Nuestra sociedad está sufriendo hoy una profunda crisis
Empezamos agosto con la nefasta noticia del desmantelamiento, por una caterva de bestias salvajes, que el pasado 23 de julio eliminó de raíz el Pontificio Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia, tras de haber ido minando concluyentemente su facultad más ilustre y después, metódicamente privado de sus cursos fundamentales de teología moral, hasta convertirle ahora en “Teológico” para darle poder sobre orientaciones y profesores.
Una institución que funcionaba y ayudaba a formar “minorías creativas” que fermentaban la sociedad, ha sido dinamitada y torpedeada por el rencor de un lobby apocalíptico infiltrado en las bases de los diferentes estamentos de la sociedad.
Concretamente estamos asistiendo a una devastación, sin precedentes, de la familia, esa célula esencial del ordenamiento cristiano que, desde distintas calañas, políticamente correctas, se la ataca indiscriminadamente con el único propósito de hacerla desaparecer.

Y no lo denunciamos para desacreditar su procedencia, puesto que Monseñor Vicenzo Paglia ha dejado claro, en lenguaje progre-modernista que el Papa “quiere de la Academia, y del Instituto: ampliar su campo de reflexión, sin limitarse a abordar situaciones específicas de conflicto ético, social o legal, articular una antropología que establezca las premisas prácticas y teóricas para una ‘conducta consistente con la dignidad de la persona humana’ y asegurarse de que tiene las herramientas para examinar críticamente ‘la teoría y la práctica de la ciencia y la tecnología mientras interactúan con la vida, su significado y su valor’”.
Con esto, nos deja peor que antes, o quizá con más clara intención de cambiar la teología moral de la Santa Iglesia, bimilenaria, por la sociología, el situacionismo y la conveniencia de un populismo sin precedentes, con el que, presumiblemente, fulminará toda la doctrina sobre el matrimonio y los sacramentos.
El primer aldabonazo contra la familia, por parte de la Iglesia, fue la alteración por el Concilio Vaticano II del primer propósito del matrimonio, a saber, la procreación, y su propósito secundario el amor conyugal, alegando que la procreación ya no es más el fin primario, y que ambos fines eran y son equivalentes. Lo que ha devenido a que el amor conyugal, que pronto fue denominado de una manera más cruda como “sexualidad”, constituyéndose en el propósito primario del matrimonio, y amparándose, consiguientemente, en la sexualidad, todo se está permitiendo: contracepción, planificación familiar, anticonceptivos y, finalmente, el aborto. Se han cargado la familia católica y la castidad conyugal.
Una segunda aldabada contra la familia tuvo lugar en febrero de 1978, cuando la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados aprobaron el proyecto de ley que despenalizaba el adulterio y el amancebamiento.
Otra vuelta de tuerca se hizo vigente por los años 80, al rebajar intencionadamente el sueldo del padre de familia, impidiéndole cubrir los gastos familiares, para obligar a la esposa a salir del hogar a trabajar. No quiero decir que la mujer no deba trabajar fuera, mi madre, después de que terminamos mis hermanos y yo el bachillerato, dirigió una fábrica de jabón, y eso fue por los años 50, lo que digo es que ese trabajo debe estar supeditado, como siempre ha estado, a la asistencia y educación de los hijos, amén de ser el timón de la nave familiar y el faro que controle y gestione el gasto familiar, para lo cual el marido debe trabajar duro y ganarse la vida para mantener a la familia, recibiendo un salario acorde a sus necesidades familiares. Haciendo así que la pareja sea algo completo e integral.
La familia es la cuna de la creencia y el lazo para la transmisión de valores. Los padres son los primeros maestros en la vida de un niño. Si los niños aprenden virtudes tradicionales como la generosidad, la humildad, la gratitud, la resiliencia, entre otros, a través de las palabras y las acciones de sus padres, eso los beneficiará por el resto de sus vidas. Destruir el hogar es romper el lugar donde sentimos amor, seguridad y ayuda.

