Pérez-reverte y el mito del pistolero Sánchez

En una reciente entrevista televisiva, Arturo Pérez-Reverte hizo una descripción de Pedro Sánchez más que literaria, casi mitológica, en la que el exitoso escritor llegó a adjudicarle las cualidades propias de un personaje de William Shakespeare o de la Florencia maquiavélica del Renacimiento, y afirmó que, para un novelista, “Sánchez es un personaje interesantísimo”. El corte televisivo de esta parte de la entrevista fue compartido en las redes sociales por la cuenta oficial del programa, y rápidamente recibió el aplauso casi unánime del centro derecha.

Pérez-Reverte había proporcionado una explicación redonda a una cuestión desconcertante: ¿cómo era posible que un tipo como Sánchez, no sólo hubiera ocupado la Moncloa, sino que además pareciera invulnerable? Tal vez algo tan insólito podría explicarse elevando al personaje a la categoría de supervillano. Y precisamente esto es lo que hizo Pérez-Reverte.

Es lógico que un novelista exagere determinados aspectos de un personaje real para poder construir sobre él otro novelesco. En una novela el interés radica en buena medida en el magnetismo de sus personajes. Si los protagonistas son vulgares y planos, indistinguibles de la prosaica realidad, si no se les dota de unas características, positivas o negativas, que los hagan singulares, la novela se viene abajo. De ahí, posiblemente, que Pérez-Reverte dotara a Pedro Sánchez de los atributos de un tirano shakesperiano o lo asimilara a los legendarios pistoleros de Oeste, que eran los más rápidos desenfundando y donde ponían el ojo, ponían la bala.

Sin embargo, a pesar de que la caracterización de Pérez-Reverte no está exenta de talento, Sánchez no es ni de lejos un supervillano digno de una tragedia de William Shakespeare; tampoco un forajido de leyenda. Encaja mucho mejor con la tradición de la novela picaresca. Es, a lo sumo, un sinvergüenza audaz que ha trepado al poder y se mantiene en él, a pesar de todos los desastres y escándalos que le acompañan, porque la España política se ha envilecido y ha perdido hasta las formas.

Ocurre que elevar a Sánchez a supervillano supone un alivio para la derecha sociológica, porque, a pesar de todos los pesares, no le va demasiado mal y, como todavía puede permitirse ciertos lujos, prefiere rezar a la Virgen para quedarse como está que tentar a la suerte poniendo en cuestión el modelo político. Al fin y al cabo, descuenta que tarde o temprano gobernarán los suyos. Y, cuando suceda, algo caerá de su lado.

Así que, para mirar el dedo y no la Luna, la derecha necesita explicaciones redondas, narradores que recreen maquiavélicos adversarios para exonerarla de cualquier culpa. O, dicho de otra forma, prefiere creer en un supervillano que pararse a pensar si Sánchez no será más bien el producto de los malos usos y costumbres que han permeado la política… con la complicidad de todos, incluida la derecha.

Conste que a Sánchez le reconozco una virtud: la audacia. Pero, para que su imbatibilidad pudiera explicarse de forma razonable, la audacia debería ir acompañada de alguna otra virtud, más allá, claro está, de mentir como un bellaco o carecer de escrúpulos.

Pero lo cierto es que Sánchez no evidencia otras cualidades. No tiene una inteligencia superlativa, ni siquiera una inteligencia de algún modo singular. Todo en él, más allá de su estatura o aspecto físico, es perfectamente mediocre. No es un buen orador. En un debate sin trampa ni cartón no demuestra tener demasiados reflejos, incluso en ocasiones sus réplicas y la gestualidad con que las acompaña resultan impropias, no ya para un gobernante, sino para una persona mínimamente solvente. Y, sin embargo, ahí está y, además, resiste. ¿Es, pues, suficiente su audacia para explicar el milagro?

La audacia y, si acaso, también la desvergüenza, no explican este fenómeno por sí solas. Es necesario mirar un poco más allá del personaje. Si lo hacemos, descubriremos que Sánchez, con su falta de escrúpulos, ha puesto de relieve algo más preocupante que su persona: que el poder ejecutivo, en la práctica, apenas tiene contrapesos efectivos y que un presidente del Gobierno puede, incluso, cerrar el parlamento y confinar a todo el país haciendo mal uso de las leyes sin que pase absolutamente nada, por más que el Tribunal Constitucional dictamine en su contra.

No es mi intención proyectar una idea esencialista de España, sino apuntar a los males de fondo perfectamente subsanables que han cristalizado en un presidente sin vergüenza. Sobre el papel, quitando algunas notables salvedades, nuestro modelo institucional no difiere demasiado del de otros países democráticos y desarrollados. Sin embargo, en la práctica, la distancia que separa nuestras instituciones formales de los usos y costumbres que imperan en la política es cada vez más grande.

