Profecía cumplida… para nuestra desgracia

Si una profecía no se cumpliera no sería profecía, sino tontería. Por eso, rescatamos del archivo del tiempo esta “opinión”, verdadera profecía, que con el paso del mismo se ha cumplido en su totalidad, avalando la calidad intelectual y humana de los que en año tan alejado de hoy como fue 1957, manifestaron lo siguiente:

«Si los que fueron vencidos [se refiere a los rojos] no quieren ser convencidos es porque esperan el desquite. Otra guerra o bien el desmoronamiento de la victoria que –según ellos– los humilló. Para que este derrumbamiento se produzca, no hay sistema mejor que el de minar, corroer las propias entrañas del vencedor, volatilizar sus esencias, destruir sus principios fundamentales, evidenciar, y mejor exagerar, sus defectos, para llegar a presentar contradicciones.»

Lo anterior figura en el libro “El Requeté. La Tradición no muere” publicado en 1957 por el Gral. Luis Redondo  –ejemplar jefe de los requetés andaluces durante la Cruzada Nacional– y el Cte.  Juan de Zabala  –también requeté y subordinado del anterior–, demostrando una visión y conocimiento del enemigo como sólo podían tener aquellos que, por haberse tenido que enfrentar a él y haberlo vencido, le conocían en profundidad.

Así se ha hecho, y por eso nos encontramos ahora donde estamos, es decir, en la inmundicia, donde los vencedores han sido vencidos y los vencidos cantan su victoria y son los vencedores; donde los que tenían la razón y la verdad han hecho dejación de ellas, y los sinrazón ni verdad alguna se muestran triunfantes e imponen la escoria de sus anti-ideales. No hay un caso igual en la Historia. Los herederos de aquellos que lo dieron todo en unas circunstancias imposibles, que supieron ganar una guerra que tenían perdida y una paz, justicia y prosperidad por la que nadie daba una moneda y los que, sobreponiéndose a las más increíbles adversidades, creciéndose en ellas, configuraron la mayor ocasión que jamás vieron ni verán los siglos, les han traicionado, vendidos por un plato de lentejas, y vagan ahora sumidos en la corrupción a merced de los otros, es decir, de los herederos de aquellos que sin Dios ni Patria nada tienen que aportar si no es la barbarie a la que representan.

Aquí, como ya anticiparon los dos jefes citados, el vencido, el derrotado, el enemigo de Dios y de España ha conseguido minar hasta los cimientos al vencedor y ahora llega el momento, su momento, en que se tomarán la venganza, carentes, ya lo verán, de la más mínima consideración. Lo que ha ocurrido en España en estos últimos casi cincuenta años no es nada comparado con lo que ya está ocurriendo y menos aún con lo que se avecina.


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