Noche de los cristales rotos en Buenos Aires

Antes de entrar en materia, advierto y quiero hacer constar que la doctrina católica enseñada en la encíclica “Mortalium animos” de Pío XI acerca de cómo se ha de fomentar la verdadera unidad religiosa, no ha sido derogada y consiguientemente está vigente, y declara con rotundidad su oposición a que la Iglesia Católica se involucre ni siquiera de lejos en este movimiento ecuménico interreligioso que, mediante la manipulación y mala interpretación de algunos pasajes evangélicos, pretende conseguir la unidad con las demás religiones utilizando el dialogo con el pretendido fin de dirimir las diferencias que las separan.
Tales tentativas no pueden, de ninguna manera, obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pretendiendo así que, aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio.
Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios, fuera de la cual no hay salvación.
Siendo que “Mortalium animos” esta en vigor, claramente se ve que ni la Sede Apostólica puede en manera alguna tener parte en dichos Congresos, ni de ningún modo pueden los católicos favorecer ni cooperar a semejantes intentos; y si lo hacen, están dando autoridad a una falsa religión cristiana, totalmente ajena a la única y verdadera Iglesia de Cristo.
Con tal motivo recordamos que, entre otras cosas, dice:
“Convencidos de que son rarísimos los hombres privados de todo sentimiento religioso, parecen haber visto en ello esperanza de que no será difícil que los pueblos, aunque disientan unos de otros en materia de religión, convengan fraternalmente en la profesión de algunas doctrinas que sean como fundamento común de la vida espiritual. Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y conferencias, con no escaso número de oyentes, e invitar a discutir allí promiscuamente a todos, a infieles de todo género, a cristianos y hasta a aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia niegan la divinidad de su Persona o misión.
Tales tentativas no pueden, de ninguna manera, obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues, aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio.
Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente, se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios.”
¿Dónde estamos? ¿Dentro o fuera? ¿Queremos seguir siendo católicos o interconfesionales e interreligiosos?
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La “noche de los cristales rotos” o Kristallnacht fue un efecto maléfico para la población judía alemana. El nombre hace referencia a una serie de actos violentos y ataques combinados contra los judíos llevados a cabo en Alemania y algunas zonas de Austria y la República Checa en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938.
Y ocurrió, según los alemanes, como una reacción espontánea de la población tras el asesinato, el 7 de noviembre de 1938, de Ernst vom Rath, secretario de la embajada alemana en París, por un judío polaco de origen alemán, Herschel Grynszpan. Los actos violentos de dicha noche fueron dirigidos contra los judíos y sus propiedades, destruyéndose también casi todas las sinagogas del país. Los ataques dejaron las calles cubiertas de vidrios rotos pertenecientes a los escaparates de las tiendas y ventanas de los edificios de propiedad judía, razón por la que se denominó “Noche de los cristales rotos”.
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Cuando el arzobispo de Buenos Aires, Mon. Mario Poli, intentó comenzar la liturgia de conmemoración en recuerdo de “la noche de los cristales rotos” en la Catedral de Buenos Aires, el 12 de noviembre de 2013, en su 75 aniversario de aquellos hechos, fecha simbólica que representa el repudio a la violencia de la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 contra las sinagogas, tiendas y casas de los judíos, que marcaron, en palabras del Papa Francisco, “un triste paso hacia la tragedia de la Shoá”, un grupo de jóvenes y valientes católicos, por amor a la Iglesia Católica y en defensa del Derecho Canónico vigente, interrumpió el acto con el rezo del Santo Rosario en voz alta, impidiendo la profanación interreligiosa que se intentaba llevar a cabo en la Catedral de la Santísima Trinidad, que había sido organizado, como en años anteriores, por la Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso de la Arquidiócesis de Buenos Aires y la Comisión de Diálogo Interconfesional de B’nai B’rith Argentina (masonería regular reservada exclusivamente para judíos), al cual se preveía además la asistencia de representantes de la Iglesia Luterana Unida, la Iglesia de los Discípulos de Cristo, la Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia Dinamarquesa, la Iglesia Evangélica Metodista; las reflexiones iban a estar a cargo de Monseñor Poli y del rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, el Rabino Abraham Skorka.
