Masacre frentepopulista en Casares (Málaga): los hermanos Jiménez Jiménez
Por esos tan incomprensibles azares de la fortuna, tropezamos con una esquela publicada en 2006, cuya primera parte pueden ver en la fotografía. Cuatro hermanos de una misma familia asesinados en Casares (Málaga) el 2 de Octubre de 1936 por el ordeno y mando del típico «Comité Popular» frentepopulista del momento. Hecho tan terrible –aunque no único pues conocemos otros– nos ha llevado a investigar, como hemos realizado otras veces en casos similares, para profundizar en él a fin de sacarlo de su inmerecido olvido trayéndolo a la «memoria histórica» hoy tan de moda como maliciosamente tergiversada y manipulada intencionada y sectariamente.
Casares en 1936: un pueblo sin alma, lleno de odio

Casares está situado en el interior a 19 Km de la Costa del Sol malagueña. En 1936 tenía poco más de 5.000 habitantes; en la actualidad sobrepasa escasamente los 6.000. Localidad sin duda bellísima en su ubicación y paisaje, es cuna del iluminado líder separatista andaluz Blas Infante Pérez de Vargas. Por aquel entonces en Casares había anidado una profunda fe marxista-leninista –se calcula que cerca de 1.000 de los algo más de 5.000 habitantes estaban afiliados a partidos de izquierda (200 afiliados a la CNT, 300 a UGT, 500 al PSOE y el resto a otros)– lo que, como veremos, iba a tener trágicas consecuencias al estallar la guerra; la cosa no parece haber cambiado, porque de forma ininterrumpida y desde 1978 Casares es feudo intocable comunista, gobernando Izquierda Unida, siendo la segunda fuerza política el PSOE.

En Casares, los frentepopulistas –nunca «republicanos» como ahora se pretende a no ser que se añada republicanos-socialistas-soviéticos, pues esa y no la otra, la democrática, fue la República que perseguían– llevaron a cabo la mayor persecución de toda Málaga contra los que consideraban sus enemigos –fueran ideológicos o por cualquier otra excusa, que no razón–; también en comparación de muchas otras localidades de la península teniendo en cuenta el número de habitantes. Porque en un periodo tan breve como fue del 18 de Julio al 3 de Octubre de 1936 en el que el pueblo y su comarca estuvieron en manos frentepopulistas, en Casares fueron vilmente asesinadas 56 personas (la esquela se equivoca al poner 32); por ejemplo, el doble de las que lo fueron en la cercana Estepona (15 asesinados) que tenía el triple de población que Casares, o en Marbella (20 asesinados) y Fuengirola (28 asesinados) ambas con el doble de población que Casares, o Manilva, en la misma costa, donde no lo fue ninguna estando a tan sólo 19 kilómetros de Casares y que tenía cerca de 3.000 habitantes.

Nada más «ganar» el Frente Popular las elecciones general de Febrero de 1936 –mediante un pucherazo electoral antidemocrático más que constatado tanto entonces como ahora–, y como ocurrió en numerosas localidades por toda la geografía española, los frentepopulistas, al mando de su líder más significativo en Casares, José Trujillano Carabante (PSOE), se presentaron en la alcaldía expulsando por la fuerza y la coacción a la corporación que la regía legalmente desde las últimas elecciones municipales celebradas en 1933 –las siguientes hubieran sido en 1937–, dando así un «golpe municipal», imponiendo en el pueblo su dictadura y consiguiente régimen de terror.

