Puerto Rico 1898. El suicidio de Puig (2/2)

Por Guánica el 25 de julio

Francisco Puig y Manuel de Villena, Teniente Coronel de Infantería (Madrid, 1852); era hijo de los Marqueses de Gáuna y fue apadrinado por Isabel II. Estaba casado con Doña María Concepción García y Peña (Holguín, Cuba); eran padres de 11 hijos.

El 23 de julio se recibió en San Juan otro telegrama en clave de la célula espía de Montreal: el desembarco sería por la Bahía de Guánica. El Jefe de Estado Mayor (E.M.), Coronel Camó, le restó importancia: sería un simulacro para apoyar el verdadero desembarco por Fajardo. Lo que sí dispuso fue que se hundiera un barco en la bocana del puerto de San Juan, para evitar que la bahía fuera forzada. Aquí surgió la enésima disputa entre el Capitán General Macías y el Capitán de Navío Vallarino -apoyado por el General Ortega-. Macías, tras consultar a Madrid, ordenó bloquear el puerto de San Juan dejando la escuadrilla en su interior. Aquello rompió toda comunicación entre Macías y Ortega.

Plano y foto de Guánica en 1920. Se puede intuir su poco calado y la protección que ofrecían las alturas de la boca. El 25 toda la población del indefenso puerto estaba festejando el Santo Patrono de España en Yauco, del que era un barrio costero.

Al estar indefensa, Guánica era la bahía más atractiva para un atacante, aunque su escasa profundidad obligaría a utilizar pequeños buques, quedando la Navy en mar abierto. Para los defensores  un par de cañones instalados en el interior de la bahía evitaría su entrada. Mejor aún hubiera sido enviar allí la escuadrilla de barcos, primero para que no quedara bloqueada en San Juan y luego por-que evitaría la entrada del enemigo, al tener que acceder de uno en uno. Esa posición incluso amenazaba el flanco de otros posibles desembarcos.

El 24 de julio la Navy se concentró a la altura de la ciudad de Ponce. Eran ocho transportes de tropas con 3.400 hombres de la división del General Henry, procedentes de Guantánamo y escoltados por el acorazado Massachusetts y dos cañoneras. Al atardecer llegó el General Miles a bordo del cañonero Yale, escoltado por el yate armado Gloucester. Henry y el Capitán Higginson -en funciones de comodoro de la escuadrilla- esperaban la invasión por Fajardo. Miles les comunicó el cambio: por un espía sabía que Guánica estaba desprotegida.

El pequeño Gloucester entró en la bahía al amanecer del 25 de julio, verificando la ausencia de defensores y la inexistencia de minas. Desembarcó dos oficiales y 26 marineros con una ametralladora Colt. La guarnición, 11 guerrilleros montados al mando del Teniente Enrique Méndez López, dispararon desde el final del pueblo. Estaban -sin saberlo- efectuando la protesta ruidosa de las armas que contemplaba el alto mando ante la violación del suelo patrio. A los norteamericanos se les encasquilló la ametralladora y la mitad de sus fusiles Springfield, por lo que se replegaron hasta la playa. Aquello estuvo a punto de dar al traste con la invasión, si no fuera porque desde el Gloucester dispararon con sus cañones de tiro rápido, hiriendo a tres defensores, entre ellos al Teniente Méndez. Los guerrilleros se retiraron hasta Yauco, a tres kilómetros de Guánica y unido por ferrocarril con Ponce.

Estos 12 hombres con sus tercerolas fueron toda la fuerza que opuso al desembarco el Ejército Español, sin tener como excusa el factor sorpresa. Tampoco se podía alegar que las fuerzas defensoras quedarían bajo el fuego de la escuadra yanqui, puesto que ésta no pudo acceder a la bahía. Un pequeño cañón hubiera desbaratado el desembarco. Al constatar el General Miles que el Gloucester permanecía en el interior de la bahía sin consecuencias, envió un transporte de tropas. Para el desembarco usaron lanchones locales.

La de Mayagüez era la segunda fuerza de la isla en importancia, pero no acudió a Guásima y se retiró vergonzosamente. El TCOL. Antonio Osés, displicentemente recostado en su caballo, observa al Teniente Lucas Hernández y otros prisioneros del desastre del Guasio entrar en Mayagüez tras su rendición mediado agosto.

En Yauco se encontraba el Capitán Salvador Meca, al mando de una compañía del Batallón Patria. Recibió por cable instrucciones bastante precisas del Capitán General de resistir todo lo posible a la entrada de Yauco y esperar refuerzos. Con su compañía, más los voluntarios de Yauco, que estaban a las órdenes del Teniente Rafael Colorado D´Assoy, 20 guardias civiles y los guerrilleros que ya habían entrado en acción, 140 hombres en total, se posicionó frente a Guánica, emboscado en un cerro con vista a la bahía y aspillerando la Hacienda Desideria.

El Batallón Patria rinde honores al Santísimo en una Misa de campaña en Ponce el 13 de junio. Solo parte de él actuó en Guánica, el resto quedó en Ponce y el Coman-dante Militar, Coronel Leopoldo San Martín, lo retiró des-honrosamente hacia Coamo; tras la guerra fue exonerado de los cargos.

