Ni tenía ni tiene por qué
Cada día me dio más cuenta y lo pienso más: no, no tenía ni tiene por qué, ni nada le obligaba ni obliga, ni nada ganaba ni gana con ello, sino en realidad todo lo contrario. Por eso, no, no tenía ni tiene por qué.
Me refiero a que Dios no tenía por qué revelársenos, ni crearnos, ni menos aún aguantarnos, ni enviar a su Hijo para procurar nuestra salvación máxime sabiendo lo que íbamos a hacer con Él. No, no tenía por qué.
Por eso, tras meditarlo cada día más, a mis años me doy cuenta de que todo se debe a su infinito amor, bondad y misericordia. Ahora, a mis años, cuando medito lo dicho, por fin creo, reconozco y me asombro de que Dios es todo Él amor, bondad y misericordia.
Ser sin principio ni final, infinitamente perfecto y feliz, desde siempre y para siempre no tenía necesidad alguna de crearnos porque ningún beneficio iba o va a obtener, nada en absoluto, para nada nos necesita, su felicidad y perfección es propia, per se, y por toda la eternidad. De nosotros nada puede sacar y menos aún esperar.
Pues a pesar de ello nos crea, y además a su imagen y semejanza, nos da inteligencia y el máximo respeto que puede tener el creador por su criatura que es el libre albedrio para poder elegir.
Y no sólo eso, pone a nuestra disposición todo lo por Él creado para que lo disfrutemos.
Y más y mejor aún: sabiendo lo que íbamos a hacer, cómo íbamos a ser, articula un plan maravilloso para que, a pesar de todo, incluso a pesar de nosotros mismos, podamos salvarnos y… compartir y disfrutar de su felicidad también, como Él y junto a Él, nada más y nada menos que por toda la eternidad. Realmente impresionante.
¿Y hay aún más? Pues sí. Dicho plan incluye la entrega de su amadísimo Hijo en el que tiene puestas todas Sus complacencias, ahí es nada, poniéndolo en nuestra pringosas manos y permitiendo que lo lleváramos a la cruz y no sólo eso, sino que después sigamos ofendiéndole a pesar de lo cual su paciencia para con nosotros, ese darnos más y más tiempo, producto de su misericordia, no se agota.
Todos los días desde hace ya meses, y no sé por qué, una y otra vez me viene a la cabeza lo dicho y por ello me doy cuenta realmente por primera vez en mi vida lo que es el amor que Dios me tiene y nos tiene a todas sus criaturas a pesar de que no tenía ni tiene por qué y menos aún iba a beneficiarse porque no nos necesita porque Su felicidad es infinita y eterna.
Por eso, sólo su amor inconmensurable, infinito, profundo y verdadero puede explicar que nos cree y que vele, mediante Su Hijo, paciente y constantemente sin abandonarnos nunca incluso cuando le ofendemos, para procurar nuestra salvación y además así poder compartir con Él su felicidad eternamente.

Amén
¡Enhorabuena!