José Trujillano Carabante era desde siempre ferviente marxista-leninista, afiliado desde muy joven al PSOE, activista prolífico, cofundador del Centro Agrario (1930) que se definía como una «Organización sindical de defensa de los trabajadores contra la insaciable burguesía terrateniente de Casares, que en acuerdo con el Ayuntamiento tenían sometidos a los trabajadores a un régimen feudal»; de la organización La Defensa del Trabajo de Oficios Varios (1931) federada a la UGT; del Centro de Estudios Sociales Juventud Obrera Socialista (1932) y de la Agrupación Socialista de Casares (1934); era fanático seguidor de Largo Caballero y por ello de la línea bolchevique imperante en el PSOE. Ya desde Febrero de 1936, y siempre con Trujillano a la cabeza, las turbas frentepopulistas, además del asalto al Ayuntamiento para hacerse con el poder, incendiaron y saquearon la Ermita de San Sebastián convirtiéndola en «Centro Obrero», iniciaron una campaña pública de intimidaciones contra los que consideraban sus enemigos –gentes de orden apolíticas, de derechas o practicantes católicos– e intentaron atentar contra el secretario de la alcaldía que tuvo que huir del pueblo para salvar la vida.

El mismo 18 de Julio de 1936, José Trujillano organizó, junto con su correligionario Antonio Gutiérrez Borrego, el Comité Central de Defensa de la República de Casares que de inmediato procedió, ya sin freno alguno, a detener a todos los que tenían más que «fichados». Lo anterior fue acompañado de registros, incautaciones y confiscaciones de bienes de toda clase, especialmente de los privados como comercios, viviendas y también los de propiedad eclesiástica; en realidad, todo ello un verdadero y auténtico latrocinio, al que, no obstante, Trujillano y los suyos pretendieron dar apariencia de legalidad desde el ilegal e ilegítimo Ayuntamiento.
En total fueron detenidas 59 personas, de las cuales quedarían vivas para el 3 de Octubre, cuando las tropas nacionales liberaran el pueblo, tan sólo tres; los asesinatos de algunos de ellos lo fueron a lo largo de Julio y Agosto, siendo 19 en el propio Casares y el resto en la comarca.
El Cortesin y la familia Jiménez.-
Uno de los lugares donde Trujillano y los suyos más se ensañaron en su vorágine depredadora fue sin duda en el cortijo Cortesin.
El Cortesin está situado cerca de la costa, en el término municipal de Casares, ubicación privilegiada conocida hoy también como Casares Costa. En 1936 era el típico cortijo andaluz dedicado a la producción agrícola y ganadera; en la actualidad es el hotel y campo de golf Finca Cortesin considerado uno de los 50 mejores de Europa.


El Cortesin estaba arrendado por sus propietarios a Juan Jiménez Vázquez que lo habitaba junto con su esposa y sus diez hijos –seis varones y cuatro hembras–, todos los cuales se empleaban en los trabajos de producción junto con los trabajadores que tenían a su vez asalariados. La familia arrendataria era profundamente religiosa. Es decir, que el cortijo daba vida a dicha familia numerosísima, así como a las de los contratados por ella. Todos, arrendatarios y trabajadores, compartían las mismas alegrías y penas, esfuerzos y descansos, y hasta la mesa y comida sin distinción alguna. Todos, pues, luchando mano a mano, honradamente y sin distinción alguna, por la vida.
El mismo 18 de Julio de 1936, entre el cúmulo de fechorías que realizaron José Trujillano y sus secuaces estuvo la de incendiar y saquear el Cortesin.
Allí se encontraba la familia Jiménez junto con algunos de los trabajadores. La turba llegó al atardecer, dedicándose unos al incendio y saqueo, mientras otros custodiaban a sus habitantes.


En un momento dado, los frentepopulistas decidieron llevarse detenidos al arrendatario, Juan Jiménez Vázquez, a la sazón de 70 años de edad, así como a cuatro de sus hijos varones: Cristóbal Jiménez Jiménez (37 años, labrador), Juan Jiménez Jiménez (34 años, labrador, casado y con una hija, Mariana, de cuatro años de edad), Salvador Jiménez Jiménez (24 años, labrador) y Rafael Jiménez Jiménez (30 años, recién casado); descartando a José Jiménez Jiménez (26 años, labrador) al que tenían orden de respetar, así como al menor, Antonio Jiménez Jiménez (22 años, estudiante), pero inquiriendo vivamente por el paradero de Rafael que no se encontraba allí, para cuya captura una cuadrilla se desplazó al cercano Cortijo Nuevo, donde supieron que se encontraba junto con su mujer, Gertrudis, ambos recién llegados de su viaje de novios pues se habían casado unos días antes. Gracias al capataz de dicha finca, Antonio «el tío Landejo» y su esposa, pudo el matrimonio eludir la detención, marchando ambos de madrugada –¡Rafael disfrazado de mujer!– a refugiarse en Manilva.

