El patriotismo virtud católica.
Con motivo de todo lo que ha sucedido en los últimos meses en esta tierra que llamamos España, se hace obligado intentar exponer en un solo artículo cuál es la doctrina de la Iglesia acerca de estos temas, pues por desgracia desde pocos altares se ha interpretado lo sucedido como un problema moral, necesitado por tanto del arbitrio de nuestra santa madre, la Iglesia. Y por desgracia, la carta firmada por cientos de sacerdotes a favor de la secesión, con el apoyo poco o nada disimulado de los obispos catalanes, no ha sido contestada con claridad por la Jerarquía española. Este clamoroso silencio ha causado no poco escándalo a algunos fieles, desconcierto en todos y errores entre los menos preparados. Quiera Nuestro Señor Jesucristo, bendecir nuestros esfuerzos para exponer lo más claramente posible la doctrina católica respecto a la Patria, el deber moral de amarla, su intima relación con la institución de la familia como dos facetas de un mismo amor, así como la naturaleza pecaminosa de la secesión o de la desobediencia a las instituciones. No es un tema ni mucho menos secundario, pues no en vano dijo Nuestro Señor que aquél que desprecie el más pequeño de sus mandatos, será el más pequeño en el reino de los cielos.

Siendo un documento por y para los católicos, que versa sobre una cuestión moral, la metodología y las fuentes que utilizaremos deben estar claras: la Revelación, en sus dos vertientes, la pública y la privada (teniendo en cuenta que la interpretación de la misma le corresponde en última instancia a la Iglesia), y la Tradición, dentro de la cual se incluye, con ciertos matices, ya que casi es un cuerpo aparte, el Magisterio de la Iglesia. Este último también con matices, ya que una declaración papal, si no es “ex cátedra” puede estar equivocada y de hecho hay papas legítimos que han sido declarados herejes (ej: Honorio I); y si esto es así con los Papas, lo mismo puede suceder con las declaraciones de otros muchos. El método a seguir, que a la vez es el criterio diferenciador del catolicismo frente al protestantismo y el judaísmo, es que todas las fuentes deben ser coherentes. Es decir, ir en la misma dirección, siendo el Papa quien tiene la última palabra pero sólo como árbitro. El Papa no puede ir en contra de la Revelación, ni la revelación privada en contra del Magisterio. Ni siquiera el Papa contra el Magisterio. Es decir que cuando Cristo dice “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”, quiere decir que ni siquiera un Papa tiene poder para interpretarlo de otra manera.
Una pieza clave del Magisterio es el Catecismo, si bien fijémonos cómo lo introduce San Juan Pablo II: “El Catecismo de la Iglesia Católica que aprobé el 25 de junio pasado (…) es una exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, atestiguadas e iluminadas por la Sagrada escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio eclesiástico”. Es decir que estos tres principios están por encima del Catecismo y de hecho lo iluminan, ya que en caso de duda priman sus explicaciones sobre las de éste y no al revés. Además dice que “no está llamado a sustituir a los catecismos locales debidamente autorizados”. De donde se deduce que no es un documento final, a modo de un código legal, sino una ayuda para explicar la fe de la Iglesia. De hecho hay conceptos que no aparecen en él, como el de secesión, y sí en los padres de la Iglesia, como bien se verá. Sirva todo esto a modo de introducción.
Por ser el texto más conocido en la actualidad, comenzaremos por el Catecismo. Dentro del mismo, las enseñanzas sobre el comportamiento frente a la autoridad legítima se enmarcan principalmente en el capítulo del cuarto mandamiento (algunos aspectos se incluyen en el del quinto), es decir que dichas responsabilidades derivan del mandamiento, “amarás a tu padre y a tu madre”. Así lo recoge claramente San Juan Pablo II: “Si se pregunta por el lugar del patriotismo en el decálogo, la respuesta es inequívoca: es parte del cuarto mandamiento, que nos exige honrar al padre y a la madre. (“Memoria e identidad”). El cuarto mandamiento es el primero de los mandamientos humanos, ya que los tres anteriores se refieren al amor a Dios y los siete restantes al amor al prójimo. Al ser el primero en prelación en esa segunda tanda, muchos padres de la Iglesia piensan que es el más importante y de hecho está por encima del quinto: no matarás (o en su traducción exacta: no asesinarás). De ser así, y en los párrafos siguientes lo argumentaré, no es exagerado decir que la Patria después de la Iglesia es la institución más sagrada, al mismo nivel que la familia o por encima de ella. Si bien no tiene sentido enfrentar una institución a la otra, ya que son dos facetas del mismo precepto. Veamos algunas frases de los artículos del Catecismo:
