Quien se pica, ajos come

Quien lo niegue, queda en evidencia, otra cosa es que guste o no: VOX ha irrumpido cual huracán en el putrefacto, maloliente y mortecino mundo de la política española, de sus patéticos partidos políticos y de sus ínfimos y más que mediocres politiquillos. Y lo ha hecho porque ya hay muchos españoles que así lo han querido y entendido, le pese a quien le pese; que, casualidades de la vida, siempre es a los mismos. La sorpresa ha sido de tal calibre, que todos sin excepción, a pesar de lo acostumbrados y preparados que están para casos de «emergencia», han evidenciado primero, su perplejidad –sólo había que ver las caritas–; luego, lo que tardaron en reaccionar; después, lotan torpemente como lo han hecho de lo que se arrepintieron en seguida corrigiendo donde dijeron digo por Diego.

La izquierda, que en España por desgracia siempre ha sido y sigue siendo extrema –nada más que hay que verlo–, se trate del PSOE o de los comunistas de ahora, los podemitas, parece decantarse por vocear hasta enronquecer sus vetustos, casposos, rancios y polvorientos eslóganes de siempre, esos de los años treinta del siglo pasado, tachando a VOX de «extrema derecha» y de «fascistas», anunciando que van a «trabajar duro para erradicar el fascismo», para «defender a la clase obrera» (¿?) –y lo dice el coletas desde su chalet del millón de euros–, mandando sus turbas de borregos a a las calles al más puro estilo bolchevique y barriobajero en defensa (¿?) de la «democracia» y los «logros sociales» –o sea, sus chollos propios–, exigiendo que no se les admita en el parlamento andaluz ni en el Senado, mofándose y despreciando a los que han votado a VOX, vindicándose como los únicos demócratas –sus actos de violencia callejera lo demuestran–, e incluso tirando de la momia de Felipe González –el proto-corrupto y proto-corruptor, hoy reconvertido en feroz capitalista, también corrupto, claro–, etcétera, etcétera. El miedo, el pánico, se ve en sus caras, porque además saben que si esto ha ocurrido en Andalucía, qué va a ser lo que ocurra en el resto de España en un 2019 plagado de elecciones de todo tipo.

Pues bien, estupendo, porque con ello han quedado, una vez más, pero esta de forma muy especial, en evidencia; se les descontroló la bilis, la mala leche. Su proceder ha sido el mismo que el de sus antecesores ideológicos cuando en 1933 ganó la derecha legal y democráticamente –no como ellos lo harían luego en Febrero de 1936 mediante un monumental pucherazo ilegal, antidemocrático e ilegítimo– y juraron que si entraban en el Gobierno habría sangre, amenaza que cumplieron en Octubre de 1934 dejando algo más de 1.000 muertos y cerca de 3.000 heridos, más los consiguientes destrozos patrimoniales. Como ayer, hoy los «demócrata» marxistas, socialistas y comunistas, nos muestran su verdadera cara que no es otra que la del totalitarismo, la intolerancia, la dictadura, o sea, el fascismo del que acusan a los demás, porque, no lo duden, como los extremos se tocan, y hoy como ayer en España no hay fascismo, por mucho que se empeñen, los únicos fascistas son ellos; y a las pruebas nos remitimos.

Es además, la clásica estrategia de intimidación, de imposición del terror, de pronostico del caos si… al PP o a C,s se les ocurriera pactar con VOX; es la forma de acongojar a los votantes del resto de España para que no se les ocurra hacer lo que los españoles de Andalucía, si no quieren tener en sus calles las escenas que hemos visto por televisión.

Y es que el problema de la izquierda española sigue siendo el mismo desde su fundación por el totalitario y degenerado Pablo Iglesias Posse –tras eliminar a su rival Jaime Vera, que nada tenía que ver con él–: su estigma bolchevique y revolucionario agravado por el marchamo antinacional, o sea, antiespañol; algo que la distingue de todas las izquierdas de todos los países civilizados que nunca, tras alguna veleidad menor, fueron bolcheviques, y jamás fueron ni han sido antinacionales de sus propios países.

