
Jaime Calatrava Romero, primogénito del anterior, ya como monaguillo se ganó la admiración de todos por su piedad y simpatía. La devoción a la Santísima Virgen del Mar, patrona de Almería, marcó su existencia. Muy despierto e inteligente, comenzó sus estudios en el Colegio de la Salle, que continuó en la Universidad de Granada licenciándose en Derecho, trabajando desde entonces como abogado en el despacho de su padre. Fue fundador de la Asociación de Estudiantes Católicos de Almería y miembro de la Acción Católica y de la Adoración Nocturna. Tras ingresar en el noviciado de los Padres Dominicos de Almagro, al poco se dio cuenta de que no era esa su vocación. Contrajo matrimonio en Almería el 1 de Febrero de 1936 con Elvira Enciso Reynaldo.
Al poco de estallar la contienda, padre e hijo, aunque pudieron huir y esconderse no lo hicieron, siendo detenidos por orden del Comité del Frente Popular de Almería sólo por su más que reconocido catolicismo. Ingresados en la cárcel de aquella ciudad permanecieron juntos, negándose el hijo, Jaime, en varias ocasiones, a abandonar a su padre. Ambos fueron finalmente fusilados el 26 de Septiembre: «Por referencias recogidas de los que sobrevivieron (a los asesinatos del barco prisión Astoy Mendi), Jaime no iba en la lista de esa saca, pero al escuchar el nombre de su padre se levantó para acompañarlo a donde fuera trasladado. Le dijeron que a él no le habían nombrado, a lo que Jaime respondió: “No importa, yo voy donde vaya mi padre”. Le dijeron: “No te conviene”, pero él contestó: “No importa”. Los condujeron juntos a los pozos de Tabernas donde fueron asesinados. No hubo juicio ni defensa, sólo matar». El padre tenía 44 años, y el hijo 22; éste, además, dejaba un hijo a punto de nacer.
Gente de bien. Ejemplo para los indecisos.