2238 Los que están sometidos a la autoridad deben mirar a sus superiores como representantes de Dios, que los ha instituido ministros de sus dones (cf Rm 13, 1-2): “Sed sumisos, a causa del Señor, a toda institución humana […]
2239 Deber de los ciudadanos es cooperar con la autoridad civil al bien de la sociedad en espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad. El amor y el servicio de la patria forman parte del deber de gratitud y del orden de la caridad. La sumisión a las autoridades legítimas y el servicio del bien común exigen de los ciudadanos que cumplan con su responsabilidad en la vida de la comunidad política.
2240 La sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la defensa del país (…)
2263 La legítima defensa de las personas y las sociedades no es una excepción a la prohibición de la muerte del inocente que constituye el homicidio voluntario. “La acción de defenderse […] puede entrañar un doble efecto: el uno es la conservación de la propia vida; el otro, la muerte del agresor” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 64, a. 7).
2265 La legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro. La defensa del bien común exige colocar al agresor en la situación de no poder causar perjuicio. Por este motivo, los que tienen autoridad legítima tienen también el derecho de rechazar, incluso con el uso de las armas, a los agresores de la sociedad civil confiada a su responsabilidad.
2310 Los poderes públicos tienen en este caso el derecho y el deber de imponer a los ciudadanos las obligaciones necesarias para la defensa nacional.
Hasta aquí lo que dice el Catecismo. Necesariamente se ha de dejar fuera de este texto aspectos importantes: hay límites al uso de la fuerza, se deben evitar males mayores, existe la objeción de conciencia… y además hay omisiones dentro del propio Catecismo, como por ejemplo no hablar de la secesión. Sin embargo deja muchas cosas claras: amar a la Patria es un deber de caridad y defenderla, una obligación moral; los gobiernos tienen el derecho y el deber de defenderla y hasta de obligar a sus ciudadanos a hacerlo, incluso por las armas, si fuera necesario, llegado el caso.
Conviene dejar claro que en esas ocasiones, por ejemplo cuando se ha sufrido una invasión, no es que exista el derecho a defenderla, sino que es un deber, aceptando la propia muerte o la de los seres queridos. Es decir que entonces, la patria se antepone a la familia. Para un padre o madre de familia existe claramente un dilema, ya que existe una obligación moral de defender a ambas; pero el proteger a los propios hijos sin hacer nada por defender a la propia nación, huyendo al extranjero por ejemplo, es un pecado de omisión. Otra cosa es que se deba desentender uno de la propia familia y echarse al monte por las bravas sin garantizar su protección. No decimos eso. Pero irse sin más, sin hacer nada por proteger a la propia nación, es probablemente aún más grave. Este sería el caso de unos padres de familia normales, pero las personas con una especial responsabilidad, todas aquellas que juraron libremente la bandera, está claro que deben priorizar a la Patria.

Pasemos ahora a iluminar las zonas oscuras del catecismo, algunas por no haber sido tratadas y otras por haberlo sido de manera somera; y usaremos para ello, la Tradición y el Magisterio. Comenzaremos con citas de los dos mayores doctores de la Iglesia que clarifican enormemente estos temas. Las opiniones de San Agustín, fueron resumidas por Ramiro de Maeztu, y por respeto a su pluma, no caeremos en el orgullo de cambiar ni una coma de sus palabras:
“El mejor maestro del patriotismo es san Agustín: «Ama siempre a tus prójimos, y más que a tus prójimos, a tus padres, y más que a tus padres, a tu patria, y más que a tu patria, a Dios», escribe en De libero arbitrio. «La patria es la que nos engendra, nos nutre y nos educa… Es más preciosa, venerable y santa que nuestra madre, nuestro padre y nuestros abuelos», dice otro texto del mismo libro. «Vivir para la patria y engendrar hijos para ella es un deber de virtud», se lee en La ciudad de Dios. «Pues que sabéis cuán grande es el amor de la patria, no os diré nada de él. Es el único amor que merece ser más fuerte que el de los padres. Si para los hombres de bien hubiese término o medida en los servicios que pueden rendir a su patria, yo merecería ser excusado de no poder servirla dignamente. Pero la adhesión a la ciudad crece de día en día, y a medida que más se nos aproxima la muerte, más deseamos dejar a nuestra patria feliz y próspera», escribe en una de sus cartas.”