Aquí, quien gana unas elecciones generales y logra formar gobierno puede erigirse en una especie de caudillo. Y esto no es mérito de Sánchez. Ya era así antes de que su audacia le llevara a la Moncloa. Ocurre simplemente que quienes le precedieron se cuidaron de disimularlo no perdiendo las formas o, mejor dicho, no perdiéndolas totalmente, porque ya el anterior presidente se permitió anticipar el nombramiento de sus ministros en la sede de su partido, degradando el parlamento a postrero fedatario de sus designios. El “mérito” de Sánchez consistiría, pues, en dar una vuelta de tuerca adicional a lo que ya había; esto es, prescindir de las formas.

Para descartar mitificaciones que ocultan problemas de fondo basta un sencillo ejercicio. Por ejemplo, imaginarse cuán larga habría sido la carrera del audaz Sánchez en Alemania, o en otros países democráticos, donde no ya cortar y pegar a destajo, sino plagiar un párrafo en una tesis supone ser apartado de la política de manera fulminante. A partir de aquí también podemos deducir que habría sido de este proverbial «killer» en esos otros países a propósito de cuestiones bastante más graves que el plagio académico.

No se trata de exculpar al personaje, sino de concienciarnos de que Sánchez existe porque la degradación política tarde o temprano tenía que parirlo. Sin ir más lejos, días atrás el gobierno del conservador austriaco, Sebastian Kurz, se tambaleaba por las acusaciones de haber destinado dinero público a manipular editoriales y sesgar encuestas electorales en algunos medios de comunicación a cambio de la compra de espacios publicitarios. El hecho de que Kurz esté siendo investigado por destinar fondos del gobierno para asegurar una cobertura mediática favorable ha supuesto su dimisión. En España que un gobierno se tambalee por este tipo de prácticas es inimaginable. Probablemente no sería ni noticia.

Sánchez hace lo que hace porque, en efecto, no tiene ni vergüenza ni escrúpulos, pero, sobre todo, porque en España puede hacerlo. No porque posea unas cualidades extraordinarias. Si acaso, le concedo a Pérez-Reverte la comparación con un pistolero, pero porque el mito de los pistoleros del Oeste también es en buena medida un producto de la exageración literaria.

Lo cierto es que en el salvaje Oeste americano la inmensa mayoría de los que llevaban revólver apenas sabía utilizarlo. Lo normal era tener una pésima puntería, por eso en los duelos se situaban extremadamente cerca. Aún así, era bastante habitual que los duelistas descargaran sus armas por completo disparándose mutuamente sin siquiera rozarse. El revólver, para la gran mayoría, era una herramienta que se llevaba por si acaso, de igual modo que los conductores actuales llevan cadenas en el maletero. Y cuando nieva, muchos no saben colocarlas.

Así, en el viejo Oeste, a poco que uno tuviera cierta puntería y escasos escrúpulos podía convertirse en un forajido legendario. Quizá, visto así este mito encajaría mejor con el Sánchez literario de Pérez-Reverte. Un tipo que dispara a todo lo que se mueve, que las hace de todos los colores porque sabe que no le pasará nada.

Para Disidentia


Una respuesta a «Pérez-reverte y el mito del pistolero Sánchez»

