Pactos esquizofrénicos, entre el incumplimiento y la intransigencia

Etimológicamente, esquizofrenia significa mente dividida, mente que se contradice sin ser consciente de ello. Suele caracterizarse por conductas anómalas y una percepción alterada de la realidad. Es lo contrario al llamado sentido común, que se basa en principios obvios, tales como que para llegar a acuerdos hay que hablar con las otras partes, que todas deben hacer concesiones y que lo que se firma se debe cumplir. Los pactos de centro derecha PP, Ciudadanos y Vox presentan claros síntomas de esquizofrenia, tremendamente llamativos, muy superiores a los que presentan los pactos entre PSOE y Podemos. Los hechos son evidentes.

Teodoro García Egea

El secretario general del PP, Teodoro García Egea, firmó, el día 15 de junio a las 4 de la madrugada, con el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, un pacto para conseguir la investidura de alcaldes del PP. En menos de 24 horas, el nuevo alcalde de Madrid, Martínez-Almeida, lo incumplió, dejando a Vox absolutamente fuera de su equipo de gobierno. Fue algo impensable, increíble e inaceptable que dejó malparado, en sus inicios políticos, al renovado PP de Casado. No cabe olvidar que el actual presidente del PP, llegó al poder tras el 155 de Rajoy, con la intención de salvar a un partido que se inclinaba vertiginosamente hacia el abismo. Lo logró. Defenestró a Soraya, la ex presidenta de la Generalitat en funciones, durante el 155 de Rajoy. Después, con equilibrio y firmeza, apuntó maneras, en forma y fondo, y supo iniciar un nuevo camino, a pesar de las críticas que encontró desde el propio aparato del partido. Tras ser derrotado, ampliamente en las generales del 28A, por Pedro Sánchez que logró 123 diputados, el PP obtuvo unos resultados bastante buenos en las autonómicas y municipales del 26M. No obstante, su éxito potencial dependía de que lograse el apoyo de los representantes de Cs y Vox.

El papel del PP fue penoso y de mal augurio. El incumplimiento por el PP del pacto firmado por Teodoro ha puesto en entredicho el nombre del Partido Popular. ¿Es el PP un partido del cual se pueda uno fiar? La respuesta es un no rotundo. Ya han transcurrido sobradamente los 20 días, que establecía el pacto, para que en el Ayuntamiento de Madrid se formase un gobierno de coalición PP, Cs y Vox. El alcalde Almeida sigue sin ofrecer ningún puesto a Vox en ese aparato de gobierno. Esto grava fuertemente las expectativas de Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid y de López Miras en Murcia.

Al grave incumplimiento del PP se han añadido las intransigencias de Cs, partido que aún no ha definido si quiere ser de centro derecha o de centro izquierda. Cs le ha puesto, por ahora, una línea roja plena y total a Pedro Sánchez, que ha hecho méritos para ello, pero al mismo tiempo pretende implantar un cordón sanitario a Vox, sin explicar por qué. El partido de Abascal es un partido revolucionario, que hace propuestas de calado que invitan a reflexionar sobre temas tales como la revisión del Estado de las autonomías, la inmigración y la memoria histórica. Cs, partido en el cual se habían puesto muchas esperanzas, sobre todo por su valiente origen en Cataluña, se presenta como la reina de las intransigencias, jugando a un esquizofrénico vodevil que no conduce a ninguna parte, como el tiempo dirá. No clarifica cuál es la ideología que pretende tener para el futuro. Da bandazos desde “desaconsejar a Rajoy la aplicación del 155” en septiembre de 2017 a exigirle el 27 de octubre de ese año, “que para sumarse al 155, convocara elecciones autonómicas catalanas inmediatas”, cosa que llevó a Rajoy a hacerlo el 21 de diciembre de 2017, fecha tan apresurada, precipitada y sorprendente que, por sí sola, desactivó la aplicación del 155. En ese y otros temas los cambios de posición de Ciudadanos han sido tan llamativos que el calificativo “veleta naranja” le encaja como un guante.

Por todo ello, resulta esquizofrénico, sin paliativos, que, de la falta de cumplimiento de la palabra firmada, por parte del PP, y de la intransigencia infundada, porque sí, de Cs, se pretenda echar la culpa a Vox, partido que, si ha incurrido en algún error, ha sido el de ser demasiado generoso, tema que aún tiene tiempo de replantearse. Rectificar es de sabios. Lo coherente sería que Vox insistiese en el cumplimiento del acuerdo firmado con Teodoro y en su extrapolación a las Comunidades de Madrid y de Murcia. El PP tendría que ir pensando en buscar un puesto de acomodo para su actual secretario general, campeón de escupir huesos de aceitunas en Cieza, que según lo visto firma sin saber lo que firma.

Este es, lamentablemente, el marco de los pactos políticos de centro derecha con que se encuentra España. Sería muy conveniente que los partidos reflexionen en qué medida la política española tiene ética o no y en qué medida tienen visión de Estado. España necesita una regeneración de la vida política. Sin ello pretender tener gobiernos estables es un sinsentido. “To be or not to be, that is the question”.


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