Mártires Lucrecia García Solanas y religiosas Mínimas de San Fco. de Paula (101)

Lucrecia García Solanas

Lucrecia García Solanas (Aniñón -Zaragoza 1866 – Barcelona 1936). Procedente de una familia muy practicante y piadosa, se casó en 1910 con José Gaudí Negre que murió en 1926. Como no tuvieron hijos, a la muerte de su marido decidió vivir en el convento en el que su hermana María de Montserrat profesaba como monja del Instituto de las Mínimas Descalzas de San Francisco de Paula en Barcelona, haciendo los servicios externos para la comunidad de religiosas; a estas personas se las denominaba «mandaderas». Se alojaba en una casa fuera del convento. Estaba siempre a disposición de las monjas para cualquier necesidad, participando en la oración comunitaria.

El 18 de Julio, las monjas tuvieron que abandonar el convento refugiándose en un edificio cercano denominado Torre Arnau. A  Lucrecia García, al ser laica, se le ofreció la posibilidad de refugiarse con algunos parientes que vivían en Barcelona, pero se negó para no abandonar ni a su hermana ni al resto de la comunidad.

El 19 de Julio, sobre las nueve de la mañana, una mujer llegó corriendo a la casa urgiendo a las monjas a que se marcharan y se ocultaran donde mejor pudieran porque había oído que, entre otros actos vandálicos que los frentepopulistas realizaban contra edificios religiosos, iban a ir a por ellas.

La madre superiora ordenó a las monjas vestirse de paisano. Las hizo salir y todas se escondieron en una casa de campo cercana con la intención de marchar después a buscar refugios más seguros. Llegada una turba de frentepopulistas a dicha casa, comenzaron a buscarlas, pudiendo las monjas desde el sótano donde estaban escondidas oír lo gritos de los milicianos, así como los ladridos de los perros que utilizaban en su búsqueda. Ese día nada más pasó.

El 21 de Julio, otro grupo de frentepopulistas entró en el monasterio, rompiendo el portón con dinamita, llegaron hasta la iglesia adyacente, la profanaron y la quemaron. Después de saquear también el monasterio, profanaron los cuerpos de dos monjas que habían muerto pocos meses antes dejándolos expuestos en la vía pública donde fueron blanco de múltiples mofas y vejaciones.

El 22 de Julio, el grupo de monjas refugiadas en la casa aumentó por el regreso de algunas de ellas que no habían podido encontrar mejor refugio.

Al día siguiente, 23 de Julio, muy de mañana, el que fuera portero del convento que sabía dónde se escondían, las delató.

Sobre Lucrecia García y las hermanas allí refugiadas cayó enseguida una banda de furibundos frentepopulistas que las encontraron rezando el Rosario.

Primero preguntaron por la madre superiora para interrogarla sobre las riquezas que esperaban encontrar en el monasterio. La abadesa dio un paso adelante y ofreció su vida a cambio de las de sus hermanas. Asimismo les indicó que Lucrecia García era laica, rogando que la dejaran marchar, lo que no consiguió.

A partir de ese instante comenzó el cruel calvario de Lucrecia García, así como el de las monjas con ella detenidas, que iba a durar todo ese día.

A empellones, golpes, insultos y escupitajos fueron siendo sacadas una tras otra a la calle con sus Rosarios enroscados en sus cuellos hasta casi impedirles respirar. En fila india fueron paseadas por la carretera que llevaba a las afueras en dirección a la granja de la Rabasada. Llegados a un punto fueron echadas en un camión de forma tan brutal que a alguna de ellas se le quebró más de un hueso.

El camión se dirigió a San Andrés hasta llegar a la granja citada donde las mujeres fueron cruelmente torturadas de forma que cuando después se recogieron sus cuerpos tenían múltiples y profundas heridas de arma blanca en el pecho y en las partes íntimas y sus ropas arrancadas. Temiendo más la violación que las torturas, Lucrecia y las hermanas se defendieron hasta lo imposible de forma que uno de los frentepopulistas llegó a confesar más tarde «Vaya valientes que han sido esas monjas que han caído esta tarde». Entre los dolores, las vejaciones y el griterío sobresalió de todas ellas constantes gritos de ¡Viva Cristo Rey! y de perdón a sus asesinos. Finalmente, sobre las siete de la tarde, fueron acribilladas a balazos. Lucrecia García tenía 70 años.

Las monjas martirizadas junto con Lucrecia García eran: Madre María de Montserrat (Josefa Pilar García Solanas) de 64 años; Madre Margarita de Alacoque (Raimunda Ors Torrents) de 74 años; Madre María de la Asunción (Dolores Vilaseca Gallego) de 65 años; Sor María de las Mercedes (Mercedes Mestre Trinché) de 47 años; Sor María de Jesús (Vicenta Jordá Martí) de 37 años; Hna. Josefa del Corazón de María (Josefa Panyella Doménech) de 71 años; Sor Trinidad (Teresa Rius Casas) de 61 años; Hna. María de San Enrique (Montserrat Ors Molist) de 46 años y la Hna. Filomena de San Francisco de Paula (Ana Ballesta Gelmá) de 41 años.

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NOTA.- Esta serie está dedicada a los mártires de la persecución anticatólica entre 1936 y 1939 del Frente Popular, coalición marxista-leninista revolucionaria formada por el PSOE, PCE, CNT, PNV y ERC.


Una respuesta a «Mártires Lucrecia García Solanas y religiosas Mínimas de San Fco. de Paula (101)»

  1. El martirio de dolor, sobrecogimiento e indefensión de estas monjas inhabilita de facto a toda autoridad (Jueces, Fiscales, etc) que dejándose manipular por las leyes antidemocráticas de falsificación histórica, a sabiendas de su perfidia y de su carácter falsario, persiga, acuse, condeno o sancione de alguna manera a alguna persona con motivo de la aplicación de esta falsificación, que oculta esta realidad de la persecución religiosa en España y que es el dolo, la perfidia, y la hipocresía elevada a la enésima potencia.

    “Ayer vino a mí otra vez Paulet con Drury, que es el más molesto de ellos, y me dijo que(…) la Reina (Isabel) había mandado que me quitasen el dosel y me avisasen que de aquí adelante yo me tenga por una mujer muerta, sin honra ni dignidad de Reina. Yo respondí que Dios, por su sola gracia, me había llamado a esta dignidad, y que yo había sido ungida y consagrada justamente como Reina; y así, pensaba volver a Dios la dignidad real con mi ánimo, pues de su sola mano la había recibido. Y que yo no reconocía a su Reina por superiora, ni a los de su Consejo, herejes, por mis jueces, y que yo había de morir Reina, a pesar de todos ellos, pues no tenían otro poder sobre mi, sino el que tienen los salteadores de caminos que están en un bosque, sobre el más justo príncipe de la Tierra.”

    María Estuardo.

    (Reina de Escocia, asesinada por Isabel de Inglaterra por ser Católica. “La Reina Mártir”, de Luis de Coloma, Editorial Tebas, Madrid, 1976, páginas 175 y 176).

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