  1. Muy buen artículo.
    En mi modesta opinión Pérez Reverte no es café, es «achicoria». Le ocurre lo mismo que a la actual bandera de España con el escudo capado, que los tontos la llevan con orgullo como si fuera la pera limonera cuando en realidad esa bandera no representa a España, o al menos no a la España «Una, Grande y Libre» que todos queremos, sino a la España decadente -porque el escudo capado sin Águila es la representación oficial e institucionalizada de la España capada sin grandeza ni unidad ni libertad sino al servicio de los angloamericanos-, desangrada en el separatismo, de la verja abierta de Gibraltar para que los piratas y los narcotraficantes (valga la redundancia) puedan trabajar a sus anchas, y de paso se lleven sus buenos sobres los que la abrieron y la mantienen abierta y sostienen desde sus televisiones y sus redacciones que continúe el cotarro, etc. etc. Para los que se tragan lo de la bandera de la decadencia institucionalizada, que eso es la bandera actual de España, como un gran símbolo nacional cuando es todo lo contrario, es el símbolo que han construido los enemigos de España para tener las alas cortadas, pues efectivamente Pérez Reverte (como Casado, Ayuso o Rajoy o incluso Alfonso Guerra porque hasta este extremo de imbecilidad social hemos llegado en España) puede verse como un gran patriota, y sus libros, que para mí son pura basura que nada tiene que ver con la Historia militar de España más allá de la caricatura de uno que va de listo y está para tomar apuntes, como algo extraordinario, porque hasta este punto de decadencia hemos llegado. Quienes lo hemos visto en el 20N en Madrid, cuando era corresponsal rojo de TVE, recibir en su cabeza una lluvia de monedas de 25 pesetas de canto, sabemos que Pérez Reverte tiene de patriota lo que Adriana Lastra diciendo ayer que los socialistas están siempre al servicio de España.
    Alguien dirá que está en la Academia de la Lengua o que vende muchos libros, y sí , es verdad, pero eso no significa nada, también Juan Carlo ha sido rey 40 años, y Zapatero Presidente del Gobierno por dos legislatura (que es para cargarnos de cadenas a tos los españoles y condenarnos a trabajar de por vida en las minas de azufre del Imperio romano), el Almirante López Calderón está al frente de lo ejércitos, es JEMAD, o muchísima gente lleva los pantalones llenos de rotos o sus cuerpos manchados de tatuajes como si fueran uno de esos folios que se pintarrajeaban en las horas aburridas de clase, y que luego se tiraban porque quedaban inservibles. Eso no significa nada, o lo que significa puede ser contraproducente, porque en estos días que te den una medalla o un reconocimiento desdora más que glorifica, en un país donde la estupidez es ley.
    El mérito de Sánchez en realidad no es suyo, es verdad que es un sinverguenza, pero la culpa o el mérito, según se mire, de que sea Presidente del Gobierno la tiene una suma de voluntades, que son como los anillos metálicos que luego todos juntos forman la cota de malla. Cada arito metálico contribuye primero a alzarlo al poder y después a sostener a Sanchez en ese poder.
    No le voy a quitar mérito a «Su Sanchidad» que para ser un miserable y sostenerse en el poder a base de actos de villanía uno detrás de otro, como para violar niñas de 5 años o dictar sentencias por dinero o sectarismo político negándole la razón a quien la tiene, hay que valer, no todo el mundo tiene estómago para ser un canalla o un HP, esto es verdad, pero más allá de esto el verdadero mérito no es de él, yo creo que el Rey proponiéndolo como candidato a Presidente del gobierno a sabiendas de lo que eso iba suponer para España, tiene más «mérito» que Sánchez. O las televisiones cada vez que dice una sandez y lo blanquean y lo tapan , y o silencian las noticias o las presentan de una forma tan suave que parece como si estuvieran hablando de algo innocuo. Pensemos en la cantidad de marquesinas de paradas de autobuses que estarían ya quemadas, de cajeros automáticos, de autobuses y contenedores de basura, de tiendas con los escaparates reventados y saqueadas si por poner un ejemplo, esto de la subida usuraria y galopante de la luz estuviera ocurriendo remotamente con otro Gobierno que no fuera el de la extrema izquierda actual. ¿Alguien ha visto a algún periodo o televisión que fue Zapatero quien en 2009 vendió la compañía Endesa a los italianos que se están forrando ahora a cuenta de que en España todos somos imbéciles, unos más que otros, pero todos en general y que se salve el que pueda?. Cómo nos recordarían las televisiones esta venta si en lugar de Zapatero la hubiera hecho otro con el que hacer propaganda a favor del PSOE.
    Tiene mérito Sanchez de tener estómago para ser un sinverguenza de tal altura que otro precisaría oxígeno, como cuando se escala el Everest, pero no todo el mérito es suyo, los jueces de jueces para el comunismo, también tienen mucho mérito, archivando causas, creando un clima judicial de impunidad, de indefensión generalizada y en todos los temas hacia los buenos ciudadanos. Y qué decimos de la Fiscalía, ¿soportaría la Fiscalía, y no me referiro a la Fiscalía General del Estado, sino a todas las Fiscalías, la del Tribunal Constitucional que tiene que defender los Derechos Fundamentales de los ciudadanos y no defiende ninguno, las Fiscalías de las Audiencias Provinciales cuya actuación se reduce, en palabras del Presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ , a los robagallinas:
    https://www.europapress.es/nacional/noticia-lesmes-dice-ley-procesal-pensada-robagallinas-no-gran-defraudador-reclama-reforma-20141021213342.html
    y cuando políticamente conviene a los enemigos de España, qué pasaría si se auditara la actuación de la Fiscalía y se dieran las cifras de las denuncias que tiran a la papelera, o de sus malas artes, y ya de la Fiscalía del odio, que debería llamarse directamente oficina de la policía política roja ya ni hablamos.
    Sánchez tiene mucho mérito para ser un sinverguenza del calibre que lo es, pero algún merito habrá que reconocerle también al Tribunal Constitucional que lleva 11 años sin resolver el Recurso de inconstitucionalidad de la Ley del Aborto. Que hasta que no pone fin el Gobierno a los estados de alarma, no se decide a resolver los recursos de inconstitucionalidad contra los mismos (a buenas horas «mangas verdes»), cuando ya lo que decidan resulta inoperante, para así no molestar al Gobierno, algún mérito tendrán ellos para que el «Su Sanchidad» pueda sostenerse en el poder.
    Y luego la plebe, zambullida en su propia miseria moral e imbecilidad social, de votar a este tío, como antes votaron a Zapatero , y 2000 años atrás votaron por Barrabás, tendrá algún mérito, incluidos los que votan al PP para que el PSOE pueda seguir perpetuando sus políticas, su lavado de cerebro y su implantación de la imbecilidad social.
    Al «pistolero» Sanchez le quitas todas estas «ayudas» y muchas más (porque sólo ha sido una muestra, y la verdad que el «pistolero» se queda en caniche recién pasado por la trasquiladora.
    Eso sí, a tontos en España no nos ganan ni los alemanes, que ya es decir.

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