El Nuevo Orden Mundial contra la Iglesia: filosofía de una infiltración
La Roca de Pedro es el principal escollo del Nuevo Orden Mundial hacia la consumación de su proyecto luciferino; sus principales cerebros lo saben bien: todo el esfuerzo de siglos de infiltración consiguiente va encaminado a la demolición de aquélla. El objeto del presente artículo es ofrecer una breve panorámica de este proceso de infiltración filosófica.

Generalizando (es decir, omitiendo la dispersa remanente existente), se puede afirmar sin errar en demasía que [1] a la última generación católica de la España educada en los principios de la Tradición perenne (generación hoy octogenaria/nonagenaria -y por ende en vías de desaparición-), le habría de seguir [2] la generación ocupada/jubilada que contribuyera tiempo ha en la consolidación neoliberal del proyecto capitalista, ése del estado de bienestar masón y sus futesas; tras éstas, llegan a tiempo para reposar en las tumbonas del descrédito cual largas son, [3] las extensas generaciones anti-metafísicas, hedonistas e idólatras (que no ateas) en su mayor parte, es decir las del “banco vacío” (en feliz expresión de cierta publicación religiosa), perfecto maridaje de pellejos y egos virtualmente interconectados en la Red (Internet). Cuatro décadas de partitocracia disolvente -repodrida en emolientes socialistas y liberalescos- han lesionado las estructuras mentales (y espirituales) de un cuerpo social hasta entonces más o menos compacto en su dirección moral (léase con una manifiesta concordancia entre los conceptos básicos relativos al bien o al mal en su más elemental grado de aprehensión). Pero antes hagamos antes un poco de historia.
Antecedentes: Modernismo
Esta apostasía, pese a remontarse a los tiempos del infausto Martín Lutero (e incluso a los primeros siglos de la Cristiandad, bien que a través de las diversas herejías incubadas: adopcionismo, donatismo, arrianismo, nestorianismo, monotelismo, pelagianismo, priscilianismo, etc.), tuvo su más visible concreción estructural en la filosofía del modernismo católico, producto decimonónico decadente, diseñado por figuras tan emblemáticas para los enemigos de la Iglesia como así lo fueron el P. Tyrrell, Loisy, Le Roy o el mismísimo Blondel, de quien la BAC, antaño casa de ortodoxia, no tuvo empacho en publicar su falso clásico La acción. No tenemos ningún interés en repetir una vez más todo cuanto sobre el modernismo se ha dicho, escrito o elucubrado, pero sí es oportuno recordar que dicha herejía consistía en la aplicación de los principios de la filosofía kantiana y de la dialéctica de Hegel al tomismo y la tradición católica en general, haciendo hincapié por lógica coyuntural en las cuestiones de la evolución y de la vida, así tras los pasos de filósofos tan prestigiados entonces como Bergson o Eucken. La esencia del modernismo fue bien resumida por el propio Tyrrell: “…será la Humanidad un Cristo místico, un Logos colectivo, el Verbo o la Manifestación del Padre; y cada miembro de esa sociedad será, en esta misma medida, un Cristo o un revelador en el que Dios se habrá encarnado y permanecido entre nosotros”. Condenada por el Papa San Pío X en la encíclica Pascendi, la herejía modernista pasaría a refugiarse en los sótanos de los cenáculos protestantes y las logias masónicas internacionales.