El inicial descarte de José Jiménez se debió a que era persona de carácter marcadamente extrovertido, alegre, bondadoso, muy sociable, conocidísimo de todo el mundo, incluso de varios de los que formaban el Comité de Defensa ya citado y de alguno de los que iban con ellos, por lo que no pensaban llevárselo.

Pero a la vista del mal cariz que tomaba la cosa, José –todo el mundo le llamaba cariñosamente «Joselito»–, haciendo gala de su extrema generosidad, desplegó sus habilidades para intentar convencer a aquellos desalmados de que dejarán a todos libres, pues nada habían hecho contra nadie. El motivo de su detención era su filiación política de derechas y pública religiosidad según confesaron los del Comité. Tras ardua discusión, y visto el fracaso de sus intentos, finalmente, José Jiménez, con valentía digna de encomio, rogó a Trujillano y a los suyos que, dada la edad de su padre, 70 años, así como que era el puntal y sustento tanto de su numerosa familia como de la de los trabajadores, le dejaran en paz y, a cambio, si así lo querían, se lo llevaran a él. Acordado lo propuesto, los cuatro hermanos fueron subidos a una de las camionetas en que habían llegado los frentepopulistas trasladándoles a la cárcel de Casares habilitada en una de las dependencias del Ayuntamiento.
Detenidos por tanto sin causa alguna, nada más que la inquina ideológica de sus captores, fueron mantenidos en condiciones lamentables hasta el 2 de Octubre de 1936, con el único consuelo de la visita de alguna de sus hermanas para llevarles alimentos; las cuales, ni que decir tiene, tenían que soportar en tales momentos las mofas y groserías de los carceleros.

Conforme transcurría el mes de Agosto, estaba cada vez más claro que las tropas nacionales se acercaban imparables a Casares, existiendo la seguridad de que no tardarían en entrar en él, lo cual fue provocando la paulatina entrada en pánico de los miembros del Comité y de sus secuaces, conscientes de que se les iban a exigir las responsabilidades de sus crímenes, por lo que en justicia poca clemencia podían esperar; conforme al «estado de guerra» declarado por los nacionales en todo el territorio español, liberado o no, desde el mismo 18 de Julio –el Frente Popular no declararía el «estado de guerra» en su zona hasta Febrero de 1939, a) para que la autoridad no pasara a los militares a los cuales no tragaban ni aún siendo de su bando y b) para que fueran éstos entonces los que apecharan con la derrota ya cierta– dichas responsabilidades criminales se exigían conforme a lo que para esos casos determinaba el Código de Justicia Militar de la II República, ojo al dato, en vigor en la zona nacional entonces y hasta 1945.
Conforme apretaba el tiempo, el Comité de Defensa comenzó a organizar la eliminación de los que aún mantenía presos, entre ellos los cuatro hermanos Jiménez Jiménez, algo que sus familiares barruntaron debido al clima cada vez más intranquilo que se apreciaba no sólo entre los carceleros, sino también en general entre los frentepopulistas del pueblo y sus familiares.

