Retrato de un suicidio… premeditado y anunciado

El de España y el PP (esa derecha egoísta, cobarde, cicatera, acomplejada, descreída, renegada y estúpida de siempre).
La situación actual en España es la que sigue:

El de España y el PP (esa derecha egoísta, cobarde, cicatera, acomplejada, descreída, renegada y estúpida de siempre).

 

La situación actual en España es la que sigue:

 

* En las provincias catalanas ha estallado una revolución; el secesionismo no es más que una parte, una fase de una revolución pactada mucho más amplia que, bien que silenciosa, asola España desde hace cuatro décadas.

 

* Dicha revolución se consolida con una huelga general revolucionaria, estudiantil y de la propia policía regional.

 

* El Gobierno, haciendo dejación de sus funciones, deberes y obligaciones, sigue impidiendo cualquier tipo de reacción incluso legal, es decir, la de las fuerzas del orden, para neutralizarla; al tiempo impide violentamente, eso sí, cualquier expresión de españolidad y patriotismo, neutralizando cualquier posibilidad de reacción popular.

 

* Las fuerzas del orden están «acuarteladas», sin mando ni moral, siendo acosadas por grupos de revolucionarios perfectamente coordinados cada vez más crecidos, sin decidirse a actuar de acuerdo a sus obligaciones.

 

* Las Fuerzas Armadas permanecen mudas y desaparecidas.

 

* El rey, jefe del Estado, igual.

 

* La Unión Europea, aunque dice apoyar al Gobierno, en realidad bloquea cualquier posibilidad de que se restablezca el orden incluso mediante el uso legal de la fuerza al advirtir ladinamente que todo debe hacerse «sin violencia».

 

* El PSOE, IU (PCE) y Podemos (marxistas-anarquistas), como en tantas otra ocasiones a lo largo de sus respectivas historias, bloquean la neutralización del movimiento revolucionario con el objetivo de capitalizarlo para hacerse con el poder.

 

* Los medios de comunicación extranjeros, muy probablemente pagados por las organizaciones revolucionarias, corean hasta la saciedad las consignas y fotografías –muchas amañadas– que a sus patronos interesa; los de España o navegan en la estulticia o se adhieren a aquellos, todo según su ideario.

 

* En su inmensa mayoría, el clero de las provincias catalanas apoya, incluso permitiendo sacrilegios evidentes, la revolución; el del resto, con su silencio cómplice, también.

 

* Sólo pequeños grupos de españoles en las provincias catalanas –y con algunas manifestaciones en el resto de España–, haciendo alarde de gran valor, plantan cara a la situación, bien que lógicamente con nulo resultado.

 

* El resto de los españoles permanece mirando al tendido desde los cómodos sillones de sus casas como si no fuera con ellos dispuestos a tragar lo que sea, una vez que con los años pasados han perdido su identidad nacional.

 

Así, de lo anterior, y de lo que vemos que está pasando sólo, puede concluirse lo que sigue:

 

* El movimiento revolucionario no es más que una parte, trabajada desde hace décadas, de una larga estrategia de destrucción de España en la que a estas alturas están implicados, también, el actual Gobierno, su partido y partidarios; unos por acción y otros por omisión.

 

* Se permiten los altercados revolucionarios, igual que se viene permitiendo desde hace décadas.

 

* Se impide cualquier mínima reacción, incluso las obligadas en defensa de la legalidad vigente.

 

* En esa complicidad, por activa y/o pasiva, están también el monarca, las Fuerzas Armadas, los medios y el clero.

 

*Haya o no declaración de «independencia» –podría ser el día siete, aniversario del fallo del anterior intento secesionista de 1934, o el 12 de Octubre para más inri– todos los implicados en este acto, que ya hemos citado para que quede claro ante la Historia, van a intentar escenificar un «acuerdo», un «consenso», del que saldrá la destrucción de facto de España y su conversión en una «monarquía federal o confederal»; para lo de república aún queda algo de tiempo, pero ya llegará, lo que en realidad hasta al mismísimo monarca le importa un bledo.

 

* El actual momento, planificado con maléfica eficacia y llevado a la práctica con una frialdad espeluznante, debía realizarse con un gobierno del PP, pues era la única forma de que la mayoría de los españoles lo admitiera dócilmente; no podía venir de la mano de un gobierno «rojo». Observen que siempre se repartieron ladinamente los grandes actos revolucionarios: el 23-F con gobierno de «derechas»; la llegada del aborto de la mano de la «izquierda»; la desaparición del servicio militar obligatorio de la mano de las «derechas»; etc.

 

* Lo que retrasa el final de este acto –no del proceso revolucionario–, es sólo que ha estallado una dura y agria lucha de poder una vez que Rajoy y el PP, que eran los destinados a seguir gobernando, se han visto ninguneados por el frente-populismo redivivo –o sea PSOE, IU (PCE), Podemos (anarco-marxistas), ERC, PNV– que quiere expulsarlos y hacerlos desaparecer; algo con lo que los traidores peperos no contaban o no creían que podía sucederles.

 

Así pues, sólo hay una solución: un dos de Mayo, un levantamiento civil y popular de todos los españoles de bien, de todos los que dejando sus diferencias ideológicas –siempre artificiales–,  antepongan a todo la existencia de la patria y la nación, y que pasando por encima de traidores de toda clase y condición se impongan; sólo eso puede salvar la crítica situación que vivimos. Sin duda las dificultades son ingentes, pero no insuperables… por el momento. De otra forma no hay solución, y además de la ruptura por décadas o siglos de España, se no va a caer encima, ahora sí de verdad, una dictadura, un totalitarismo, una satrapía, una tiranía como nunca antes; por otro lado en buena medida bien merecida para ver si de una vez aprendemos de la historia.

 

España desde hace cuatro décadas ha vuelto la espalada a Dios como nunca en su historia y eso se paga de una u otra forma, muy posiblemente con su destrucción; lástima que nos toque a nosotros verlo.

 


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