Neomodernismo: la gran debacle

Medio siglo después, el engendro despertaría con renovadas fuerzas y mejor conocimiento del terreno, volviendo a la carga con redoblado ímpetu: surgía el neomodernismo, en un perfecto dechado de audacia y corrupción del espíritu, consolidando la sorprendente convergencia del modernismo previo con el panteísmo y la hoy desmontada teoría de la evolución de las especies (Spencer, Lamarck, Darwin), y todo ello barnizado de nuevo con ungüentos hegelianos y heterodoxos varios. Será un jesuita francés, el inefable P. Pierre Teilhard de Chardin, el predecesor de esta azufrosa filosofía, en tanto expositor de sus descabelladas teorías en sus obras típicas El fenómeno humano y El ambiente divino, que darán a conocer el camino a seguir. Lo que parece evidente es que Teilhard no era católico corriente, sino panteísta cristiano de trazo grueso; basta asomarse a sus papeles para advertirlo: “Dios mío…, para que no sucumba a la tentación de maldecir el Universo, haz que lo adore, viéndote oculto en él. La gran palabra liberadora, Señor, la palabra que revela y opera al mismo tiempo, repítemela, Señor… En realidad, si lo queremos, el monstruo, la sombra, el fantasma, la tormenta, eres Tú… En el fondo, no son más que las especies o las apariencias de un mismo Sacramento”. Pío XII condenará sus desviaciones teológicas en Humani generis.
Tras los pasos del jesuita, desolaría la Roca una copiosa legión de campeones del neomodernismo (amén de una legión de epígonos hoy reinantes en todas y cada una de las librerías “católicas” del orbe). El más prominente y dotado de todos ellos, el más prolífico e influyente, será Karl Rahner, grafómano por momentos ilegible, plagado de contradicciones y ambigüedades, mas claro como el agua en otras ocasiones: “La Iglesia no se considera ya como la comunidad exclusiva de los candidatos a la salvación, sino como la vanguardia histórica y social de esta realidad… oculta”. Curiosamente, o no tanto, Rahner resultará el autor mayor número de veces citado en el Concilio Vaticano II, impregnando de neomodernismo dicho concilio pastoral. En palabras de Giovanni Battista Montini, Pablo VI: “La Iglesia se encuentra en una hora inquieta de autocrítica o, mejor dicho, de auto-demolición”. Más explícito se mostrará Joseph Ratzinger, futuro Benedicto XVI: “Después del Concilio, las diferencias de confesiones entre la exégesis católica y protestante desaparecieron prácticamente…” Para todos aquellos que quieran ahondar en este asunto, en fin, les recomendamos encarecidamente la lectura de un par de sustanciosos y sintéticos libros: Confusión y verdad, de Philip Trower; y Cien años de modernismo, del P. Dominique Bourmaud; en palabras de éste último, y a propósito de Teilhard (e implícitamente a cuanto vendría después), “hay que reconocer que su sistema llega a tiempo para favorecer los proyectos tanto masónicos como modernistas, pues la nueva formulación teilhardiana de los dogmas cristianos es el medio para transformar la Iglesia e integrarla -o mejor dicho, desintegrarla- en una Superiglesia universal”.
En parejo sentido, y con agudo sentido profético, describía el gran narrador argentino Hugo Wast una suerte de nueva teología -en boca del personaje de Fray Simón de Samaria, embebido de neomodernismo-, en su díptico distópico Juana Tabor y 666, dos novelas aparecidas en 1942 que habrían de anticipar el espíritu ecuménico del Concilio: “…Tengo la conciencia de que llevo conmigo todas las energías de una nueva creencia. Mi misión es reconciliar al siglo con la religión en el terreno dogmático, político y social. Me siento sacerdote hasta la médula de los huesos; pero he recibido del Señor un secreto divino: la Iglesia de hoy no es sino el germen de la Iglesia del porvenir, que tendrá tres círculos: en el primero cabrán católicos y protestantes; en el segundo, judíos y musulmanes; en el tercero, idólatras, paganos y aun ateos…” (Juana Tabor, capítulo I: “200 años después de Voltaire”); pese a ello, el tema central de este díptico no es tanto el neomodernismo que lo sazona como una brillante exposición sobre el Anticristo y su advenimiento (asunto harto complejo, ya novelado unas décadas antes por un anglicano converso al catolicismo, el P. Robert Hugh Benson, en cuya eficaz distopía Señor del mundo bosquejará con perfección maestra los rasgos de éste, personificado en la figura del diabólico Julian Felsenburgh, especie de superhombre y “salvador” negativo que profesaba un culto panteísta peor que ambiguo).