Macías también ordenó que desde Ponce y Mayagüez se enviaran refuerzos a dicha posición. Parecía pretender algo más que la mera protesta ruidosa.

Desde Mayagüez no se recibió ningún refuerzo, pero desde Ponce llegó a Yauco, a las 11 de la mañana, un tren especial al mando del Teniente Coronel (TCOL) Puig, con dos compañías del Patria y una guerrilla montada, sólo tres horas después del primer desembarco. El Capitán General le dio precisas instrucciones de resistir en Yauco y esperar los refuerzos de Mayagüez, retirándose por tren a Ponce solo si la posición fuera insostenible. Puig se reunió con el Capitán Meca en la hacienda Desideria a las cinco de la tarde. Contaba con 400 hombres, incluidos 50 voluntarios a retaguardia cubriendo una posible retirada.

Al TCOL. Osés, en Mayagüez, se le había ordenado enviar otros 400 hombres (dos compañías reforzadas) a Guánica, pero al mismo no le cuadraba que la orden viniera directamente del Capitán General, ya que tenía instrucciones de cumplir exclusivamente las del Estado Mayor (E.M.). Salieron dos compañías del Alfonso XIII, a las órdenes del Comandante Espiñeira, pero con instrucciones poco precisas. La columna se dio la vuelta desde Sabana Grande, porque, supuestamente, unos campesinos dijeron a Espiñeira que los americanos habían desembarcado por miles y con cientos de cañones.

Se hizo la noche, con los norteamericanos desembarcando tropas de la Brigada Garretson en Guánica y Puig parapetado en la hacienda. Durante toda la noche hubo intercambio de disparos entre las vanguardias. Los norteamericanos enviaron refuerzos a primera línea en la oscuridad, mientras que ni un sólo soldado español más se presentó en Desideria: inexplicablemente (¿o por orden de S. Juan?) otra compañía enviada desde Ponce había parado el tren en Tallaboa.

Al amanecer del 26 de julio se recibió en el Palacio de Santa Catalina (La Fortaleza, residencia del Capitán General) un cable del Ministerio de la Guerra demandando noticias urgentes sobre las operaciones. Macías comunicó que se estaba disputando el terreno palmo a palmo:

“Enemigo ayer tarde avanzando en dirección Yauco, sosteniendo combates parciales contra setecientos (sic) hombres del Ejército y Voluntarios, los cuales, puesta la luna, lo han tiroteado durante noche, trabándose combate al amanecer que ha durado más de una hora; enemigo retrocedió a sus posiciones de ayer tarde. Estoy muy satisfecho del proceder del jefe de las fuerzas, Teniente Coronel Puig. MACÍAS.”

Que Macías nombrase a Puig, y sólo a Puig, debió ser algo superior a las fuerzas de Camó. El Jefe de E.M. solicitó audiencia con el Capitán General. Solo podemos conjeturar los términos de aquella reunión, que fue trascendental, a tenor de los telegramas que sucedieron a la misma y los acontecimientos posteriores, porque todo cambió en Puerto Rico a raíz de aquella entrevista: probablemente Camó argumentó que gente del país, en inteligencia con los yanquis, habían cortado el tren desde Mayagüez y Ponce, y temía que Puig quedará copado, no haciéndose responsable de ello, dado que en los planes no se contemplaba defender los puertos del Sur, y ese batallón debería estar en Arecibo.

Mientras, Puig esperaba de un momento a otro los refuerzos de Ponce y Mayagüez que le habían prometido, preocupado porque sus tropas llevaban un día sin comer. Los carros con las viandas no habían aparecido, por lo que empezó a temer que algo grave estaba pasando. Aun así, organizó un contrataque de flanqueo contra las posiciones adversarias, que fue rechazado con tres bajas. Se necesitaban más efectivos y, mejor, la artillería de Mayagüez.

Entonces llegó un guerrillero con varios telegramas del General Macías y con la noticia de que los voluntarios de retaguardia habían desaparecido. Los telegramas no solo no eran tan claros como los del día anterior, sino contradictorios. Uno ordenaba que se retirara a Ponce, donde estaba el resto de su unidad, y otro decía que el ferrocarril estaba cortado (sic) y que se replegara a Arecibo.

“26 Julio 1898, 10 mañana. Capitán General a Jefe Patria: Ferrocarril a Ponce cortado, probablemente (sic) a la altura de Tallaboa; regrese por Ajuntas y Utuado sobre Arecibo. Disuelva voluntarios, destruyendo armamento con fuego de hogueras”. (Rivero, 1922, XV, 21)

Aquello era surrealista. Puig estaba frente al adversario, que además no progresaba, y se le pedía que se fuera a la otra punta de la isla, a pie, haciendo una marcha cuesta arriba de 80 kilómetros. ¿Qué estaba pasando? Puig dominaba perfectamente la posición, tenía al rival pegado al terreno y no entendía nada. Pero como en Yauco había cable, optó por retirarse sobre esta ciudad, para ver qué es lo que estaba ocurriendo. Sabía que dejaba una posición irrecuperable. En los combates de la Hacienda Desideria había tenido tres muertos y dos heridos graves.

