No fue pedofilia, es sodomía

El cardenal Raymond Burke –una de las pocas voces valientes y verdaderas dentro de la jerarquía eclesiástica–ha pedido un «claro reconocimiento» de la existencia de una cultura homosexual en la iglesia católica a la luz de las recientes revelaciones de abusos sexuales «Creo que es necesario que haya un claro reconocimiento de que tenemos un problema muy grave de una cultura homosexual en la Iglesia, especialmente entre el clero y la jerarquía, que debe abordarse con honestidad y eficazmente (…) está claro, después de los estudios posteriores a la crisis de abusos sexuales de 2002, que la mayoría de los abusos eran en realidad actos homosexuales cometidos con jóvenes adolescentes (…) Hubo un intento organizado de pasar por alto o negar esto (…) Ahora parece claro a la luz de estos terribles escándalos recientes que efectivamente hay una cultura homosexual, no sólo entre el clero, sino incluso dentro de la jerarquía, que necesita ser purificada desde la raíz».
El análisis del cardenal sobre la situación coincide con otro informe, también publicado el jueves, por el presidente de la Liga Católica, Bill Donohue, sociólogo, quien ha denunciado el continuo «encubrimiento mediático del papel desempeñado por los abusadores homosexuales» en la Iglesia.
Refiriéndose al estudio de 2004 de John Jay sobre la crisis de abusos sexuales en los Estados Unidos, Donohue señala que «el 81 por ciento de las víctimas eran hombres, el 78 por ciento de ellos eran postpubescentes», por lo que la conclusión es fácil de extraer, ya que dado que todos los abusadores eran hombres y la mayoría de las víctimas hombres pospubescentes, «ese es un problema de homosexualidad». A pesar de la insistencia de los medios en referirse a una crisis de pedofilia, el informe reveló que «menos del cinco por ciento» de los casos involucraron pedofilia, dijo Donohue, y los estudios realizados en años posteriores informan aproximadamente la misma proporción. «Ha sido un escándalo homosexual todo el tiempo», dijo.
Es decir, que nada o muy poca pedofilia como tal, y mucha, mucha sodomía. Porque esa es la raíz y ese el pecado nefando. Lo mismo que ocurre fuera de la Iglesia, que conste. Es la práctica de la sodomía la que lleva a la pedofilia; son los sodomitas los que para saciar sus instintos antinaturales buscan púberes, tanto o más, o antes que después, que adultos.
Aún peor, si cabe: como apunta Burke «hubo un intento organizado de pasar por alto o negar esto», es decir, que los que se encuentran sumidos en tan penosa situación, los del lobby gay, conforme fue saliendo a la luz su siniestra red, maniobraron para que todos creyéramos que se trataba de pedofilia, y así se ha venido presentado desde el primer momento, cuando en realidad ha sido siempre sodomía.
Y peor aún si cabe y más, que ya es decir: también se organizó desde lo más alto el plan para que tal falsedad cuajara fuera y dentro de la Iglesia; así, no sólo hubo manifiesto encubrimiento durante años de lo que sucedía, sino que descubierto el putrefacto pastel, la buena parte de la jerarquía apoyó las maniobras citadas.
Luego dejemos de hablar de pedofilia y hablemos de sodomía; bien que lo último precisa de lo primero.
Más vale que muchos comiencen a atarse ruedas de molino al cuello, que seguir por el camino que, empecinados y contumaces, no quieren abandonar. Más vale que se tomen cartas en el asunto y se expulse a aquellos que, estando entre nosotros, no son de los nuestros.
