consigo documentación falsa. Una vez allí, debían contactar con otro “enlace” que les iba a facilitar embarcar en un transporte inglés de nombre Liberty cuya primera escala era Tánger, ciudad con estatus “internacional”, en la que desembarcarían para desde ella viajar a Francia.

El caso es que los tres hombres consiguieron llegar a Algeciras, pero misteriosamente, el 14 de Diciembre de dicho año de 1948, cuando tenían todo preparado para embarcar en breve, murieron envenenados, según se determinó, siendo sus cuerpos arrojados al mar. Sólo el cadáver de José Blanco Trujillano (a) “Blanquito de Casares” apareció días después devuelto por el mar en la desembocadura del río Guadairo, siendo entonces enterrado en el cementerio de dicha localidad.
Lo sorprendente de su muerte y el hecho de que todo fuera orquestado por el “enlace” que con sus informaciones provocara el asalto a la casa de Antonio González y el consiguiente asesinato de su pequeña hija, se une el hecho de que dicho “enlace”, en su lecho de muerte, décadas después, expresó en privado su constante remordimiento por haber sido “la causa de la muerte de una inocente”. Lo que, aunque no hay pruebas, nos lleva a pensar que muy posiblemente fuera dicho “enlace” quien ajustara cuentas de tal manera con los asesinos, así como con su propia conciencia.
Muy fácil le pudo resultar a dicho “enlace” engañar a su contacto en Algeciras para que creyera que los tres que huían eran reos de traición, por lo que debían morir y qué mejor y más fácil forma de hacerlo que envenenando su comida que, por ello, fue la última. O, incluso, tal vez fue el mismo “enlace” quien, desplazado a Algeciras con la excusa de gestionar la última parte de la huida, se tomara la venganza de lo que carcomía su conciencia desde hacía ya tres años. Además, era la forma de que su venganza quedara impune por motivos múltiples más que obvios, como así fue, pues nadie iba a saber hasta mucho después lo ocurrido, como tampoco nadie iba a reclamar sus cadáveres suponiendo que habrían muerto en algún enfrentamiento con la Guardia Civil. Lo dicho se sostiene también porque no hay otro caso igual. De una forma u otra, lo que sí es seguro es que aquel 14 de Diciembre de 1948 en Algeciras aquellos criminales que habían conseguido escapar en su día, recibieron la condena a muerte que tanto merecían.
Segunda sangre culpable

Si, como hemos dicho, para 1948 la partida de Manolo El Rubio se encontraba ya en franca debilidad y desmoralización, para 1949, a pesar de fundirse con otras igualmente en decadencia constituyendo la denominada Agrupación Fermín Galán, nada mejoró su cada vez más penosa situación, limitándose ya para entonces simplemente a sobrevivir, evitando desesperadamente cualquier encuentro con la Guardia Civil –ya eficacísima en sus acciones– y a dar algún que otro golpe de poca monta para financiarse, todo ello, y como es normal, con sus redes de “enlaces” en igual proceso de desintegración; también cundía ya la traición, porque se sabía que los que facilitaran la captura de alguno de sus hasta entonces camaradas de correrías obtenían el perdón de las suyas, caso del ya mencionado Bernabé López Calle (a) “Comandante Abril” abatido por la Benemérita gracias a las informaciones de uno de sus hombres. Por todo lo dicho, estaba claro que el fenómeno terrorista y bandolero que venía asolando la península desde hacía diez años llegaba a su lógico fin.
Para primeros de Diciembre de 1950, Manolo El Rubio contaba ya con tan sólo con siete hombres, ubicándose en una zona intrincada del término municipal de Algatocín, 27 kilómetros al norte de Casares –y a 37 kilómetros de Manilva–, donde realmente lo único que hacían era esconderse de todos y de todo.
La situación era tan deprimente, al tiempo que peligrosa, que decidieron dar por terminada la “lucha”, disolver la partida y huir a Marruecos cada cual por su lado como mejor pudiera, pues ya no quedaban tampoco “enlaces” o al menos los que decían serlo comenzaban a no ser de fiar al sufrir ellos también por la misma penosa y peligrosa situación. Como final de su “vieja camaradería”, antes de marchar cada cual por su lado decidieron darse una última cena de despedida antes de tener que hacer frente a su particular buena o mala suerte. A tal fin, decidieron que el lugar más seguro, aunque mejor decir que posiblemente el único que les quedaba, era el cortijo “El Chorrón”, cerca del cual llevaban algún tiempo escondiéndose.