El 25 y el 26 llegaron telegramas ordenando la retirada hacia Ponce, primero, y hacia Arecibo luego. Puig, según Colorado, su “ayudante” y quien había servido cuatro años en el Ejército como especialista topógrafo, inicialmente los desatendió, pero, urgido luego, obedeció malhumorado y entre protestas.

Al medio día Puig llegó a Yauco. Dispuso sus tropas en unos altos a la entrada y envió un cable detallando la situación y expresando que consideraba factible sostener sus actuales posiciones. Un nuevo telegrama le confirmó la orden de replegarse sobre Arecibo.

A poco de partir la tropa de Yauco se recibió otro telegrama:

Capitán General a telegrafista de Yauco. Si queda algún patriota leal en ese pueblo llámelo usted al aparato.”

El telegrafista llamó al Secretario del Ayuntamiento, quien cruzó cinco cables con el Capitán General:

Macías: -¿Cuál es el estado de Yauco?

Secretario: -Pacífico, pero el pueblo temeroso por haberse marchado toda la tropa, la guardia civil y disuelto los voluntarios.

M:-¿Sabe usted dónde está la fuerza de `Alfonso XIII´ que salió de Mayagüez para Yauco?

S:-Tengo noticias que esa fuerza está acampada cerca de San Germán.

M:-Diga usted al telegrafista que destruya el aparato. ¡Que Dios nos ayude!

En nuestra opinión, estos desquiciados telegramas sólo se explican de una forma: El Capitán General Macías, acababa de descubrir que el ferrocarril a Ponce no está cortado en Tallaboa. Entonces debió pensar -estuvo cambiando de idea toda la campaña y al día siguiente volvería a hacerlo con la capitulación de Ponce- que era mejor defenderse en Yauco, pero ya fue tarde. A no ser que hubiera descubierto que se falsificaban y desobedecían sus órdenes (normalmente los Jefes de E.M. firmaba “de orden”). O, más probablemente, ambas cosas.

Cabo de la Milicia Voluntaria

Lahuida

El 27 de julio Puig inició su penosa retirada, mejor dicho, traslado, camino de Adjuntas, 20 km. cuesta arriba y sin telégrafo. Envió al Teniente Colorado a reconocer el terreno, pues las supuestas tropas adversarias debían estar a punto de coparles. Colorado retornó comunicando que no había enemigos.

Al día siguiente llegó a Peñuelas. No sabía, pues allí no llegaba el cable, que aquella misma hora el General Miles había tomado Ponce, que se había rendido sin disparar un solo tiro, por tanto sin efectuar la protesta ruidosa de las armas, único cometido que le había sido encomendado al Coronel San Martín. El 28 continuó por las peores rampas de la sierra, bajo intensos aguaceros. La moral de la tropa era baja, tiraba las mochilas en cuanto no les miraban los oficiales a caballo y las alpargatas se estaban rompiendo e iban sin repuestos. Puig se percató que había perdido los telegramas y envió a buscarlos al Teniente Colorado; a las cuatro horas retornó de Peñuelas sin haberlos encontrado. Continuó la ascensión. Habían salido de Ponce hacía cuatro días y desde entonces la tropa se había alimentado precariamente. No se veía a nadie, ni amigos ni enemigos, ni paraba de llover. Se hizo la noche sin alcanzar la cima y durmieron a media ladera, al raso, bajo continuos aguaceros.

Destrozados, llegaron a Adjuntas el 30 de julio a las once de la mañana. Ahí sí comieron, pues Puig compró una chota, y puso un telegrama a Fortaleza comunicando que partía para Utuado y Arecibo, según las órdenes recibidas. Por fin, en Adjuntas cogieron el Camino Militar que unía Ponce con Arecibo. Llegaron a Utuado al anochecer y la tropa se distribuyó entre las casas de los campesinos, que los acogieron amigablemente. Al amanecer del 31 partió con la intención de llegar a Arecibo esa misma noche.

Ángel Rivero Méndez, Capitán de Artillería (48 años en 1898; inicialmente fue infante), cuya Crónica (Madrid. 1922) es fundamental, a pesar de sus silencios. Disparó el primer cañonazo de la guerra. Permaneció luego en Puerto Rico, constató la hambruna y emigración provocada por los norteamericanos, y el que la isla no tenia representación con capacidad decisoria ni el Congreso ni en el Senado yanquis. Se suicidó en 1930.

El telegrama del Ministro

El mismo día en que Puig iniciaba su descenso de la sierra, se recibió en San Juan un telegrama del Ministro de la Guerra que recrimina al Capitán General por retirarse ante el enemigo.

