Nunca abandonar la fe por la traición de los obispos

Es un gran error abandonar la fe católica por la traición de los obispos a Franco

Tras la bochornosa actitud de la jerarquía de la Iglesia en España con relación a Franco, callando cobardemente ante la vil profanación y no permitiendo Misas en su honor el pasado 20 de noviembre, muchos patriotas están indignados y con toda la razón. Afortunadamente algunos valientes sacerdotes han celebrado la Misa por Franco, hecho por el que serán estigmatizados, pero ya les da igual, tienen a gala ser franquistas y admiradores de un hijo predilecto de la Iglesia.

¿Qué habrá cambiado en la Iglesia para pasar de las loas de los Papas a tenerlo por un maldito?

Nos repele profundamente esa actitud cobarde y hasta hostil hacia aquel que tanto hizo por la Iglesia en España, librándola del exterminio comunista, en lo que fue una Cruzada en toda regla, como la propia Iglesia reconoció oficialmente.

Salvo honrosas excepciones se puede decir que la Iglesia en España se ha desmarcado totalmente del franquismo, mientras abraza tristemente una democracia sin Dios que ha traído la destrucción moral de España. Lo que siempre fueron graves pecados como el aborto o la eutanasia hoy se consideran libertades y derechos. No hablemos nada del terreno sexual, pues en democracia todo vale.

Hasta aquí de acuerdo, es vergonzoso e incomprensible lo que pasa con la Iglesia en España, pero ello no justifica que estas personas ya no quieran saber nada de la Iglesia Católica. He oído decir a gente que ahora ya va a dejar de ir a Misa. Esto es una gran trampa porque la obligación de practicar no queda eximida por las malas actitudes de los pastores. Al final de nuestros días deberemos dar cuenta de nuestros actos, no de los del vecino.

Nuestra fe es algo muy firme y profundo y no puede depender de cualquier coyuntura por desagradable e incomprensible que sea.

La fidelidad a Cristo y a su Iglesia se demuestra en los momentos de prueba.  Escándalos siempre ha habido en la Iglesia y malos pastores. Si ese fuese el motivo para abandonar la fe, ya no existiría la Iglesia. Tenemos que entender que la Iglesia en cuanto a Cuerpo Místico de Cristo es santa, pero está compuesta por hombres pecadores y falibles. Humanamente es muy comprensible que ante ciertas actitudes de la Iglesia, no solo en el tema de Franco, la gente pueda cuestionarse la fe. Pero debemos superar esta tentación siendo fieles a la sana doctrina, al dogma y a la moral, que no cambian con los tiempos.

Vivimos tiempos de mucha confusión en la Iglesia donde a menudo los pastores son piedra de escándalo para muchos fieles. Se cumple lo anunciado en las apariciones de La Salette, aprobadas por la Iglesia otrora y silenciadas por la propia Iglesia hoy. En ellas se habla de apostasía, de peleas de obispos contra obispos, de sacerdotes que son cloacas de impureza… Son tiempos de profunda crisis en donde debemos aferrarnos más que nunca a la Tradición de la Iglesia, a lo que la Iglesia ha enseñado siempre y en todo lugar.


Una respuesta a «Nunca abandonar la fe por la traición de los obispos»

  1. CORRUPTIO OPTIMI PESSIMA, dice el adagio latino, con razón.

    El clero corrupto y apóstata (generado por el conciliábulo Vaticano II, principalmente) y capitaneado por el sodomita Montini, ha sido el factor más efectivo (y menos reconocido) en la mayoría de nuestras desgracias como sociedad, desde los años sesenta del siglo pasado, hasta alcanzar su lamentable estado actual.

    El silencio de estos «corderos» ante la profanación de la sepultura del Caudillo y de la basílica en la que ésta se encontraba, los ha arrastrado ya hasta la más profunda indignidad. Obnubilados por el tintineo de las «treinta monedas» y el pánico a dejar de percibirlas. Argumento, que parece haber sido principal, para comprar el infame y traidor mutismo de estos devotos de «san» Judas.

    Así pues, o lo poco que todavía queda de la Iglesia Católica se deshace de este tipo de «curas», o ellos acabarán (más pronto que tarde) con lo que aún resta de la verdadera Iglesia de siempre.

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