Cerca de la pequeña localidad de Benarrabá, término municipal de Algotacín, en el valle del río Genal, en plena Serranía de Ronda, se encontraba el cortijo “El Chorrón” –también conocido por “María Jesús”–, por entonces arrendado a Pedro Ramos (a) “El Seco”, padre de cuatro hijos: Antonio Ramos Barragán, el mayor, también apodado “El Seco”, José, Josefa y Blasa.
De la existencia en la zona de la partida de Manolo El Rubio ya tenía noticia la Guardia Civil por la indiscreción de un pastor, Miguel Domínguez “El Cabrero”, que se había cruzado con ella y que haciendo caso omiso de sus amenazas para que no les delatara lo había hecho a un amigo suyo, Jerónimo Ortiz, quien a su vez lo había notificado a otro y éste a la Guardia Civil.
Al tiempo, la Benemérita llevaba ya tiempo sospechando que Antonio “El Seco” era “enlace” de dicha partida. Entre otras cosas porque era quien de toda la familia pernoctaba de continuo en el cortijo y porque realizaba compras de alimentos y otras cosas exageradas para la subsistencia de una sola persona. Por ello, y por lo dicho por el pastor, así como por las circunstancias que ya eran de todos sabidas de que la partida estaba en franca retirada procurando la forma y el momento para huir hacia Algeciras para pasar a Marruecos, la Guardia Civil venía “trabajándose” a Antonio “El Seco” para que delatara a los de Manolo El Rubio.
Mientras tanto, y como hemos visto, Manolo El Rubio y los suyos habían decidido dispersarse, bien que de forma diferente aquél de éstos, porque mientras sus hombres decidieron intentar la huida por Algeciras, hacía ya tiempo que Manolo El Rubio, considerando tal posibilidad como prácticamente imposible por la eficacia de la Guardia Civil y sus depauperadas fuerzas al sufrir de un crónico reuma en su pierna izquierda, había concebido otro plan que era el de esconderse en lugar que consideraba seguro a la espera de mejores tiempos.

Los restos de la partida de Manolo El Rubio estaba formada por Juan Vigil Quiñones (a) “Juanito”, Juan Toledo Martínez (a) “Caracol” y “Caracoles”, Francisco Moreno Barragán (a) “Benito”, Francisco José Domínguez (a) “Pedro el de Alcalá”, José Guerra Galván (a) El Guerra”, los cuales concertaron con Antonio “El Seco” la que, aunque no lo sabían en ese momento, iba a ser su última cena, acordando con casi una semana de antelación el día, así como el “menú”: un cerdo que debía matar y cocinar para la ocasión a cambio de cierta cantidad de dinero.
Enterado Antonio “El Seco”, vio la oportunidad de obtener su perdón, por lo que dio parte a la Guardia Civil del día y hora, conviniendo con ella dos cosas: el cerdo debía tener triquinosis, pues en caso de que algo saliera mal y lograran escapar la infección acabaría con ellos, y que varios agentes se instalarían en el cortijo con antelación, llegando a él disfrazados de aceituneros, de forma que dominaran el comedor y así poder abatir a tan peligrosos criminales. Ante las reticencias de Antonio “El Seco” por la posibilidad de que fuera él uno de los abatidos en el tiroteo, el teniente de la Guardia Civil le instruyó para que pusiera poco pan, de forma que los comensales tuvieran nada más entrar que pedirle más, siendo el momento en que Antonio “El Seco” saliera de la habitación para ir a buscarlo cuando la Benemérita abriría fuego. Hay que resaltar que debido a lo radicales y recalcitrantes que se sabía que eran los de la partida de Manolo El Rubio, la Guardia Civil, lógicamente, ni pudo ni quiso arriesgar lo más mínimo para que de su lado tuviera que lamentar baja alguna.
El 18 de Diciembre de 1950, al atardecer, un número indeterminado de guardias civiles, como se ha dicho vestidos a modo de aceituneros, se introdujo en el cortijo, ocupando unos altillos que se usaban para guardar cestos desde los cuales se dominaba todo el comedor, quedando ocultos y a la espera. Mientras, Antonio “El Seco” que había informado a su porquero, Juan Ramos Rodríguez que esa noche no se acercara al cortijo, descubrió que dicha persona desobedeciendo su indicación arribaba descuidado, por lo que tuvo que llevarlo a una habitación interior donde, ante su sorpresa, quedó junto a otro grupo de guardias civiles en ella apostados.

Sobre las siete de la tarde, y según lo convenido, los de Manolo El Rubio se acercaron al cortijo, ocupando sus puestos a la mesa; a los nombrados se había unido en el último instante otro, Antonio Rincón González (a) “Rincón Perejil”, por indicación del propio Manolo El Rubio, con el que tenía contacto de forma esporádica por haberse incorporado a la partida no hacía mucho tiempo; así pues, los comensales eran seis.
Al poco de empezar, los comensales se quejaron a Antonio “El Seco” de la escasez de pan, el cual salió de la habitación a buscar más, instante, según lo convenido, en el que los guardias civiles, que habían permanecido ocultos y en un absoluto silencio e inmovilidad, abrieron fuego. Tras unos segundos, los seis bandoleros estaban muertos. Francisco Moreno Barragán (a) “Benito” fue el único que consiguió in extremis llegar a la puerta de la sala y abrirla para intentar escapar, pero fue abatido por los guardias que se apostaban en el exterior. La cara y cabeza de Antonio Rincón González (a) “Rincón” había quedado totalmente deformada e irreconocible.