“Madrid, 31 de julio de 1898. Ministro de la Guerra para Capitán General de Puerto Rico:

Será conveniente dé V. E. más extensión a sus telegramas, entrando en pormenores para evitar se extravíe opinión. No he de ocultarle que la satisfacción y buen efecto que produjo noticia de ventajas conseguidas en Yauco por fuerza Ejército, a pesar del silencio que respecto a bajas propias y enemigas guarda V.E., en su telegrama 77, han quedado desvanecidas al saberse por los 80 y 82 que aquel primer acto de valerosa resistencia, justamente elogiada por V.E., ha seguido una depresión de energía y decaimiento de espíritu en nuestras tropas, evidenciados por la retirada de Yauco sin nueva resistencia, por la pasividad con que se efectuó el desembarco del enemigo en Ponce, limitándose la guarnición a retirarse a Juana Díaz, sin intento de oponerse a la operación que tan a mansalva pudo efectuar el contrario. Todo esto parece deducirse de los términos de sus lacónicos telegramas, dando lugar al disgusto y alarma que despiertan, haciendo nacer temores por la suerte de esa Isla, cuya posesión es preciso disputar a todo trance a los americanos en estos momentos, con tanto más empeño y decisión cuando una obstinada resistencia podrá contribuir a que nos sean favorables las negociaciones de paz ya entabladas. CORREA”

A Macías debió causarle gran impresión, así como al Jefe de E.M. El plan del Coronel Camó de no defender los puertos parecía ser ignorado y desaprobado por el Ministro. Pero ya es tarde, el puerto de Arroyo también está indefenso y el General Miles se prepara para un nuevo y fácil desembarco. Además, a la luz de los acontecimientos posteriores, las mediadas acordadas por el Mando Español de Puerto Rico no fueron dirigidas a iniciar una defensa más agresiva; pensaban que el Army ya había desembarcado 50.000 hombres, cuando el Cuerpo Expedicionario del General Miles se componía sólo de 11.400, casi todos voluntarios y con un armamento personal deficiente y muy inferior al del Ejército Español. Ignoraban todo ello porque no se les había ocurrido tantear al adversario. La defensa que decidieron emprender fue para defender sus carreras militares, en el mejor de los casos, no para defender a España. Había que detener y encausar a los dos responsables de las dos retiradas que les recriminaba el Ministro. Ese mismo día fue prendido en Aibonito el Coronel Leopoldo San Martín, Gobernador de Ponce, que ingresó en la Prisión Militar de Fortaleza. Más tarde ya se ocuparían de Puig, quien además tenía cuentas pendientes con Camó.

Se ordenó a llevar a cabo la defensa de la Cordillera Central, que sería dirigida precisamente por el TCOL. Larrea, a pesar de su destino en el Estado Mayor. A Puig se le encomendaría que con su columna defendiera Adjuntas, lo que suponía deshacer el camino. Pero Larrea (El desastre nacional y …; 1901, 100), escribió que nunca se pensó defender el paso de Adjuntas, sino que Puig debería avanzar por los altos de la sierra hasta enlazar con él en Aibonito: “Las tres compañías restantes del Patria y la 4ª Guerrilla Volante,… con noticia de la ocupación de Ponce por los americanos, se retiraron a Adjuntas, sobre la cordillera y de ahí siguieron hasta la costa Norte, atravesando toda la isla, en vez de seguir la orden que se les dio de seguir tras de la compañía que se ha dicho que salió de dicho punto e ir a establecerse en Barros (Aibonito), privando así a la defensa, en el punto eficaz, de 500 hombres de la mejor calidad”. Pero Puig recibió orden de retirarse el 26 de julio y Ponce fue ocupado el 28; si hubiera salido el 28 de Yauco, no podría haber llegado a Arecibo el 31. La misteriosa compañía del Patria, que precedió a la columna de Puig efectuando el trayecto de Adjuntas a Aibonito, no aparece por ningún reporte.

Los hombres de Puig demostraron valor hasta el final. El Coma-dante Rafael Martínez-Illescas (44 años, tres hijos; quedó en Ponce) murió valientemente en el Combate de Coamo; el general Ernst dijo: “parecía que le guiaba la idea del suicidio”. Colorado con-guió capturar una bandera yanqui, en compañía de soldados del Patria, en el “achuchón” al faro de Fajardo el 6 de agosto.

La mañana del 31 Puig llegó a Arecibo. Le estaba esperando el TCOL Ernesto Rodrigo con la banda de música municipal. Le dijo que el Coronel Camó ordenaba que entregara el mando y se hiciera cargo de la Comandancia (lo pretendía desde mayo). Y le preguntó si conservaba los telegramas; Puig contestó que no (Rivero, Ob. Cit). Horas más tarde se recibió un extenso telegrama de Camó detallando los supuestos incumplimientos de Puig y acusándole de cobardía frente al enemigo.

La madrugada del 2 de agosto Francisco Puig clavó su sable en la arena de la bella playa y se apuntó con su arma a la sien. El primer rayo de luz de la alborada se fundió con el que escupió su revólver, junto a una ruidosa protesta por su honor mancillado que nadie escuchó.

“3 de agosto de 1898. Capitán General Puerto Rico a Ministro Guerra Teniente Coronel Puig, que con quinientos hombres hizo retirada por Adjuntas, llegó ayer Arecibo y, al exigírsele parte detallado, se ha suicidado.” (Rivero, 1922)

El hijo mayor de Puig, José, teniente entonces (mandó la 5ª Bandera legionaria), retiró el cadáver de la playa. Rivero y Colorado consiguieron enviar a La Península, con todos los honores, los restos de Puig (prensa de la época, fotos Colorado)

El día 5 el General Miles avanzó en cuatro columnas paralelas. Las dos primeras -Generales Brooke y Wilson-, rebotaron en Cayey y Asomante, pero la tercera, al mando del General Henry, atravesó el paso de Adjuntas sin oposición, dejando aislada a la columna de Mayagüez, segunda en importancia de la isla. Aquello quebró todo el frente español.