Una cuarta sacudida en detrimento de la familia fue subvertir la mentalidad de los hijos hacia los padres y de los hermanos entre sí, con el derecho a la emancipación. En este apartado tubo gran repercusión las explicaciones de Erich Fromm en “El arte de amar”, afirmando que el axioma “mejor dar que recibir” supone una estafa que conduce al empobrecimiento, ya que dar significa renunciar a algo que nos conduce a una lucha interior continua de resignación. Tal situación, es mantener una relación familiar insana donde ya no existe el acto de dar sin esperar nada o se da sacrificándose, es un aprendizaje tan perjudicial que marcará cualquier relación auténtica que queramos mantener en nuestra vida. Aprenderemos a construir relaciones ficticias y este es el peor punto de partida. Por ello debemos asumir la responsabilidad de sanar esta relación que nos daña, y si no fuera posible, tomar la decisión de finalizarla, con una emancipación.
El quinto giro destructor que invistió con gran repercusión en detrimento de la familia, se produjo en España el 22 de junio de 1981 en el pleno del congreso de los Diputados aprobando la Ley del Divorcio, que se trasformo 24 años después en la controvertida Ley de Divorcio Express. A partir de entonces (2005) el proceso divorcista se disparaba en un 42% respecto al periodo anterior. Lo que ocasionó en los últimos 15 años se triplicase el número de divorcios, pasando de 37.586 en 2001 a 120.000 anuales, registrándose un total de 2.068.063 rupturas matrimoniales.
La sexta convulsión llegó aparentemente con retraso, pero llegó, y con ella del brazo, la liberación sexual. Movimiento que rápidamente se difundió por toda España, alterando en poco tiempo la manera en que la gente en general pensaba sobre la sociedad, la familia, el sexo y los valores culturales. Mientras ocurría esto, el movimiento por los derechos de los homosexuales y lesbianas también iba en aumento. La confluencia de estas fuerzas llevó al debilitamiento de los valores tradicionales de la familia occidental y al deterioro de la institución de la familia tradicional y su posición central en la vida social, obteniendo en 2005 la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. Al mismo tiempo, la agitación social provocó una serie de problemas, incluyendo la proliferación de la pornografía, la propagación de las drogadicciones, el colapso de la moral sexual, el aumento de los crímenes juveniles y la expansión de los grupos que dependían de las prestaciones sociales. En una palabra, la liberación sexual fue acogida no solo por los líderes de los Partidos, sino también por los ciudadanos de a pie. Debido a la promoción de la igualdad de las mujeres y la absoluta libertad de divorcio, amancebamiento y matrimonios de hecho, la veda quedó abierta para satisfacer el deseo sexual. Y para mayor inri, aparecieron los lobbies amorales, el movimiento feminista y la quinta esencia del desastre total con la ideología de género. La confluencia de todas estas fuerzas lleva inexorablemente al debilitamiento de los valores tradicionales de la familia y al deterioro de esta institución y su posición central en la vida social.
Todo el espectro perverso e ideológico de Owen, Fourier, Carpenter, Russell, Emile Armand, Chummy Fleming, Reich, el Doctor Marcuse, entre otros, desembocó en el movimiento de contracultura con el lema de “hacer el amor, no la guerra” insertando en la juventud la noción de la liberación sexual en lo más profundo de sus corazones., llegando a establecerse docenas de comunas utópicas que despreciaban el matrimonio monógamo tradicional y promulgaba la poligamia y el sexo grupal
Al mismo tiempo, la agitación social y la promiscuidad provocaron una serie de problemas, incluyendo la proliferación de la pornografía, la propagación de las drogadicciones, el colapso de la moral sexual, el aumento de los crímenes juveniles y la expansión de los grupos que dependían de las prestaciones sociales. Habiéndose colocado previamente la guinda de la liberación sexual con la despenalización del aborto.