Hoy el neomodernismo lo inunda todo, o casi. Se diría que el Novus Ordo mira más al presente pragmático que a la Tradición perpetua. La percepción es patente desde lo externo: la reubicación del altar, dando el celebrante la espalda al Tabernáculo; la sustitución del latín por la lengua vernácula en el contexto de la simplificación drástica de la liturgia católica; la desaparición de la figura genuina del predicador y, por ende, del púlpito; la supresión de la apologética; la progresiva omisión de las referencias de rigor al infierno como lugar físico, o la mismísima realidad del pecado; amén de una tendencia estética hacia el minimalismo menos refractario (perceptible no ya en las nuevas arquitecturas y el mobiliario post-Bauhaus, sino en los más nimios ornamentos), han ido vaciando las iglesias de casi toda España; en palabras del sociólogo cristiano (católico no practicante) Amando de Miguel, “se ha perdido el Misterio”. Este aperturismo de dentro afuera, este nuevo ecumenismo adaptado a los tiempos (aggiornamento), pretendiendo abrir los brazos al orbe todo (pensemos en la barroca columnata de Bernini en San Pedro como obvia metáfora), no ha atraído acaso tantas nuevas almas a la Santa Madre Iglesia como se pensaba, sino más bien ha provocado la estampida desde dentro de multitudes cegadas por los nuevos ídolos caros a la diosa democracia. El ecumenismo del cardenal Roncalli/Juan XXIII apelaba por lo demás a un arma peligrosa en materia de fe: la simplicidad; en sus propias palabras: “Una cosa es la sustancia de la doctrina contenida en el depósito de la fe, y otra la formulación con que se reviste”; anticipando a ese clérigo laico de la progresía llamado Jürgen Habermas (y su teoría de la acción comunicativa), Roncalli introduce el diálogo, para “acoger y asumir desde el evangelio los valores legítimos de la cultura moderna, especialmente los principios de participación de todos y de representatividad democrática, así como la dinámica social que busca la paz y la solidaridad entre los hombres y los pueblos” (J. L. Vázquez Borau). Estas “concesiones”, por ende, han generado gran confusión, dispersando al rebaño de la recta doctrina: el pueblo, en tanto pueblo orante, pueblo de fe, es afecto a la doctrina, y lo es (y lo era) porque la vive sin cuestionamientos ni altas elucubraciones teológicas (elucubraciones para las que la multitud, para qué engañarnos, no está ni dotada ni preparada).
Ejemplifiquemos con un mero botón de muestra estas “simplificaciones”, acudiendo a dos compendios de Catecismo de la Iglesia Católica separados por casi un siglo de distancia: de una parte, el Compendio de la Doctrina Cristiana prescrito por la Santidad del Papa Pío X (1907; 2ª edición revisada); y de la otra, el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica de 2005 (2011).
La prístina inteligibilidad del Compendio de San Pío X se manifiesta en toda su genuina fuerza en la siguiente pregunta-respuesta:
83 P. ¿Quiénes están fuera de la Iglesia? / R. Están fuera de la verdadera Iglesia los infieles, los judíos, los herejes, los apóstatas, los cismáticos y los excomulgados.
En cambio, en el nuevo Compendio se invierte el sentido de la pregunta, no acotando su objeto (quiénes están fuera), sino expandiéndolo (quién pertenece), para mayor confusión del indocto consultante:
- ¿Quién pertenece a la Iglesia católica? / Todos los hombres, de modos diversos, pertenecen o están ordenados a la unidad católica del Pueblo de Dios. Está plenamente incorporado a la Iglesia católica quien, poseyendo el Espíritu de Cristo, se encuentra unido a la misma por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión. Los bautizados que no realizan plenamente dicha unidad católica están en una cierta comunión, aunque imperfecta, con la Iglesia católica.
Vemos pues cómo la inteligibilidad del segundo Compendio, que requiere del triple de líneas, resulta harto inferior a la del primero. Fruto de los influjos neomodernistas, esta ambigüedad que bien podría entenderse como falta de caridad, dificulta la lectura del texto y no aclara debidamente las dudas del consultante. Obviamente, este tipo de “concesiones” tiene un precio.
