Posición contraria a los comentarios del Papa Francisco sobre uniones homosexuales
Un documental premiado y estrenado el pasado miércoles 21 de octubre en Roma, la reciente divulgación de antiguos comentarios del papa Francisco en los que reitera su actitud favorable a la legalización de las uniones homosexuales, y a su aprobación de leyes de unión civil, así como la declaración de una pareja de homosexuales italianos en el sentido de que los habría felicitado por tener hijos (nacidos por vientre de alquiler) y de educarlos como pareja, dejaron a muchos católicos perplejos y me obligan a hacer una declaración pública al alejarse consiguientemente de la posición de la oficina doctrinal del Vaticano y de la postura de sus predecesores.

Claro esta que esta opinión del Papa Francisco, según Mons. Aguer, ya la exteriorizó siendo cardenal y arzobispo de Buenos Aires, cuando defendió la legalización por parte del Estado argentino de las uniones civiles entre homosexuales. Su propuesta fue rechazada por la Conferencia Episcopal Argentina, como confirma Mons. Víctor Manuel Fernández, actual Arzobispo de La Plata.
Por consiguiente y frente a los comentarios del papa Francisco, como católico y Secretario General para la Reconquista de la Unidad Católica de España, manifiesto mi total oposición a la legalización de tales uniones y a la adopción de menores por parte de homosexuales.
Además , afirmo que tal oposición la asumimos en cuanto católicos practicantes y en coherencia con las enseñanzas del Antiguo y Nuevo Testamento, y del Magisterio Pontificio, que han declarado, siempre y sin excepción, que las conductas llamadas “sodomíticas” son “intrínsecamente desordenadas” y, en cuanto tales, no deben ser reconocidas por la ley moral.
Los comentarios del Papa Francisco y lo relatado por la pareja de homosexuales italianos dicen exactamente lo contrario. Los homosexuales, en cuanto tales, tendrían derecho a un reconocimiento civil de sus uniones antinaturales, así como a adoptar y a educar a hijos (habidos en otras uniones, nacidos por vientre de alquiler o adoptados) y a que las parroquias deban abrirse a ellos.
Afirmar que el Papa se refiere sólo a “uniones civiles” y rechaza que sean “matrimonios”, reservados a las uniones de un hombre y una mujer, es un mero subterfugio semántico. Porque todos los países que han aprobado las leyes de reconocimiento del matrimonio homosexual o igualitario comenzaron por reconocer uniones civiles, paralelas al matrimonio, abiertas a homosexuales. Tanto más cuanto se trataría de “uniones civiles” con derecho a adoptar hijos, o sea, que no se diferenciarían casi en nada de un matrimonio.
Las conductas homosexuales siempre han sido condenadas por la Iglesia por ser contrarias al plan de Dios sobre la humanidad: “hombre y mujer los creó”. Puesto que se oponen a ese plan, ellas no merecen un reconocimiento civil y menos aún religioso, porque una práctica pecaminosa no puede ni debe ser “reconocida” en ninguna instancia.
Desde el punto de vista individual, la estabilidad de una unión homosexual constituye una ocasión próxima y permanente de pecado contra el sexto mandamiento, por lo que un confesor queda impedido de impartirle a un penitente la absolución mientras no cese la convivencia.
Desde el punto de vista colectivo, su reconocimiento deforma las conciencias de la población que tiende a juzgar legítimo lo que es legal, y esto, si es acompañado del derecho de adopción de niños, viola el derecho de ellos a tener un padre y una madre.
El reconocimiento civil prepara, en realidad, el reconocimiento religioso de las uniones homosexuales. Como es sabido, la gran mayoría del Episcopado de Alemania está en estos mismos momentos proponiendo la “bendición” religiosa para tales uniones, al interior de las Iglesias. Similares propuestas han sido defendidas por varios cardenales y obispos en el mundo entero.
Esas proposiciones de reconocimiento religioso son coherentes en el error, pues, si se afirma que Dios no se opone a las uniones de personas homosexuales, entonces ¿por qué prohibirles el reconocimiento del matrimonio? Aceptado el error, se deben aceptar todas las consecuencias que se derivan: matrimonio homosexual, uniones homosexuales libres y adopción de hijos, entre otras.
Por ahora no se llegan a promover todas las otras consecuencias; pero es necesario abordar con firmeza las primeras, pues ellas nos indican hacia dónde nos conduce el camino que el Papa Francisco promueve. El primer paso, en realidad, ya contiene en su raíz el fin de la moral y de la familia cristiana indisoluble, heterosexual y prolífera.
En consecuencia, la pregunta que se impone a todos los católicos del mundo, y entre ellos a quienes hemos dedicado nuestra existencia a la defensa de la familia cristiana, es si tal “invitación” pontificia nos obliga, o si, al contrario, en coherencia con nuestra Fe, estamos obligados a oponernos a ella.
A este respecto no tenemos duda. La Iglesia enseña que los católicos deben seguir lo que “siempre y en todo lugar ha sido enseñado”. Es lo que afirma San Vicente de Lerins en su “Regla para distinguir la verdad católica del error”. De acuerdo a ella, los cristianos debemos creer sólo lo enseñado, sólo lo que fue creído siempre, por todos y en todas partes.

Es lo mismo que acaba de precisar el Cardenal Leo Burke con relación a estas declaraciones del Papa Francisco: “(Ellas) están desprovistas de todo valor magisterial. Son las opiniones personales de quienes las emitieron. Pero es motivo de profundo pesar y urgente preocupación pastoral que las opiniones del Papa Francisco no correspondan con la enseñanza constante de la Iglesia”.
Para el mencionado cardenal estadounidense, “el escándalo y el error que provocan entre los fieles católicos dan la falsa impresión de que la Iglesia católica ha cambiado de rumbo en cuestiones de crucial importancia”.
En consecuencia, con total firmeza y, al mismo tiempo entera sumisión a la autoridad del Pontífice, expreso que no podemos conformarnos con sus declaraciones y que continuaremos defendiendo lo que la Iglesia “siempre y en todo lugar defendió”, es decir, la ilicitud moral de las conductas homosexuales como “intrínsecamente desordenadas”.
A tiempo que elevamos una oración a la Santísima Madre de Dios, para que Ella disipe la confusión que tales declaraciones han producido entre los católicos del mundo entero, y ponga fin al “misterioso proceso de autodemolición” de la Iglesia al cual ya se refirió en 1968 el Papa Paulo VI.

Aquí hay que hacer una salvedad y es que Su Santidad cuando ha hablado sobre esto, no ha hablado ex-cátedra, por tanto puede o desdecirse o bien arreglaro con semántica, pero que creemos muchos que, en este caso, se ha equivocado, es un hecho.
¿Su Santidad…?
Supongo estará usted de broma.
¡Cuando razón tenía Pablo VI cuando decía QUE EL HUMO DE SATANÁS ESTABA A PUNTO DE ENTRAR EN EL VATICANO!
Ahora creo que ya se ha apoderado totalmente de él, por eso muchos hablan, hablamos de EL OKUPA.
Y no digo más.
Ni menos.
SI ME EQUIVOCO, QUE DIOS ME PERDONE…
Gracias Don José Luis por su excelente resúmen en este tema.
Un abrazo en Cristo Rey