¿Quién maneja los hilos de este ordenamiento? El mismo que ha predispuesto a ciertas personas para que siembren estas semillas de lujuria y desviación. El mismo que también hace arreglos sistemáticos para tentar y convencer a las gentes, a fin de que den rienda suelta a sus deseos, anteponiendo siempre sus egos, y se opongan a las enseñanzas divinas, para así pervertir gradualmente a las gentes, hasta finalmente alcanzar el objetivo de eliminar a la familia.
Ahora, quieren mostrar que la familia ya no existe. Esta afirmación podrá sorprender. Sin embargo, sólo asustará a los que, conociéndola como se presenta hoy, ignoran lo que ella fue y lo que debe ser.
Ayer la familia, como la familia de la sociedad antigua, constituía un todo denso y homogéneo, que se gobernaba con entera independencia en relación al Estado, bajo la autoridad absoluta de su jefe natural, el padre, y en la vía de las tradiciones y costumbres legadas por sus antepasados.
Hoy, la familia depende a tal punto del Estado, que el padre ni siquiera tiene la libertad de educar a sus hijos como su conciencia y a sus tradiciones de familia lo recomiendan. El Estado se apodera de ellos con el objetivo legalmente proclamado de transformarlos en ateos, y por lo tanto en seres amorales. De tal manera los padres de familia han perdido la noción de lo que ellos representan, estando ensombrecidos por un ambiente en concordancia con todo este cúmulo de disparates.
Esto ocurre porque hoy no se tiene desgraciadamente más la idea de la familia que se tenía otrora, es decir, la que poseíamos cuando vivíamos familiarmente y prosperábamos unidos. ¡Qué difícil es encontrar familias más allá de la generación actual! Esta no forma, con las generaciones precedentes y las subsiguientes, en nuestro pensamiento y aun en la realidad, aquel conjunto homogéneo y solidario que atravesaba los siglos, manteniendo su unidad viva.
Quiérase o no, el Estado surgido con la llegada de la democracia, nos ha robado la independencia de la familia y ha promulgado también leyes para suprimir esta cohesión y esta permanencia.

Y es que este sistema, abusando de la bondad natural de los españoles, ha adoptado y llevado a la práctica literalmente el sofisma Rousseauriano: “Los niños permanecen unidos al padre sólo mientras tienen necesidad de él para mantenerse. Tan pronto como esa necesidad cesa, el vínculo natural se deshace. Los niños libres de la obediencia que debían al padre, y el padre libre de los cuidados que debía a su hijo, adquieren igualmente su independencia. Si permanecen unidos, no se trata ya de un hecho natural, sino voluntario, y la propia familia sólo se mantiene por una convención”.
Palabras, que, sin duda alguna, rebajan al hombre al nivel de los animales, puesto que, entre ellos, de hecho, el vínculo parental se disuelve cuando cesa la necesidad. Nuestro sistema actual, quiere hacer entrar en las costumbres, todas esas ideas por medio de sus leyes, y lo hacen tanto las izquierdas como las centrales, porque hasta el momento no han existido las derechas.
Ante tal perspectiva, amén de la crisis religiosa, moral y por ende social, que estamos padeciendo, es necesaria de forma urgente una reforma de reconstrucción familiar, que implique urgentemente un cambio radical. Es necesario y sin demora fomentar que la práctica de las virtudes tradicionales nos devuelva la familia como el principal pilar de la sociedad. La familia ha sido siempre el lugar donde sus miembros nacen, aprende, se educan y desarrollan. Debe ser refugio, orgullo y alegría de todos sus miembros. Cuando la familia tiene problemas, alegrías o tristezas internas, repercuten en todos los familiares, sufriéndolos o disfrutándolos, debido a su total interrelación. Todas las legislaciones del mundo, deberían tener leyes, que protejan el concepto de la familiar y facilitar lo más posible su unión y continuidad. La familia se convierte en un castillo, que además de servir de refugio de sus componentes, estos tienen que defenderla a ultranza, de todos los ataques que le hagan. No pueden permitir que lo dañino pase sus puertas. Todos tienen que formar un solo cuerpo, para defender su propia vida presente y futura.
