¿Puede un católico celebrar la Constitución?

Nacida sin proceso constituyente, origen y causa de la situación y panorama actual, el próximo 6 de Diciembre, se celebrará en toda España, como si fuese la panacea del éxtasis democrático, el 39º aniversario de la ilegal CONSTITUCIÓN DE 1978.

Uno, que no es obispo, piensa: Cómo en un país católico, se puede festejar una Constitución atea, que primeramente descompuso el Fuero patrio, y más tarde nos arrebató el tesoro de la Confesionalidad Católica del Estado?

Sintiéndonos orgullosos de ser españoles, como lo hemos demostrado en las masivas manifestaciones habidas en toda España provocadas por el odio de los separatistas, no nos hemos presentado en ellas al grito de democracia y con el texto de la Constitución en las manos, sino con la bandera y símbolo de la Patria, para reclamar a gritos no el diálogo, sino la unidad de España y la aplicación de las leyes a los golpistas.

Escrito lo que precede, leemos que “El presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Ricardo Blázquez, inauguró este lunes 20/11, la Asamblea Plenaria con un claro apoyo al «restablecimiento del orden constitucional» con la aplicación del artículo 155 en Cataluña tras la declaración unilateral de independencia del pasado 27 de octubre, que significó la ruptura del orden constitucional que los españoles se dieron hace cuarenta años. Es un hecho grave y perturbador de la convivencia”.

Estos obispos hablan como parlamentarios. De acuerdo en que el cumplimiento del orden constitucional impide cualquier pretensión separatista. Pero con que se cumpla la constitución en este tema, ¿se dan ya por satisfechos estos obispos ¡sucesores de los apóstoles! que siguen afirmando que hay que volver a la Constitución, laica sin Dios, del 78, raíz de todos los males de la Patria, y no a ANTES de esa constitución, a un Estado que se confesaba católico?

La Constitución, dicen ellos, nació con la aspiración de configurar un marco general de libertad y respeto en el que todos caben. NO LO CONSIGUIERON. Estos obispos hablan como unos ciudadanos demócratas al servicio del orden público laico, pero no como unos apóstoles del Orden sagrado en el Reino de Dios.

Sufren, dicen, de que “no siempre sea reconocido que la Iglesia colaboró eficazmente en la «Transición política”, deseando cumplir su misión de reconciliación y pacificación. Los católicos conscientes sí les reconocemos que la Iglesia, tristemente, escandalosamente, trágicamente colaboró eficazmente en la Transición política de un Estado católico a un Estado ateo, sin lograr reconciliación ni pacificación humana a cambio de su apostasía de lo divino.

Los obispos españoles, si ejercen de obispos, no deberían nunca haber apoyado y seguir apoyando una Constitución sin Dios, de la que han salido no la libertad sino el libertinaje de una avalancha de perversiones incontables contrarias al a Ley de Dios y a la Ley Natural, como son las leyes inicuas del divorcio, la fornicación, el adulterio, el aborto, la manipulación de embriones, los matrimonios de hecho, la despenalización de la Blasfemia… etc., que han hundido al pueblo español en la oscuridad de la apostasía, el pecado y la ruina de las autonomías, también surgidas de esa Constitución que tanto apoya la CEE, dando pie al separatismo y a la declaración de independencia catalana.

En cuanto a que los obispos y presbíteros están al servicio de la convivencia pacífica de los ciudadanos, y a que su renuncia a la militancia política favorece que nadie se considere extraño a la comunidad cristiana por sus opciones legítimas, basta con ver las «esteladas» colgadas en las torres de las iglesias catalanas y escuchar los gritos y escritos de más de 400 miembros del clero catalán, entre obispos, curas, frailes y monjas a favor del separatismo con dramática ruptura afectiva en la sociedad civil, incluso familiar.

Esa es la Constitución que ofrecen festejar todos los años el 6 de diciembre como la condensación de la quinta esencia democrática, cuando en realidad es la raíz de una avalancha de perversiones incontables, contrarias a la Ley de Dios y a la Ley Natural; tapadera aconfesional del laicismo confesionalmente radical y anticatólico de la que emanan los males que enlutan al pueblo español como es el deterioro moral y económico, las leyes inicuas y contra-natura, los sueldos disparatados a políticos y a sus enchufados, las prebendas y subvenciones a sindicatos, titiriteros, maricones y extranjería, la injusticia

de los liberados, el derroche del erario público, el atraso educacional, los impuestos asfixiantes, la congelación de pensiones, la estrangulación moral y económica familiar; amén de las autonomías y estatutos separatistas, la propiciación de odios, la censura de la verdad intentando subvertir la historia, etc.

Legalizados con los mal-minoristas votos de los católicos, hoy los impíos nos gobiernan en España con una infidelidad permanente a nuestros principios católicos y una fidelidad a una Constitución agnóstica que ha prescindido absolutamente de Dios.

Dada la gravedad de esta ausencia de Dios en la vigente Constitución aconfesional, celébrenla si quieren estos obispos cortesanos, malos pastores, infieles a la prioridad de su Sagrado ministerio. En tanto no nos sea restituido el sacrosanto nombre de Dios en la Carta Magna, los católicos coherentes no podemos ni debemos celebrar ese día como fiesta.

 


Una respuesta a «¿Puede un católico celebrar la Constitución?»

  1. Los católicos coherentes que se consideran coherentes tienen que ser extraordinariamente católicos. Habría que añadir en la Carta Magna no sólo el nombre de Dios, sino también el de los católicos coherentes.

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