«Popieluszko: El mensajero de la verdad»

Cadáver de Popieluszko

Jerzy Popieluszko, sacerdote mártir polaco de 38 años, fue brutalmente asesinado en 1984 por tres agentes de la temida ZOMO –le ataron de pies y manos y le golpearon hasta dejarle convertido en un amasijo de carne sanguinolenta irreconocible después de lo cual le arrojaron al Vístula–, unidad especial de la ya de por sí temible policía secreta polaca comunista.  A todos nos suena el hecho, pero pocos conocen la realidad de lo ocurrido en aquellos años en Polonia, como tampoco en concreto la vida de este mártir y el por qué llegó a serlo.

Popieluszko

Jerzy Popieluszko nació en 1947 en una diminuta aldea polaca. De pequeño asistía a Misa todos los días para lo cual caminaba cuatro kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Entró en el seminario en 1965, se ordenó sacerdote en 1972 y en 1980 empezó a trabajar en la parroquia de San Estanislao de Kostka, en Varsovia, justo cuando el sindicato Solidaridad empezó a convertirse en un quebradero de cabeza para el régimen comunista polaco.

Llamado a filas por el Ejército cuando era seminarista, toda vez que el servicio militar era obligatorio durando dos años, fue alistado en una unidad especial para seminaristas y/o sacerdotes en la que, de entrada, estaba prohibido llevar cualquier signo externo católico, así como rezar. Popieluszko nunca obedeció ninguna de las dos órdenes, lo que le valió no sólo múltiples arrestos, sino duros castigos, como permanecer toda la noche de pie, descalzo y a la intemperie; y estamos hablando del clima de Polonia. Su salud se resintió siempre de tales cruces.

Cuando en 1980 los obreros de la recién creada Solidaridad, en su primera huelga general, pidieron al cardenal Wyszyński, máxima autoridad eclesiástica polaca que llevaba treinta años breando con el régimen comunista, que un sacerdote acudiera a la fábrica en la que permanecían encerrados para que les dijera Misa, el cardenal ordenó a la parroquia más cercana, la de San Estanislao de Kostka, que enviara un sacerdote. Todo, pues, providencial, porque el párroco designó a Popieluszko sin razón alguna premeditada. Tenía 34 años.

Una de las Misas «por la patria». Popieluszko desde al balcón de la fachada principal de San Estanislao

A partir de ese instante, Popieluszko comienza su labor entre los obreros, en Solidaridad y levantando la bandera de la verdad, así como de la patria; cada mes, primero, y luego cada semana, celebraba una Misa «por la patria» a la que poco a poco llegaron gentes de toda Polonia, llegando a concurrir en la pequeña iglesia de San Estanislao hasta 50.000 personas.

Jaruzelski

Al tiempo, sus homilías cobraron notoriedad, siendo grabadas y copiadas, trasmitiéndose de unos a otros. Conforme Solidaridad alcanzaba gran desarrollo e intensificaba sus acciones en pro de la libertad y la verdad, los soviéticos impusieron al Gral. Jaruzelski como máximo y único gobernante de Polonia el cual impuso la ley marcial con cerca de 5.000 detenidos y encarcelados sin juicio alguno y atentados contra significativos líderes obreros, sin excluir a la Iglesia y en concreto a Popieluszko; su padre fue detenido, él pasó por comisaría en múltiples ocasiones y el único hijo de una colaboradora de su parroquia fue asesinado de una paliza por agentes de policía en Varsovia, en plena calle y a la luz del día.

Estaba claro, pues, que tenía que llegarle al turno a Popieluszko, de lo cual hemos dado cuenta al inicio de este artículo.

Todo ello y mucho, mucho más, lo pueden ver en un magnífico documental de Netflix titulado «Popieluszko: El mensajero de la verdad». Aunque no está doblado al español, por los subtítulos en nuestro idioma se sigue sin problema alguno y se disfruta igual. De verdad que merece la pena.

Dos consideraciones finales: una, la ejemplar vida del mártir, «defensor de la verdad porque Dios es Verdad ante todo», lo que se debe aplicar a toda verdad, también a la histórica, porque si Dios es Verdad, defendiendo cualquier verdad, le defendemos y obedecemos a Él; y, dos, el documental nos sumerge en la lucha titánica y desigual de los polacos, apoyados por su Iglesia, contra el marxismo-leninismo comunista, al cual vencieron, sin duda, por la Gracia de Dios y el sacrificio de muchos, con Popieluszko a la cabeza como semilla fructífera.

Y ahora la pena: comparen aquellos hechos, aquella lucha y aquella Iglesia polaca, con los hechos, la decadencia y la Iglesia española de los mismos años y échense a llorar, porque comprenderán que España no sólo no tiene solución, sino que no la merece, sino que lo que merece es sufrir, porque viniendo de donde veníamos hemos acabado donde estamos que es lo que nos merecemos por nuestra cobardía y traición. Disculpen el jarro de agua fría, pero el documental me dejó sumido en una profunda tristeza por lo dicho. Aún así, no dejen de verlo, por favor.


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