Sucedió entonces un hecho único y extraordinario; no tenemos conocimiento de otro igual en ningún otro lugar. Armándose de un valor excepcional, y con el cabeza de familia, Juan Jiménez Vázquez, al frente, sus hijas –y algún otro familiar– el 1 de Octubre se organizaron en manifestación pacífica marchando por las estrechas calles del pueblo hacia el Ayuntamiento. Algo tan insólito, como arriesgado.
La escena es hoy tan difícil de narrar como incluso de imaginar. Un hombre de 70 años al frente de unas mujeres solas y desamparadas –y alguna otra persona más– marchando indefensos por las estrechas calles de una pequeña localidad dominada hasta en lo mínimo por gentes sin alma llenas de odio, pero que conscientes de que quedaban muy pocas posibilidades para salvar la vida de sus hijos y hermanos no dudaban en arriesgarlo todo con lo único que podía hacer: manifestarse pacíficamente pidiendo sólo piedad. Lo dicho: inaudito, heroico, sublime.
Pero como no podía ser de otra forma, y dadas las circunstancias, la cosa duró poco toda vez que los miembros del Comité y otros de sus más allegados, apostados en balcones y tejados, no dudaron en intimidarlos abriendo fuego contra ellos, sin tener en cuenta la carnicería que podían haber provocado caso de acertar en sus disparos. Con tal actuación no sólo demostraron su total inhumanidad, sino su profundo desprecio por la vida de los demás –lo que no era nuevo como se ha visto–, así como su verdadero talante «democrático» del que tanto alardean hoy sus herederos ideológicos; no se olvide que al no estar declarado el «estado de guerra» en teoría, al menos, seguían vigentes los derechos de asociación, manifestación y expresión consagrados por la Constitución republicana, bien que bajo el imperio del terror revolucionario marxista-leninista impuesto por el Frente Popular desde el 18 de Julio todo ello era, como se ve, papel mojado.
Y pues la inquina era tan grande como ciega, al día siguiente, 2 de Octubre de 1936, tan sólo 24 horas antes de que los nacionales liberaran el pueblo de semejantes desalmados, los cuatro hermanos Jiménez Jiménez fueron trasladados a Estepona y fusilados en su término municipal, apareciendo los cadáveres de Cristóbal y Juan, los dos mayores –este último casado y con una hija de cuatro años como se dijo–, en el paraje El Pozuelo, y los de José («Joselito») y Salvador en El Castor, siendo recogidos por labriegos de la zona y enterrados en una fosa común en el cementerio de Estepona, no siendo hasta el 14 de Enero de 1937, día en que se liberó esta localidad, cuando la familia Jiménez pudo conocer el triste final de sus tan queridos parientes, por lo que su angustia e incertidumbre –la esperanza es lo último que se pierde– duró aún cuatro meses y medio más desde que les vieron partir de Casares por última vez el 2 de Octubre.
Epílogo
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Manilva, calle del Mar en la época Rafael Jiménez Jiménez y su mujer, Gertrudis, como se ha dicho, lograron escapar de su captores refugiándose en Manilva, localidad en la que la práctica totalidad de sus habitantes sabían quiénes eran, quién los mantenía a resguardo y dónde, sin que nadie los delatara, lo que reflejamos aquí para honra de sus habitantes, debiéndose recordar por ello que este pueblo, a tan sólo 19 kilómetros de Casares, estaba sin duda habitado por gentes de un talante radicalmente opuesto; en dicha localidad no se registró ni un sólo asesinato, debiendo apuntarse a los frentepopulistas de Casares el de su párroco, D. Julio Cuevas Montensino, que fue sacado de Manilva y asesinado a un kilómetro de la localidad.
- Antonio Jiménez Jiménez fue durante Agosto buscando frenéticamente. Consiguió esconderse y sobrevivir refugiándose en Igualeja donde unos familiares lograron esconderle hasta la liberación de la localidad. Se alistó voluntario el 22 de Diciembre de 1936 en Ronda en una escuadra de Falange, marchando a la Línea de la Concepción participando con su unidad en la liberación de Estepona y en la de la propia Málaga. Integrado en Falange fue destinado a Estepona donde reorganizó el SEU y la Falange Local. Tras la guerra y con el tiempo llegó a Inspector del Movimiento Nacional de la zona.