¿Puig culpable?

Los telegramas que recibió son ciertos y ello por los indicios anteriores y siguientes.

Puig no era un cobarde y casi fue el único “jefe” que combatió y contratacó. Y si le hubiera entrado el pánico y teniendo el resto de su batallón a un paso en Ponce, el último sitio al que hubiera ido es a Arecibo.

Al saber Macías, Camó y Larrea que Puig había perdido el telegrama mandándole a Arecibo, y temiendo que pudiera aparecer (Rivero lo encontró tiempo después), tuvieron que inventar la absurda teoría de la defensa en media luna en torno a San Juan; por eso Larrea escribió (Ob. Cit., 1901, 99) que Puig se tenía que haber replegado a Aibonito. Ir de Yauco a Aibonito carece aún más de sentido que ir de Yauco a Arecibo.

Si el Alto Mando hubiera creído cabalmente que Puig había huido, le habría echado la culpa del descalabro, pero lo que hizo fue quitarle importancia a la forzada acción de Puig, la cual permitió envolver Mayagüez y sentenciar la campaña.

No obstante, Puig debió recibir un telegrama muy grave del Coronel Camó para quitarse la vida, cable que, aunque Rivero buscó reiteradamente, nunca se pudo encontrar.

PD.- Las absurdas teorías de la defensa “en media luna” de S. Juan fueron inventadas como coartada por si aparecía el telegrama que ordenó a Puig retirarse a Arecibo. De estar seguros Macías, Camó y Larrea que el telegrama jamás aparecería, hubieran dicho que la línea defensiva se quebró por su “huida”. Rivero lo encontró, pero era tarde para cambiar la historia y exigir responsabilidades.

Primera parte

Publicado originalmente en la revista ARES


5 respuestas a «Puerto Rico 1898. El suicidio de Puig (2/2)»

  1. No este episodio, sino casi cualquiera de nuestra decadencia se explica desde la traición interior de los lacayos masones de izdas. y dchas.Y no es de ayer ni de antes de ayer, es de hoy desde la muerte de Franco y un poco antes que estamos en las mismas gracias/por culpa de… los mismos. Todos magníficos actores/mentirosos.
    La diferencia es que antaño las logias infiltraban cargos e instituciones nacionales. Hoy va acompañado de una infinidad de corporaciones internacionales integradas en sus direcciones por masones y en las cabezas de las mismas por anglo sionistas respaldados por sus familias financistas. Hoy se coacciona a países enteros, ademas de individualmente como siempre. El que no se vende o se aparte, se muere de un mal toser.
    Aunque la cosa venía de bastante antes, Felipe II alertó a su hijo, y este se dejo seducir por el corruptor oro marrano portugués. Quevedo pagó con cárcel sus advertencias al rey por el mismo motivo. Inquisidores y jesuitas pagaron por lo mismo. No hemos salido nunca de la misma conspiración con el paréntesis que se ganaron con su sangre nuestros padres en el 36.
    Leer el libro del heredero de Peral es un «poema», con el Soros de turno moviéndose a su antojo por los despachos y documentos clasificados. Quienes nos han venido gobernando no lo han hecho tan mal por que sean estúpidos, que también, ha sido porque son vendidos traidores, marionetas de sus amos; que también lo son nuestros por su culpa.
    Cañones que no disparan, decisiones absurdas en masa, mentiras que ya ni se molestan en disfrazar, basta el silencio y el nuevo exabrupto, el exabrupto semanal hará olvidar al anterior. Así hemos sido desde Felipe III sin parar más que una vez como dije.
    Fueron corrompiendo a los Austrias hasta hacerlos languidecer, aprovecharon ese vacío para imponernos una dinastía ajena que venía corrupta de fabrica. La María Antonieta diciendo que los masones eran inofensivos y festeros, los mismos que la cortaron la cabeza. Y el Felipe igualdad otro tanto, masón y guillotinado. Porque ellos son los primeros engañados.
    Y siempre son los mismos, los labradores arrendatarios asesinos de turno (que dicen representar al pueblo elegido, que sin embargo es su primera y mayor victima, como dijo el Mesías, su parapeto mimético. Ellos y sus numerosas excrecencias, todos con las mismas obsesiones racistas nazis hereditarias patológicas… animales. Rabiosamente anti cristianos.
    Me alucina, pero lo comprendo, que nadie menciona la masonería en ningún momento, cuando debería ser en todo momento, dado el mal colosal que hacen. Lo comprendo porque se personalmente de su poder de coacción, barroco pero eficaz contra hermanos y profanos. Pueden hacer casi lo que quieran y nadie, salvo la víctima, se percatará de nada. No sirve denunciarlo, pues en todas partes hay hermanos dispuestos a ayudar al verdugo. Así doblegaron por ejemplo al bueno de Henry Ford, autor del Judío Internacional. No trascendió pero le debieron hacer la vida realmente imposible.
    Con la toma de la masonería ganaron el arma conspirativa perfecta. Esta, los protestantismos plagados de masones y el islam son sus mejores armas junto a la escoria revolucionaria Disraeli Rothschild más útil antes que las bombas (la roja y la de colores).