Consecuencias: sindiosismo y satanismo

Por todo ello, en consecuencia, son muchos los que han terminado por negar a JesuCristo, algunos incluso sin saberlo; la fiebre democrática y los efectos nocivos en el cuerpo social de la divisa racionalista-kantiana (junto a otros tónicos modernistas), parecen haber calado hondo entre los neomodernistas: “Jesucristo, históricamente, sólo era un hombre, pero resultaba útil presentarlo como Dios a los fieles, para que comprendan así que también ellos son en cierto modo hijos de Dios” (Kant). Ese trato displicente para con la Segunda Persona de la Trinidad, ha hecho un daño incalculable a Europa y a toda su área de influencia. Escépticos y cristófobos, deístas y masones, luciferinos y sectarios de toda laya, como el laureado poeta Giosuè Carducci, lo han venido anticipando y aun celebrando por todo lo alto en sus más sacrílegos versos:
¡Salud, Satanás,
Oh rebelión,
Oh fuerza de la revancha
De la razón!
¡Se alcen a ti sagrados
Inciensos y votos!
¡Al Jehová de los curas
Tú has vencido!
El sindiosismo fruto del racionalismo ciego anunciado por Wast en Juana Tabor y 666, degradado en caída libre, se ha trocado en un satanismo de bajo voltaje, enemigo jurado de todo aquello que huela a sacristía y a devoción mariana, con toda su simbología democratizada. El mal luterano, quinientos años atrás, bramaba con tozuda cerrazón, este sonado sofisma:
Peca con fuerza
pero cree aún con más fuerza.
Triste sino, la relectura modernista del mismo lo ha tornado todavía más sórdido, al suprimir la fe del condicional consiguiente.
Nihilismo o neo-politeísmo pagano
A la pregunta de qué habría más allá de la apostasía incubada por el neomodernismo, a medio y largo plazo, la doble respuesta prorrumpe ella sola: [1] o un nihilismo duro a la manera del Kirilov de Dostoyevski, culminado en el suicidio del sujeto en un contexto sobresaturado de seres soberanos de razón (opción improbable, a la que apenas se han acercado unos pocos [p. ej. Albert Caraco]); o [2] una vuelta al politeísmo pagano enmarcado en el espacio sincretista de las nuevas religiones de diseño, capitaneadas por los gurús de rigor (opción harto probable, incluso ya consolidada por la “Nueva Era“); así nos lo advirtió Cristo:
“Si alguno os dice entonces: ‘Mirad, aquí está el Mesías’ o ‘Mirad, allí está’, no lo creáis. Porque vendrán falsos mesías y falsos profetas, y harán grandes señales y milagros para engañar, a ser posible, incluso a los que Dios mismo ha escogido. Os lo he advertido de antemano. Por eso, si os dicen: ‘Mirad, allí está, en el desierto’, no vayáis; y si os dicen: ‘Mirad, aquí está, escondido en casa’, no lo creáis. Porque como el relámpago que brilla de oriente a occidente, así será la venida del Hijo del hombre. ¡Donde está el cadáver, allí se juntarán los buitres!” (Mt 24.23-28).

Mil gracias a José Antonio Bielsa por este excelente resumen de lo que ocurre hoy en la Iglesia invadida al 80% y subiendo por desgracia, por los masones.
El modernismo y darwinismo son locuras y estupideces sencillas de demostrar, pero que han calado hondo en nuestra sociedad.
Nunca he entendido como el jesuita – y van unos cuantos – Teilhard pudiera gozar de tanto predicamento, sobre todo entre los jesuitas porque es imposible decir tantas sandeces en tan poco espacio de lectura. Imposible.
Y los que lo siguen, casi todos jesuitas desde hace cinco decenios son los mayores tontos del universo.
Solo hay que leer al médico francés Antoine Béchamp para reirse a carcajadas de Darwin y de Teilhard…
Gracias de nuevo al Sr. Bielsa
DIOS, PATRIA y REY LEGITIMO
Don Ignacio, ¿puedo saber que opina usted del Opus Dei, de su enfrentamiento con el Obispo de Barbastro, a cuenta de Torreciudad, y al que amenazan con llevar a los tribunales ordinarios, etc?