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Igualeja en la época Mariana Jiménez Aragón, hija de Juan Jiménez Jiménez, que tenía cuatro años cuando asesinaron a su padre, fue siempre ejemplar. Maestra nacional en Estepona muy querida y siempre recordada por sus numerosos alumnos, se casó y tuvo cinco hijos.
- José Trujillano Carabante, el «alcalde» de Casares tras el golpe municipal dado por él y sus secuaces socialistas en Febrero de 1936, huyó junto con otros destacados dirigentes en el último momento. A partir de aquí, y según la tergiversada biografía que prodigan hoy sus conmilitones marxistas en sus varias fundaciones –evidentemente silencian por completo lo ocurrido entre el 18 de Julio y el 3 de Octubre–, pudo haber ingresado en el Cuerpo de Carabineros, participando en varias acciones de guerra –esto que dicen es muy improbable porque los Carabineros eran destinados a fronteras, en su caso a los Pirineos, por lo que dudamos de su «valentía» para entrar en combate–, llegando a ostentar el grado de Capitán, pasando a Francia en 1939. Murió en dicho país de cáncer en 1962. En su entierro civil tomó la palabra su compañero de crímenes, Antonio Gutiérrez Borrego, huido como él de Casares, elogiándole de la siguiente forma: «…José Trujillano Carabante, socialista español, casareño y antifascista no sólo está presente en nuestros pensamientos, sigue estando a nuestro servicio, porque sus principios de lucha de los trabajadores son insustituibles y serán siempre de actualidad, mientras exista la sociedad capitalista…»; como se ve, este tipo de personajes, pasados casi 25 años desde el final de la guerra, con lo que llevaban en sus conciencias y a pesar de los beneficios demostrables ya para entonces de la etapa de gobierno del Generalísimo, seguían relamiendo sus miserias, rencores y fanatismo, incapaces de reconocer hasta lo evidente.
- Pocos instantes antes de que los primeros soldados nacionales irrumpieran en Casares, y sin duda para congraciarse con lo que se venía encima, los frentepopulistas que no habían huido dejaron en libertad a los tres únicos detenidos que quedaban: Eladio Sánchez Rodríguez, Joaquín Pérez Vargas y Cristóbal Aguilar Avilés, los cuales salvaron así la vida.
- A pesar de su alianza pública y activa con el Frente Popular, Blas Infante, hoy icono del separatismo andaluz, no evitó –o no quiso o no pudo– que sus correligionarios frentepopulistas asesinaran a nada más y nada menos que nueve de sus familiares figurando entre los 56 asesinados en Casares; sólo uno, Joaquín Pérez Vargas, logró quedar con vida al ser puesto en libertad el día en que los nacionales liberaban el pueblo
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Tropas nacionales entrando en un pueblo Los nacionales incoaron, como era de justicia, los oportunos consejos de guerra sumarísimos una vez liberado el pueblo y su comarca. Como consecuencia de ellos fueron condenadas a muerte y ejecutadas 44 personas, es decir, 12 menos de las asesinadas por los frentepopulistas. Ni que decir tiene que dichos consejos de guerra gozaron de todas las garantías procesales exigidas por el Código de Justicia Militar de la II República en vigor. De ellos escaparon los máximos responsables al haber huido de la localidad, como se ha dicho. La pulcritud de dichos procesos llega hasta la constancia de que se pedían informes sobre los encausados constando la imparcialidad e incluso benevolencia de los facilitados por Falange –encargada del orden e investigaciones en retaguardia– que en muchos casos exoneraban a los imputados al considerar que su afiliación ideológica en organizaciones revolucionarias de izquierda se debió sólo a la necesidad de acceder a un trabajo, informando únicamente en contra de los que se tenían constancia de su participación activa o colaboración en los crímenes.
- Un miembro de aquel infame, criminal y nefasto Comité de Defensa de Casares, décadas después en Francia comentaba públicamente que «la detención y muerte de los Jiménez fue una injusticia y un error».