También asistía el Nuncio Apostólico Monseñor Emil Paul Tscherrig; el obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, y numerosos judíos.

Cuando comenzó la ceremonia conducida por el presbítero Fernando Gianetti, a cargo del diálogo interreligioso en el arzobispado porteño, y Boris Kalnicki, de la entidad judía convocante, dos jóvenes, sin dejar de rezar el Rosario, entregaron un mensaje a los representantes interreligiosos que estaban situados en el Altar Mayor de espaldas al Sagrario. El mensaje decía: “O adoramos al Dios verdadero o adoramos dioses falsos. Fuera adoradores de dioses falsos del Templo Santo. Si entran en el Templo de Dios Vivo y Presente, doblen su rodilla, abandonen su idolatría, y adoren al Dios verdadero. Los pastores que llevan a los hombres a confundir el Dios verdadero con dioses falsos son lobos, que precipitan las almas al castigo eterno. Dios será un severo Juez de estos lobos, devoradores de inocencia. Y vosotros, que asistís a este acto de profanación, rezad el rosario en desagravio. Resistir. Que no os engañen…”
Mientras, otro de los jóvenes, desde el micrófono del Altar Mayor, explicaba a los asistentes: “Les pedimos a todos, por favor, que tengan en cuenta que es un Templo católico, y que este es en acto de profanación que debe ser evitado. No tenemos problemas con los recordatorios históricos que se hagan en lugares históricos. En el Templo Santo de Dios, donde vive el Santísimo no puede haber una profanación… recen el rosario y honren a Dios”. No le dejaron continuar. Al tiempo, el Padre Gianetti intentó hablar al público, lo que el rezo del Rosario se lo impidió. Asimismo, mientras, se generalizaban los forcejeos y agresiones de los interconfesionales asistentes contra el grupo de católicos que rezaban el Rosario, a los cuales intentaban silenciar y echar de la Catedral, lo que consiguieron bien que sólo después de que éstos terminaran su rezo del Santo Rosario.
Pasado esos minutos de tensión y ya con la presencia de efectivos de la Policía Federal, mientras Giannetti rezaba la Oración de la Paz de San Francisco de Asís, volvió la calma al interior del templo y tras estas palabras de Monseñor Poli: “Queridos hermanos judíos siéntanse en casa, porque los cristianos así lo queremos, a pesar de estos atisbos de intolerancia”, pudo iniciarse el acto litúrgico interconfesional programado.
Tras leerse textos del Papa Francisco en lo que condenaba el genocidio y se solidarizaba con el «querido pueblo judío», se guardó un minuto de silencio para que “se reconociesen otros silencios anteriores, el de las conciencias enmudecidas que aceptaron persecuciones y fueron indiferentes a la degradación y al crimen” que permitieron el exterminio, continuándose con rezos en hebreo, y el encendido de seis velas en memoria de los “seis millones” de judíos fallecidos.
Muchas personas se preguntarán: ¿por qué no se hacen estas conmemoraciones en una sinagoga, a la que pueden asistir todos estos interreligiosos incluidos los católicos? Pues porque lo ocurrido se amparaba por el precedente sentado el año anterior que había sido presidido por… el Arzobispo de Buenos Aires, entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio.
Entonces, en dicho precedente, el acto había comenzado con unas palabras del Padre Fernando Giannetti, responsable de la comisión del ecumenismo diocesano, intentando justificar por el Concilio Vaticano II una liturgia ilícita, pretendiendo equiparar la herejía según la cual la Shoá reemplaza a Jesucristo víctima, por lo que es necesario hacerla litúrgicamente igual a la Santa Misa.