Queda tan claro que no nos extenderemos en comentarlo, por lo que pasamos a exponer las opiniones de santo Tomás, el llamado pastor angélico:
“El hombre se hace deudor de los demás según la excelencia y según los beneficios que de ellos ha recibido. Por ambos títulos Dios ocupa el primer lugar, por ser sumamente excelente y por ser principio primero de nuestro existir y de nuestro gobierno. Después de Dios, los padres y la patria son también principios de nuestro ser y gobierno, pues de ellos y en ella hemos nacido y nos hemos criado. Por lo tanto, después de Dios, a los padres y la patria es a quienes más debemos. Y como a la religión toca dar culto a Dios, así en un grado inferior, a la piedad pertenece rendir un culto a los padres y a la patria. En este culto de los padres se incluye el de todos los consanguíneos, pues que son consanguíneos precisamente por proceder todos de unos mismos padres. Y en el culto de la patria se incluye el de los conciudadanos y de los amigos de la patria. Por lo tanto, a éstos principalmente se refiere la virtud de la piedad”.
En las palabras de santo Tomás también nos encontramos un aspecto que hoy está casi silenciado: así como tenemos especial deber de ayudar a nuestros familiares, así también tenemos un especial deber de ayudar a nuestros compatriotas. Eso no quiere decir que no haya que ayudar al extranjero, eso está bien, pero aún más a los nuestros.

La enseñanza el doctor angélico continúa introduciendo un concepto que hasta ahora no hemos tocado. En efecto en la Suma Teológica (II-II, q.42, a.2) trata de la sedición, donde dice que si el «divorcio» se opone a la unidad del matrimonio y el «cisma» a la unidad de la Iglesia, el pecado que se denomina de «sedición» es el que se opone «a la unidad del pueblo, de la ciudad o del reino»; y añade el Aquinate que como «se opone a la justicia y al bien común, por eso la sedición es, por naturaleza, pecado mortal» (sic). ¡Nada menos que pecado mortal! Luego identifica los sujetos de dicho pecado: «El pecado de sedición recae, primera y principalmente, sobre quienes la promueven, los cuales pecan gravísimamente; después, sobre quienes les secundan perturbando el bien común». O sea que, en opinión de aquel que es tenido por el mayor doctor de la Iglesia, el Obispo Novel y el resto de los obispos catalanes, junto con aquellos 400 sacerdotes que firmaron el manifiesto independentista, han pecado gravemente (mortalmente) y dado que no ha habido reparación publica del daño causado, no es muy arriesgado decir que siguen en pecado grave celebrando y comulgando como si tal cosa, “comiendo su propia condenación”. Por desgracia la cosa no termina ahí, ya que al no haber sido corregidos públicamente por quienes son responsables de ello, éstos incurren también en una falta de caridad (corregir al que yerra). Los puntos de vista de ambos santos encajan plenamente. Tan solo hay una diferencia aparente. Santo Tomás no indica que la Patria sea más importante que la Familia, pero en nuestra opinión no lo hace porque depende de la situación. Por ejemplo, si bien la Patria en conjunto está por encima de la propia familia, con las personas es al revés: los familiares están por delante de los compatriotas.