    1. Totalmente de acuerdo; la historia de la masonería no viene del siglo XVIII sino de mucho antes, sus ancestros es el tema importante; recomiendo la obra «La cara oculta de la historia moderna»
      de Jean Lombard (4 tomos) para conocer más sobre esta y otras cuestiones.
      Tema aparte es la naturaleza y psicología de España, no existe en la historia nada parecido y jamás ningún pueblo, civilización o país ha tenido tal cantidad de traidores y verdaderos psicópatas antipatriotas en su pueblo; es posible que tal cuestión quede en la incógnita para siempre, porque realmente es imposible de entender.

    2. Autor: Absolutamente de acuerdo con usted, D. Jesús.
      Y le felicito por su claro y certero análisis, especialmente a las principales armas (islam, masonería, protestantismo y hoy capital-comunismo-LGTBQ.
      También le agradezco el apunte de que Felipe II advirtió a su hijo (cuestión que desconozco y agradecería detalles).
      Todo ello me impulsa a ampliar algo la figura del Comandante Cervera en cuanto a su perfil masónico, como ilustración de que en el 98 todos los capitanes generales y sus estados mayores eran profundamente masónicos:
      Julio Cervera fue iniciado en el año 1879 a los 25 años en la logia “Alvarfáñez” (Gran Oriente de España GODE; nombre simbólico: VOLTA) de Guadalajara, donde estaba la Academia de Ingenieros (siendo tardío cadete, pues antes había pertenecido al Arma de Caballería y viajado luego por África).
      Cervera fue un republicano liberal-progresista, amigo personal de Manuel Ruiz Zorrilla. En 1881 fue candidato republicano por el distrito de Segorbe a las Cortes, pero sufrió un arresto que le impidió su participación efectiva. Cofundaría una logia militar en Segorbe durante los años 1888-1889 denominada “La Verdadera Luz”. El 7 de abril de 1890 se convertiría en Gran Maestro de la logia. Cervera promovió el trabajo ritual del Rito Escocés Antiguo y Aceptado en su corporación masónica-militar. En 1890 fundó, con el apoyo de Felipe de Borbón y Braganza (su Alteza Real Felipe Luis de Borbón y de Braganza, Príncipe de las Dos Sicilias), una logia en Marruecos (Gran Logia en Marruecos, que llegó a agrupar a 12 logias de perfil eminentemente militar; Julio Cervera fue elegido Gran Maestre y Gran Comendador del Supremo Consejo del grado 33), como Gran Maestre y Gran Comendador del Supremo Consejo, y poco después se adhirió al Gran Oriente Español en 1891, un proyecto fallido que tenía el objetivo de unificar la masonería española. Por último fue nombrado en 1891miembro honorario de la logia “El Progreso» nº 88 de Madrid donde trabajó y promovió diversos talleres dependientes del G.O.E. (http://www2.uned.es/dpto-hdi/museovirtualhistoriamasoneria/17ciencias_y_masoneria/juliocervera.htm).

  2. Los RRCC se vieron obligados a perseguir el marraneo conspirativo anti cristiano, por los continuos trastornos que provocaba entre la sociedad, pero a lo largo del siglo XVI con las medidas tomadas, casi dejó de ser un problema. Tanto los conversos como los falsos conversos (marranos), se fueron adaptando. Pero la élite que dice representar a los judíos no soporta, en especial, a quienes se dicen judíos y se adaptan a las sociedades en las que conviven; esta es una constante, y explicación de lo que sucedió en Alemania donde los anglo sionistas de Herzl y los nazis estuvieron de acuerdo en el exterminio de los judíos mejor adaptados en la sociedad germana.
    Al incorporarse Portugal a España en 1580, el marranismo conspirativo volvió a ser un problema y mucho mayor, ya que los marranos portugueses habían sido convertidos a la fuerza a diferencia de los españoles (como dijo Spinoza) y nunca estuvieron integrados de buena fe como los españoles, por lo que conspiraban continuamente contra la sociedad muy mayoritariamente cristiana.

    Felipe II le dijo a su hijo Felipe III:
    “Yo me hallo bien con don Cristóbal de Moura y con los demás que traigo a mi lado en los negocios. Así confío que os hallaréis vos, si os sabéis servir de él y de ellos”.

    De Moura (1538) era un portugués honrado que vivió en España desde los 16 años. Desconfiaba con razón del (falso)“converso portugués” y no quería negociar con ellos, pues sabía de sus intenciones y catadura.