Los cuerpos fueron trasladados en una reata de borricos a Algatocín. Como todos eran de la zona, se fue llamando a sus familiares para que los identificaran. Pero llegados al cuerpo de “Rincón” surgieron las dudas, toda vez que, en realidad, la Guardia Civil desconocía todo de él o, al menos, que estuviera en aquella comarca, por lo que, aprovechando lo irreconocible de su rostro por efecto de los impactos, el padre de Manolo El Rubio aprovechó la coyuntura para asegurar que era su hijo; de esta forma, y como quiera que la Benemérita esperaba seis bandoleros, debiendo ser uno de ellos el jefe, Manolo El Rubio, se le asignó dicho nombre e inscribió en el Registro civil como fallecido.
La sangre de tales criminales fue, por tanto, la segunda culpable derramada.
El castigo de Manolo El Rubio

Como se ha dicho, Pablo Pérez Hidalgo (a) Manolo El Rubio, tenía desde hacía tiempo planeada su fuga (él mismo lo confesó).
Durante la guerra había conocido a dos hermanos. Uno era el marido de Ana Trujillo Herrera (a) “La Oveja”, el cual había muerto en combate, habiendo muerto también el otro en combate pero en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Al finalizar la guerra, Ana La Oveja había huido a Francia donde residió hasta 1945, año en el que regresó a España con un niño que había robado de los muchos huérfanos que la guerra había dejado, al cual hizo pasar como propio, estableciéndose en Genalguacil, en un paraje a las afueras del pueblo denominado El Majadal o El Cerro, en el cual Manolo El Rubio la había visitado alguna que otra vez durante sus años de fechorías, teniendo la absoluta certeza de que era persona en la que podía confiar totalmente. Así que en 1950 cuando decidió esconderse a la espera de mejores tiempos, no lo dudó y fue a ver a La Oveja alojándose en una pequeña cabaña al amparo y cuidado de ella.

Pero… lo que Manolo El Rubio pensó que sería sólo algo pasajero, de poco tiempo, creyéndose su propia propaganda marxista-leninista que le cegaba desde joven, pensando que el gobierno del Generalísimo caería en breve porque no iba a ser capaz de satisfacer las necesidades del pueblo español, se convirtieron en ¡27 años de encierro! ya que no salió de su escondrijo hasta 1976, una vez que Juan Carlos I tomó posesión de la Corona.
¿El motivo? Sin duda, que eran tantos y tan horribles los crímenes que llevaba sobre su conciencia que ni los múltiples indultos que se concedieron desde que él se encerró en 1950 –los venía habiendo desde el mismo año de 1939–, ni el completo que se dio en 1969 por el que se declararon extinguidas todas las causas derivadas tanto de la guerra –que en realidad habían quedado ya sobreseídas en 1945— como del fenómeno terrorista del cual había sido protagonista destacado, le permitieron considerar que incluso sus crímenes habían sido olvidados. En muy importante dejar constancia de que de todo ello estuvo puntualmente informado siempre Manolo El Rubio a través de la radio y los periódicos que La Oveja le suministraba, como también supo del constante e ininterrumpido regreso a España de muchos de los máximos exponentes civiles o militares del Frente Popular quienes una vez en nuestra Patria se incorporaban a la vida cotidiana sin problema alguno.

Así pues, Manolo El Rubio, por su propia y fanática mano sufrió un castigo mucho más duro que el de la muerte: la “cadena perpetua” en un chamizo inmundo, con la única compañía de La Oveja –con la que convivió– y sujeto constantemente al miedo atroz de tener que hacer frente a sus responsabilidades criminales que bien sabía él que eran gravísimas como por ejemplo, y entre muchas, el asesinato que hemos relatado (AQUÍ) de Mariana “Marianita” Jiménez Jiménez de tan sólo ocho años el 5 de Octubre de 1945 en el asalto a su vivienda familiar.
Manolo El Rubio falleció en 1992 a los 81 años y La Oveja en 1993.
Fuentes: Causa General, Instrucción 2350 por asalto a vivienda, El Maquis en la provincia de Cádiz (Manuel Pérez Regordán), Los Maquis de la serranía de Rinda (Eulogio Rodríguez Becerra, Paisajes de la guerrilla (Txema Prada, Genocidio marxista en Casares (A toda Costa 15-03-3010), Diario Sur de Málaga y Censo y relación de guerrillas y guerrilleros 1939-1952 (José Antonio Jiménez Cubero)
Anteriores.-
“Maquis”: crimen y castigo en Manilva (Málaga). (I/III)
“Maquis”: crimen y castigo en Manilva (Málaga). Sangre inocente (II/III)

¡Enhorabuena!
Impresionante serie de investigación
Aterrador testimonio de una época que España supo superar. Otra derrota del comunismo que se sumó a la de la Cruzada.
Confiemos que Nuestro Señor no nos abandone.
Gran producción, realización y dirección. Enhorabuena al autor.