No mentir. Ni en la política, ni en los medios

No mentir era el séptimo mandamiento. Que nos obliga a todos, también a los políticos y a los periodistas. No mentir, sea por religión o por ética. No creo que nadie lo cuestione. La Nación española proclama en el preámbulo de nuestra Constitución, “su voluntad de garantizar la convivencia democrática”, pero eso será imposible si la dirección política de la nación y las instituciones sociales no colaboran a ello. En las actitudes, en los comportamientos, no mentir es imprescindible porque, aunque no lo parezca, es algo que percibe con facilidad el sentido común del ciudadano medio y es lo que le hace tener o no confianza.

Sánchez, como demuestran las hemerotecas, no tiene ningún empacho para decir una cosa y la contraria. ¿Quién tiene la responsabilidad de impulsar las actuaciones para lograr la investidura? Antes decía que el candidato, ahora que el resto de los partidos. ¿Qué importancia da a la crítica a la corrupción?  Mucha cuando es la Gürtel. Ninguna cuando se trata de los EREs o de los cursos de formación. No, ese no es el camino que necesitamos, sr. Sánchez. Su cuestionado doctorado es un tema menor, al lado de esa contradicción permanente, que transmite la impresión de que le importa mucho más el poder que crear España.

Casado por su parte había ofrecido una cara muy amable, habla muy bien, no tiene muertos directos en el armario, y parecía que, al optar por la presidencia del PP, se ponía en frente del aparato y, por ende, de la vergonzosa gestión del 155 que hizo Soraya. Parecía querer volver al PP original que, aunque con confusiones naturales, al aceptar la presunta superioridad moral de la izquierda, tenía aparentemente algunas ideas firmes como que “España es la patria común” y que la “Constitucion se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española”. Casado parecía querer sugerir, sin ostentación, que el 155 de Rajoy no debía haberse quedado en una mera exhibición de capacidad jurídica, sino haber sido una actuación eficaz, que defendiera con firmeza y contundencia el interés general. Luego, sin embargo, ha dado marcha atrás con su “vuelta al centro”. Error, gran error. Pero lo peor fue que para evitar ser tildado de extrema derecha le negó, sin argumentos, el pan y la sal a Vox y se echó en brazos de Ciudadanos. La jugada le salió bien, véanse los casos paradigmáticos de Madrid y Murcia. Vox cedió porque no le pareció oportuno forzar unas nuevas elecciones, aunque tal vez se equivocó en la Alcaldía de Madrid.  Fue ahí donde el PP con su nuevo presidente se enfangó hasta arriba. Envió a un plenipotenciario Teodoro García Egea, secretario general del PP, a firmar un acuerdo de última hora con Jorge Ortega, secretario general de Vox, que incumplió en apenas 12 horas. ¡Y aún se permitió criticar a Vox, por haberlo hecho público, tras haber sufrido su incumplimiento! Demencial. Mal camino. Es absolutamente vergonzoso firmar algo que se incumple 12 horas después. Eso es algo que no se puede olvidar ni perdonar. Por lo menos mientras que el PP y, en particular Teodoro García Egea, no pidan públicamente perdón por ello.

Posteriormente, Albert Rivera, apenas dos días antes de la votación de investidura de Sánchez, le hizo a éste la oferta de apoyarle con condiciones que esencialmente consistían en la ruptura de Sánchez con el independentismo, tanto en Cataluña como en Navarra y País Vasco, y en renunciar a dar indultos a los posibles condenados por el procés. Lo fuerte fue que Rivera, tras una breve reunión con Casado, en la que le debió pillar con el pie cambiado, hizo a Sánchez la oferta en nombre de Ciudadanos y del propio PP. Casado en ese momento no rechistó, pero una semana después, entrevistado por Carlos Alsina en Onda Cero, manifestó que esa oferta ya se la había hecho el a Sánchez ¡el dos o tres de mayo pasado! Es decir, justo después de las elecciones del 28 de abril. El entrevistador se quedó sorprendido y de forma suave le preguntó al respecto, dando lugar a que Casado reafirmara que había hecho una oferta en esa fecha. Muchos de los oyentes nos quedamos sorprendidos. Resulta algo absolutamente increíble que una oferta de esa trascendencia política no se haya conocido hasta cinco meses después. No cabe en cabeza alguna ese secretismo y, o bien el incuestionable piquito de oro de Casado no se ve acompañado por la buena memoria, o lo que ha dicho es una mentira de gran calibre. No, no es ese camino, sr. Casado. Su cuestionado master es igualmente un tema menor ante esta mentira y ante su pasividad por la mentira que firmó su secretario general.

También los medios privados entran a veces en este juego de verdades interesadas y medias verdades, que se entiende, pero no se comparte. Mal está que los titulares parezcan a veces contradecirse con el contenido. Peor aún, pero comprensible, resulta que un medio privado resalte los logros de los partidos con los que simpatiza. Sin embargo, lo que es incuestionablemente inaceptable es que mienta al narrar los hechos, para denigrar a los partidos a los que no considere afines. Hoy, tres de octubre, El Mundo, que indiscutiblemente no simpatiza con Vox, en un artículo de la sección España, dice literalmente “Una vez consumada la negativa de Ciudadanos y Vox a la confluencia que proponía el PP, ha comenzado la batalla por el voto útil del centroderecha”. Ciudadanos rechazó las propuestas que le hizo Casado, el mismo día en que se le formularon. Por tanto, es conocido que se negó a la “confluencia” que le ofrecía el PP. Pero, ¿qué confluencia le ha propuesto el PP a Vox? Ninguna que se sepa. Sólo le ha ofrecido un trágala “apártate tú para que me voten a mí”. ¿Es eso una oferta de “confluencia”? El Mundo que frecuentemente resultaba un periódico bastante ponderado, cambió de línea desde que Vox adquirió cierta predominancia, tras las autonómicas andaluzas. Se centró en descalificar presuntas actitudes, en lugar de descalificar, o calificar, las propuestas. Optó por evitar ir al fondo de los temas y se orientó a la descalificación ambiguas y sin fundamento. No, sr Rosell, no. Ese no es el buen camino. Todos podemos equivocarnos, pero busquemos la verdad. Si no lo hace, más pronto o más tarde, esa verdad y ese por qué de las conductas se terminará manifestando.


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