No lo entiende el que no quiere
Quim Torra, cuya principal misión consiste en mantener su país desgobernado y endeudado, su Parlament inactivo, y a sus ciudadanos indignados, acaba de ser conminado -por el mismo Parlament que lo invistió y lo mantiene en el poder- a presentar una cuestión de confianza. Cabe suponer, por tanto, que el aparente cerco al que está sometido desde el jueves, esté destinado a fracasar, para reforzar indirectamente a tan ilustre servidor del Estado, y para ayudarle a cumplir la alta misión de convertirse en llave e inspiración de la marabunta ideológica que va a gobernar España dentro de dos meses.
También se da como probable que Sánchez, futuro presidente del Gobierno de España, va a ser fervorosamente investido por el mismo comando Frankenstein que, tras hacerlo presidente en junio, lo derribó en febrero, para poder investirlo de nuevo en junio, y derribarlo otra vez en Navidad. Y la explicación de esta brillante y clarísima estrategia, que tanto asombra y encandila al electorado español, parece ser que don Pedro está logrando imponer por decreto, y sin presupuestos, lo que sus incondicionales apoyos parlamentarios no le permitieron hacer por vía ordinaria y con los fantásticos presupuestos que él mismo había elaborado, y que le trincaron gratuitamente, al parecer, porque eran demasiado buenos.
Tras todo este rebumbio, Sánchez va a seguir en la Moncloa -apoyado por Torra, Otegi, Ortúzar, Iglesias y las no-confluencias- con el gasto aprobado por la Comisión Permanente, pero sin el presupuesto que le rechazaron en el pleno los mismo que este jueves le aprobaron el gasto. Y por eso cabe esperar que lo primero que haga el bueno de Sánchez, el líder más audaz del mundo, sea elaborar los presupuestos del 2019 y del 2020, para darle sentido al sinsentido que provocaron sus socios. Todo indica, sin embargo, que cuando llegue el momento de su aprobación, en otoño, surgirá la política otra vez. Y todo quedará condicionado a tres cesiones imposibles: el referendo de autodeterminación -con relator-, exigido por Torra; la transferencia parcial de la intransferible e indivisible caja de la Seguridad Social, que pedirá el lendakari; y triplicación del gasto social con el que Iglesias iniciará el rescate de España.
Por eso es obvio que los presupuestos serán devueltos al Gobierno; que Sánchez volverá a disolver las cámaras; y que seguirá gobernando frenéticamente, para ganar otra vez las elecciones, con nuevos decretos y gastos que le volverán a convalidar los que un mes antes le rechazaron los presupuestos. Y así pasaremos otro ciclo, hasta las elecciones de febrero del 2020. Y si nadie va a decir «¡Viva la Virgen¡», supongo, es porque el Estado es laico. Pero ganas no le van a faltar.
Mucha gente no entiende este galimatías. Pero para mí -que soy politólogo- está clarísimo. Su lógica es inapelable, por lo que va a durar hasta que al menos la mitad de los españoles empiecen a saber qué es y cómo se gobierna la democracia. Y para eso, creo, faltan aún varios lustros.
Para La Voz de Galicia