    Felipe III desoyó el consejo de su padre y tomó por valido (en los “negocios”) al Duque de Lerma, y este lo primero que hizo fue marginar a de Moura, para poder venderse al oro de los falsos conversos (marranos) portugueses que llegaron con la integración de Portugal. Empezó por poner los intereses de la Corona en Portugal en manos de conspiradores. Los marranos portugueses habían llegado sobornando con todo tipo de comisiones y regalos a Lerma y a la Corte:

    “Cuando le llevo a ver al duque, el negocio se cerró en 1,700.000 ducados. Por su parte, don Pedro de Franqueza recibió la mayor cantidad de las comisiones repartidas. Alonso Gomes explicó con detalle como le había pagado a Franqueza las gratificaciones. En total le dio alrededor de 86.000 ducados repartidos en varias entregas. En una primera ocasión le dio en su propia mano 6.000 escudos de oro, y por seis veces 4.000 ducados cada una, todos en oro y sólo 2.000 en plata. A través de Gerónimo Castaño le dio a la condesa de Villalonga una cadena de diamantes que le había costado 5.000 ducados…” (Negociaciones de cristianos nuevos en tiempos de Felipe III, J. I. Pulido Serrano, Universidad de Alcalá)

    Gracias a estos sobornos y chantajes, los marranos portugueses se infiltraron en el poder, sobre todo a través de las Juntas, que se nombraban a dedo por sus compinches/clientes, los validos; pudiendo medrar a placer sin el control que suponían los Consejos, que por el contrario, eran representativos.
    A partir de 1601 los marranos fueron acumulando poder, hasta que en 1610 Felipe III frenó en parte su ascenso debido a los continuos escándalos económicos. Pero la cizaña esta ya sembrada y la corrupción enquistada.
    En 1622 llegaría un nuevo valido, el Conde Duque de Olivares. Pese a la Inquisición, el daño económico era ya irreparable. Los cargos en puestos sensibles como las aduanas eran un pozo sin fondo que a su vez enriquecía fortunas enemigas.
    En 1610 cuando Felipe III quiso dar marcha atrás, por ejemplo, Franqueza fue condenado por fraude, falsificación y cohecho, al igual que A.R.de Prado o P.A.Pereyra por citar algunos peces gordos. Felipe III se dio cuenta tarde, pero al menos rectificó ante tanta corrupción, revocando la libertad que dio en 1601 para que los conversos portugueses pudieran abandonar Portugal sin licencia (accediendo a la Corte)

    Ayer como hoy, esa conspiración se intenta presentar como individual, pero siempre obedece a un bloque común en sus objetivos como demuestra con creces la historia. Así, el oro del Imperio sirvió para encumbrar a sus enemigos (que lo son del Cristianismo) y para hundirnos cada vez más. Dejamos al zorro a guardar las gallinas (y seguimos en ello).
    Con la llegada al poder de otro valido, el marrano Conde Duque de Olivares, la conspiración siguió su ruta.
    “España ha de ser destruida…” Rabino Saúl Levi Monteira, maestro de Spinoza.
    Carta del Principe de Constantinopla (1489), antecedente de los Protocolos (1900). etc etc etc
    Saludos

  3. Todos los sucesos del 1898 (Cuba, Filipinas y Puerto Rico) son importantísimos «per se», PERO LO SON AÚN MÁS en el momento presente POR SU ACTUALIDAD, porque se está preparando a la vista de todos otro desastre del 98, esta vez no respecto a Cuba, Filipinas y Puerto Rico, porque ya las pedimos, sino sobre Ceuta, Melilla y las Canarias, y se están produciendo los mismo hechos, los mismos errores que entonces a tiempo real , y a pesar de la perspectiva con que se están viendo venir los acontecimientos no se está haciendo nada para evitarlo y para corregir esta deriva. Al contrario, si un militar felicita el Ramadán a la previsible quinta columna de este nuevo desastre del 98, se le asciende al mando de Canarias y después a otro puesto superior, si un militar señala que la Armada está para ayudar a los cayucos que se mandan por el enemigo como avanzadilla de la futura invasión, se le nombra a este militar JEMAD, en lugar de cesarlo y abrirle un proceso.
    En 1898 aunque el poder de la masonería era generalizado en la cúpula militar y del gobierno, al menos de cara a la galería se mantenían en secreto esta pertenencia, hoy día las tornas están que se han vuelto del revés y los que se tienen que esconder de la acción de la Fiscalía y de la Fiscalía del odio creada ex profeso para para que no puedan alertar sobre el peligro de la inmigración marroquí en la futura guerra que se prepara contra España y otras cuestiones, son los que defienden a España frente a los planes del enemigo.