Hay pocos textos que hablen sobre la secesión pero es interesante estudiar lo que dijeron los Papas por ejemplo acerca de la independencia de Hispanoamérica; estos son los párrafos más importantes de la Carta Enciclica Etsi longissimo terrarum (S.S. Pio VII, 1816):
«Y como sea uno de sus hermosos y principales preceptos el que prescribe la sumisión a las Autoridades superiores, no dudamos que en las conmociones de esos países, que tan amargas han sido para Nuestro Corazón, no habréis cesado de inspirar a vuestra grey el justo y firme odio con que debe mirarlas.
Sin embargo, por cuanto hacemos en este mundo las veces del que es Dios de paz, y que al nacer para redimir al género humano de la tiranía de los demonios quiso anunciarla a los hombres por medio de sus ángeles, hemos creído propio de las Apostólicas funciones que, aunque sin merecerlo, Nos competen, el excitaros más con esta carta a no perdonar esfuerzo para desarraigar y DESTRUIR completamente la funesta cizaña de alborotos y SEDICIONES que el hombre enemigo sembró en esos países. (…)
Procurad, pues, Venerables Hermanos o Hijos queridos, corresponder gustosos a Nuestras paternales exhortaciones y deseos, recomendando con el mayor ahínco la fidelidad y obediencia debidas a vuestro Monarca; haced el mayor servicio a los pueblos que están a vuestro cuidado; (…)».
Continuamos exponiendo la doctrina papal basándonos principalmente en los Papas más recientes:

“No hay que temer que la conciencia de la fraternidad universal, fomentada por la doctrina cristiana, y el sentimiento que ella inspira, se opongan al amor, a la tradición y a las glorias de la propia patria, e impidan promover la prosperidad y los intereses legítimos; pues la misma doctrina enseña que en el ejercicio de la caridad existe un orden establecido por Dios, según el cual se debe amar más intensamente y ayudar preferentemente a los que nos están unidos con especiales vínculos. Aun el Divino Maestro dio ejemplo de esta preferencia a su tierra y a su patria, llorando sobre las inminentes ruinas de la Ciudad santa” Papa Pío XII. (Summi Pontificatus).

“Si el Catolicismo fuera un enemigo de la Patria, no sería una religión divina. La Patria es un nombre que trae a nuestra memoria los recuerdos más queridos, y bien sea porque llevamos la misma sangre que aquellos nacidos en nuestro propio suelo, o bien debido a la aún más noble semejanza de afectos y tradiciones, nuestra Patria es no sólo digna de amor, sino de predilección. Sentimos, pues, veneración por la Patria, que en suave unión con la Iglesia contribuye al verdadero bienestar de la Humanidad. Y ésta es la razón porqué los auténticos caudillos, campeones y salvadores de un país han surgido siempre de entre las filas de los mejores católicos” Papa Pio X (el 20 de Abril de 1909).

“El amor sobrenatural de la Iglesia y el que naturalmente se debe a la patria, son dos amores que proceden de un mismo principio eterno, puesto que de entrambos es causa y autor el mismo Dios; de donde se sigue que no puede haber oposición entre los dos”. Papa León XIII (Encíclica Sapientiae Christianae).

“Me refiero especialmente a las tendencias corporativas y a los peligros de separatismo que, al parecer, están surgiendo en el país. A decir verdad, en Italia, desde hace mucho tiempo, existe cierta tensión entre el Norte, más bien rico, y el Sur, más pobre. Pero hoy en día esta tensión resulta más aguda. Sin embargo, es preciso superar decididamente las tendencias corporativas y los peligros de separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada”. Papa San Juan Pablo II (“Mensaje a los Obispos italianos sobre las responsabilidades de los católicos ante los desafíos del momento histórico actual”, relacionado con las ansias secesionistas de la Liga Norte).
“Si se pregunta por el lugar del patriotismo en el decálogo, la respuesta es inequívoca: es parte del cuarto mandamiento, que nos exige honrar al padre y a la madre. Es uno de esos sentimientos que el latín incluye en el término pietas, resaltando la dimensión religiosa subyacente en el respeto y veneración que se debe a los padres, porque representan para nosotros a Dios Creador. Al darnos la vida, participan en el misterio de la creación y merecen por tanto una devoción que evoca la que rendimos a Dios Creador. El patriotismo conlleva precisamente este tipo de actitud interior, desde el momento que también la patria es verdaderamente una madre para cada uno. Patriotismo significa amar todo lo que es patrio: su historia, sus tradiciones, la lengua y su misma configuración geográfica. La patria es un bien común de todos los ciudadanos y, como tal, también un gran deber. Como sucede con la familia, también la nación y la patria siguen siendo realidades insustituibles”. San Juan Pablo II (Memoria e identidad).