Tras de tal primera falsedad, vinieron otras nuevas seguidas a continuación sin parar. Por ejemplo, el pastor luterano, David Calvo, dijo que ahora el pueblo de Dios son la sinagoga y la Iglesia, y la pastora Mariel Pons, evangélica metodista, afirmando que el siervo sufriente no es Cristo sino el pueblo judío convertido en víctima. De esa forma, se pudo contemplar, en tal parodia litúrgica, el recuerdo de aquella persecución simbolizada por el encendido de velas; para que no le temblase el pulso al Cardenal Bergoglio, el rabino Avruy le ayudó a encender la sexta representativa del último millón de víctimas.
¿Qué puede llevar a un Cardenal de la Iglesia Católica, cuya púrpura es símbolo de su disposición a derramar su sangre por fidelidad a Cristo, a estos extremos propios de un apóstata?
Años atrás el doctor Antonio Caponnetto había escrito: “Hoy los apóstatas, peores que los laicistas, están dentro de la Iglesia. Estamos padeciendo la gravísima situación de templos profanados ya no por las hordas rojas o por las hordas bolcheviques o por las manadas de socialistas o de masones, sino con la anuencia y complicidad de nuestros pastores que permiten que ciertos templos sean profanados… son desertores de la eternidad, sirven al reino de Satanás y la potestad de las tinieblas”.
Es de notar que todos los asistentes a ambos actos se refirieron al dolor judío, guardando un minuto de silencio, lo que no hicieron (en realidad ni falta que hace pues mejor es rezar) frente a las monstruosidades del genocidio del aborto, las crueldades de Israel contra los palestinos, la persecución y martirios de los cristianos en el mundo entero, la desaparición del catolicismo en Irak tras dos mil años de presencia ininterrumpida o el sistema vigente en China. ¿Por qué?
Disculpen el calificativo, pero no son más que hipócritas que sólo buscan su propio interés.
Para terminar el acto se cantó el himno Yiddish «Mol de Zog nit keyn hyn» que significa “nunca digas”, tras de lo cual y como broche final todos recitaron el Salmo 21/22, ese cuyo comienzo dijo Nuestro Señor desde la Cruz en sus momentos finales de máxima agonía: “Elí, Elí, “lemá sabacthani?...”. ¡Más claro imposible!

Es un engaño, a todos, deforman los hechos, las palabras, para sacar dinero y aplastar las almas, mira que hay a lo largo de la historia, persecuciones de cristianos en todas partes, hoy también, ejecutado por budistas, hinduistas,musulmanes, etc etc etc instigado por muchos de la raza de víboras, si hay que perdonarlos, amarlos, pedir por su conversión, pero tener claro que los fariseos y maestros de la ley están en Roma, y adoran al mundo, son hechos, no opiniones, Un abrazo, y no confíes en nadie, nuestro Señor Jesucristo ha resucitado y vendrá para juzgar a vivos y muertos,,,,,
Y
Felicidades a “El Español Digital” por recoger este muy interesante documento (artículo y vídeo) que con motivo del episodio de la “Noche de los cristales rotos” acaecido en 1938 incide en el tema del diálogo interreligioso e interconfesional, cuestiones siempre complejas de tratar y que despiertan reacciones contrarias de uno y otro signo, pero que se muestra como necesario en favor de la concordia y el entendimiento entre creencias diferentes. En este sentido, quizás la Jerarquía de la Iglesia Católica, guiada por su buena voluntad, a través de sus ministros hace a veces demasiadas concesiones, participando en actos o haciendo declaraciones que -sin renunciar a sus principios doctrinales- pueden ser criticables, pero todo en aras de un bien mayor.
Desde luego que el suceso que muestra el video sobre lo ocurrido en la catedral de Buenos Aires en 2013, y su alusión al acto precedente de 2012 con la participación del entonces cardenal Bergoglio, constituye un valioso documento a tener en cuenta.