    Por otra parte, desde el punto de vista estrictamente de las operaciones militares, de la lectura del relato se infiere que todo el problema viene cuando se rehúye el enfrentamiento con el enemigo. Esto es un común denominador a todas las derrotas. Ocurrió en Annual, ocurrió en la Guerra de las Malvinas y por lo visto ocurrió también en Puerto Rico.
    Es verdad que en la guerra no puedes atacar o moverte a lo loco, pero buena parte del problema es la falta de determinación de querer llegar a la aproximación y contacto con el enemigo para entablar combate con él y destruirlo. Todo el desastre de Annual se reduce a una cosa, el miedo por enfrentar al enemigo, y se inicia una larga retirada, a la desbandada hasta el desastre final que supuso la rendición en Monten Arruit. En las Malvinas ocurrió lo mismo. Allí donde las Fuerzas Armadas concibieron el enfrentamiento no como una retirada ni como una defensa, sino como ir a buscar al enemigo y destruirlo allí donde estuviera, como fue el caso de la concepción militar de la Gloriosa Fuerza Aérea Argentina, que a pesar de sus aparatos de los años 50, y de sus enormes carencias no solo en armamento (carecían de misiles aire-aire para enfrentarse en combate aéreo contra los aparatos enemigos que sí disponían de esta arma dada por los americanos, o tenían que lanza<r las bombas a plomo sobrevolando los barcos enemigos, como si de la Segunda guerra mundial se tratara, enfrentándose así a toda la capacidad antiaérea de enormes y modernos buques) sino también en dispositivos de navegación y otras cuestiones, salieron de sus aeródromos a buscar al enemigo y a caer sobre él como un carro es capaz de caer sobre un cartón de huevos. Y así lo hicieron. Fue esta concepción de la guerra y de lo que era el combate, y el asumir el riesgo personal que ello comportaba, a pesar de su inferioridad de medios, la que otorgó a Argentina sus mejores victorias y la que infligió al enemigo sus mayores pérdidas. Si el mando terrestre que el día de la rendición acumulaba en sus almacenes latas de melocotón en almíbar y otros muchos víveres por miles mientras la infantería ligera combatía en Pradera de ganso y otros lugares llevando más de un mes haciendo como máximo una comida frugal al día, perdiendo la gente, oficiales incluidos, más de 20 kilos en apenas 4 ó 6 semanas, y el General en jefe se reservaba las unidades para que lo defendieran a él, en lugar de haberse puesto al mando e sus hombres en los puestos que combatían y haber empeñado todas las fuerzas que en Puerto Stanley no pintaban nada mientras en los lugares de combate los argentinos combatían en inferioridad de 5 a 1. El propio General inglés se sorprendió el día de la rendición que el General Argentino se presentara tan acicalado como si acabara de salir de un hotel de 5 estrellas, mientras él mismo que era el vencedor acusaba en su indumentaria e higiene los rigores de la guerra y la vida en campaña.
    Alguien podrá decir que en Annual todo empezó por el exceso de confianza del General Silvestre de moverse por territorio enemigo como el que va de camping. Pero una cosa es la temeridad y la falta de prevención y otra la voluntad, llegado el momento de la lucha, de no retirarse ni para ganar impulso y buscar el contacto con el enemigo para destruirlo o mejor aún, para aniquilarlo.

    Todo el periplo de acontecimientos de la campaña de Puerto Rico se reduce a una cosa: el mando vendido o no rehúye el contacto con el enemigo, cuando la clave de todo combate victorioso es la actitud contraria, es la voluntad de vencer y destruir al enemigo. Está bien que una persona se reserve porque hay un tiempo para vivir y otro para morir, pero cuando llega ya la hora suprema del enfrentamiento, como en la jornada gloriosa de Madrid del 2 de mayo de 1808, no cabe más actitud para el que forma parte de una unidad militar en campaña, que la de entrar en contacto con las fuerzas enemigas para aniquilarlas. Creo que a la falta de esta actitud está detrás de todas las derrotas decimonónicas de España, y el error en la campaña del Sahara cuando la Marcha Verde que los Generales plantearon una defensa estática cuando quizás una actitud plenamentne ofensiva , de aniquilar al enemigo sin ninguna contemplación, habría precipitado los acontecimientos y habría desbaratado los planes de traición del Rey en comandita con los EEUU y la CIA. Y creo que lo contrario de esta actitud de rehuir el combate está en las victorias del Ejército Alemán en los años que les fueron favorables en la segunda guerra mundial, y también en la enorme capacidad de lucha y de resistencia que tuvo en los años peores que les fueron totalmente desfavorables pero que no impidieron que su capacidad de lucha se sostuviera a pesar de todo. Hasta el extremo que cuando acabó la guerra los americanos que todo lo arreglan con estadísticas y con estudios teóricos, interrogaron a Albert Speer el Ministro de Armamentos del Reich y otros mandos para averiguar qué hicieron y cómo fue posible mantener la capacidad de lucha que Alemania demostró durante 1944 y 1945 cuando con los bombardeos terroristas aliados, de dimensiones colosales, masivas y a diario eso era técnicamente imposible que hubieran podido seguir combatiendo y con la eficacia con que lo hicieron, a pesar de la desproporción de fuerzas. La respuesta era más amplia pero una de las razones es porque las mejores unidades alemanas aun combatiendo en inferioridad de 50 a 1 y con la superioridad aérea total en manos del enemigo , aún así eran unidades aguerridas que buscaban el contacto con el enemigo y le infligían unas pérdidas porque estaban resueltas a combatir. Aquí ocurre todo lo contrario, todavía no se ha pegado un tiro y ya la orden es salir corriendo, y cuando se toma conciencia del engaño del que ha sido objeto por parte de sus propios jefes la reacción en España siempre es la misma pegarse un tiro, en esta ocasión en la playa, en lugar de ir a por el mando traidor y pegarle el tiro a él.
    Quizás por esta realidad que el mayor aliado de la derrota es la cobardía y la falta de de actitud de buscar el enfrentamiento con el enemigo, el Credo Legionario incluyó aquello que ya no se cumple de acudir al fuego aunque no se tenga orden expresa para ello.

    Extraordinario trabajo que se lee con la amargura de los acontecimientos , y también con la amargura de que este trabajo se publique en esta página en lugar de formar parte de un curso en el CESEDEN, y mientras en el CESEDEN a quien inviten para dar conferencias sea a Monedero. No tenemos en España perdón de Dios. El mundo al revés.
    Enhorabuena al autor y a la página por publicarlo.

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