Plan de oración y devoción
Convencidos de la importancia vital de la oración, y tras hacer firme propósito de orar, es necesario establecer un plan personal de oración y devoción que armonice nuestras necesidades con nuestras posibilidades según sea nuestro estado espiritual y nuestra disponibilidad de tiempo; por ello, cada uno deberá diseñar el suyo propio, el cual, además, podrá ir variando para adecuarse a las distintas etapas de nuestra vida espiritual y personal.
Característica fundamental de nuestro plan de oración y devoción es que sea POSIBLE; es decir, que sea factible, realizable; de nada sirve comprometernos en demasía para luego no cumplir. Para ello es mejor comenzar con poco para ir aumentando según veamos que podemos y necesitamos, hasta alcanzar el nivel con el que nos encontremos satisfechos. No se trata de orar mucho por orar, sino de orar lo justo y necesario y, eso sí, hacerlo lo mejor posible.
Todo plan de oración y devoción para que sea completo, debe constar de: oraciones fundamentales, oraciones complementarias, oraciones accesorias, devociones y penitencias; todas deben formar un conjunto armónico, sin que falte o sobre ninguna.
* Oraciones fundamentales:
–El Santo Sacrificio de la Misa
–La Confesión
–El Santo Rosario
Por su máxima y elevadísima naturaleza son la base, los pilares sobre los que debe descansar nuestro plan de oración y devoción. Son la esencia, el núcleo del mismo. Su importancia es capital, fundamental. Ninguna otra oración las supera.
* Oraciones complementarias:
–Al levantarnos
–El Ángelus
–Al acostarnos
–Jaculatorias
* Devociones:
–Adoración al Santísimo.
–Quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado.
–Los nueve primeros Viernes de mes al Sagrado Corazón de Jesús.
–Los cinco primeros Sábados de mes a la Santísima Virgen.
–Los siete dolores del Purísimo Corazón de María.
–El Vía Crucis.
–Actos de desagravio.
–Las tres Ave Marías.
–Encargar Misas.
* Penitencias
Si bien lo anterior puede parecer a priori excesivo o irrealizable, conforme en los próximos capítulos vayamos desgranando sus particularidades, comprobaremos que es todo lo contrario.
Asimismo, y aunque es verdad que al principio costará llevarlo a efecto, si de verdad estamos convencidos de su vital importancia –fe, fe y fe, confianza y seguridad– y hemos hecho verdadero y firmísimo propósito de realizarlo –perseverancia, constancia, tesón–, pronto comprobaremos no sólo que nuestro plan es fácil y llevadero, sino que incluso se convierte en parte inexcusable de nuestra existencia, es decir, en una necesidad vital tan irrenunciable como puede ser respirar, de la cual no podemos prescindir. Así, cuando por cualquier causa –propia o ajena– dejemos alguna parte del mismo sin cumplir, nuestra alma, nuestra mente y nuestro corazón, a través de nuestra conciencia, nos lo reclamará; será entonces cuando podremos asegurar que realmente oramos y estamos en el buen camino.
Punto importantísimo a la hora de diseñar nuestro plan de oración y devoción para hacerlo posible es elegir con máximo realismo el momento en el que vamos a realizar cada oración. Para ello debemos analizar en profundidad cuál es nuestra rutina diaria de vida y trabajo, cuáles son nuestras pautas más asiduas y habituales tanto en días laborables como en fines de semana, en invierno como en verano o en el resto de estaciones del año, etc., etc. Sólo así podremos dar forma a una estructura de oración y devoción real, posible y eficaz que nos permita cumplir con facilidad –sin rehuir el sacrificio, ni dejarse vencer por la pereza y la comodidad, ya que orar supone un esfuerzo que es parte de su mérito– y siempre –o al menos en un porcentaje muy elevado– con dicho plan.
¡Laus Deo!