PD.- Como consta en la esquela –ahora completa más abajo–, Ana Jiménez Jiménez, una de las cuatro hermanas de los asesinados –que valientemente se manifestaron junto a su padre intentando in extremis salvarles– dio siempre prueba y testimonio público, imbuida de la profunda fe que caracterizaba a toda la familia, de no albergar «en su corazón odio ni rencor. Perdonó a los asesinos de sus hermanos…» según se acredita la esquela. Podemos añadir que en su pueblo se la recuerda en olor de santidad, asistiendo a su entierro la localidad entera y buena parte de otras cercanas, arrojando al paso de su féretro, llevado a hombros por todas las calles de la localidad, nubes de pétalos de rosas. También perdonó a los asesinos de su hija Marianita, unos despiadados «maquis» –terroristas comunistas– que en 1945 acabaron con su vida… pero… esa es ya otra historia en la que estamos profundizando aún, y que prometemos contarles lo antes posible pues es extremadamente esclarecedora. (AQUÍ SU HISTORIA)
Fuentes: Causa General, A toda Costa, Archivos Históricos Junta Andalucía, General Administración, Díaz Escobar, Actas Capitulares Ayuntamiento Casares, Archivo Diocesano Málaga.

Artículo en forma y en fondo impactante. Escalofriante. Digno de figurar en los libros de texto para que todos lo españoles conozcan lo que fue aquella «república socialista y soviética» del Frente Popular, o sea, del PSOE, PCE y demás criminales. ¿Pedirá algún día el PSOE perdón por sus crímenes? No, porque van directos a repetirlos. Bravo artículo además por ser homenaje a los que tanto dieron porque tanto sufrieron.
¡Magnífico! ¡Estremecedor! Lo voy a reenviar a todos mis contacto, que no son pocas, porque esta es la memoria histórica de verdad que hay que conocer y no la que nos están metiendo por las narices. ¿Represión franquista? JUSTICIA ¿Qué se tenía que haber hecho una amnistía a tanto criminal?
Impresionante el testimonio y la investigación del autor. Lo más dramático de esta terrible etapa de nuestra historia es que a todo episodio dramático y semiescondido (o escondido del todo), que se desvela, nos cabe la seguridad de que no será el último.
Enhorabuena al ED
Muchas gracias por el artículo tan emocionante.
Los herederos actuales de estos asesinos los tenemos en el poder, socialistas y comunistas que no se han arrepentido de sus crímenes como se encuentran en el Expediente Royuela los más de 1.300 asesinatos al día de hoy realizados por este PSOE corrupto y criminal. El Expediente Royuela es AUTÉNTICO validado por mi estudio lingüístico-forense y que demuestra la inexistencia de la llamada «democracia».
Rezo por todas las víctimas del terror masónico-socialista-comunista y pido a Nuestro DIOS que nos proteja.
Íñigo Caballero
DOnostiarra y carlista desde que nací
!Excelente ! … enhorabuena!! … y aún permanecen en el poder! no aprendemos!
Mi nombre es Mariana Carrasco Jiménez
Soy la hija de Mariana y nieta de Juan Jiménez Jiménez
Puedo corroborar todo lo escrito por el autor Doy las gracias por tan veraz artículo, el cual da luz a lo que aconteció. Lo guardaré y lo pasaré para que otras personas puedan comprender mejor…
Un abrazo sincero de gratitud
Estimada señora: Con sumo agrado leemos su comentario, que además agredecemos sinceramente por la importancia de su testimonio. Asimismo porque usted, como familiar directo, avala con él lo que dice el articulista. Sin duda la suya es famlia ejemplar, como se deduce de este y del otro artículo enlazado a él en referencia a los hechos acaecidos en Manilva en 1945. Si desea añadir algo, sea escrito o fotográfico, estamos a su disposición. Si desea incluso que le publiquemos algún artículo sobre lo acontecido, también. Mil gracias en todo caso. Saludos cordiales
Gracias infinitas a usted por hacer justicia con la memoria de mi familia