¿No cree usted que la Obra es una iglesia dentro de la Iglesia, al igual que los Legionarios de Cristo, los Jesuitaas, etc., y que atesoran grandes riquezas, al margen de ela Iglesia universal, repito…?
Gracias.
Estimado Antonio, Te agradezco tu confianza.
Ni puedo ni suelo opinar sobre lo que NO conozco en profundidad y del Opus Dei solo sé que sus numerosos colegios son una obra extraordinaria.
El fundador, D. José M. Escriva, también fue un santo.
De todos los conocidos «buestros», Mariano Rajoy es un MASON que se inscribe en tres logias nada menos…
la Pan Europa, la Parsifal y la Walhalla…
De algunos ministros de Franco y del Opus Dei se sospecha – NO es seguro – que lo fueran Villar Palasi en su momento ministro de EDUCACION y se sabe la querencia de estos masones por influir en la EDUCACION de nuestros hijos… por supuesto para defomarla.
Lo que escribo es todo lo que sé, lo siento.
Saludos cordiales
DIOS, PATRIA y REY LEGITIMO
Aun estando de acuerdo con la primera parte del título del artículo, luego a la hora de describir el proceso del ataque a la Iglesia se disipa en muchos frentes, algunos de ellos basados en obras de ficción y en citas de autores varios.
El que ha habido y hay un ataque contra la Iglesia Católica y todo lo que representa es evidente, como ya ha quedado manifestado en otros artículos y comentarios aquí aparecidos.
Ahora y para centrarme en un solo punto del artículo, veamos la siguiente cita del mismo:
“En cambio, en el nuevo Compendio se invierte el sentido de la pregunta, no acotando su objeto (quiénes están fuera), sino expandiéndolo (quién pertenece), para mayor confusión del indocto consultante:
168. ¿Quién pertenece a la Iglesia católica? / Todos los hombres, de modos diversos, pertenecen o están ordenados a la unidad católica del Pueblo de Dios. Está plenamente incorporado a la Iglesia católica quien, poseyendo el Espíritu de Cristo, se encuentra unido a la misma por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión. Los bautizados que no realizan plenamente dicha unidad católica están en una cierta comunión, aunque imperfecta, con la Iglesia católica.
Vemos pues cómo la inteligibilidad del segundo Compendio, que requiere del triple de líneas, resulta harto inferior a la del primero. Fruto de los influjos neomodernistas, esta ambigüedad que bien podría entenderse como falta de caridad, dificulta la lectura del texto y no aclara debidamente las dudas del consultante. Obviamente, este tipo de “concesiones” tiene un precio.”
A diferencia de la interpretación del artículo, yo entiendo lo siguiente:
1. “Todos los hombres están ordenados (en potencia) a la unidad católica (es decir, universal)”, (entendiendo que quiere decir que “Dios quiere que todos los seres humanos se salven”)
2. “Pertenecen plenamente a la Iglesia católica los bautizados en ella y que cumplen con los requisitos”. (Reconocimiento de la primacía de la Iglesia Católica).
3. “Los bautizados en otras confesiones cristianas, están en cierta comunión aunque imperfecta con la misma”. (Pues, muy bien: hay puntos en común)
¿Dónde está el problema?
Papa San Gregorio Magno: (540-604)
“La Santa Iglesia universal enseña que no es posible adorar verdaderamente a Dios excepto en ella…”.
Papa Inocencio III, Eius exemplo, 18 de diciembre de 1208:
“De corazón creemos y con la boca confesamos una sola Iglesia, no de herejes, sino la Santa, Romana, Católica y Apostólica, fuera de la cual creemos que nadie se salva”.
