Colombia en el NOM militar
El denominado Nuevo Orden Mundial (NOM), cuyo objetivo es el gobierno del planeta para la imposición de una ideología mundialista global, tiene su vertiente militar y Colombia es una buena prueba de ello.
Que existe un plan para implantar lo que se ha venido en llamar Nuevo Orden Mundial (NOM) ya no es posible ni ocultarlo ni no creérselo, a no ser que uno sea tonto o no se quiera enterar para así vivir más feliz… mientras le dejen, claro. Y que por supuesto ese NOM alcanza a todos los aspectos y todos los sectores de la vida de los seres humanos es una consecuencia lógica; y cómo no, uno de ellos, posiblemente de los más importantes, es el militar por razones obvias.

Una de las pruebas de lo dicho, si es que hiciera falta alguna más de las muchas que hay –tantas como pretendidas «misiones de paz» que llevan a cabo tanto la ONU como la OTAN, y que en España ya se reconocen que son «misiones en el exterior» a secas, sin tal apelativo pacifista–, es el hecho, que aunque anunciado no ha sido precisamente muy prodigado en los medios, de que a partir del pasado 31 de Mayo Colombia ha pasado a ser «socio global» de la OTAN; como ven, ni siquiera se oculta en la semántica esa ideología y objetivo mundialista que hemos citado.
El caso es que tal hecho se ha venido fraguando, no en secreto, pero sí discretamente desde 2013, año en el que Colombia se integró en el denominado por la OTAN proyecto «Construyendo Integridad» mediante el cual tal organización militar pretende «apoyar a sus aliados y países socios para promover e implementar la integridad, transparencia y rendición de cuentas en las instituciones de defensa» (¿?).
En 2015, Colombia participó con un buque en la operación marítima que la OTAN mantiene desde hace años en el Cuerno de África supuestamente para combatir la piratería en tal zona, misión que, en realidad, oculta el enorme interés estratégico y de influencia que dicha área geográfica tiene para ella y por lo tanto la imperiosa necesidad de perpetuarse allí; lo de la piratería suena desde hace mucho a excusa, útil, eso sí, para estar y permanecer cuando no hay motivo real.
Durante todo 2016 y hasta Mayo de 2017, Colombia llevó a cabo diversas negociaciones con la OTAN dentro del «Programa de Colaboración y Cooperación Individual» para «establecer áreas prioritarias para el diálogo y la cooperación» entre ambas partes; durante tal periodo de tiempo, personal de las fuerzas armadas colombianas participaron en cursos en la Escuela de la OTAN en Oberammergau (Alemania) y en su Colegio de Defensa en Roma, así como en conferencias militares de alto nivel. Tras lo anterior, y siempre teniendo en cuenta que la OTAN no esconde su interés por expandirse más allá del área euroatlántica buscando «socios», se llegó al acuerdo de aceptar a Colombia como «socio global» de la mencionada organización militar; cuya importante vertiente y estructura política, no sólo militar, dicho sea de paso, todos conocemos y ella misma no oculta. Hasta el momento los «socios globales» eran Australia, Nueva Zelanda, Japón y República de Corea con los cuales la OTAN creaba una barrera maritimo-insular ante China; Mongolia, con el que la OTAN adquirió frontera física con Rusia por su lado Sur, y Pakistán y Afganistán, con los que obtuvo frontera directa con Irán por su lado Este. El caso de Colombia es significativo porque es el primero fuera por completo de cualquiera de sus áreas de interés o de cualquier amenaza directa o potencial real como podrían ser las de los otros «socios globales» mencionados.
Así pues, la OTAN, que en buena lid debería haberse disuelto cuando lo hizo el Pacto de Varsovia tras la caída de la URSS y su «bloque del Este» satélite, su enemigo original y único según sus estatutos, no sólo no lo hizo, y ya han pasado dos décadas, sino que se ha reforzado paulatinamente, se ha expandido y ahora busca y acepta nuevos socios –en no mucho tiempo ya se anuncia el ingreso de Georgia y Ucrania como miembros de pleno derecho, y como piezas de su cerco a Rusia– entre países situados en áreas totalmente ajenas a la organización, a sus objetivos y misiones, expandiéndose, cual macha de aceite, lenta, pero inexorablemente, sobre todos los continentes incluído ya el americano Sur.

¿Y por qué? Porque la OTAN forma parte esencial, junto con los «cascos azules» de la ONU, de la vertiente militar de ese NOM que aliándose, o sea, absorbiendo, las fuerzas de cualquier país que le convenga y que acepte, busca asegurarse su injerencia en todo y en todos con cualquier excusa, porque no de otra forma se pueden calificar las «razones» esgrimidas y expuestas más arriba, todas ellas vagas, imprecisas, interpretables y escurridizas, máxime cuando se las redacta con una semántica, con una terminología tan etérea; la cual, todo hay que decirlo, tiene un tufo masónico que nadie que sepa algo sobre tal secta «discreta» puede negar, lo que ofrece una pista segura sobre quién puede estar, en buena medida, detrás del propio NOM.
Por eso, por lo dicho y demostrado, porque las cosas hay que saberlas observarcon lógica y sentido común, sin enloquecer, pero sin engañarnos, cuando nos mostramos en contra de la participación de España en las misiones militares exteriores (ver aquí informe), no lo hacemos por capricho, sino porque somos conscientes de que con ello España, nuestra patria, no está defendiendo ni su seguridad ni su libertad, como ufana y falsamente afirma tanto nuestro Ministerio de Defensa como nuestros militares, sino que muy al contrario lo que se está haciendo es someterse a ese NOM, perdiendo nuestra soberanía e independencia, y poniéndonos en riesgo cierto de que al injerirnos en asuntos de terceros que en nada nos amenazan, puede que llegue el día en que nos veamos envueltos en un conflicto bélico que ni nos va ni nos viene, injusto y beneficiosos sólo para los directores de ese NOM y sus intereses, siempre oscuros, pero eso sí, a costa de la sangre de nuestros militares, cuando menos, sino también de nuestros hijos y nietos caso de expandirse o prolongarse, y descontrolarse, dichos conflictos; que no en balde de las guerras siempre se ha dicho que se sabe cómo empiezan, pero no cómo ni cuando acaban.