De lo dicho, y de su absoluta incapacidad y minusvalía para aprender, no sólo de la historia, sino peor aún de su propia historia, ocurre que los izquierdosos de hoy, como los de antaño, siguen los mismos derroteros, incapaces de aceptar aquello que tanto cacarean y de lo que se consideran únicos valedores: la democracia, la tolerancia y el respeto al juego limpio, de ahí que son hoy lo que fueron siempre: la anti-España, anormal, discapacitada, intelectual  y culturalmente indigente, enferma moral y degenerada espiritual. Por eso, incapaz de hacer algo bien y bueno, los males de nuestra España de ahora son los mismos que los de siempre, porque izquierda tiene que haber, que siempre hay quien no da para otra cosa, pero como la nuestra no debería ser, porque no es izquierda, sino martirio y castigo, o sea, marxismo-fascistoide.

Lo bueno de lo que vemos, pues no hay bien que por mal no venga, es que su discurso apesta a alcanfor, está fuera de onda, contradice los hechos, es antiguo y ya no cuela ni siquiera en las generaciones más jóvenes que viajan, ven, oyen y bucean en internet, que comparan, que piensan, por eso, por eso, muchos de sus votantes hasta ahora esclavos, se han liberado y, si no han votado a VOX o a los otros, normal, tampoco les han votado a ellos, de ahí esa gran abstención en su propia casa, porque en vez de votar con la bilis lo han hecho con la cabeza para dar una lección a los González, Zapatero, Sánchez y Díaz; lo cual alabamos y agradecemos todos los españoles.

 

En cuanto a la «derecha», a los «centristas», a los «constitucionalistas», o sea, al PP y Ciudadanos, más les vale cambiar también de chip, dejarse de las estupideces que llevan repitiendo desde siempre, abandonar su estulticia y mediocridad, esa errada y vetusta política de mangoneo, conciliábulos y secretitos, hacerse con un poco de valor y honradez y darse cuenta de que sus votantes también se han dado cuenta ya de tanta mentira y traición, de que en España cabemos todos los que, de verdad, queremos respetarnos, de que disentir o discrepar no tiene que ser sinónimo de apuñalarse, de que no debe perseguirse el monopolio de un espacio político sobre la base de destruir al otro, de que los enemigos de España no son los de VOX, ni para el PP lo es Ciudadanos, ni viceversa, ni siquiera los socialistas honrados, que los hay, democráticos de verdad y tolerantes, sino sólo la anti-España, es decir, podemitas, separatistas y socialistas bolcheviques, o sea, precisamente a esos a los PP y C,s rinden pleitesía, alimentan y bajándose delante de ellos, no ya los pantalones y faldas, sino hasta los calzoncillos y las bragas, creen que les van a tolerar y perdonar, cometiendo el mismo craso error que sus antecesores políticos, y así les fue; con el enemigo ni se negocia, ni se acuesta uno, ni se le da agua, ni se le acepta.

Por último, un llamamiento a los que creyéndose ostentadores de la pureza del anterior régimen se empecinan, contumaces, en no ver y analizar la realidad actual: por una parte que la historia no se repite porque nunca, a pesar de parecerlo, es igual, como no son iguales las personas y las circunstancias aunque guarden semejanzas; por otra, que España debe estar por encima de partidismos, personalismos, egoísmo, afanes de protagonismo y mesianismos; que nunca conseguimos en la vida el cien por cien, pero que por empeñarnos en ello sí podemos perderlo todo, hasta lo mínimo; que lo de ser cabeza de ratón no funciona; que caminar solos por un quítame allá esas pajas ni es patriótico ni inteligente; que nada se consigue tampoco de golpe, sino que todo hay que trabajarlo, construirlo y eso cuesta tiempo y esfuerzo; que pecadores arrepentidos quiere el Señor, máxime cuando todos somos pecadores; que el enemigo es poderoso y no es tonto, que aprovecha hasta lo nimio, que a veces a algunos les toca, después de haber cumplido, ceder el puesto y no salir en la foto, y contemplar como otros recogen los beneficios, pero que todos tenemos la seguridad de que a cada cual Dios Nuestro Señor, que lo sabe todo, nos dará la recompensa que merecemos, porque ante Él nadie es anónimo, pues hasta los pelos de la cabeza tenemos contados.


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