La familia está fundada en el matrimonio, que es exclusivamente la unión estable, por amor del hombre y de la mujer, para complementarse mutuamente y como otrora enseñaba la Iglesia, para transmitir la vida y la educación a los hijos. Es mucho más que una unidad legal, social o económica. Es una comunidad de amor y solidaridad, para trasmitir e instalar en las mentes las virtudes y valores humanos, culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, así como los principios de convivencia, tanto internos como externos, que tan esenciales son para el desarrollo y el bienestar de sus miembros y de la sociedad. La educación y conocimientos que se adquieren en la familia, perduran para siempre.
Existen virtudes y tradiciones que hemos de recuperar, como es la castidad en la relación entre un hombre y una mujer, hoy inusual y considerada hasta ridículo. Se ha de garantizar el cuidado familiar, unos de otros, sin límites de edad, ni de circunstancias y consiguientemente nadie encierre en vida a los ancianos en un asilo. Los familiares deben convivir dos, tres y hasta cuatro generaciones permitiendo trasmitir las enseñanzas religiosas y sociales, así como educar mejor a todas las generaciones. ¿Qué es eso de cuando los hijos cumplen los 18 años el sistema les fuerce, intimiden, persuadan y recomienden que abandonen el hogar? La emancipación es el origen del despego familiar y cuando los padres no pueden cuidarse solos, los mandan a un asilo o residencia de ancianos donde permanecen sedados hasta el infortunio de morir abandonados por los que ellos cuidaron.
Bien sé que es una ilusión volver a la familia tradicional, para impregnar nuevamente las instituciones para que pueda devolver a nuestra patria su otrora estabilidad y grandeza. La crisis y la caída en picado es muy profunda y se está afianzando día a día. Pero…, tengan por seguro que no existe otro camino de salvación, que el de poner en práctica las virtudes morales y sociales, que aparecen en el origen de todas las sociedades, dándoles nacimiento y después haciendo su prosperidad, por la concordia y el apoyo mutuo.
Tampoco me hago ilusiones con que abstengamos algunas personas, aunque seamos muchos, la práctica de las virtudes. Es obligatorio y necesario que esas virtudes impregnen, como he dicho anteriormente, las instituciones. Porque las virtudes privadas pasan como los hombres que las practican, pero las naciones son entes que permanecen. Y si las virtudes son su sustentáculo y fundamento, ellas deben ser perpetuas. Esa perpetuidad solamente puede encontrarse en las instituciones estables.
La primera de esas instituciones, y la más fundamental, aquella que es una creación divina, es la familia. La familia es la célula orgánica del cuerpo social. Es en ella que se encuentra el habitáculo de las virtudes morales y sociales. A partir de ella podremos ver irradiarse su poder, penetrando con el todos los órganos sociales y el propio Estado.
No lo duden, la familia es lo más importante de una sociedad. Si ella se destruye, se destruye la nación a la cual pertenece. Lo que estamos viviendo hoy en nuestra patria es la decadencia más absoluta de virtudes, costumbres y valores de nuestra sociedad. Se ha tergiversado la inclusión como un acto de generosidad obligando a aceptar conductas y hechos que son reprobables e incluso desviados y malsanos. Hay una minoría que impone sus ideas y consignas, movidos por las pautas marcadas por el maligno, con el fin de que se acepten sus posturas, conductas y sean consideradas “buenas”. Creo que a nosotros nos ha faltado voz y valentía para defender nuestras ideas y postura ante Dios. Tenemos buena voluntad, pero nos hace falta que esa voluntad sea buena.

Es tarde, muy tarde para enderezar el rumbo, se vende como comodidad lo que es hedonismo y se prima la inmediatez ante la falta de perspectivas. Que se pierda la natalidad da igual, se sustituye lo nacional por lo importado.