“Toda división me preocupa. Hay independencia por emancipación y hay independencia por secesión. Las independencias por emancipación, por ejemplo, son las americanas, que se emanciparon de los Estados europeos. Las independencias de pueblos por secesión es un desmembramiento, a veces es muy obvio. Pensemos en la antigua Yugoslavia. Obviamente, hay pueblos con culturas tan diversas que ni con cola se podían pegar. El caso yugoslavo es muy claro, pero yo me pregunto si es tan claro en otros casos, en otros pueblos que hasta ahora han estado juntos. Hay que estudiar caso por caso. Escocia, la Padania, Cataluña. Habrá casos que serán justos y casos que no serán justos, pero la secesión de una nación sin un antecedente de unidad forzosa hay que tomarla con muchas pinzas y analizarla caso por caso.” Papa Francisco I, obispo de Roma (entrevista a La Vanguardia, 2014).
Por último, cabe añadir algunas de las revelaciones privadas que han sido aprobadas por la Iglesia, si bien esto no es completamente necesario ya que el propio Catecismo indica que son los fieles los que tienen que valorar su veracidad:

“La Santa Fe de Dios será olvidada, cada individuo querrá guiarse por sí mismo y ser superior a sus semejantes. Los poderes civiles y eclesiásticos serán abolidos, todo orden y toda justicia serán pisoteados; no se verán más que homicidios, odio, envidia, mentira y discordia, sin amor por la patria ni por la familia”. (Revelaciones de La Sallete).
“El corto número de almas en las cuales se conservará el culto de la fe y de las buenas costumbres sufrirá un cruel e indecible al par que prolongado martirio; muchas de ellas descenderán al sepulcro por la violencia del sufrimiento y serán contadas como mártires que se sacrificaron por la Iglesia y por la Patria”. (Revelaciones de María del Buen Suceso).
En La Sallete, la Virgen une el amor a la Patria y a la familia como una misma cosa, se entiende bien que sin amar a una se debilita el amor a la otra. En la segunda, se retoma por revelación divina esa expresión de mártires de la Iglesia y de la Patria, dando a entender lo que ya se ha dicho: que la Patria merece nuestra veneración en el sentido religioso del término.

Y por último la Sagrada Escritura: «Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita.»» Lucas 19, 40-45. Ya hemos visto arriba como interpreta este pasaje Pio XII, por lo que no cabe discusión. Este llanto del propio Cristo que recoge san Lucas se parece muchísimo a aquel otro del profeta que en salmo 137 dice: «que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti Jerusalén, si no pongo a Jerusalén por encima de mi propia alegría». Pero es que aún hay más, ya que durante toda su vida Cristo dio un ejemplo de patriotismo dedicando casi todo el tiempo de su labor de mayor importancia, la predicación, al pueblo de Israel y sólo en contadas ocasiones a los extranjeros. Únicamente cuando sus compatriotas Le rechazaron se abrió la predicación a los paganos.
Hemos realizado en estas páginas un repaso a la doctrina de la Iglesia respecto al patriotismo ; sin duda como se decía antaño, “no están todos los que son, pero son todos los que están”. Muchas citas, muchos santos, muchas revelaciones se han quedado fuera, pero hay base más que suficiente para asegurar que la defensa de la unidad de España no es sólo una opción legítima, es una obligación moral de la que se nos pedirá cuentas en la otra vida. Esto debería bastarnos para tomar partido. Aquel que aún dude, sepa también que la mejor defensa de la Familia, es defender a la Patria. Si ésta no estuviera como está por nuestra desafección, no sufriríamos la campaña cada vez menos disimulada de acoso contra aquélla.
Que la Inmaculada Concepción, que nos visitó en carne mortal y a la que un día todo nuestro pueblo juró defender, San José, patrón de toda la Iglesia y de los reinos hispanos en particular, Santiago nuestro defensor, nuestro Santo Ángel Custodio y todos los santos españoles intercedan por nuestra España en esta hora sombría.
Por Juan del Águila

Leído el artículo con todo mi interés y atención, me llama poderosamente la atención la escasísima difusión que tiene entre los católicos, a los que, sin duda, nos viene muy bien conocer el lo que dice el Catecismo,la Sagrada escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio eclesiástico. Quiero agradecerle su artículo por el bien que me hace a mí particularmente. Se lo daré a leer a toda mi familia, porque aclarará muchas dudas.