De nuevo en España más aborto, más miseria, más crimen.

Recordemos lo que en 2008 se le escapó a Cospedal “…el debate no es aborto sí o aborto no, porque ese debate ya se libró y ya se pactó”…

Nuevo día triste para España. Nuevo día de indignidad, de miseria, de aceleración de la caída libre en un  pozo que se vislumbra sin fondo.

El Congreso ha dado el primer paso para deshacer la reforma del aborto del PP; que de todas formas no fue tal, que conste. La Comisión de Igualdad –que paradoja– ha aprobado este ayer Martes instar al Gobierno a dar marcha atrás y permitir a las menores de 16 y 17 años abortar sin consentimiento de sus padres.

La Comisión ha aprobado una proposición no de ley presentada por Podemos, con los votos a favor del PSOE, la abstención de Ciudadanos –ojo al parche– y el voto en contra del PP que, como siempre, ha hecho el paripé; recordemos lo que en 2008 se le escapó a Cospedal “…el debate no es aborto sí o aborto no, porque ese debate ya se libró y ya se pactó.

El PSOE ha apoyado la iniciativa con los sofismas de siempre «todos los avances en materia de salud sexual y reproductiva son bienvenidos por el grupo socialista», «un sistema que permite a las mujeres decidir en condiciones seguras, médicamente adecuadas y sin consecuencias penales» y también con que «la propuesta viene a desarrollar la ley y la estrategia de salud sexual y reproductiva». Pero aún no conformes con lo dicho, ya anuncian que quieren ir aún más lejos ya que la propuesta no de ley no sólo se refiere a las jóvenes de 17 y 18 años, sino que también incorpora otras medidas como la implantación de un «programa de formación» obligatorio para los profesionales sanitarios –o sea eliminar toda posibilidad de objeción de conciencia– e introducir mecanismos de apoyo para las mujeres que deciden abortar «Queremos volver a recuperar el espíritu integral que mantiene el movimiento feminista respecto a los derechos sexuales y reproductivos, que está bastante recogido en la ley de 2010, pero faltan cosas por desarrollar».

El PP hizo en 2015 un doble y maquiavélico tururú a sus votantes, que se dicen católicos  y se lo creen.

Por un lado, anunció su total determinación para modificar la ley del aborto de Zapatero de 2010. Por boca de Ruíz Gallardón, ministro de Justicia, el PP dijo estar dispuesto a tumbar por completo la norma socialista y alumbrar la ley del aborto más restrictiva de la democracia. Ruíz Gallardón, a quien el aborto le importaba un bledo, creyó dos cosas: una, que Rajoy iba a cumplir su promesa de ir a por todas en este asunto; otra, que con ello potenciaría su carrera y ganaría puntos para desbancar a Rajoy cuando llegara el momento.

Sin embargo, Rajoy, después de respaldar a Gallardón en sus múltiples declaraciones, y cuando éste ya estaba metido hasta las orejas en la defensa de tales pretendidos «recortes», echó marcha atrás poniendo la excusa de siempre en cuanto surgieron las protestas del lumpen de la sociedad, manteniendo sólo la necesidad de que las menores de 16 y 17 años debían obtener el consentimiento de sus padres para abortar. Nada más; lo que de todas formas vendió a bombo y platillo. Ruíz Gallardón quedo tan tocado en lo personal, en lo político y en lo público que se marchó para no volver más.

Por otro lado, el PP mantuvo el recurso que contra la ley de Zapatero de 2010 había presentado en aquel entonces en el Tribunal Constitucional, bien que sólo de cara a la galería «pepera», pues muy bien sabían y saben que el propio tribunal ha dejado ver en varias ocasiones que mientras unos magistrados consideran que «Hay una opinión mayoritaria de dejar el asunto dormido y no afrontar la posibilidad de sentencia», otros se decantan por archivar directamente el recurso con el argumento, lógico, de que el PP ha gobernado con mayoría absoluta y posibilidad de reformar los artículos que consideraba inconstitucionales y «No lo han hecho y de ello se puede deducir que el recurso ha perdido su sentido inicial». Como ven, el PP lo tenía y tiene todo bien atado.

Y eso es lo que queremos remachar: del PSOE, Podemos, IU y otras gentes de mal vivir, de siempre hemos sabido de qué pié cojean. Del PP también, pero parece que sus votantes, católicos prácticamente todos, de Misa los Domingos y fiestas de guardar, muchos incluso diaria –bien que cohabitan antes de casarse y se divorcian igual que aquellos–  y con ellos el noventa por ciento del clero, con los obispos a la cabeza, no se quieren dar por enterados.

Los hechos cantan, son incontrovertibles y cada cual tendrá un día que rendir cuentas ante el Altísimo.

A quien pueda interesar: votar al PP es tan pecado mortal como hacerlo a los otros; y lo de la «ignorancia» no cuela.

 


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