Papa Bonifacio VIII, Unam Sanctam, 18 de noviembre de 1302:
“Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y Santa Iglesia Católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente lo creemos y simplemente lo confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados, como quiera que el Esposo clama en los cantares: ‘Una sola es mi paloma, una sola es mi perfecta’”.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Cantate Domino, 1441, ex cathedra:
“La Santa Iglesia Romana cree firmemente, profesa y enseña que aquéllos que no están en el seno de la Iglesia Católica, no solamente los paganos, sino también los judíos o herejes y cismáticos, jamás compartirán la vida eterna, e irán irremediablemente al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles, a no ser que se hayan unido a la Iglesia antes de morir…”. …………………… “A cuantos sienten de modo diverso y contrario, la sacrosanta iglesia Romana los condena, reprueba y anatematiza y proclama que son ajenos al cuerpo de Cristo que es la Iglesia”.
Papa León XII, Ubi Primum, # 14, 5 de mayo de 1824:
“Es imposible que el Dios sumamente veraz, que es la Verdad misma, suprema, el más sabio proveedor y premiador de los hombres buenos, apruebe todas las sectas que profesan falsas enseñanzas que a menudo son incompatibles entre sí y contradictorias, y confiera la salvación eterna a sus miembros… porque por fe divina profesamos un Señor, una fe, un bautismo… Por eso confesamos que no hay salvación fuera de la Iglesia”.
Papa Gregorio XVI, Summo iugiter studio, # 6, 27 de mayo de 1832:
“Por lo tanto, ellos deben ser instruidos en la verdadera adoración de Dios, que es única a la religión católica”.
Papa León XIII, Satis cognitum, # 5, 29 de junio de 1896:
“Quien se separa de la Iglesia para unirse a una esposa adúltera, renuncia a las promesas hechas a la Iglesia. Quien abandona a la Iglesia de Cristo no logrará las recompensas de Cristo”.
…………………. # 9 “Tal ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los santos padres, que siempre han mirado como excluido de la comunión católica y fuera de la iglesia a cualquiera que se separe en lo más mínimo de la doctrina enseñada por el magisterio auténtico”.
Papa San Pío X, Editae saepe, # 29, 26 de mayo de 1910:
“Solo la Iglesia posee, junto con su magisterio, el poder de gobernar y de santificar a la sociedad humana. Por sus ministros y siervos (cada uno en su destino y oficio), Ella confiere sobre la humanidad los medios apropiados y necesarios para la salvación”.
¿Y qué dice su admirado Cantalamesa, además de repetir la doctrina del modernismo?
Doctrina que repite porque si no no estaría junto a Tucho
Citas muy respetables todas -al igual que las de los Papas recientes- a tener en cuenta todas ellas, no sólo las que nos gusten.
Por otro lado, no veo que ninguna de ellas contradiga el epígrafe aludido del Catecismo.
Entonces es que usted tiene un serio problema de comprensión lectora.
Miguel parece un cura camuflado y cumple órdenes de defender lo indefendible
Lo que Ud. se resiste a admitir es que desde el Vaticano II, las citas de «los Papas recientes» contradicen la Doctrina Tradicional del la Iglesia Católica, el Magisterio. Por eso son heréticas y sus difusores, herejes.
Mi opinión, pues solo Dios no se equivoca, es que personas de otras denominaciones cristianas pueden salvarse, si el Papa Francisco, si su elección fue válida, tiene por decirlo así, el récord de equivocaciones, la tuvo Pedro que fue reprendido por San Pablo, entonces por que estos venerables Papas antiguos mencionados en el artículo ¿No podrían haber fallado en alguna declaración? Creo que leí que el justo y sufrido Job no era judío, antes de Jesucristo era la religión judía la única verdadera y otro ejemplo de muchos en el antiguo testamento fue la salvación de Nínive, a quien Yahvé envió el profeta Jonás y eran paganos; porque Dios es misericordioso, pero claro no en el modo tan amplio como hoy lo quieren poner en el sentido que no exige el cambio de vida por que Jesús le dijo a la mujer adúltera: Yo también te perdono pero en adelante, vete y no peques más. Aun así, el mejor medio para salvarse y el único dejado por Jesucristo es la Iglesia católica